jueves, 28 de diciembre de 2017

Párate un momento: El Evangelio del dia 29 DE DICIEMBRE - VIERNES 5° DÍA, OCTAVA DE NAVIDAD SANTO TOMAS BECKET




29  DE  DICIEMBRE  - VIERNES 
5° DÍA, OCTAVA  DE  NAVIDAD

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 22-35
     Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la Ley del Señor:
"Todo primogénito varón será consagrado al Señor".
Y para entregar la ofrenda, como dice la Ley del Señor:
"un par de tórtolas y dos pichones'.
     Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él.
     Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu Santo fue al Templo. Cuando entraban con el niño Jesús, sus padres, para cumplir con él lo previsto por la Ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
"Ahora, Señor, según tu promesa puedes dejar a tu siervo irse en paz; porque mis ojos han visto a tu
     Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones, y gloria de tu pueblo, Israel".
     Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo diciendo a María, su madre: 
"Mira: este está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma".

1.   Jesús nació en una familia judía. Fue educado en la religión de Israel. Recibió, practicó e integró en su vida los rituales, las normas, las costumbres de aquella sociedad y de aquella religión. Nada de eso, sin embargo, marcó y   determinó para siempre su forma de entender a Dios, ni su experiencia religiosa, ni sus costumbres o sus criterios éticos y prácticas de moralidad. Jesús fue un "judío marginal" (J. P. Meier).
Los sociólogos dicen que su forma de vivir constituyó una "conducta desviada" (G. Theissen).
- ¿Por qué Jesús no se sometió enteramente   a la religión?  - ¿Por qué tuvo un conflicto tras otro con sacerdotes, maestros de la ley, fariseos y autoridades religiosas?
Es sorprendente. Jesús, tan religioso como fue, se enfrentó a la religión. Sin duda, Jesús vio que hay formas desviadas de practicar la religión. Por eso Jesús, con su forma de vivir y sus enseñanzas, desplazó la religión: la sacó del Templo, se la quitó a los sacerdotes, y la puso en el centro de la vida. Sobre todo, en la justicia y la bondad que nos hacen más humanos.

2.  Con frecuencia, la religión se antepone a la revelación. Y hasta puede suceder que la religión llegue a constituirse en una forma de "negación de
la revelación". En tal caso, la religión puede llegar a ser una forma piadosa de "increencia" (K. Barth).
Es lo que ocurre cuando alguien da más importancia a las prácticas religiosas que al espíritu y a la letra del Evangelio.
Para mucha gente, los ritos tienen más importancia que las bienaventuranzas.  La vida de
Jesús es el caso más claro de la superación de este peligro.

3.  Es verdad que Jesús niño, Jesús adolescente, Jesús joven, en sus largos años de estancia con su familia en Nazaret, fue un vecino más del pueblo, un trabajador modesto y que no destacó por nada que pudiera llamar la atención, como queda patente en el relato de Mc 6, 1-6; cf. Mt 13, 53-59; Lc 4, 16-30.
A partir del momento en que "dio comienzo" ("arché") (Mc 1, 1) el Evangelio, la fuerza del Espíritu descubrió lo que había y lo que nos reveló, desde entonces, aquel desconocido galileo: Jesús.

SANTO  TOMAS BECKET

Obispo, mártir inglés.

"Tomás", del arameo: "El Mellizo".
Nació en Londres, Inglaterra, en 1118 y murió en Canterbury, en 1170; Canonizado en 1173.
Tomás nació en una familia trabajadora, fue bautizado el mismo día. Se educó con los monjes en la abadía de Merton en Surrey, después en Londres y más tarde en la Universidad de París. Era guapo, amistoso, le gustaba el buen vestir y el deporte. Al mismo tiempo era un hombre puro y le gustaban las cosas de Dios.
Al morir su padre se quedó en aprietos económicos por lo que desde 1142 fue empleado en la corte del Arzobispo Theobald de Canterbury. Su nobleza, sagacidad y capacidad le ganaron la confianza del arzobispo. Juntos viajaron a Francia, Roma y otras partes del continente. Llegó también a ganarse la amistad del rey. Tomás obtuvo permiso para estudiar ley canónica y civil en Bologna, Italia y en Auxerre.
En 1154, siendo aún joven, fue ordenado diácono y nombrado Arch-Diácono de Canterbury. En esta posición fue negociador de los asuntos de la Iglesia con la corona. Tomás convenció al Papa Eugenio III de no reconocer la sucesión de Eustace, hijo del Rey Esteban de Blois. Esto aseguró el derecho de Enrique de Anjou al trono como Enrique II.
Al año siguiente (1155), por sugerencia del Arzobispo Theobald, Tomás fue elegido como canciller de Inglaterra, puesto en el que sirvió lealmente a Enrique II por 7 años. Su deber era administrar la ley y lo hizo con sabiduría e imparcialidad. Pero el rey tenía oscuros intereses sobre la Iglesia. Tomás, comprendiéndolo, le dijo: "Si me haces Arzobispo te arrepentirás. Ahora dices que me amas, pero ese amor se convertirá en odio". Así ocurrió. Renunció a su puesto de canciller y fue ordenado sacerdote el día antes de su consagración episcopal. Lo nombraron Arzobispo en 1162 y desde la consagración episcopal se entregó por completo a servir al Rey de Reyes, donde la gloria está en la humildad y la disciplina. El mismo dijo que pasó de ser un seguidor de sabuesos (referencia a la cacería) a un pastor de almas. Desarrolló un profundo amor por la Eucaristía hasta el punto de que a veces lloraba le salían lágrimas durante la misa. Cada noche cantaba el Oficio Divino con los monjes.
Había muchos abusos en la Iglesia que debía rectificar. Uno de los puntos de conflicto con el rey fue la cuestión de las respectivas jurisdicciones de la Iglesia y del estado sobre miembros del clero acusados de crímenes y la libertad de apelar a Roma.
En la famosa asamblea de Northampton, en 1164, Tomás se enfrentó con sus adversarios. Ante las amenazas contra su vida se mantuvo firme, lo cual irritó al rey hasta el punto de que le dijo: "Tu eres de los míos, yo te elevé de la nada y ahora me retas". Tomás le respondió: "Señor, Pedro fue elevado de la nada y sin embargo gobernó la Iglesia". "Sí", contestó el rey, "pero Pedro murió por su Señor". "Yo también moriré por el cuando llegue el momento".  "¿Entonces, no cederás a mí?, preguntó el rey. "No lo haré", respondió Tomás. Thomas optó por el exilio en Francia antes que ceder al rey sobre los derechos de la Iglesia. Allí estuvo seis años. Por la recomendación del Papa entró en el monasterio Cisterciense en Pontigny, hasta que el rey amenazó con eliminar a todos los monjes cistercienses de su reino si continuaban protegiendo a Tomás. Entonces, en 1166, se mudó a la abadía de San Columba Abbey en Sens, que estaba bajo la protección del rey Luis VII de Francia.
Ambos lados apelaron al Papa Alejandro III, quien trató de encontrar una solución. Por fin, el rey de Francia persuadió a Enrique II a ir donde Tomás y hacer las paces. Enrique reconoció la demanda de Tomás de que se respetara la libertad de apelar a Roma y pensó que, al regresar a Inglaterra, Tomás no continuaría exigiendo los derechos de la Iglesia. Sin embargo, pronto tras Tomás regresar a su patria, el 1 de Diciembre de 1170, comenzaron otra vez las discusiones. Cuando Enrique escuchó, desde Normandía, que el Papa había excomulgado a los obispos recalcitrantes por usurpar los derechos del obispo de Canterbury y que Tomás no los soltaría hasta que prometiesen obediencia al Papa, se encolerizó y dijo: "¿No hay nadie que me libre de este sacerdote turbulento?" Estas palabras motivaron a cuatro caballeros que le escucharon y decidieron tomar el asunto en sus manos. Era Adviento, cerca de Navidad. El 29 de Diciembre de 1170, los cuatro caballeros con una tropa de soldados se apareció en la puerta de la Catedral de Canterbury exigiendo ver al arzobispo.  Los sacerdotes, para proteger a Tomás le forzaron a refugiarse en la Iglesia. Pero Tomás les prohibió bajo obediencia cerrar la puerta: "Una iglesia no debe convertirse en un castillo" les dijo.
"¿Por qué se portan así, que temen?" les preguntó. No pueden hacer sino lo que Dios permite. En la penumbra de la iglesia, los caballeros reclamaron: "¿dónde está el traidor, donde está el arzobispo?". "Aquí estoy", dijo Tomás, "No traidor, sino un sacerdote de Dios. Me extraña que con tal atuendo entren en la iglesia de Dios. ¿Qué quieren conmigo?" Uno de los caballeros levantó la espada como para atacarle, pero uno que andaba con Tomás le protegió del golpe con el brazo. Los cuatro caballeros arremetieron entonces juntos y le asesinaron en los peldaños de su santuario. Mientras moría bajo los golpes, Tomás repetía los nombres de los arzobispos asesinados antes que el: San Denis, San Elphege de Canterbury. Entonces dijo: "En tus manos, Oh Señor, encomiendo mi espíritu".  Sus últimas palabras, según un testigo, fueron: "Muero voluntariamente por el nombre de Jesús y en defensa de la Iglesia".
El crimen causó indignación en toda la Cristiandad. El rey Enrique fue forzado a hacer penitencia pública y construir el monasterio en Witham, Somerset.
Muchos milagros ocurrieron después de la muerte del santo. En 10 años, se archivaron 703 milagros. Tomás Becket fue aclamado como santo por Alejandro III dos años después de su muerte.
El traslado de sus reliquias a un nuevo y esplendoroso santuario ocurrió en 1220 (Julio 7) con la concurrencia de gente de toda Europa. 
400 años después de Sto. Tomás, otro monarca inglés, Enrique VIII, quiso hacerse cabeza de la Iglesia por lo que rompió la unidad y persiguió a los fieles católicos. La ruptura culminó en la instalación de Crammer como arzobispo de Canterbury en 1533.  San Tomás Becket fue sacado del calendario de los santos de Inglaterra, su santuario, que había sido un importante centro de peregrinación por mas de tres siglos, fue arrasado y las reliquias fueron quemadas (algunos dicen que se transfirieron a Stoneyhurst).
En la actualidad muchos gobiernos una vez más se oponen a que la Iglesia proclame la verdad sobre el hombre y la sociedad. Una vez más se requieren hombres y mujeres santos que sean fieles en las pruebas como Santo Tomás Becket.
Oración:
Señor Jesús, danos la gracia de ser valientes en el cumplimiento de nuestra vocación como lo fue Santo Tomás Becket para no ceder ante las presiones de los intereses mundanos.



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