8 de Noviembre – JUEVES
–
31ª – Semana del T.O. –
B –
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
Fílipenses (3,3-8a):
Los circuncisos somos nosotros, que damos culto con el Espíritu
de Dios, y que ponemos nuestra gloria en Cristo Jesús, sin confiar en la carne.
Aunque, lo que es yo, ciertamente tendría motivos para confiar en la carne, y
si algún otro piensa que puede hacerlo, yo mucho más, circuncidado a los ocho
días de nacer, israelita de nación, de la tribu de Benjamín, hebreo por los
cuatro costados y, por lo que toca a la ley, fariseo; si se trata de
intransigencia, fui perseguidor de la Iglesia, si de ser justo por la ley, era
irreprochable. Sin embargo, todo eso que para mí era ganancia lo consideré
pérdida comparado con Cristo; más aún, todo lo estimo pérdida comparado con la
excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y
todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo.
Palabra de Dios
Salmo: 104,2-3.4-5.6-7
R/. Que se alegren los que buscan al Señor
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas;
gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor. R/.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro.
Recordad las maravillas que hizo,
sus prodigios, las sentencias de su boca. R/.
¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas
(15,1-10):
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y
los pecadores a escucharle.
Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos:
«Ése
acoge a los pecadores y come con ellos.»
Jesús les dijo esta parábola:
«Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le
pierde una, - ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la
descarriada, hasta que la encuentra? Y,
cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar
a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: "¡Felicitadme!,
he encontrado la oveja que se me había perdido."
Os digo que así también habrá más alegría en
el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos
que no necesitan convertirse.
Y si una mujer tiene diez monedas y se le
pierde una, - ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado,
hasta que la encuentra? Y, cuando la
encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles:
"¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido."
Os digo
que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se
convierta.»
Palabra del Señor
1. Todo el capítulo 15 del
evangelio de Lucas está dedicado a explicar cómo se relaciona y cómo se
comporta Dios con los pecadores, perdidos y extraviados.
Esta explicación es capital para comprender cómo es el Dios que
Jesús nos dio a conocer. No olvidemos
que los evangelios son teología narrativa.
Es decir, en los relatos (el acontecer) se nos revela la teología
(el ser) de Dios (Bernhard
Welte).
Por tanto, al ver cómo se porta Dios con los extraviados,
comprendemos cómo es ese Dios en el que creemos. La conducta de una persona nos
revela cómo es
esa persona.
2. Ahora bien, lo que queda
más patente en este capítulo del evangelio de Lucas es que el Dios de Jesús
quiere tanto a los perdidos y extraviados que no puede pasar sin ellos. Por eso
Dios ni juzga, ni condena a los extraviados, sino que los busca hasta que los
encuentra, y los acoge cuando vuelven. Sin reprocharles nada, sin pedirles
explicaciones, sin amenazas, sin juicio ni castigo. Es más, cuando Dios
encuentra al extraviado, se alegra, lo lleva en sus hombros, convoca a todos
los que se pueden alegrar con él, y organiza un banquete de fiesta. Porque su
alegría es indecible.
Esto es lo que se destaca en las tres parábolas: la oveja perdida
(15, 3-7), la moneda extraviada (15, 8-10) y el hijo "perdido" (15,
11-32). Así es el Dios que nos presenta Jesús.
3. Por esto, Jesús se
comportó con los más extraviados y perdidos, con los despreciables pecadores,
de forma que todos acudían a escucharle. Cuando esta clase de personas se
acercan a alguien es porque en esa persona encuentran comprensión, tolerancia,
respeto, acogida, y jamás escuchan un reproche, ni siquiera un recelo o una
sospecha. Ya sea por su vida "pública", bien sea por su vida
"privada". Y si además se les invita a comer, compartiendo la misma
mesa, la amistad, el gozo y la alegría de la mutua confianza, entonces y así,
nos vemos
sorprendidos por la inesperada teofanía del Dios de Jesús.
Así es el Dios en el que creemos. - ¿No vale la pena parecerse a
este Dios?
Dios se "encarnó". Dios se "humanizó". Y así nos enseña a nosotros a ser
"profundamente humanos".
Beato Juan Duns Escoto
En Colonia, de la Lotaringia, en Germania, beato Juan Duns
Escoto, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, el cual, oriundo de
Escocia, enseñó las disciplinas filosóficas y teológicas en Cantorbery, Oxford,
París y, finalmente, en Colonia, como maestro preclaro de sutil ingenio y
fervor admirable. Se le llama doctor sutil y mariano
Vida de Beato
Juan Duns Escoto
Juan Pablo II
aprobó su culto el 20 de marzo de 1993.
Juan Escoto nació
en Duns, en Escocia, hacia 1265, entró en la Orden de los Hermanos Menores
hacia 1280 y fue ordenado sacerdote el 17 de abril de 1291. Completó los estudios
entre 1291 y 1296 en París.
Luego enseñó en
Cambridge, Oxford y París, como bachiller, comentaba las “Sentencias” de Pedro
Lombardo.
Tuvo que abandonar
la universidad, por no haber querido firmar una apelación al Concilio contra
Bonifacio VIII, promovida por Felipe el Hermoso, rey de Francia.
Regresó allí el año
siguiente para obtener el doctorado, con una carta de presentación del Ministro
general de la Orden, Padre Gonzalo Hispánico, que había sido su maestro, en la
cual lo recomendaba como plenamente docto “sea por la larga experiencia, sea
por la fama que se había extendido por todas partes, de su vida laudable, de su
ciencia excelente y del ingenio sutilísimo” del candidato.
A fines de 1307
Juan Duns Escoto estaba en Colonia, donde enseñó. Quizás no hay doctor medieval
más sobresaliente que este franciscano escocés, que estudió en Oxford, enseñó
en París, fue expulsado por Felipe el Hermoso porque no quiso firmar la
apelación antipapal y murió en Colonia, a la edad en que los otros filósofos
comienzan a producir, como si la llama del pensamiento le hubiese quemado la
juventud.
El título de
“Doctor Sutil” que le dieron, dice toda su sublimidad. Sus teorías sobre la
Virgen y sobre la encarnación obtienen después de siglos la confirmación en el dogma
de la Inmaculada Concepción y en el culto a la realeza de Cristo.
Elabora el
misticismo pensante de San Buenaventura. Escoto es un metafísico y un teólogo.
Empleó su agudeza
de ingenio en la sistematización de los grandes amores de San Francisco: Jesucristo
y la Virgen Santísima. La posteridad también lo ha llamado “Doctor del Verbo
Encarnado” y “Doctor Mariano”.
Tuvo numerosos
discípulos y muy pronto llegó a ser y siguió siendo el jefe de la escuela
franciscana, que se inició con el Beato Alejandro de Hales, se desarrolló con
San Buenaventura, doctor Seráfico de la Iglesia, y llegó a su culminación en el
Beato Juan Duns Escoto.
Su doctrina está en
perfecta armonía con su espiritualidad.
Después de Jesús,
la Virgen Santísima ocupó el primer puesto en su vida. Duns Escoto es el
teólogo por excelencia de la Inmaculada Concepción.
El estudio de los
privilegios de María ocupó un puesto importantísimo en su vida. En una disputa
pública, permaneció silencioso hasta que unos 200 teólogos expusieron y
probaron sus sentencias de que Dios no había querido libre de pecado original a
la Madre de su Hijo.
Por último, después
de todos, se levantó Juan Duns Escoto, tomó la palabra, y refutó uno por uno
todos los argumentos aducidos contra el privilegio mariano; y demostró con la
Sagrada Escritura, con los escritos de los Santos Padres y con agudísima
dialéctica, que un tal privilegio era conforme con la fe y que por lo mismo se
debía atribuir a la gran Madre de Dios. Fue el triunfo más clamoroso en la
célebre Sorbona, sintetizado en el célebre axioma: “Potuit, decuit, ergo fecit
(Podía, convenía, luego lo hizo)”.
En Colonia, donde
enseñaba, murió el 8 de noviembre de 1308.
Fuente: http://es.catholic.net/santoral/
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