domingo, 24 de diciembre de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia 25 DE DICIEMBRE - LUNES – NAVIDAD



25  DE DICIEMBRE  -  LUNES –
NAVIDAD
Misa del día:
Lectura del libro de Isaías (52,7-10):
¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión:
«Tu Dios es rey!»
Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén; el Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios.

Salmo 97,1.2-3ab.3cd-4.5-6

R/. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios
Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.
El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.
Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R/.
Tañed la cítara para el Señor,
suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas,
aclamad al Rey y Señor. R/.

Lectura de la carta a los Hebreos (1,1-6):
En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de su majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: «Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado», o: «¿Yo seré para él un padre, y el será para mí un hijo»? Y en otro pasaje, al introducir en el mundo al primogénito, dice: «Adórenlo todos los ángeles de Dios.»

Lectura del santo evangelio según san Juan (1,1-18)
    En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho.
    En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. 
Al mundo vino y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
Y la palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo:
"Este es de quien dije: el que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo".
Pues de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia: porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio  de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

1.  El evangelio de Juan, a diferencia de los otros evangelios, no empieza con un relato, sino con un "prólogo", que se sitúa sobre cualquier posible narración histórica. Este prólogo no fue copiado por el autor del IV evangelio, tomándolo de otro autor anterior. Los entendidos en este asunto dicen ahora que el evangelio de Juan presenta aquí una clave de lectura para todo el conjunto de relatos que enseguida va a exponer.
¿Y dónde está esa clave de lectura?
Está básicamente al final: A Dios, nadie lo ha visto jamás: el Hijo único del Padre es quien nos lo ha dado a conocer (Jn 1,18) (cf. J. Beutler, J. Zumstein).
Es decir, Dios no está a nuestro alcance, el ser humano no puede conocerlo.  Solamente en Jesús vemos a Dios y en Jesús lo conocemos.

2.  Y la Palabra se hizo carne. La encarnación de Dios en Jesús significa que Dios se despoja de todo su poder y autoridad. Es el "Dios kenótico" (del verbo griego kenoó, "vaciar", "despojar"), el Dios que "se vacía de sí mismo", el Dios despojado de sí mismo, de su poder y su gloria (Fil 2, 7), que se funde con lo humano.
Dios salva descendiendo, despojándose, privándose de medios, poderes y dignidades.  Es exactamente al revés de lo que pensamos los mortales.  Nosotros nos imaginamos que, desde arriba, desde el poder y la fuerza, es desde donde   podemos cambiar este mundo tan desquiciado.  Pero Dios ve la vida y las cosas de otra manera.  Hay futuro y esperanza, no en el crecimiento del poder, sino en la convivencia y comunión con lo    humano, con lo más humano que hay en todo ser humano.

3.   A Dios nadie lo ha visto jamás. Dios, por definición, es el  TRASCENDENTE, está fuera  de lo que nosotros podemos conocer.
Desde el momento en que decimos que lo conocemos, eso que conocemos ya no es Dios, sino un "objeto" que nosotros elaboramos. Una   "representación" que nos hacemos.
Lo que nosotros podemos conocer de Dios es lo que se nos ha revelado en el niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. La grandeza de Dios es la grandeza de este niño, que no tiene otra grandeza que la grandeza de su humanidad.



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