miércoles, 7 de noviembre de 2018

Párate un momento: El Evangelio del dia 8 de Noviembre – JUEVES – 31ª – Semana del T.O. – B – Beato Juan Duns Escoto




8 de Noviembre – JUEVES –
31ª – Semana del T.O. – B –

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Fílipenses (3,3-8a):
Los circuncisos somos nosotros, que damos culto con el Espíritu de Dios, y que ponemos nuestra gloria en Cristo Jesús, sin confiar en la carne. Aunque, lo que es yo, ciertamente tendría motivos para confiar en la carne, y si algún otro piensa que puede hacerlo, yo mucho más, circuncidado a los ocho días de nacer, israelita de nación, de la tribu de Benjamín, hebreo por los cuatro costados y, por lo que toca a la ley, fariseo; si se trata de intransigencia, fui perseguidor de la Iglesia, si de ser justo por la ley, era irreprochable. Sin embargo, todo eso que para mí era ganancia lo consideré pérdida comparado con Cristo; más aún, todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo.
Palabra de Dios

Salmo: 104,2-3.4-5.6-7

R/. Que se alegren los que buscan al Señor
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas;
gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor. R/.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro.
Recordad las maravillas que hizo,
sus prodigios, las sentencias de su boca. R/.
¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (15,1-10):
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharle.
Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos:
 «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo esta parábola:
«Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, - ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra?   Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido."
Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, - ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra?   Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido."
 Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.»

Palabra del Señor

1.  Todo el capítulo 15 del evangelio de Lucas está dedicado a explicar cómo se relaciona y cómo se comporta Dios con los pecadores, perdidos y extraviados.
Esta explicación es capital para comprender cómo es el Dios que Jesús nos dio a conocer. No    olvidemos que los evangelios son teología narrativa.
Es decir, en los relatos (el acontecer) se nos revela la teología (el ser) de Dios (Bernhard
Welte).
Por tanto, al ver cómo se porta Dios con los extraviados, comprendemos cómo es ese Dios en el que creemos. La conducta de una persona nos
revela cómo es esa persona.

2.  Ahora bien, lo que queda más patente en este capítulo del evangelio de Lucas es que el Dios de Jesús quiere tanto a los perdidos y extraviados que no puede pasar sin ellos. Por eso Dios ni juzga, ni condena a los extraviados, sino que los busca hasta que los encuentra, y los acoge cuando vuelven. Sin reprocharles nada, sin pedirles explicaciones, sin amenazas, sin juicio ni castigo. Es más, cuando Dios encuentra al extraviado, se alegra, lo lleva en sus hombros, convoca a todos los que se pueden alegrar con él, y organiza un banquete de fiesta. Porque su alegría es indecible.
Esto es lo que se destaca en las tres parábolas: la oveja perdida (15, 3-7), la moneda extraviada (15, 8-10) y el hijo "perdido" (15, 11-32). Así es el Dios que nos presenta Jesús.

3.  Por esto, Jesús se comportó con los más extraviados y perdidos, con los despreciables pecadores, de forma que todos acudían a escucharle. Cuando esta clase de personas se acercan a alguien es porque en esa persona encuentran comprensión, tolerancia, respeto, acogida, y jamás escuchan un reproche, ni siquiera un recelo o una sospecha. Ya sea por su vida "pública", bien sea por su vida "privada". Y si además se les invita a comer, compartiendo la misma mesa, la amistad, el gozo y la alegría de la mutua confianza, entonces y así,
nos vemos sorprendidos por la inesperada teofanía del Dios de Jesús.
Así es el Dios en el que creemos. - ¿No vale la pena parecerse a este Dios?
Dios se "encarnó". Dios se "humanizó".  Y así nos enseña a nosotros a ser "profundamente humanos".

Beato Juan Duns Escoto


En Colonia, de la Lotaringia, en Germania, beato Juan Duns Escoto, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, el cual, oriundo de Escocia, enseñó las disciplinas filosóficas y teológicas en Cantorbery, Oxford, París y, finalmente, en Colonia, como maestro preclaro de sutil ingenio y fervor admirable. Se le llama doctor sutil y mariano

Vida de Beato Juan Duns Escoto
Juan Pablo II aprobó su culto el 20 de marzo de 1993.
Juan Escoto nació en Duns, en Escocia, hacia 1265, entró en la Orden de los Hermanos Menores hacia 1280 y fue ordenado sacerdote el 17 de abril de 1291. Completó los estudios entre 1291 y 1296 en París.
Luego enseñó en Cambridge, Oxford y París, como bachiller, comentaba las “Sentencias” de Pedro Lombardo.
Tuvo que abandonar la universidad, por no haber querido firmar una apelación al Concilio contra Bonifacio VIII, promovida por Felipe el Hermoso, rey de Francia.
Regresó allí el año siguiente para obtener el doctorado, con una carta de presentación del Ministro general de la Orden, Padre Gonzalo Hispánico, que había sido su maestro, en la cual lo recomendaba como plenamente docto “sea por la larga experiencia, sea por la fama que se había extendido por todas partes, de su vida laudable, de su ciencia excelente y del ingenio sutilísimo” del candidato.
A fines de 1307 Juan Duns Escoto estaba en Colonia, donde enseñó. Quizás no hay doctor medieval más sobresaliente que este franciscano escocés, que estudió en Oxford, enseñó en París, fue expulsado por Felipe el Hermoso porque no quiso firmar la apelación antipapal y murió en Colonia, a la edad en que los otros filósofos comienzan a producir, como si la llama del pensamiento le hubiese quemado la juventud.
El título de “Doctor Sutil” que le dieron, dice toda su sublimidad. Sus teorías sobre la Virgen y sobre la encarnación obtienen después de siglos la confirmación en el dogma de la Inmaculada Concepción y en el culto a la realeza de Cristo.
Elabora el misticismo pensante de San Buenaventura. Escoto es un metafísico y un teólogo.
Empleó su agudeza de ingenio en la sistematización de los grandes amores de San Francisco: Jesucristo y la Virgen Santísima. La posteridad también lo ha llamado “Doctor del Verbo Encarnado” y “Doctor Mariano”.
Tuvo numerosos discípulos y muy pronto llegó a ser y siguió siendo el jefe de la escuela franciscana, que se inició con el Beato Alejandro de Hales, se desarrolló con San Buenaventura, doctor Seráfico de la Iglesia, y llegó a su culminación en el Beato Juan Duns Escoto.
Su doctrina está en perfecta armonía con su espiritualidad.
Después de Jesús, la Virgen Santísima ocupó el primer puesto en su vida. Duns Escoto es el teólogo por excelencia de la Inmaculada Concepción.
El estudio de los privilegios de María ocupó un puesto importantísimo en su vida. En una disputa pública, permaneció silencioso hasta que unos 200 teólogos expusieron y probaron sus sentencias de que Dios no había querido libre de pecado original a la Madre de su Hijo.
Por último, después de todos, se levantó Juan Duns Escoto, tomó la palabra, y refutó uno por uno todos los argumentos aducidos contra el privilegio mariano; y demostró con la Sagrada Escritura, con los escritos de los Santos Padres y con agudísima dialéctica, que un tal privilegio era conforme con la fe y que por lo mismo se debía atribuir a la gran Madre de Dios. Fue el triunfo más clamoroso en la célebre Sorbona, sintetizado en el célebre axioma: “Potuit, decuit, ergo fecit (Podía, convenía, luego lo hizo)”.
En Colonia, donde enseñaba, murió el 8 de noviembre de 1308.

Fuente: http://es.catholic.net/santoral/

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