13 de Noviembre – MARTES
–
32ª – Semana del T.O. –
B -
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a Tito (2,1-8.11-14):
Habla de lo que es
conforme a la sana doctrina. Di a los ancianos que sean sobrios, serios y
prudentes; que estén robustos en la fe, en el amor y en la paciencia. A las
ancianas, lo mismo: que sean decentes en el porte, que no sean chismosas ni se
envicien con el vino, sino maestras en lo bueno, de modo que inspiren buenas
ideas a las jóvenes, enseñándoles a amar a los maridos y a sus hijos, a ser
moderadas y púdicas, a cuidar de la casa, a ser bondadosas y sumisas a los
maridos, para que no se desacredite la palabra de Dios. A los jóvenes,
exhórtalos también a ser prudentes, presentándote en todo como un modelo de
buena conducta. En la enseñanza sé íntegro y grave, con un hablar sensato e
intachable, para que la parte contraria se abochorne, no pudiendo criticarnos
en nada. Porque ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para
todos los hombres, enseñándonos a renunciar a la impiedad y a los deseos
mundanos, y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa,
aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y
Salvador nuestro, Jesucristo. Él se entregó por nosotros para rescatarnos de
toda maldad y para prepararse un pueblo purificado, dedicado a las buenas
obras.
Palabra
de Dios
Salmo:
36,3-4.18.23.27.29
R/. El
Señor es quien salva a los justos
Confía en el Señor y haz
el bien,
habita tu tierra y
practica la lealtad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide
tu corazón. R/.
El Señor vela por los
días de los buenos,
y su herencia durará
siempre.
El Señor asegura los
pasos del hombre,
se complace en sus
caminos. R/.
Apártate del mal y haz el
bien,
y siempre tendrás una
casa;
pero los justos poseen
la tierra,
la habitarán por siempre
jamás. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (17,7-10):
En aquel tiempo, dijo el
Señor:
«Suponed
que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del
campo, - ¿quién de vosotros le dice: "En seguida, ven y ponte a la
mesa"? - ¿No le diréis: "Prepárame de cenar, cíñete y sírveme
mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú"? - ¿Tenéis que estar
agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado?
Lo
mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: "Somos unos
pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer."»
Palabra
del Señor
1. Siempre que en este
texto aparecen los términos "siervo" o "criado" hay que
traducir esas palabras por "esclavo" (doulos). En tiempo de Jesús,
existía en Palestina la esclavitud. Había mercados de esclavos. Los esclavos paganos eran más caros porque su
situación de esclavitud era perpetua, mientras los esclavos judíos solo se
compraban para un tiempo limitado de seis años (Jeremias; Str. -Billerbeck).
Lo que a nosotros nos interesa, en este comentario
es caer en la
cuenta de que, por más que la esclavitud se prohibiera en XIX, sigue habiendo
esclavos. Y esclavos que se compran y se venden. Pensar en los niños, las
mujeres, los ciudadanos de países pobres que tienen más salida en la vida que
vender su tiempo, su trabajo, su liberta, su cuerpo, todo eso o algo de eso,
para seguir malviviendo. Así es, aunque
dé miedo pensar que esto se está haciendo en miles y miles de seres humanos,
para disfrute y ganancia de los ricos.
Nuestro mundo es más cruel que mundo antiguo.
2. Por lo que cuenta este
relato, el esclavo no tenía ni derechos, ni tiempo limitado de servicio. Estaba
a disposición del amo todo el día, toda la noche y para todo lo que se le
pidiera hacer. Y además no podía protestar, ni exigir nada. Lo más duro en la vida es perder la libertad.
Quizá más costoso que perder la salud.
3. Así las cosas, el
principio ético que debe regir la conducta del cristiano tiene que ser, no solo
la lucha contra las injusticias, sino sobre todo la bondad todos. Y la libertad
para denunciar lo que sabemos que es injusto y cause tantos sufrimientos. Y
esto, ante Dios y ante los demás. Es la postura utópica entera disponibilidad,
sin quejas ni exigencias. A no ser las quejas y exigencias que debemos mostrar
ante los causantes de tanto dolor.
Una ética y una espiritualidad así producen una hondura de
humanidad inexplicable.
San Diego de Alcalá
En Alcalá de Henares, en
España, san Diego, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, que se
distinguió tanto en las islas Canarias como en la iglesia de Santa María de
Araceli, en Roma, por su humildad y caridad en el cuidado de los enfermos.
San Diego, posteriormente
llamado de Alcalá, nace a finales del siglo XIV en San Nicolás del Puerto,
Sevilla, en el seno de una humilde familia.
Desde muy joven buscará la
dirección espiritual que orientara sus deseos de santidad, encontrándola en un
sacerdote ermitaño, cerca de pueblo natal. De allí irá a un convento de
Córdoba, donde profesará como hermano lego en los franciscanos.
Ya allí su fama como
taumaturgo se extendió rápidamente; se decía que de la lámpara que iluminaba la
imagen de la Virgen extraía el aceite con que curaba a los enfermos. Fue
nombrado portero del convento, con lo que tuvo ocasión de ejercer la caridad
con todos los pobres que llamaban a su puerta.
Posteriormente, comenzará su
vida andariega por pueblos de Córdoba, Sevilla y Cádiz, dejando un auténtico
reguero de caridad y milagros.
Posteriormente, marchará a
las islas Canarias. Siendo la isla de Fuerteventura, sobre todo, donde atrajo
al cristianismo miles de guanches y de cuyo convento fue nombrado guardián, en
la que principalmente desarrolló su labor apostólica..
El año 1450, proclamado Año
Santo por Nicolás V, ofreció a Diego la ocasión de marchar a Roma para lucrar
las indulgencias del Jubileo. Fue una larga y penosa peregrinación de varios
meses que aprovechó para predicar y hacer el bien por muchos pueblos de Francia
e Italia.
Asistió a la canonización de
San Bernardino de Siena, a la que habían acudido miles de franciscanos,
declarándose entre ellos la peste. Ante esta situación San Diego se distingue
por sus atenciones con los enfermos, consolándoles y mitigando sus dolores.
Durante este tiempo residirá durante varios meses en el convento de Santa María
de Araceli.
De vuelta a España, le
destinan a Alcalá de Henares, su última estación, donde a pesar de ser hermano
lego alcanzó gran popularidad por su gran corazón. Allí profesaría en el
convento franciscano de San Francisco o Santa María de Jesús, que acabaría
llevando su nombre.
Su fama se vería incrementada
tras su muerte, el 13 de noviembre del año 1463 en la ciudad complutense, gracias
a los numerosos milagros y al poder curativo que se atribuye a sus restos
mortales.
Así, el rey Enrique IV de
Castilla acudió a su sepulcro para pedirle la curación de la Beltraneja, ruego,
que según las crónicas, se cumplió.
Pero el caso más conocido fue
el de Felipe II, que estando su hijo, el príncipe Carlos, enfermo de gravedad,
mandó trasladar los restos de San Diego a la cámara regia para conseguir su
curación. Este milagro lo popularizo Lope de Vega, tomándolo como argumento en
una de sus comedias.
San Diego de Alcalá finalmente
subió a los altares en el año 1588, bajo el pontificado de Sixto V, con el
nombre de San Diego de Alcalá.
Su proceso de canonización
había sido introducido por el Papa Pío IV, a instancias, sobre todo, de Felipe
II, y uno de los milagros exigidos y aprobados para su canonización fue
precisamente el de la curación de su hijo Carlos.
Sus restos se venerarán
durante siglos en el convento franciscano de Alcalá de Henares en el que
profesó y por cuyo motivo acabó llamándose de San Diego, hasta que pasaron a La
Magistral.
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