22 DE NOVIEMBRE – JUEVES
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33ª – SEMANA DEL T.O. –
B –
Lectura del libro del Apocalipsis (5,1-10):
Yo, Juan, vi en la mano
derecha del que está sentado en el trono un libro escrito por dentro y por
fuera, y sellado con siete sellos. Y vi a un ángel poderoso, que pregonaba en
alta voz:
«¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus
sellos?».
Y nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de
la tierra, podía abrir el libro ni mirarlo. Yo lloraba mucho, porque no se había
encontrado a nadie digno de abrir el libro y de mirarlo. Pero uno de los
ancianos me dijo:
«Deja de llorar; pues ha vencido el león de la tribu
de Judá, el retoño de David, y es capaz de abrir el libro y sus siete sellos».
Y vi en medio del trono y de los cuatro vivientes, y
en medio de los ancianos, a un Cordero de pie, como degollado; tenía siete
cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados a toda la
tierra. Se acercó para recibir el libro de la mano derecha del que está sentado
en el trono.
Cuando recibió el libro, los cuatro vivientes y los
veinticuatro ancianos se postraron ante el Cordero; tenían cítaras y copas de
oro llenas de perfume, que son las oraciones de los santos. Y cantan un cántico
nuevo:
«Eres digno de recibir el libro y de abrir sus
sellos, porque fuiste degollado, y con tu sangre has adquirido para Dios
hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación; y has hecho de
ellos para nuestro Dios
un reino de sacerdotes, y reinarán sobre la tierra».
Palabra de Dios
Salmo: 149,1-2.3-4.5-6a.9b
Has hecho de nosotros
para nuestro Dios un reino de sacerdotes.
Cantad al Señor un
cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey. R/.
Alabad su nombre con
danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes. R/.
Que los fieles festejen
su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca;
es un honor para todos sus fieles. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (19,41-44):
En aquel tiempo, aquel
tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, lloró sobre ella,
mientras decía:
«Si reconocieras tú también en este día lo que
conduce a la paz! Pero ahora está escondido a tus ojos.
Pues vendrán días sobre ti en que tus enemigos te
rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco de todos lados, te
arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no
reconociste el tiempo de tu visita».
Palabra del Señor
1. Los estudiosos del
evangelio de Lucas han discutido ampliamente si este texto reproduce lo que realmente
dijo y vivió Jesús o, más bien, lo que aquí se cuenta es producto del mismo Lucas, que, cuando escribió este texto sabía
perfectamente
todo lo que había sucedido el año 70, cuando los romanos invadieron Jerusalén y la
arrasaron. O sea, aquí no se reproduciría una profecía de Jesús, sino lo que
Lucas había vivido el año 70.
En este momento, después de muchas discusiones, no se ha llegado a
una conclusión definitiva. En cualquier caso, se suele dar por cierto que el
contenido sustancial de este relato proviene de Jesús, sin que se pueda
precisar el origen de los detalles. Pero llama la atención este dato: si el
redactor conocía la historia de la guerra de los judíos contra Roma, - ¿cómo no
alude a los numerosos detalles que cuenta Flavio Josefo en su Historia de la
Guerra de los judíos, el De Bello ludaico?
2. Lo central del vaticinio
de Jesús es la destrucción de la ciudad santa y la desaparición del
Templo.
Este asunto es central en el mensaje de Jesús, que anunció proféticamente tal acontecimiento (Mc 13, 2;
Jn 2, 10-20; Mt 24, 21, 6).
Además, sabemos que Jesús mostró su desacuerdo con el Templo,
de que sus
dirigentes habían hecho una cueva de
bandidos (Mt 22, 13; cf. Jr1). Además, la Iglesia primitiva tuvo muy clara la
convicción de que Jesús había iniciado
un nuevo culto.
La Iglesia no dudó en aceptar como evangelio autentico el
anuncio según el cual la verdadera adoración
a Dios no será el culto ligado a un edificio, a un templo de piedra, sino el
culto en espíritu y verdad (Jn 4, 21-23).
No es ya el culto que se celebra en un sitio concreto, en este o
en aquel (Jn 4, 23).
Los expertos discuten en qué consiste el
culto "en espíritu y verdad".
En cualquier caso, lo que está fuera de duda es que el culto a Dios,
según el texto de hebreos 2- 21-23, no es el culto de los ceremoniales religiosos
y de los rituales que celebran en sitios sagrados. No es ciertamente el culto
ritual, sino el culto vivencial, que presenta y justifica la Carta a los
Hebreos (Hb 8, 7-13; 9, 11-27).
Jesús no ofreció a Dios un culto ritual, sino que se ofreció a sí
mismo en su existencia toda (A. Van hoye).
La conclusión es clara: No os olvidéis de la solidaridad y de
hacer el bien, que tales sacrificios son los que agradan a Dios (Hb 13, 16).
Por otra parte -y esto es de extrema importancia- queda claro que
Jesús amaba a su pueblo, su capital, su Templo.
Cuando un hombre, cabal e íntegro, llora como un chiquillo por una causa concreta, es que
esa causa le llega al alma y le importa mucho. - ¿Qué nos dice esto? Por lo
menos, una cosa capital:
Jesús no atacó a la religión de su pueblo, sino a la religión de
los ritos, el culto de los sacrificios sagrados, la religión de los sacerdotes
sea de quien sea. Dios no quiere esa mediación. La mediación para encontrar a Dios es la
vida que cada cual lleva, su honradez y su bondad.
Santa Cecilia de Roma
Santa Cecilia (o Celia)
de Roma fue una noble romana, convertida al cristianismo, que fue martirizada
por su fe entre el año 180 y 230. Es patrona de la música, de los poetas y de
los ciegos (como [santa Lucía de Siracusa]).
Vida
de Santa Cecilia de Roma
La antigüedad de su martirio
y la amplitud de su recuerdo hicieron que su nombre esté presente en el canon
de la Misa. También por este motivo, son numerosas las dedicaciones de templos
a su nombre y puestos bajo su protección.
Lo extraño es que a pesar de
tanta y tan notoria devoción se sepa tan poco de su vida; y digo saber, porque
lo que nos ha llegado contado sobre su martirio en la "pasión",
escrita muy tardíamente (s. VI), no es fiable desde el punto de vista
histórico.
Suelen presentarla como
perteneciente a una familia ilustre, de la nobleza romana, del linaje de los
Cecilios, anteriores a Cristo y emparentados con Metelos y Pomponios. A Cecilia
le señalan como antepasadas a Caya Cecilia y a Cecilia Metea, sin que en
realidad sean estos datos demostrables; colocarla dentro de la flor y nata de
los patricios romanos podría deberse al vivo deseo de ensalzar la figura de la
santa o a la necesidad de cubrir la ausencia de datos con una mera posibilidad.
Dicen que se quedó huérfana
desde pequeña, que la instruyó en la fe el obispo Urbano y que se bautizó a los
trece años. La presentan los escritos dedicada a la oración, con obras de
penitencia y asistiendo a los oficios de culto sin remilgos ni disimulos,
aunque los tiempos no estaban para muchos aspavientos. ¡Qué otra cosa podía
hacer los dados a la hagiografía si tienen que hablar de la vida de una santa y
no disponen de materiales que le sirvan para su intento! Es lógico que apliquen
a su figura todas las virtudes que son concebibles en su vida cristiana y quizá
también deseen hablar de las que deberían tener los lectores de su vida para
sentirse animados a su imitación. Se muestran extremadamente explícitos en mencionar
la generosidad que Cecilia demostraba con las colas de pobres que se acercaban
a la puerta de su casa en la Vía Apia donde siempre había un plato de sopa
caliente y unas limosnas. Y aún son más las alabanzas a la santa cuando se
explayan en poner de relieve la radicalidad de su fe hasta el punto de formular
en su temprana edad un voto de castidad que puso bajo la custodia de su Ángel.
Lo sorprendente para el
hombre de nuestro tiempo tan refinado y culto es que contrajo matrimonio con
Valeriano y fue en la misma noche de bodas, después de las capitulaciones
matrimoniales, cuando manifestó a su esposo el voto de virginidad que había
hecho y lo importante que era respetarlo porque era nada menos que su ángel
quien la defendería ante cualquier atropello. Pero lo más insólito del caso es
que Valeriano -mucho debía amarla- no se sintiera defraudado por tal
planteamiento y aceptara la condición de buen grado.
Valeriano y su hermano
Tiburcio son dos mártires bien documentados en la iglesia de Roma. Se
convirtieron del paganismo a la fe y dieron su vida por ella. Igual que Cecilia
que fue condenada a muerte por decapitación, probablemente en tiempos de Marco
Aurelio, sin que los primeros golpes de hacha sobre su cuello le llegaran a
hacer daño.
Tampoco se sabe muy bien de
dónde le viene a la santa su patronazgo sobre la música ni su protección a los
amantes de las corcheas. ¿Sería por aquello de que "cantaba a Dios en su
corazón"? Eso es lo que sucede cada vez que se reza a Dios con toda el
alma. Quizá alguien, al leerlo en su passio, llegó a pensar en Cecilia, soprano
acompañada de instrumentos musicales, y luego se decidió a divulgar la figura
pintándola con su órgano.
Aunque no siempre fue así;
Stefano Maderna, artista no muy conocido, esculpió la figura de santa Cecilia
en mármol de Carrara, haciendo una estatua yacente, con las manos entrelazadas,
mostrando una el dedo índice y la otra tres, simbolizando la fe inquebrantable
en la unidad divina y en la trinidad de personas. En el altar mayor de la
iglesia de su nombre, en el Trastévere romano, puede contemplarse la efigie
junto a las reliquias milagrosas de la santa.
Como Cecilia ya trasciende el
tiempo y está por encima de los defectos humanos que ella sabe comprender y
disculpar, atenderá la súplica de los aún viandantes para formar parte un día
del maravilloso coro del cielo, sin importarle mucho que seamos sordomudos,
tengamos mal oído o no seamos capaces de disfrutar del pentagrama.
(Fuente: archimadrid.es)
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