29 DE NOVIEMBRE
- JUEVES -
34ª – SEMANA DEL T.O. –
B –
Lectura del libro del Apocalipsis (18,1-2.21-23;19,1-3.9a):
YO, Juan, vi un ángel que bajaba del cielo con gran autoridad, y la
tierra se deslumbró con su resplandor. Y gritó con fuerte voz:
«Cayó, cayó la gran Babilonia. Y se ha convertido en morada de
demonios, en guarida de todo espíritu inmundo, en guarida de todo pájaro
inmundo y abominable.
Un ángel vigoroso levantó una piedra grande como una rueda de molino
y la precipitó al mar diciendo:
«Así, con este ímpetu será precipitada Babilonia, la gran
ciudad, y no quedará rastro de ella. No se escuchará más en ti la voz de
citaristas ni músicos, de flautas y trompetas. No habrá más en ti artífices de
ningún arte; y ya no se escuchará en ti el ruido del molino; ni brillará más en
ti luz de lámpara; ni se escuchará más en ti la voz del novio y de la novia,
porque tus mercaderes eran los magnates de la tierra y con tus brujerías
embaucaste a todas las naciones».
Después de esto oí en el cielo como el vocerío de una gran
muchedumbre, que decía:
«Aleluya La salvación, la gloria y el poder son de nuestro Dios,
porque sus juicios son verdaderos y justos. Él ha condenado a la gran
prostituta que corrompía la tierra con sus fornicaciones, y ha vengado en ella
la sangre de sus siervos».
Y por segunda vez dijeron:
«¡Aleluya!».
Y el humo de su incendio sube por los siglos de los siglos.
Y me dijo:
«Escribe: “Bienaventurados los invitados al banquete de bodas
del Cordero”».
Palabra de Dios
Salmo: 99,2.3.4.5
R/. Bienaventurados los invitados al banquete de bodas del Cordero.
Aclama al
Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con vítores. R/.
Sabed que
el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R/.
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre. R/.
El Señor
es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,20-28):
EN aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que
entonces está cerca su destrucción.
Entonces los que estén en Judea, que huyan a los montes; los que
estén en medio de Jerusalén, que se alejen; los que estén en los campos, que no
entren en ella; porque estos son “días de venganza” para que se cumpla todo lo
que está escrito.
¡Ay de las que estén encintas o criando en aquellos días!
Porque habrá una gran calamidad en esta tierra y un castigo para
este pueblo.
“Caerán a filo de espada”, los llevarán cautivos “a todas las
naciones”, y “Jerusalén será pisoteada por gentiles”, hasta que alcancen su
plenitud los tiempos de los gentiles.
Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra
angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje,
desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene
encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran
poder y gloria.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se
acerca vuestra liberación».
Palabra del Señor
1.- Es muy dudoso que Jesús
pronunciará las frases tan duras, que contiene
este texto, sobre la destrucción de Jerusalén (Lc 21, 20-24), el castigo del
pueblo y la dispersión de Israel por todas las naciones.
La redacción de este
discurso salió de
la mano de Lucas (J. A. Fitzmyer) que sin duda
expresaba las ideas y sentimientos
de la comunidad cristiana para la que escribió su
evangelio.
Este texto puede
dejar la impresión de que los sentimientos, que en él se expresan, dejan
traslucir resentimientos antisemíticos, que ningún bien hicieron a la unión y
concordia entre creyentes.
En todo caso, es
conveniente saber que la ruptura entre judíos y cristianos no parece que se
consumara hasta el siglo IV (Daniel Boyarin).
2. En los vv. 25-28, Lucas presenta la profecía
de Jesús sobre los acontecimientos que precederán a la venida del Hijo del
Hombre.
- ¿Esperaba Jesús una
venida inminente y así lo pensó la Iglesia primitiva?
- ¿Se trata, más
bien, de un proceso histórico que se irá desarrollando, como proceso de
creciente liberación, a lo largo de los tiempos?
Estas preguntas no
han encontrado aún una respuesta clara
y definitiva. Ni seguramente será posible encontrarla. En todo caso, es claro que estamos viendo y
viviendo guerras, calamidades y situaciones que nos causan miedo y ansiedad.
Pues bien, Jesús
dice: cuando empiecen a suceder estas cosas, alzad la cabeza, se acerca vuestra
liberación.
Lo que Jesús refiere
no es una amenaza. Es una promesa de esperanza.
3. La "liberación", de la que habla
este evangelio, es la liberación definitiva y que se alcanza mediante la
"liberación histórica" de tantas opresiones que sufrimos en este
mundo. Es la liberación de los oprimidos por los poderes opresores. La
liberación que es eje y nervio central de la fe en Jesús el Señor.
San Saturnino de Tolosa
En Toulouse, de la Galia
Narbonense, conmemoración de san Saturnino de Tolosa (Sanserenín), obispo y
mártir que, según la tradición, en tiempo del mismo Decio fue detenido por los
paganos en el Capitolio de esta ciudad y arrastrando por las escaleras desde lo
alto del edificio, hasta que, destrozados la cabeza y el cuerpo, entregó su
alma a Cristo hacia el año 250.
Saturnino, obispo de
Tolosa, es uno de los santos más populares en Francia y en España. La Passio
Saturnini es ante todo un documento muy importante para el conocimiento de la
antigua Iglesia de la Galia. Según el autor de la Pasión, escrita entre el 430
y el 450, Saturnino fijó su residencia en Tolosa en el 250, bajo el consulado
de Decio y Grato. En ese tiempo, refiere el autor, en Galia había pocas
comunidades cristianas, con escaso número de fieles, mientras los templos
paganos se llenaban de fieles que sacrificaban a los ídolos.
Saturnino, que había
llegado desde hacía poco a Tolosa, probablemente de Africa (el nombre es
efectivamente africano) o de Oriente, como se lee en el Missale Gothicum, había
ya reunido los primeros frutos de su predicación, atrayendo a la fe en Cristo a
un buen número de ciudadanos. El santo obispo, para llegar a un pequeño
oratorio de su propiedad, pasaba todas las mañanas frente al Capitolio, es
decir, el principal templo pagano, dedicado a Júpiter Capitolino, en donde los
sacerdotes paganos ofrecían en sacrificio al dios pagano un toro para obtener
las gracias que pedían los fieles.
Parece que la presencia
de Saturnino volvía mudos a los dioses y de esto los sacerdotes paganos
acusaron al obispo cristiano, cuya irreverencia habría irritado la
susceptibilidad de las divinidades paganas. Un día la multitud rodeó
amenazadora a Saturnino y le impuso que sacrificara un toro sobre el altar de
Júpiter. Ante el rechazo del obispo de sacrificar el animal, que poco después
se convertiría en el instrumento inconsciente de su martirio, y sobre todo por
lo que consideraban los paganos un ultraje a la divinidad, pues Saturnino dijo
que no les tenía miedo a los rayos de Júpiter, ya que era impotente porque no
existía, lo agarraron enfurecidos y lo ataron al cuello del toro, al que
picaron para que corriera escaleras abajo del Capitolio arrastrando al obispo.
Saturnino, con el cuerpo
despedazado, murió poco después y su cuerpo quedó abandonado en la calle, de
donde lo recogieron dos piadosas mujeres y le dieron sepultura «en una fosa muy
profunda». Sobre esta tumba, un siglo después, San Hilario construyó una
capilla de madera que pronto fue destruida y se perdió por algún tiempo su
recuerdo, hasta cuando en el siglo VI el duque Leunebaldo, volviendo a
encontrar las reliquias del mártir, hizo edificar en ese lugar la iglesia
dedicada a San Saturnino, en francés Saint-Sernin-du-Taur, que en el
Trescientos tomó el actual nombre de Notre-Dame du Taur.
Fuente:
Spider Martirologio + Aciprensa
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