6 de Noviembre – MARTES –
31ª – Semana del T.O. –
B –
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (2,5-11):
Tened
entre vosotros los sentimientos propios de Cristo Jesús. Él, a pesar de su
condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se
despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a
la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le
concedió el «Nombre sobre todo nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda
rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua
proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios
Salmo: 21,26b-27.28-30a.31-32
R/. El Señor es mi alabanza en la gran asamblea
Cumpliré
mis votos delante de sus fieles.
Los
desvalidos comerán hasta saciarse,
alabarán
al Señor los que lo buscan:
viva su
corazón por siempre. R/.
Lo
recordarán y volverán al Señor
hasta de
los confines del orbe;
en su
presencia se postrarán
las
familias de los pueblos. R/.
Porque del
Señor es el reino,
el gobierna
a los pueblos.
Ante él
se postrarán las cenizas de la tumba. R/.
Mi
descendencia le servirá,
hablarán
del Señor a la generación futura,
contarán
su justicia al pueblo que ha de nacer:
todo lo
que hizo el Señor. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (14,15-24):
En aquel
tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús:
«¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!»
Jesús le contestó:
«Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la
hora del banquete mandó un criado a avisar a los convidados: "Venid, que
ya está preparado." Pero ellos se excusaron uno tras otro.
El primero le dijo: "He comprado un campo y tengo que ir a
verlo. Dispénsame, por favor."
Otro dijo: "He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a
probarlas. Dispénsame, por favor."
Otro dijo: "Me acabo de casar y, naturalmente, no puedo
ir."
El criado volvió a contárselo al amo.
Entonces el dueño de casa, indignado, le dijo al criado:
"Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete
a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos."
El criado dijo:
"Señor, se ha hecho
lo que mandaste, y todavía queda sitio."
Entonces el amo le dijo:
"Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que
entren y se me llene la casa."
Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi
banquete.»
Palabra del Señor
1. Las
parábolas son pequeñas historias, tomadas
de la vida diaria, pero contadas de tal forma que, en el relato, se produce
inesperadamente un "corte" con lo que suele ocurrir en la vida
cotidiana. Ese "corte" es un elemento de "sorpresa", que
constituye una auténtica extravagancia con
lo normal, con lo que sucede en la vida diaria de los seres humanos normales
(Paul Ricoeur, W. Harnisch).
Este corte sorpresivo es tan importante que en
eso está la clave para entender lo que la parábola quiere enseñar, y para
interpretar su significado.
2. Según
lo dicho, lo primero que queda claro en esta parábola es que el gran banquete
es la imagen del Reino de Dios. Un banquete es fiesta, gozo, disfrute. Y todo
eso compartido, vivido y disfrutado con los demás. Pero lo sorprendente es que en
el gran banquete de Dios no entran los que, según las normas de lo establecido
y de lo "razonable", tendrían que entrar. Esos no entran porque, en realidad, no les interesa
el banquete. Todos ellos tienen asuntos
que les interesan más. Asuntos relacionados con sus intereses económicos o con
su disfrute privado.
Por el contrario, los que entran en el banquete
de
Dios son los que nadie diría que son los invitados: pobres, lisiados, ciegos, cojos,
y hasta los vagabundos de los caminos.
3. Jesús
trastorna todos nuestros criterios, nuestros esquemas de pensamiento, nuestras escalas
de valores. En el gran banquete de Dios no entran
los
que "oficial" y "socialmente" se consideran los invitados,
los que tienen títulos, cargos, dignidades y tareas religiosas o apostólicas,
que hacen pensar a la gente que ellos son los que van a ir al cielo con pleno
derecho.
Jesús era más laico y más secular que todo
cuanto nosotros podemos imaginar. Jesús
puso el gran banquete de Dios, no donde nosotros ponemos la gran solemnidad del boato sagrado, sino donde el
mundo ha puesto la gran exclusión de los que nosotros pensamos que no tienen entrada para esa gran solemnidad,
tan pomposa como falsa. Por eso hay que preguntarse: - ¿quiénes son los que van
actualmente a misa? - ¿Van los que se
podrían considerar como los actuales marginados y excluidos? - ¿Por qué los más desamparados y los sin
techo y sin papeles no encuentran en nuestros templos la acogida que
encontraron los vagabundos de entonces en el gran banquete del Reino de Dios?
San Severo de Barcelona
Son escasos los datos
históricos que nos han llegado de este santo obispo. Vivió en la provincia
romana tarraconense y se le sitúa en Barcelona hacia el año 300. Durante las
persecuciones de Diocleciano, San Severo es elegido obispo de Barcelona, pero
debe huir ante la persecución. No obstante, es capturado junto con otros
sacerdotes y son hechos mártires en lo que hoy es San Cugat.
Vida de San Severo de Barcelona
No
tenemos datos sobre su nacimiento e infancia. También se desconocen testimonios
históricos de su acción pastoral, de su muerte y de su sepultura. Algún
historiador ha llegado a negar, por estos motivos, incluso la existencia de San
Severo.
Se
conocen las actas de su martirio redactadas en tiempo posterior y con
añadiduras e interpolaciones, habituales en este tipo de relatos de mediados
del siglo VI. Es frecuente encontrar mezclas de elementos que bien pueden ser
adecuados a la veracidad de los hechos con otros elementos apócrifos
provenientes del cariño, respeto y simpatía con que los creyentes adornan con
imágenes que, provenientes de la fantasía —por una parte, convincentes y por
otra parte ejemplarizantes—, acercan al momento presente la personalidad del
modelo del que se habla. Se incluyen en este tipo de relato aderezos que
pretenden resaltar la Providencia de Dios complacido en la actitud decidida
hasta la muerte del mártir o del santo.
Al relator nos atenemos.
La
época del acontecimiento está situada durante la persecución de Diocleciano,
soliviantado por el césar Galerio, que se propone, para depurar el ejército, eliminar
del imperio el nombre cristiano. El presidente Daciano, que centra su atención
en quienes hacen cabeza para escarmiento del pueblo, ha tomado muy a pecho la
orden de exterminio.
San
Severo es obispo de Barcelona por el año 300. Se le conoce como un pastor
entregado ejemplar y completamente a su rebaño que ha sabido distinguirse por
su celo y fidelidad a la fe. Sabe que las órdenes de Daciano son tajantes en lo
que atañe a poner por obra los edictos del emperador. Piensa en un primer
momento esconderse para seguir ayudando a los fieles desde la clandestinidad y
pasa al Castro Octaviano, al otro lado de la montaña. En su marcha se encuentra
con Emeterio, que siembra sus tierras y a quien reconoce como cristiano. El
obispo le anima a perseverar en la fe aún en la persecución presente,
encargándole de decir la verdad a sus perseguidores, en el caso de que se
presenten.
Al
separarse —cándida narración—, Dios interviene haciendo que las habas del campo
recién sembrado crezcan y se pongan en flor. Al acercarse los soldados pidiendo
información a Emeterio, él les dirá: "ha pasado por aquí" y, cuando
le pregunten por el tiempo contestará enfáticamente: "cuando sembraba
estas habas". El buen cristiano no ha querido ofender a Dios con la mentira,
ha obedecido a su obispo, y, al mismo tiempo, ha puesto los recursos humanos
para salvar la vida del fugitivo. Pero nada de esto impide que los soldados,
furiosos, se sientan burlados, lo apresen y lleven ante el tribunal del
presidente.
El
obispo Severo, acompañado de otros sacerdotes, ha tomado la decisión de
presentarse voluntariamente a los romanos.
Donde
hoy es San Cugat, son decapitados los sacerdotes acompañantes del obispo y
Emeterio; se espera la claudicación de Severo obispo a la vista de tanta
atrocidad. Ante su pertinaz resistencia en la tortura y en los azotes con
látigos emplomados, un verdugo coloca un clavo en su cabeza y otro sayón la
atraviesa de un mazazo.
Bien
hacen los barceloneses en honrar hoy la memoria de este obispo santo en la
conocidísima y barroca Iglesia de San Severo, cercana a la catedral. Antes que
ellos, ya le tuvo devoción el rey Fernando el Católico y, antes aún, el rey
Martín de Aragón fue curado de gangrena en una pierna próxima a la amputación.
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