1 DE DICIEMBRE – SÁBADO
–
34ª - SEMANA DEL T.O. – B –
Lectura del libro del Apocalipsis (22,1-7):
El ángel
del Señor me mostró a mí, Juan, un río de agua de vida, reluciente como el
cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero. En medio de su plaza, a
un lado y otro del río, hay un árbol de vida que da doce frutos, uno cada mes.
Y las hojas del árbol sirven para la curación de las naciones. Y no habrá
maldición alguna. Y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus
siervos le darán culto. Y verán su rostro, y su nombre está sobre sus frentes.
Y ya no habrá más noche, y no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz de
sol, porque el Señor Dios los iluminará y reinarán por los siglos de los
siglos.
Y me dijo:
«Estas son palabras fieles y veraces; el Señor, Dios de los
espíritus de los profetas, ha enviado su ángel para mostrar a sus siervos lo
que tiene que suceder pronto. Mira, yo vengo pronto. Bienaventurado el que
guarda las palabras proféticas de este libro».
Palabra del Señor
Salmo: 94
R/. Maranatá. ¡Ven, Señor Jesús!
Venid,
aclamemos al Señor,
demos
vítores a la Roca que nos salva;
entremos
a su presencia dándole gracias,
aclamándolo
con cantos. R/.
Porque el
Señor es un Dios grande,
soberano
de todos los dioses:
tiene en
su mano las simas de la tierra,
son suyas
las cumbres de los montes;
suyo es
el mar, porque él lo hizo,
la tierra
firme que modelaron sus manos. R/.
Entrad,
postrémonos por tierra,
bendiciendo
al Señor, creador nuestro.
Porque él
es nuestro Dios,
y
nosotros su pueblo,
el rebaño
que él guía. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,34-36):
En aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros
corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche
encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los
habitantes de la tierra.
Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis
escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del
hombre».
Palabra del Señor
1. Lo
último que Jesús les dice a sus discípulos y a quienes creen en lo que él dijo,
es que cuiden, con vigilancia y oración, para que no se les "embote la mente". Propiamente, lo que dice Jesús es que no
dejen que se les opriman o se les sobrecarguen (barethósin, de baréo,
"abrumar", "oprimir") los corazones (kardíai).
Todos, en efecto, tenemos el peligro de pasar
por situaciones o, lo que es peor, orientar nuestra vida de forma que el
corazón se embote. Y cuando el corazón se embota, con ello la mente se
incapacita para ver lo que realmente nos ocurre. Nada influye tanto en la
mente como los afectos y sentimientos
que ocupan y cargan el corazón.
Cada ser humano es lo que son sus afectos. La
afectividad es la fuerza interior que dirige nuestras vidas.
2. Pero
Jesús dice más. Lo que embota el corazón y la mente es la postura, la opción
fundamental, del que solo piensa en sí, en su propio bienestar y disfrute de la
vida, de los placeres y del dinero que los puede costear. De sobra sabemos que
eso nos incapacita para vernos por dentro,
y para ver lo que realmente nos conviene.
De eso es de lo que Jesús nos previene. Porque un
individuo
que va así por la vida es un peligro para sí mismo y para todo el que se roce
con él.
3. Si
Jesús dice esto, no es para amargarnos la vida. Ni para reprimir lo que nos
hace felices. El problema está en distinguir con cuidado que una cosa es
la
diversión y otra cosa es la fiesta.
En la fiesta compartimos la felicidad. En la
diversión
alimentamos el burdo egoísmo del que solo piensa en sí. Y eso es lo que embota
el corazón y la mente, y lo que nos impide ver lo que realmente ocurre en la
vida, en el mundo, en la sociedad y en la Iglesia.
De ahí, la importancia que tienen estas
palabras de Jesús al cerrar el año litúrgico.
San Eloy
Nació hacia el año 588. Aprendiz de platero, pasó a la corte gala
para servir como tal, ascendiendo en influencia debido a su inteligencia. El
rey Dagoberto pensó que era el hombre ideal para solucionar el antiguo
contencioso que tenía con el vecino conde de Bretaña, lo envió como legado y
acertó en la elección por el resultado favorable que obtuvo. No es extraño que
Eloy o Eligio pasara a ser solicitado como consejero de la Corona. Patrocinó la
abadía de Solignac, a sus expensas nacieron otros en el Lemosin y, en París, la
iglesia de San Pablo. Ordenado sacerdote, fue consagrado obispo de Noyon y de
Tournay y estuvo presente en el concilio de Chalons-sur-Seine, del 644. Este
artífice de los metales nobles y de las gemas preciosas que no se dejó atrapar
por la idolatría a las cosas perecederas ha sido adoptado como patrono de los
orfebres, plateros, joyeros, metalúrgicos y herradores.
Despierto de inteligencia y hábil en el empleo de sus manos. Aprendiz
de platero de los de antes, es decir, de los que tienen que martillear el metal
para sacarle de las entrañas la figura que el artista tiene en su mente.
Tanta destreza adquirió que el rey Clotario II, su hijo Dagoberto
luego y su nieto Clovis II después, lo tuvieron como propio en la corte para
los trabajos que en metales preciosos naturalmente necesitan los de sangre azul
que viven en palacios y tienen que solventar compromisos sociales, políticos y
hasta militares con sus iguales.
Pero lo que llamó poderosamente la atención de estos principales del
país galo no fue sólo su arte. Eso fue el punto de arranque. Luego fue el
descubrimiento de su entera personalidad profundamente honrada. Un hombre
cabal. De espíritu recto. Cristiano más de obras que de nombre. Piadoso en su
soledad y coherente en la vida. Prudente en las palabras y ponderado en los
juicios. Un sujeto poco frecuente en sus tiempos atiborrados de violencia.
El rey Dagoberto, considerando los pros y contras, pensó que era el
hombre ideal para solucionar el antiguo contencioso que tenía con el vecino
conde de Bretaña, lo envió como legado y acertó en la elección por el resultado
favorable que obtuvo. No es extraño que Eloy o Eligio pasara a ser solicitado
como consejero de la Corona.
Aparte de sus sinceros rezos privados y del reconocimiento de su
indignidad ante Dios —cosa que le dignificaban como hombre—, supo compartir con
los necesitados los dineros que recibía por su trabajo. Patrocinó la abadía de
Solignac, a sus expensas nacieron otros en el Lemosin y, en París, la iglesia
de San Pablo.
No es sorprendente que al morir el obispo de Noyon y de Tournay, el
pueblo tuviera sensibilidad para desear el desempeño de esa misión a Eloy y,
menos sorprendente aún, que el rey Clovis pusiera toda su influencia al
servicio de esa causa. Casi hubo que forzarle a aceptar. Ordenado sacerdote y a
continuación consagrado obispo, se dedicó a su misión pastoral con el mejor de
los empeños en los diecinueve años que aún el Señor le concedió de vida. Fueron
frecuentes las visitas pastorales, se mostró diligente en el trato con los
sacerdotes, se tiene por ejemplar su disciplina de gobierno y esforzado en la
superación de las dificultades para extender el Evangelio allí donde rebrotaba
la idolatría pagana o echaban raíces los vicios de los creyentes. Hasta estuvo
presente en el concilio de Chalons-sur-Seine, del 644.
Este artífice de los metales nobles y de las gemas preciosas que no
se dejó atrapar por la idolatría a las cosas perecederas ha sido adoptado como
patrono de los orfebres, plateros, joyeros, metalúrgicos y herradores. Ojalá
los que asiduamente tienen entre sus manos las joyas que tanto ambicionan los
hombres sepan sentirse atraídos por los bienes que no perecen.
Fuente:
http://www.archimadrid.es