21 de noviembre –
miércoles –
33ª – Semana del T.O. –
B – 21
Lectura
del libro del Apocalipsis (4,1-11):
Yo, Juan,
miré y vi una puerta abierta en el cielo; y aquella primera voz, como de
trompeta, que oí hablando conmigo, decía:
«Sube
aquí y te mostraré lo que tiene que suceder después de esto».
Enseguida
fui arrebatado en espíritu. Vi un trono puesto en el cielo, y sobre el trono
uno sentado. El que estaba sentado en el trono era de aspecto semejante a una
piedra de diamante y cornalina, y había un arco iris alrededor del trono de
aspecto semejante a una esmeralda.
Y
alrededor del trono había otros veinticuatro tronos, y sobre los tronos
veinticuatro ancianos sentados, vestidos con vestiduras blancas y con coronas
de oro sobre sus cabezas. Y del trono salen relámpagos, voces y truenos; y
siete lámparas de fuego están ardiendo delante del trono, que son los siete
espíritus de Dios, y delante del trono como un mar transparente, semejante al
cristal.
Y
en medio del trono y a su alrededor, había cuatro vivientes, llenos de ojos por
delante y por detrás. El primer viviente era semejante a un león, el segundo a
un toro, el tercero tenía cara como de hombre, y el cuarto viviente era
semejante a un águila en vuelo. Los cuatro vivientes, cada uno con seis alas,
estaban llenos de ojos por fuera y por dentro. Día y noche cantan sin pausa:
«Santo,
Santo, Santo es el Señor Dios, el todopoderoso; el que era y es y ha de venir».
Cada
vez que los vivientes dan gloria y honor y acción de gracias al que está
sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro
ancianos se postran ante el que está sentado en el trono, adoran al que vive
por los siglos de los siglos y arrojan sus coronas ante el trono diciendo:
«Eres
digno, Señor, Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque
tú has creado el universo; porque por tu voluntad lo que no existía fue
creado».
Palabra
de Dios
Salmo:
150,1-2.3-4.5
R/.
Santo, Santo, Santo es el Señor Dios, el todopoderoso.
Alabad al
Señor en su templo,
alabadlo
en su fuerte firmamento.
Alabadlo
por sus obras magníficas,
alabadlo
por su inmensa grandeza. R/.
Alabadlo
tocando trompetas,
alabadlo
con arpas y cítaras;
alabadlo
con tambores y danzas,
alabadlo
con trompas y flautas. R/.
Alabadlo
con platillos sonoros,
alabadlo
con platillos vibrantes.
Todo ser
que alienta alabe al Señor. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (19,11-28):
EN aquel
tiempo, Jesús dijo una parábola, porque estaba él cerca de Jerusalén y pensaban
que el reino de Dios iba a manifestarse enseguida.
Dijo,
pues:
«Un
hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y
volver después.
Llamó
a diez siervos suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles:
“Negociad
mientras vuelvo”.
Pero
sus conciudadanos lo aborrecían y enviaron tras de él una embajada diciendo:
“No
queremos que este llegue a reinar sobre nosotros”.
Cuando
regresó de conseguir el título real, mandó llamar a su presencia a los siervos
a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno.
El
primero se presentó y dijo:
“Señor,
tu onza ha producido diez”.
Él
le dijo:
“Muy
bien, siervo bueno; ya que has sido fiel en lo pequeño, recibe el gobierno de
diez ciudades”.
El
segundo llegó y dijo:
“Tu
onza, señor, ha rendido cinco”.
A
ese le dijo también:
“Pues
toma tú el mando de cinco ciudades”.
El
otro llegó y dijo:
“Señor,
aquí está tu onza; la he tenido guardada en un pañuelo, porque tenía miedo,
pues eres un hombre exigente que retiras lo que no has depositado y siegas lo
que no has sembrado”.
Él
le dijo:
“Por
tu boca te juzgo, siervo malo. ¿Conque sabías que soy exigente, que retiro lo
que no he depositado y siego lo que no he sembrado? Pues ¿por qué no pusiste mi
dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses”.
Entonces
dijo a los presentes:
“Quitadle
a este la onza y dádsela al que tiene diez onzas”.
Le
dijeron:
“Señor,
ya tiene diez onzas”.
Os
digo:
“Al que tiene se le dará, pero al que no tiene
se le quitará hasta lo que tiene. Y en cuanto a esos enemigos míos, que no
querían que llegase a reinar sobre ellos, traedlos acá y degolladlos en mi
presencia”».
Dicho
esto, caminaba delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.
Palabra
del Señor
1. Esta parábola no es sino una versión distinta
de la parábola de los talentos (Mt 25,14-30). Pero la enseñanza es la misma: el
Dios, que nos vino a revelar Jesús, no soporta a los que le tienen miedo. Porque el miedo, representado en el que
devolvió la onza tal como la recibió, paraliza, es improductivo y, sobre
todo, desagrada a Dios.
2. Lo peor que podemos hacer en esta vida es
dejarnos llevar por el miedo, no solo en nuestras experiencias religiosas, sino
en el conjunto de nuestra vida.
Una persona
asustada y temerosa no va a ninguna parte. Y no será sino una carga para
quienes conviven con tal persona. Porque el miedo bloquea, inutiliza, paraliza
y, al final, es la perdición del hombre asustado ante Dios y ante la sociedad y
sus semejantes en general. Con lo cual estamos diciendo también que el peor servicio, que
podemos hacerle a la causa del Evangelio y de la Iglesia, es dedicarnos a
predicar el miedo a Dios y el miedo a las instituciones públicas, de la forma
que sea.
Lo que importa
de verdad no es la responsabilidad angustiosa ante Dios y ante los demás, sino
saber fiarnos tanto de Dios como de todos los que vemos que merecen
nuestra confianza.
3. Esto es tan serio y tiene tal importancia,
que debemos llegar hasta perder el miedo a pensar.
Sentirse libre
para pensar es el paso indispensable para ser una persona creativa y
productiva.
El que bloquea
su propia mente será un inútil en la vida, por más que se empeñe en
disimularlo.
Presentación de santa
María Virgen
Ana y Joaquín, en
un acto de fe quisieron darle gracias a Dios por el nacimiento de esta niña.
Esta fiesta arranca desde el lejano año 543. Fue el tiempo en que
se dedicó una basílica a “La Virgen María la Nueva”.
Se levantó en el mismo monte Sión en la explanada del Templo.
Las Iglesias orientales, muy sensibles ante las fiestas marianas,
conmemoran este día la Entrada de María en el Templo para indicar que, aunque
era purísima, no obstante, cumplía con los ritos antiguos de los judíos para no
llamar la atención.
La liturgia bizantina la trata como "la fuente perpetuamente
manante del amor, el templo espiritual de la santa gloria de Cristo Nuestro
Señor".
En Occidente, se la presenta como el símbolo de la consagración
que la Virgen Inmaculada hizo de sí misma al Señor en los albores de su vida
consciente.
Este episodio de la Virgen María no se encuentra en los cuatro
evangelios. Sí que aparece, por el contrario, en un libro apócrifo, el “Protoevangelio
de Santiago”.
Pero, como siempre, quien manda es el pueblo cristiano. Desde
siempre la espiritualidad y la piedad popular han estado marcadas y han
subrayado la disponibilidad de María la Virgen ante los mandatos e
insinuaciones mínimas del Señor Dios.
Por eso, tanto en Occidente como en Oriente esta fiesta tuvo en
seguida un éxito resonante entre todos los cristianos.
María estaba destinada a ser un templo vivo de la divinidad.
Según este evangelio apócrifo, la escena no puede ser más sencilla:" Ana y
Joaquín, en un acto de fe y de cortesía, quisieron darle gracias a Dios por el
nacimiento de esta niña".
No pensaron una cosa mejor que consagrársela de por vida. Cuando
tenía tres años, la llevaron al Templo, la cogió un sacerdote mediante unas
palabras que recuerdan el Magnificat, el himno del Virgen María en acción de
gracias por lo que el Señor había hecho con ella.
Esta fiesta data del siglo VI.
¡Felicidades a quienes lleven este nombre y las Hermanas de la
Presentación!
Fuente: Catholic.net
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