9 de Noviembre – VIERNES
–
31ª – Semana del T.O. –
B
Dedicación de la
Basílica de Letrán –
Nuestra Señora de la
Almudena
Lectura de la profecía de Ezequiel
(47,1-2.8-9.12):
En aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del
templo. Del zaguán del templo manaba agua hacia levante –el templo miraba a
levante–. El agua iba bajando por el lado derecho del templo, al mediodía del
altar. Me sacó por la puerta septentrional y me llevó a la puerta exterior que
mira a levante. El agua iba corriendo por el lado derecho.
Me dijo:
«Estas aguas fluyen hacia la comarca
levantina, bajarán hasta la estepa, desembocarán en el mar de las aguas
salobres, y lo sanearán. Todos los seres vivos que bullan allí donde desemboque
la corriente, tendrán vida; y habrá peces en abundancia. Al desembocar allí
estas aguas, quedará saneado el mar y habrá vida dondequiera que llegue la
corriente. A la vera del río, en sus dos riberas, crecerán toda clase de
frutales; no se marchitarán sus hojas ni sus frutos se acabarán; darán cosecha
nueva cada luna, porque los riegan aguas que manan del santuario; su fruto será
comestible y sus hojas medicinales.»
Palabra
de Dios
Salmo: 45,2-3.5-6.8-9
R/. El correr de las acequias alegra la ciudad de
Dios, el Altísimo consagra su morada
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza,
poderoso defensor en el peligro.
Por eso no tememos aunque tiemble la tierra,
y los montes se desplomen en el mar. R/.
El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios,
el Altísimo consagra su morada.
Teniendo a Dios en medio, no vacila;
Dios la socorre al despuntar la aurora. R/.
El Señor de los ejércitos está con nosotros,
nuestro alcázar es el Dios de Jacob.
Venid a ver las obras del Señor,
las maravillas que hace en la tierra:
pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe. R/.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo
a los Corintios (3,9c-11.16-17):
Sois edificio de Dios. Conforme al don que Dios me ha dado, yo,
como hábil arquitecto, coloqué el cimiento, otro levanta el edificio. Mire cada
uno cómo construye. Nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es
Jesucristo. - ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios
habita en vosotros?
Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo
destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros.
Palabra
de Dios
Lectura del santo evangelio según san Juan
(2,13-22):
Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y
encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los
cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del
templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó
las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:
«Quitad esto de aquí; no convirtáis en un
mercado la casa de mi Padre.»
Sus discípulos se acordaron de lo que está
escrito:
«El
celo de tu casa me devora.»
Entonces intervinieron los judíos y le
preguntaron:
«¿Qué signos nos muestras para obrar así?»
Jesús contestó:
«Destruid este templo, y en tres días lo
levantaré.»
Los judíos replicaron:
«Cuarenta y seis años ha costado construir
este templo, - ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
Pero él hablaba del templo de su cuerpo.
Y, cuando resucitó de entre los muertos, los
discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a
la palabra que había dicho Jesús.
Palabra
del Señor
1. Tengo que reconocer
que la fiesta litúrgica de hoy «me cuesta». Me cuesta sintonizar
espiritualmente con el hecho de celebrar la existencia de un determinado Templo
o Catedral. Se sale de la lista de motivos litúrgicos que van salpicando el
año, siempre dedicados a personas, y especialmente al Señor y a su Madre. Y
esta falta de sintonía tiene sus razones teológicas y bíblicas.
Por una parte, el cristianismo no es una
religión de «objetos o cosas sagradas». Nuestro Dios no ha elegido manifestarse
en piedras, animales, imágenes o edificios. Sino sobre todo y específicamente
en Jesucristo, en su cuerpo, en su persona. Y derivado de aquí directamente, el
Cuerpo de Cristo -después de la Resurrección- es la Comunidad cristiana. Somos
Templos del Espíritu, como subraya San Pablo. El lugar de la presencia de Dios
y de Cristo se encuentra "donde están dos o tres reunidos en mi
nombre" (Mateo 18, 20).
2.
El Concilio Vaticano II llama a la familia "iglesia doméstica"
(Lumen Gentium, 11), es decir, un pequeño templo de Dios, precisamente porque
gracias al sacramento del matrimonio es, por excelencia, el lugar en el que
"dos o tres" están reunidos en su nombre.
Durante los tres primeros siglos de
existencia de la Iglesia, los fieles no tuvieron templos para reunirse tal como
los conocemos hoy; ellos se reunían en las casas de familia; allí rezaban y
compartían la Eucaristía (cfr Hechos de los Apóstoles). La Iglesia-Comunidad
que hay que construir para que los hombres puedan encontrar en ella al Cristo
vivo ha de hacerse con los materiales adecuados. Mire cada uno como construye.
Por eso ha advertido en diversas ocasiones el Papa Francisco: una Iglesia de
los pobres y una Iglesia pobre, en la que quienes quieran "trepar" se
pongan unas botas y se vayan a hacer alpinismo…; una Iglesia que está mejor
herida que guardada tras las puertas de un templo…
3.
El propio culto quedó transformado por Jesucristo. Hablando con la
Samaritana, le explica que hay que dar culto a Dios en espíritu y verdad,
haciendo de la propia vida una entrega a los demás, y no tanto unas
celebraciones litúrgicas, unos rituales atados a un lugar determinado. De ahí
su enfrentamiento con el Templo: «Quitad esto de aquí: no convirtáis en un
mercado la casa de mi Padre».
No es que Jesús pretenda un culto
individual e interior, sin ritos, sin ceremonias, sin participación del cuerpo
(=hermanos), sin signos exteriores, porque nuestra naturaleza corporal los
necesita. El culto espiritual no se opone a material. El espíritu, en el
lenguaje de Juan, no se opone a la materia o a la realidad sensible, sino a la
carne, o sea a la criatura cerrada sobre sí misma, en el propio horizonte, y
por lo tanto limitada e impotente.
Por eso el sentido que tendría cualquier
Templo no es el de ser "la casa de Dios" sino "la casa de la
Iglesia", el hogar de la Comunidad. Una casa sin habitantes no es más que
un montón de ladrillos, aunque tenga montones de cuadros, adornos y belleza
arquitectónica. Al igual que una familia sin su propia «casa» (iglesia
doméstica) es casi imposible que sobreviva. Si esto es así, si entendemos que
el Templo es fundamentalmente el lugar de la Comunidad reunida en el nombre,
podemos situar con sentido la fiesta de hoy, y resaltar el significado de la
Catedral de cualquier diócesis, la iglesia de cualquier parroquia o comunidad
cristiana.
Hoy concretamente miramos a la Iglesia-madre de San Juan de
Letrán.
Por tanto, celebrar la dedicación de la
iglesia madre de todas las iglesias es una invitación a los cristianos de la
Iglesia universal a vivir la unidad de fe y de amor con el Papa, siendo piedras
vivas en la construcción de la Iglesia (universal, diocesana, parroquial...),
cuyo templo, altar y víctima es Jesucristo, el Cordero Inmaculado, y en la que
ofrecemos (con él, por él y en él) nuestra entrega personal como culto
agradable a Dios. Por eso, mire cada cual cómo construye, porque es tarea de
todos y cada uno de nosotros.
Basílica significa: "Casa del Rey".
En la Iglesia Católica se le
da el nombre de Basílica a ciertos templos más famosos que los demás. Solamente
se puede llamar Basílica a aquellos templos a los cuales el Sumo Pontífice les concede
ese honor especial. En cada país hay algunos.
La primera Basílica que hubo
en la religión Católica fue la de Letrán, cuya consagración celebramos en este
día. Era un palacio que pertenecía a una familia que llevaba ese nombre,
Letrán. El emperador Constantino, que fue el primer gobernante romano que
concedió a los cristianos el permiso para construir templos, le regaló al Sumo
Pontífice el Palacio Basílica de Letrán, que el Papa San Silvestro convirtió en
templo y consagró el 9 de noviembre del año 324.
Esta basílica es la Catedral
del Papa y la más antigua de todas las basílicas de la Iglesia Católica. En su
frontis tiene esta leyenda: "Madre y Cabeza de toda las iglesias de la
ciudad y del mundo".
Se le llama Basílica del
Divino Salvador, porque cuando fue nuevamente consagrada, en el año 787, una
imagen del Divino Salvador, al ser golpeada por un judío, derramó sangre. En
recuerdo de ese hecho se le puso ese nuevo nombre.
Se llama también Basílica de
San Juan (de Letrán) porque tienen dos capillas dedicadas la una a San Juan
Bautista y la otra a San Juan Evangelista, y era atendida por los sacerdotes de
la parroquia de San Juan.
Durante mil años, desde el
año 324 hasta el 1400 (época en que los Papas se fueron a vivir a Avignon, en
Francia), la casa contigua a la Basílica y que se llamó "Palacio de
Letrán", fue la residencia de los Pontífices, y allí se celebraron cinco
Concilios (o reuniones de los obispos de todo el mundo). En este palacio se
celebró en 1929 el tratado de paz entre el Vaticano y el gobierno de Italia
(Tratado de Letrán). Cuando los Papas volvieron de Avignon, se trasladaron a
vivir al Vaticano. Ahora en el Palacio de Letrán vive el Vicario de Roma, o sea
el Cardenal al cual el Sumo Pontífice encarga de gobernar la Iglesia de esa ciudad.
La Basílica de Letrán ha sido
sumamente venerada durante muchos siglos. Y aunque ha sido destruida por varios
incendios, ha sido reconstruida de nuevo, y la construcción actual es muy
hermosa.
San Agustín recomienda:
"Cuando recordemos la Consagración de un templo, pensemos en aquello que
dijo San Pablo: ‘Cada uno de nosotros somos un templo del Espíritu Santo’.
Ojalá conservemos nuestra alma bella y limpia, como le agrada a Dios que sean
sus templos santos. Así vivirá contento el Espíritu Santo en nuestra
alma".
Nuestra Señora de la Almudena
9 de noviembre
Es tradición, que la
primitiva Imagen la trajo consigo el Apóstol Santiago cuando vino de Jerusalén
a España a predicar el Evangelio, instaurándose entonces la devoción a tan bella
Imagen en la Villa que, más tarde, llegaría a ser Capital de España.
Al conquistar los
musulmanes Madrid, hacia los años 714, la Imagen de Nuestra Señora fue
escondida por los cristianos en un hueco practicado en las murallas de la
Villa, para evitar profanaciones y cumpliendo así el decreto del Arzobispo de
Toledo, D. Raimundo. En prueba de devoción, ocultaron, junto con la Virgen, dos
velas encendidas, tapiando después el hueco con una gruesa pared de cal y
canto.
Alfonso VI conoce la
existencia de una Imagen de la Santísima Virgen, escondida por los cristianos
siglos atrás, el Monarca hizo -al parecer- voto de buscarla incansablemente
para restituirla al culto de los fieles, si Dios le concedía la victoria sobre
los Sarracenos, y lograba tomar la Ciudad. Pero, una vez liberada ésta y no
obstante sus pesquisas, no lograba localizar el sitio donde la Imagen estaba
oculta. Por ello, y en su deseo de que la Virgen Santa María fuese venerada
hasta tanto se lograse hallarla, mandó pintar una Imagen, inspirándose en los
rasgos que la tradición atribuía a aquélla y, no se sabe si por el deseo del
artista o por gusto del propio Rey casado en aquel momento con Doña Constanza,
hija de Enrique I de Francia-, pintaron en su mano una flor de lis.
La Imagen fue pintada
sobre los muros de la antigua Mezquita musulmana. Tras las ceremonias de
purificación y dedicación del Templo, quedó expuesta al culto en el cuadro hoy
conocido por Nuestra Señora de la Flor de Lis.
Una vez conquistado
Toledo, en mayo de 1085, Alfonso VI volvió a insistir en la búsqueda de la
Imagen oculta por los cristianos, celebrándose un piadoso novenario o rogativa
por el éxito de las pesquisas que finalizó con una devota procesión presidida
por e Monarca y los Prelados; y al pasar la comitiva frente a la alhóndiga o
Almudith, establecida por los moros; se desplomaron unas piedras, dejando al
descubierto la Imagen llamada desde entonces de la Almudena- que, es tradición,
conservaba encendidas dos candelas, con que fue escondida al ser ocultada 369 años
antes. Era el día 9 de noviembre de 1085.
Llevada a la Iglesia de
Santa María, fue colocada solemnemente en el Altar mayor, donde permaneció
hasta el día 25 de octubre de 1868 en que, por demolición del Templo, fue
instalada en el Convento de las Religiosas Bernardas del Santísimo Sacramento,
en cuya Iglesia estuvo expuesta al culto hasta el 29 de mayo de 1911, fecha en
la que se trasladó con la mayor solemnidad a la Cripta de la Nueva Catedral que
construía en honor de su Advocación junto al lugar de la muralla donde fue
hallada la Imagen por AlfonsoVI, existiendo hoy en el hueco donde la Virgen
estuvo oculta, una Imagen de piedra que conmemora el hecho.
Hace pocos años, al hacer
una excavación para construir un edificio, se encontraron los restos de la
antigua muralla árabe, del entonces llamado Magerit, a pocos metros del lugar
donde hoy está la Imagen que recuerda la aparición y, por su carácter
histórico, el Ayuntamiento de Madrid tuvo el singular acierto de declarar aquel
terreno como "lugar no edificable" para que pueda quedar siempre al
descubierto los restos de la citada muralla.
Durante los años 1936-39,
periodo en que tuvo lugar la guerra civil española, Nuestra Señora de la
Almudena permaneció intacta en la Cripta. De nuevo fue llevada la Imagen a la
Iglesia de Las Religiosas Bernardas de la calle del Sacramento (Actualmente
Iglesia Arzobispal Castrense) y finalmente, trasladada el 2 de febrero de 1954
a la Santa Iglesia Catedral de San Isidro -en la calle Toledo-.
Obtenidas de Roma las
necesarias bulas y como culminación de su patronazgo sobre la Villa de Madrid,
Santa María la Real de la Almudena fue coronada Canónicamente en 1948, por mano
del Excelentísimo y Reverendísimo Señor Obispo de Madrid-Alcalá y patriarca de
las Indias Dr. D. Leopoldo Eloy Garay, siendo madrina la Sra. Carmen Polo de
Franco. A la brillante ceremonia asistieron entre innumerables personalidades,
el jefe Estado, Francisco Franco y su Excelencia Reverendísima el Nuncio de Su
Santidad; fervientes devotos de Santa María la Real de 1a Almudena fueron,
entre otros, San Ildefonso de Toledo, San Isidro Labrador, y su esposa, Santa
María de la Cabeza, obteniéndose por medio de esta venerada Advocación
innumerables favores, que acrecentaron de día en día la confianza de los fieles
en esta bellísima Imagen de Nuestra Señora, entre los que se contaron los
Monarcas de España, la nobleza y, muy especialmente, el pueblo madrileño.
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Fuente: Catholic.net
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