3 de OCTUBRE – JUEVES –
26ª – SEMANA DEL T. O. – C –
San Francisco de Borja
Lectura
del libro de Nehemías (8,1-4a.5-6.7b-12):
En aquellos días, todo el pueblo se reunió como un solo hombre en
la plaza que se abre ante la Puerta del Agua y pidió a Esdras, el escriba, que
trajera el libro de la Ley de Moisés, que Dios había dado a Israel.
El
sacerdote Esdras trajo el libro de la Ley ante la asamblea, compuesta de
hombres, mujeres y todos los que tenían uso de razón. Era el día primero del
mes séptimo. En la plaza de la Puerta del Agua, desde el amanecer hasta el
mediodía, estuvo leyendo el libro a los hombres, a las mujeres y a los que
tenían uso de razón.
Toda
la gente seguía con atención la lectura de la Ley. Esdras, el escriba, estaba
de pie en el púlpito de madera que había hecho para esta ocasión. Esdras abrió
el libro a la vista de todo el pueblo –pues se hallaba en un puesto elevado– y,
cuando lo abrió, toda la gente se puso en pie.
Esdras
bendijo al Señor, Dios grande, y todo el pueblo, levantando las manos,
respondió:
-«Amén,
amén.»
Después
se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra. Los levitas explicaron la
Ley al pueblo, que se mantenía en sus puestos. Leían el libro de la ley de Dios
con claridad y explicando el sentido, de forma que comprendieron la lectura.
Nehemías, el gobernador,
Esdras, el sacerdote y escriba, y los levitas que enseñaban al pueblo decían al
pueblo entero:
«Hoy
es un día consagrado a nuestro Dios: No hagáis duelo ni lloréis.»
Porque
el pueblo entero lloraba al escuchar las palabras de la Ley.
Y añadieron:
«Andad,
comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no tiene, pues
es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis tristes, pues el gozo en el
Señor es vuestra fortaleza.»
Los
levitas acallaban al pueblo, diciendo:
«Silencio,
que es un día santo; no estéis tristes.»
El
pueblo se fue, comió, bebió, envió porciones y organizó una gran fiesta, porque
había comprendido lo que le habían explicado.
Palabra
de Dios
Salmo: 18,8.9.10.11
R/. Los mandatos del Señor
son rectos y alegran el corazón
La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es
fiel
e instruye al ignorante.
R/.
Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es
límpida
y da luz a los ojos. R/.
La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del
Señor son verdaderos
y enteramente justos. R/.
Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila.
R/.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (10,1-12):
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó
por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él.
Y
les decía:
«La
mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que
mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en
medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis
a saludar a nadie por el camino.
Cuando
entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa". Y si allí hay
gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero
merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os
reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid:
"Está cerca de vosotros el reino de Dios."
Cuando
entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: "Hasta el
polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos
sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios." Os
digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo.»
Palabra
del Señor
1.
Se discute si el número original, de los nuevos enviados que indica
Lucas,
era setenta y dos o solamente setenta. En
cualquier caso, la utilización del número siete indica plenitud, totalidad. Es
decir, los Doce no tienen, en la comunidad de Jesús, el monopolio de la verdad evangélica
o de los poderes en la Iglesia.
Es probable que Jesús no pensara en
que este ministerio de los setenta y dos no tuviera que perpetuarse en el
movimiento que el mismo Jesús puso en
marcha. Pero tampoco se perpetuó el ministerio de los Doce, ya que, a medida
que fueron muriendo, a nadie se le ocurrió nombrar el sucesor de cada uno. Es
problemático que se tuviera conciencia
de este asunto concreto en el caso de
Pedro, al menos desde el primer momento.
2.
La misión de anunciar el Evangelio es para toda la Iglesia. La
distinción entre Iglesia docente (la que enseña) e Iglesia discente (la que
aprende) ha sido utilizada para justificar dos categorías de cristianos, unos
activos y otros pasivos. Pero eso no ha beneficiado a la Iglesia.
Por supuesto, los obispos son en
cuanto sucesores de los apóstoles, algo querido por Dios para su Iglesia. Pero
la fractura en la Iglesia entre clero y fieles ni es de fe, ni debe seguir como
se viene gestionando hasta ahora.
La pasividad de los laicos en la Iglesia, por
una parte, y el excesivo protagonismo del clero, por otra, rompen la unidad
querida por Jesús.
3.
Urge repensar la estructura organizativa de la Iglesia. La crisis del
clero, que va en aumento, puede tener un efecto benéfico para recuperar la
Iglesia
que pudo nacer del Evangelio. Eso no será
seguramente fruto de un concilio, por muy genial que fuera ese concilio. Lo que
importa de verdad es recuperar la centralidad del Evangelio en la Iglesia.
San Francisco de Borja
1510
- 1572
En Roma, san
Francisco de Borja, presbítero, que, muerta su mujer, con quien había tenido
ocho hijos, ingresó en la Compañía de Jesús y, pese a que abdicó de las
dignidades del mundo y recusó las de la Iglesia, fue elegido prepósito general,
siendo memorable por su austeridad de vida y oración.
Vida de San
Francisco de Borja
San Francisco
Borja nació en Gandía (Valencia) el 28 de octubre de 1510, primogénito de Juan
de Borja y entró muy joven al servicio de la corte de España, como paje de la
hermana de Carlos V, Catalina. A los veinte años el emperador le dio el título
de marqués. Se casó a los 19 años y tuvo ocho hijos. A los 29 años, después de
la muerte de la emperatriz, que le hizo comprender la caducidad de los bienes
terrenos, resolvió “no servir nunca más a un señor que pudiese morir” y se
dedicó a una vida más perfecta. Pero el mismo año fue elegido virrey de
Cataluña (1539-43), cargo que desempeñó a la altura de las circunstancias, pero
sin descuidar la intensa vida espiritual a la que se había dedicado
secretamente.
En Barcelona se
encontró con San Pedro de Alcántara y con el Beato Pedro Favre de la Compañía
de Jesús. Este último encuentro fue decisivo para su vida futura. En 1546,
después de la muerte de la esposa Eleonora, hizo la piadosa práctica de los
ejercicios espirituales de san Ignacio y el 2 de junio del mismo año emitió los
votos de castidad, de obediencia, y el de entrar a la Compañía de Jesús, donde
efectivamente ingresó en 1548, y oficialmente en 1550, después de haberse
encontrado en Roma a San Ignacio de Loyola y haber renunciado al ducado de
Gandía. El 26 de mayo de 1551 celebraba su primera Misa.
Les cerró las
puertas a los honores y a los títulos mundanos, pero se le abrieron las de las
dignidades eclesiásticas. En efecto, casi inmediatamente Carlos V lo propuso
como cardenal, pero Francisco renunció y para que la renuncia fuera inapelable
hizo los votos simples de los profesos de la Compañía de Jesús, uno de los
cuales prohíbe precisamente la aceptación de cualquier dignidad eclesiástica. A
pesar de esto, no pudo evitar las tareas cada vez más importantes que se le
confiaban en la Compañía de Jesús, siendo elegido prepósito general en 1566,
cargo que ocupó hasta la muerte, acaecida en Roma el 30 de septiembre de 1572.
Fue un
organizador infatigable (a él se le debe la fundación del primer colegio
jesuita en Europa, en su tierra natal de Gandía, y de otros veinte en España),
y siempre encontró tiempo para dedicarse a la redacción de tratados de vida
espiritual. Se destacó por su gran devoción a la Eucaristía y a la Santísima Virgen.
Incluso dos días antes de morir, ya gravemente enfermo, quiso visitar el
santuario mariano de Loreto. Fue beatificado en 1624 y canonizado en 1671, uno
de los primeros grandes apóstoles de la Compañía de Jesús.
No hay comentarios:
Publicar un comentario