lunes, 12 de noviembre de 2018

Párate un momento: El Evangelio del dia 13 de Noviembre – MARTES – 32ª – Semana del T.O. – B - San Diego de Alcalá




13 de Noviembre – MARTES –
32ª – Semana del T.O. – B -

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Tito (2,1-8.11-14):
Habla de lo que es conforme a la sana doctrina. Di a los ancianos que sean sobrios, serios y prudentes; que estén robustos en la fe, en el amor y en la paciencia. A las ancianas, lo mismo: que sean decentes en el porte, que no sean chismosas ni se envicien con el vino, sino maestras en lo bueno, de modo que inspiren buenas ideas a las jóvenes, enseñándoles a amar a los maridos y a sus hijos, a ser moderadas y púdicas, a cuidar de la casa, a ser bondadosas y sumisas a los maridos, para que no se desacredite la palabra de Dios. A los jóvenes, exhórtalos también a ser prudentes, presentándote en todo como un modelo de buena conducta. En la enseñanza sé íntegro y grave, con un hablar sensato e intachable, para que la parte contraria se abochorne, no pudiendo criticarnos en nada. Porque ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo. Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y para prepararse un pueblo purificado, dedicado a las buenas obras.

Palabra de Dios

Salmo: 36,3-4.18.23.27.29

R/. El Señor es quien salva a los justos
Confía en el Señor y haz el bien,
habita tu tierra y practica la lealtad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón. R/.
El Señor vela por los días de los buenos,
y su herencia durará siempre.
El Señor asegura los pasos del hombre,
se complace en sus caminos. R/.
Apártate del mal y haz el bien,
y siempre tendrás una casa;
pero los justos poseen la tierra,
la habitarán por siempre jamás. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,7-10):
En aquel tiempo, dijo el Señor:
«Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, - ¿quién de vosotros le dice: "En seguida, ven y ponte a la mesa"? - ¿No le diréis: "Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú"? - ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado?
Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: "Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer."»

Palabra del Señor

1.  Siempre que en este texto aparecen los términos "siervo" o "criado" hay que traducir esas palabras por "esclavo" (doulos). En tiempo de Jesús, existía en Palestina la esclavitud. Había mercados de esclavos.  Los esclavos paganos eran más caros porque su situación de esclavitud era perpetua, mientras los esclavos judíos solo se compraban para un tiempo limitado de seis años (Jeremias; Str. -Billerbeck).
Lo que a nosotros nos interesa, en este comentario
es caer en la cuenta de que, por más que la esclavitud se prohibiera en XIX, sigue habiendo esclavos. Y esclavos que se compran y se venden. Pensar en los niños, las mujeres, los ciudadanos de países pobres que tienen más salida en la vida que vender su tiempo, su trabajo, su liberta, su cuerpo, todo eso o algo de eso, para seguir   malviviendo. Así es, aunque dé miedo pensar que esto se está haciendo en miles y miles de seres humanos, para disfrute y ganancia de los ricos.
Nuestro mundo es más cruel que mundo antiguo.

2.  Por lo que cuenta este relato, el esclavo no tenía ni derechos, ni tiempo limitado de servicio. Estaba a disposición del amo todo el día, toda la noche y para todo lo que se le pidiera hacer. Y además no podía protestar, ni exigir nada.  Lo más duro en la vida es perder la libertad. Quizá más costoso que perder la salud.

3.  Así las cosas, el principio ético que debe regir la conducta del cristiano tiene que ser, no solo la lucha contra las injusticias, sino sobre todo la bondad todos. Y la libertad para denunciar lo que sabemos que es injusto y cause tantos sufrimientos. Y esto, ante Dios y ante los demás. Es la postura utópica entera disponibilidad, sin quejas ni exigencias. A no ser las quejas y exigencias que debemos mostrar ante los causantes de tanto dolor.
Una ética y una espiritualidad así producen una hondura de humanidad inexplicable.

San Diego de Alcalá

 
En Alcalá de Henares, en España, san Diego, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, que se distinguió tanto en las islas Canarias como en la iglesia de Santa María de Araceli, en Roma, por su humildad y caridad en el cuidado de los enfermos.

San Diego, posteriormente llamado de Alcalá, nace a finales del siglo XIV en San Nicolás del Puerto, Sevilla, en el seno de una humilde familia.
Desde muy joven buscará la dirección espiritual que orientara sus deseos de santidad, encontrándola en un sacerdote ermitaño, cerca de pueblo natal. De allí irá a un convento de Córdoba, donde profesará como hermano lego en los franciscanos.
Ya allí su fama como taumaturgo se extendió rápidamente; se decía que de la lámpara que iluminaba la imagen de la Virgen extraía el aceite con que curaba a los enfermos. Fue nombrado portero del convento, con lo que tuvo ocasión de ejercer la caridad con todos los pobres que llamaban a su puerta.
Posteriormente, comenzará su vida andariega por pueblos de Córdoba, Sevilla y Cádiz, dejando un auténtico reguero de caridad y milagros.
Posteriormente, marchará a las islas Canarias. Siendo la isla de Fuerteventura, sobre todo, donde atrajo al cristianismo miles de guanches y de cuyo convento fue nombrado guardián, en la que principalmente desarrolló su labor apostólica..
El año 1450, proclamado Año Santo por Nicolás V, ofreció a Diego la ocasión de marchar a Roma para lucrar las indulgencias del Jubileo. Fue una larga y penosa peregrinación de varios meses que aprovechó para predicar y hacer el bien por muchos pueblos de Francia e Italia.
Asistió a la canonización de San Bernardino de Siena, a la que habían acudido miles de franciscanos, declarándose entre ellos la peste. Ante esta situación San Diego se distingue por sus atenciones con los enfermos, consolándoles y mitigando sus dolores. Durante este tiempo residirá durante varios meses en el convento de Santa María de Araceli.
De vuelta a España, le destinan a Alcalá de Henares, su última estación, donde a pesar de ser hermano lego alcanzó gran popularidad por su gran corazón. Allí profesaría en el convento franciscano de San Francisco o Santa María de Jesús, que acabaría llevando su nombre.
Su fama se vería incrementada tras su muerte, el 13 de noviembre del año 1463 en la ciudad complutense, gracias a los numerosos milagros y al poder curativo que se atribuye a sus restos mortales.
Así, el rey Enrique IV de Castilla acudió a su sepulcro para pedirle la curación de la Beltraneja, ruego, que según las crónicas, se cumplió.
Pero el caso más conocido fue el de Felipe II, que estando su hijo, el príncipe Carlos, enfermo de gravedad, mandó trasladar los restos de San Diego a la cámara regia para conseguir su curación. Este milagro lo popularizo Lope de Vega, tomándolo como argumento en una de sus comedias.
San Diego de Alcalá finalmente subió a los altares en el año 1588, bajo el pontificado de Sixto V, con el nombre de San Diego de Alcalá.
Su proceso de canonización había sido introducido por el Papa Pío IV, a instancias, sobre todo, de Felipe II, y uno de los milagros exigidos y aprobados para su canonización fue precisamente el de la curación de su hijo Carlos.
Sus restos se venerarán durante siglos en el convento franciscano de Alcalá de Henares en el que profesó y por cuyo motivo acabó llamándose de San Diego, hasta que pasaron a La Magistral. 

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