21 DE DICIEMBRE
- JUEVES –
3ª
- SEMANA DE ADVIENTO - B
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1,
39-45
Unos días después, María se
puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de
Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María,
saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a
voz en grito:
"¡Bendita tú entre las mujeres y bendito
el fruto de tu vientre! - ¿Quién soy yo
para que me visite la madre de mi Señor?
En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la
criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú, que has creído!, porque
lo que te ha dicho el Señor se cumplirá'.
1. Hemos visto en los días anteriores, lo que
representa la "originalidad" del cristianismo, en cuanto se refiere
al concepto mismo de Dios; a la experiencia de Dios; a la relación entre Dios y
la religión; a la presencia de este Dios y de esta religión en la sociedad. Hoy
damos un paso más: se trata ahora de entender, aceptar y de integrar en
nuestras vidas cómo se tiene que vivir la fe en Jesús. Y, mediante Jesús, la fe
en Dios.
- ¿Qué nos dice este
relato sobre una cuestión tan fundamental?
2. María va a visitar a Isabel. La "mujer
del pueblo" va a casa de la "familia sacerdotal".
- ¿Qué fue lo más
importante que se produjo en aquel encuentro, cuando se encontraron aquellas
dos mujeres?
Allí se produjo un
profundo, muy profundo, fenómeno de "alegría". La alegría del niño,
recién concebido en las entrañas de Isabel. Una alegría que hizo saltar al
feto, expresión simbólica de una alegría, una felicidad indecible. Pero una
alegría que expresa algo más hondo:
"¡Dichosa tú, que has creído!"
Isabel decía esto
después de la dolorosa experiencia que tuvo al ver a su marido, el sacerdote
Zacarías, que se había quedado mudo.
Mudo, ¿por qué? Porque no creyó
el anuncio del ángel, mientras que María sí creyó al ángel.
3. La fe es determinante. No solo para el
creyente, sino sobre todo como factor decisivo en la Historia. - ¿Qué queda de la dignidad del sacerdote del
Templo?
Nada. Ni Templo, ni
sacerdocio judío. No ha quedado nada.
Por el contrario, - ¿qué
ha quedado de la sencillez y la insignificancia de la pobre
mujer galilea?
Ha quedado en pie la
ejemplaridad de la humilde mujer galilea.
Ha quedado en pie -y
se ha hecho gigantesca- su belleza, su
hermosura, su fuerza de atracción de lo mejor que todos quisiéramos tener, su ejemplaridad,
su capacidad de consolar a los que sufren, de ayudar a los que lo necesitan, de
dar esperanza a los que la han perdido. Y, sobre todo, María -la Madre de
Jesús- es fuente de alegría. Porque lleva a Jesús en sí misma. Y así, nos dice
a todos, que, si llevamos a Jesús presente en nuestra vida, contagiaremos
alegría, como Juan saltó de alegría en el vientre de su madre, ya antes de
nacer.
La
"religiosidad" se funde con la "humanidad". La verdadera religiosidad se expresa en
auténtica humanidad: en bondad,
justicia, honradez, misericordia.
Ya no hablamos de
"el ser humano", sino de "ser humano".
San
Pedro Canisio
Predicador, escritor - Año 1597
San
Pedro Canisio Este santo ha sido llamado: "El segundo evangelizador de
Alemania" (después de San Bonifacio). Se le venera como uno de los creadores
de la prensa católica y fue el primero del numeroso ejército de escritores
jesuitas.
Nació
en Holanda (en Nimega) en 1521. Su padre fue por nueve veces alcalde de su
ciudad. Quedó huérfano de madre siendo él aún muy pequeño, pero su madrastra
fue para él una segunda madre y fue educado en un gran temor de ofender a Dios.
Él se quejaba de que en sus primeros años había perdido mucho tiempo
dedicándose más a los juegos que a los estudios, pero luego se consagró de tal
manera a estudiar que a los 19 años ya consiguió la licenciatura en teología.
Para
complacer a su padre se dedicó a especializarse en abogacía, pero luego de
hacer unos Ejercicios Espirituales con el Padre Fabro (que era compañero de San
Ignacio) se entusiasmó por la vida religiosa, hizo votos o juramento de
permanecer siempre casto, y prometió a Dios hacerse jesuita.
Fue
admitido en la comunidad y los primeros años de religioso los pasó en Colonia
(Alemania) dedicado a la oración, el estudio, la meditación y la ayuda a los
pobres. La cuantiosa herencia que recibió de sus padres la repartió la mitad
entre los pobres y la otra mitad para ayudar a obras sociales de su comunidad.
Desde
sus primeros años de su sacerdocio empezó a brillar como un gran predicador.
Cuando joven era impresionante su carácter batallador y amigo de las polémicas
y discusiones, y estas aptitudes le van a ser muy útiles, porque durante toda
su vida tendrá que batallar muy fuertemente en todas partes contra los
protestantes. Siempre fue muy caritativo y amable con las personas que le
discutían, pero tremendo e incisivo contra los errores de los protestantes
(Tanto que estos haciendo alusión a su apellido lo llamaban el can que defiende
a los católicos). Decía a sus sacerdotes: "no hieran, no humillen, pero
defiendan la religión con toda su alma".
San
Pedro Canisio tenía una especial cualidad para resumir las enseñanzas de todos
los grandes teólogos y presentarlas de manera sencilla para que las entendiera
el pueblo. Y así logró redactar dos catecismos, uno resumido y otro explicado.
Estos dos libros fueron traducidos a 24 idiomas en la vida del autor, y en
Alemania se propagaron por centenares de miles (junto con los de otros dos
jesuitas, el Padre Astete y San Roberto Belarmino, San Pedro Canisio es de los
que más éxitos logró obtener con su Catecismo).
San
Ignacio y el Sumo Pontífice, aprovechando sus enormes cualidades como
predicador y defensor de la Iglesia contra los protestantes, le encargaron
muchísimas labores de apostolado. Como superior provincial de los jesuitas en
Alemania recorrió a pie y a caballo diez mil kilómetros predicando, enseñando
catecismo, propagando buenos libros y defendiendo la religión. En los treinta
años de su incansable labor de misionero recorrió treinta mil kilómetros por
Alemania, Austria, Holanda e Italia. Parecía incansable. A quien le recomendaba
descansar un poco le respondía: "Descansaremos en el cielo".
Por
muchas ciudades de Alemania fue fundando colegios católicos para formar
religiosamente a los alumnos. A la universidad católica la transformó y le dio
una gran celebridad. Y ayudó a fundar numerosos seminarios para la formación de
los futuros sacerdotes. Alemania, después de San Pedro Canisio, era ya otro
país distinto y mucho más católico que cuando él empezó a trabajar allí.
San Pedro
Canisio se dio cuenta del inmenso bien que hacen las buenas lecturas. Por eso
recorría el país propagando los buenos libros y se propuso formar una
asociación de escritores católicos. Él sabía muy bien que un buen libro puede
hacer mayor bien que un sermón y que las buenas lecturas logran llegar a donde
ni sacerdotes ni religiosos logran ir a llevar mensajes religiosos. Aún ya
anciano y muy débil y casi paralizado, seguía escribiendo con la ayuda de un
secretario, libros religiosos para el pueblo. Al morir tenía la satisfacción de
haber ayudado a formar varias editoriales católicas muy bien organizadas.
Estando
en Friburgo el 21 de diciembre de 1597, junto con varios padres jesuitas,
después de haber rezado con ellos el santo rosario, su devoción favorita, de
pronto exclamó lleno de alegría y emoción: "Mírenla, ahí está. Ahí
está". Y murió. Era la Virgen Santísima que había llegado a llevárselo
para el cielo.
El Sumo
Pontífice Pío XI, después de canonizarlo, lo declaró Doctor de la Iglesia, en
1925.
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