domingo, 25 de noviembre de 2018

Párate un momento: El Evangelio del dia 26 DE NOVIEMBRE – LUNES – 34ª – SEMANA DEL T.O. – B – San Silvestre Gozzolini



26 DE NOVIEMBRE – LUNES –
34ª – SEMANA DEL T.O. – B –

Lectura del libro del Apocalipsis (14,1-3.4b-5):

YO, Juan, miré y he aquí que el Cordero estaba de pie sobre el monte Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil que llevaban grabados en la frente su nombre y el nombre de su Padre. Oí también como una voz del cielo, como voz de muchas aguas y como voz de un trueno poderoso; y la voz que escuché era como de citaristas que tañían sus citaras.
Estos siguen al Cordero adondequiera que vaya. Estos fueron rescatados como primicias de los hombres para Dios y el Cordero. En su boca no se halló mentira: son intachables.

Palabra de Dios

Salmo: 23,1-2.3-4ab.5-6

Esta es la generación que busca tu rostro, Señor.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R/.
¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R/.
Ese recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Esta es la generación que busca al Señor,
que busca tu rostro, Dios de Jacob. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,1-4):
EN aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos, vio a unos ricos que echaban donativos en el tesoro del templo; vio también una viuda pobre que echaba dos monedillas, y dijo:
«En verdad os digo que esa viuda pobre ha echado más que todos, porque todos esos han contribuido a los donativos con lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».

Palabra del Señor

1.  El motivo por el que Jesús elogia a esta pobre viuda no necesita muchas explicaciones.  La fe de esta mujer, manifestada en su desprendimiento, es ejemplar.   Porque cuando la fe llega a tocar el bolsillo, y lo toca hasta tal extremo que el creyente se quita de la boca lo que da, entonces no cabe la menor duda de que la fe de esa persona es tan enorme, que está por encima incluso de la propia subsistencia.

2.  Pero en este breve relato hay algo que hace pensar, y pensar mucho.
Cuando se trata de los donativos a la religión (representada en el templo), lo que
interesa no es la cantidad que se da, sino la generosidad con que se da.  Porque la religión (el templo, la Iglesia...) no es una empresa, cuyo éxito se mide por las ganancias y la    acumulación de capital, sino que es un   sacramento, es decir, un símbolo que debe centrar nuestra atención y nuestras aspiraciones, no en el interés, sino en el desinterés, o sea, en la generosidad y el desprendimiento.

3.   Los donativos religiosos de los ricos tienen un peligro, a saber: que mediante tales donativos pueden tranquilizar sus conciencias. Es decir, pueden pretender que la caridad con Dios (que no necesita ninguna caridad) borre o tape las negras manchas   de la injusticia con el prójimo (que sí necesita que se le haga justicia).

San Silvestre Gozzolini


Martirologio Romano: Junto a Fabriano, en el Piceno, de Italia, san Silvestre Gozzolini, abad, que habiendo calado hasta el fondo la vanidad de todas las cosas del mundo, a la vista de la sepultura abierta de un amigo, fallecido poco antes, se fue al eremo, cambiando varias veces de sitio para permanecer más oculto a los hombres, y por fin, en el desierto, junto al monte Fano, trazó las bases de la Congregación de los Silvestrinos, bajo la Regla de san Benito. (c.1177 - 1267).
Nació Silvestre en 1177 en Ósimo (Italia), en la noble familia del perito en Derecho civil Gislerio Guzzolini y Bianca Ghisleri.
Tenía 20 años cuando fue enviado a la Universidad de Bolonia a estudiar Derecho, pues la pretensión del padre era que su hijo fuese como él, un exitoso abogado; sin embargo, Silvestre maduró en el diálogo con Dios el llamado al estado religioso, de tal manera que también cursó la Teología en la Universidad de Padua, distinguiéndose entre los estudiantes por no seguir los vicios de la edad ni dejarse envolver por discursos peligrosos y deshonestos.
Aunque regresó a la casa paterna graduado en ambas disciplinas, encontró en su padre el mayor obstáculo para llevar a efecto su deseo de consagrarse a Dios, e incluso su padre ya no le dirigió la palabra y le desheredó.
Esto no desanimó a Silvestre quien, apoyado por su madre y por el obispo de Ósimo para su manutención, ingresó en la comunidad religiosa de los Canónigos Regulares de la Catedral.
Ordenado sacerdote en 1217, Silvestre ardía de celo por el Señor, encontrando fuerza en la oración y la meditación de la Palabra de Dios. Predicaba con fe y era radical en la observancia del santo Evangelio, por ello era muy querido por el pueblo de Dios.
En 1227, al atender un funeral de un noble que fue sepultado en la fosa común, tomó mayor conciencia de las vanidades de este mundo. Dejando todo lo que tenía para estar sólo con Dios, se retiró a la soledad de Grottafucile, en los Apeninos de Las Marcas, donde comenzó a llevar una vida eremítica.
Pero, como suele suceder a los santos eremitas, al poco tiempo se le comenzaron a unir discípulos que querían imitar su vida y ser guiados por él. De tal modo que en 1230 trasladó la ya numerosa comunidad a Monte Fano, cerca de Fabriano, y adoptó para ella la regla de San Benito.
La fundación de los "Benedictinos Silvestrinos", como se conocen, fue aprobada por el Papa Inocencio IV en 1247, continuándose las fundaciones que, al morir el santo, sumaban ya doce casas cuyos monjes se distinguían por su pobreza, abstinencia y riguroso ayuno, unidos a la predicación en los alrededores y la escucha de confesiones.
Célebre en santidad, murió Silvestre nonagenario el año 1267.
Canonizado por Clemente VIII (1598), le conmemoramos el 26 de noviembre.
Silvestre, alma contemplativa y deseosa de coherencia evangélica, se hizo ermitaño practicando una ascesis rigurosa y madurando una profunda y vigorosa espiritualidad. Para sus discípulos eligió la Regla de san Benito, pues quería formar una comunidad dedicada a la contemplación que, a pesar de ello, no descuidara la realidad social de su entorno. En efecto, él mismo unía al recogimiento el ministerio de una estimada paternidad espiritual y el anuncio del Evangelio a las poblaciones de la región", expresó el Papa Juan Pablo II sobre este santo abad y fundador de los Benedictinos Silvestrinos.

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