4 de Noviembre – DOMINGO –
31ª – SEMANA DEL T.O. –
B
Lectura
del libro del Deuteronomio (6,2-6):
En aquellos días, habló
Moisés al pueblo, diciendo:
«Teme
al Señor, tu Dios, guardando todos sus mandatos y preceptos que te manda, tú,
tus hijos y tus nietos, mientras viváis; así prolongarás tu vida. Escúchalo,
Israel, y ponlo por obra, para que te vaya bien y crezcas en número. Ya te dijo
el Señor, Dios de tus padres: "Es una tierra que mana leche y miel."
Escucha,
Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con
todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy
te digo quedarán en tu memoria.»
Palabra
de Dios
Salmo:
17
R/. Yo
te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Yo te amo, Señor; tú eres
mi fortaleza;
Señor, mi roca, mi
alcázar, mi libertador. R/.
Dios mío, peña mía,
refugio mío, escudo mío,
mi fuerza salvadora, mi
baluarte.
Invoco al Señor de mi
alabanza
y quedo libre de mis
enemigos. R/.
Viva el Señor, bendita
sea mi Roca,
sea ensalzado mi Dios y
Salvador.
Tú diste gran victoria a
tu rey,
tuviste misericordia de
tu Ungido. R/.
Lectura
de la carta a los Hebreos (7,23-28):
Ha habido multitud de
sacerdotes del antiguo testamento, porque la muerte les impedía permanecer;
como éste, en cambio, permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa.
De ahí que puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a
Dios, porque vive siempre para interceder en su favor. Y tal convenía que fuese
nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores
y encumbrado sobre el cielo.
Él
no necesita ofrecer sacrificios cada día «como los sumos sacerdotes, que
ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo,» porque
lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. En efecto, la Ley
hace a los hombres sumos sacerdotes llenos de debilidades. En cambio, las
palabras del juramento, posterior a la Ley, consagran al Hijo, perfecto para
siempre.
Palabra
de Dios
Lectura
del santo evangelio según san Marcos (12,28b-34):
En aquel tiempo, un
escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
«¿Qué mandamiento es el primero de todos?»
Respondió
Jesús:
«El primero es: "Escucha, Israel, el
Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser."
El
segundo es éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." No hay
mandamiento mayor que éstos.»
El
escriba replicó:
«Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices
que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el
corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a
uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.»
Jesús,
viendo que había respondido sensatamente, le dijo:
«No
estás lejos del reino de Dios.»
Y
nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Palabra
del Señor
El mandamiento más
importante
La curación del ciego
Bartimeo nos dejó camino de Jerusalén. En la cronología de Marcos, el domingo
tiene lugar la entrada triunfal; el lunes la purificación del templo; y el
martes, en la explanada del templo, las autoridades interrogan a Jesús sobre su
poder; los fariseos y herodianos sobre el tributo al César; los saduceos
sobre la resurrección. Son
enfrentamientos con mala idea, que se ven interrumpidos por la escena elegida
para la liturgia de este domingo, en la que un escriba reconoce la sabiduría de
Jesús.
El escriba replico:
―Muy bien, maestro, tienes razón cuando dices que el
Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón,
con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo
vale más que todos los holocaustos y sacrificios.»
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le
dijo:
―No
estás lejos del reino de Dios.
Y nadie
se atrevió a dirigirle más preguntas.
1. El protagonista es un escriba. Los escribas
son los especialistas en la Ley de Moisés, parecidos a los actuales profesores
de teología, pero con una formación mucho más intensa, porque tenían que
aprender de memoria el Pentateuco y las interpretaciones de los rabinos;
además, no podían ejercer su profesión hasta cumplir los cuarenta años. Gozaban
de gran prestigio entre el pueblo, aunque su peligro era el legalismo: la norma
por la norma, con todas las triquiñuelas posibles para evadirla cuando les
interesaba. Por eso Jesús tuvo tantos enfrentamientos con ellos. En los
evangelios aparecen generalmente como enemigos, pero en este caso las
relaciones entre el escriba y Jesús son muy buenas y los dos se alaban
mutuamente.
2. La
pregunta por el
mandamiento principal. La antigua sinagoga contaba 613 mandamientos (248
preceptos y 365 prohibiciones), que dividía en fáciles y difíciles. Fáciles,
los que exigían poco esfuerzo o poco dinero; difíciles, los que exigían mucho
dinero o ponían en peligro la vida. P.ej., eran difíciles el honrar padre y
madre, y la circuncisión. Generalmente se consideraba que los difíciles eran
importantes; entre los temas importantes aparecen la idolatría, la lascivia, el
asesinato, la profanación del nombre divino, la santificación del sábado, la
calumnia, el estudio de la Torá (el Pentateuco). Ante este cúmulo de
mandamientos, es lógico que surgiese el deseo de sintetizar, o de saber qué era
lo más importante.
3. La
respuesta de los contemporáneos de Jesús.
Citaré dos casos. El primero
se encuentra en una anécdota a propósito de los famosos rabinos Shammay y
Hillel, que vivieron pocos años antes de Jesús. Una vez llegó un pagano a
Shammay (hacia 30 a.C.) y le dijo: “Me haré prosélito [es decir, estoy dispuesto
a convertirme al judaísmo] con la condición de que me enseñes toda la Torá mientras
aguanto a pata coja”. Shammay lo echó amenazándolo con una vara de medir que
tenía en la mano. Entonces el pagano fue a Hillel (hacia el 20 a.C.), que éste
le dijo: "Lo que no te guste, no se lo hagas a tu prójimo. En esto
consiste toda la Ley, lo demás es interpretación". Y lo tomó como
prosélito.
También
del Rabí Aquiba (+ hacia 135 d.C.) se recuerda un esfuerzo parecido de
sintetizar toda la Ley en una sola frase: "Amarás a tu prójimo como a ti
mismo (Lv 19,18); este es un gran principio general en la Torá".
4. La
respuesta de Jesús. El esfuerzo por sintetizar
en una sola frase lo esencial se encuentra al final del Sermón del Monte en el evangelio
de Mateo: “Todo lo que querríais que hicieran los demás por vosotros, hacedlo
vosotros por ellos, porque eso significan la Ley y los Profetas” (Mt 7,12).
En
el evangelio de hoy, Jesús responde con una cita de la Escritura: “Escucha
Israel, el Señor nuestro Dios es uno solo. Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas” (Deuteronomio
6,5), aunque añade también “con toda tu mente”. Estas palabras forman parte de
las oraciones que cualquier judío piadoso recita todos los días al levantarse y
al ponerse el sol. En este sentido, la respuesta de Jesús es irreprochable. No
peca de originalidad, sino que aduce lo que la fe está confesando
continuamente.
La
novedad de la respuesta de Jesús radica en que le han preguntado por el mandamiento
principal, y añade un segundo, tan importante como el primero: “Amarás a tu
prójimo como a ti mismo” (Levítico 19,18). Ambos preceptos están al mismo
nivel, deben ir siempre unidos. Jesús no acepta que se pueda llegar a Dios por
un camino individual e intimista, olvidando al prójimo. Dios y el prójimo no
son magnitudes separables. Por eso, tampoco se puede decir que el amor a Dios
es más importante que el amor al prójimo. Por eso, a la pregunta del escriba por el
mandamiento más importante (en singular) responde diciendo que
son estos dos (en plural). Y no hay precepto más grande que
ellos.
5. La
reacción del escriba. El protagonista, que no ha
venido a poner a prueba a Jesús (como ocurre a los escribas y fariseos en otros
casos), sino a conocer lo que piensa, se muestra plenamente satisfecho de la
respuesta. Pero añade un comentario importantísimo: amar a Dios y al prójimo “vale
más que todos los holocaustos y sacrificios”. Con estas palabras, el
escriba abandona el plano teórico y saca las consecuencias prácticas.
Durante siglos, muchos
israelitas, igual que hoy muchos cristianos, pensaron que a Dios se llegaba a
través de actos de culto, peregrinaciones, ofrendas para el templo, sacrificios
costosos... Sin embargo, los profetas les enseñaban que, para llegar a Dios,
hay que dar necesariamente el rodeo del prójimo, preocuparse por los pobres y
oprimidos, buscar una sociedad justa. En esta línea se orienta el escriba.
Aunque
su punto de vista es muy fácil de entender, os cuento una anécdota que
interesante. En la basílica de la Virgen de Luján, en Argentina, que es un
sitio de peregrinación nacional muy frecuentado, por lo visto era costumbre
llevar ramos de flores para la Virgen. Últimamente he visto un reportaje en el
que me llamó la atención un letrero colocado de manera oficial y muy clara
advirtiendo a los fieles que a la Virgen le agrada mucho más que se dé de comer
al hambriento que el que le regalen a ella un ramo de flores.
La 1ª lectura, del libro del
Deuteronomio, ha sido tomada porque es la base de la respuesta de Jesús.
En aquellos días, habló Moisés al pueblo, diciendo: «Teme
al Señor, tu Dios, guardando todos sus mandatos y preceptos que te manda,
tu, tus hijos y tus nietos, mientras viváis; así prolongarás tu vida.
Escúchalo, Israel, y ponlo por obra, para que te vaya bien y crezcas en número.
Ya te dijo el Señor, Dios de tus padres: "Es una tierra que mana leche y
miel." Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno.
Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las
fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria.»
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