9 de OCTUBRE – MIERCOLES –
27ª – SEMANA DEL T. O. – C –
Lectura
de la profecía de Jonás (4,1-11):
Jonás sintió un disgusto enorme y estaba irritado. Oró al Señor
en estos términos:
«Señor,
¿no es esto lo que me temía yo en mi tierra? Por eso me adelanté a huir a
Tarsis, porque sé que eres compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico
en piedad, que te arrepientes de las amenazas. Ahora, Señor, quítame la vida;
más vale morir que vivir.»
Respondióle
el Señor:
«¿Y
tienes tú derecho a irritarte?»
Jonás
había salido de la ciudad, y estaba sentado al oriente. Allí se había hecho una
choza y se sentaba a la sombra, esperando el destino de la ciudad. Entonces
hizo crecer el Señor un ricino, alzándose por encima de Jonás para darle sombra
y resguardarle del ardor del sol. Jonás se alegró mucho de aquel ricino. Pero
el Señor envió un gusano, cuando el sol salía al día siguiente, el cual dañó al
ricino, que se secó. Y, cuando el sol apretaba, envió el Señor un viento solano
bochornoso; el sol hería la cabeza de Jonás, haciéndole desfallecer.
Deseó
Jonás morir, y dijo:
«Más
me vale morir que vivir.»
Respondió
el Señor a Jonás:
«¿Crees
que tienes derecho a irritarte por el ricino?»
Contestó
él:
«Con
razón siento un disgusto mortal.»
Respondióle
el Señor:
«Tú
te lamentas por el ricino, que no cultivaste con tu trabajo, y que brota una
noche y perece la otra. Y yo, ¿no voy a sentir la suerte de Nínive, la gran
ciudad, que habitan más de ciento veinte mil hombres, que no distinguen la
derecha de la izquierda, y gran cantidad de ganado?»
Palabra
de Dios
Salmo:
85,3-4.5-6.9-10
R/. Tú,
Señor, eres lento a la cólera, rico en piedad
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando
todo el día;
alegra el alma de tu
siervo,
pues levanto mi alma
hacia ti. R/.
Porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con
los que te invocan.
Señor, escucha mi
oración,
atiende a la voz de mi
súplica. R/.
Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces
maravillas;
tú eres el único Dios.» R/.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (11,1-4):
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó,
uno de sus discípulos le dijo:
«Señor,
enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.»
Él
les dijo:
«Cuando
oréis decid: "Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada
día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también
nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la
tentación."»
Palabra
del Señor
1.
Como explican los especialistas en el estudio de los evangelios, llama
la
atención la diferencia que hay entre la
redacción del "Padre nuestro"
en el
evangelio de Mateo (6, 7-15) y la que aquí
tenemos de Lucas. La de Mateo es más extensa. Pero, aunque hay diferencias,
ambas versiones del Padre nuestro
tienen en común las peticiones más
fundamentales. Y, sobre todo, se debe
tener en cuenta la forma de oración en primera
persona del plural. Esto parece indicar que esta oración se utilizaba en las
reuniones de las comunidades
cristianas, concretamente en las oraciones
litúrgicas que cada domingo se
celebraban en las comunidades cristianas (U. D. G. Dunn).
2.
Por otra parte, esta era la oración que mejor definía lo que
diferenciaba a
la comunidad cristiana. Y era lo que se veía
como lo específico de los cristianos, que llamaban a Dios "Padre";
que respetaban profundamente ese nombre, exactamente ese, cosa en la que ponían
especial cuidado, ya que era lo primero que pedían y deseaban; que anhelaban la
venida del reinado de Dios en este mundo, es decir, todo lo que Jesús había
dicho y hecho al anunciar el Reino; que se conformaban con el pan de cada día;
y que se distinguían por su capacidad de perdonar a todo el que les ofendía o
todo lo que se les debía, en el más
increíble desprendimiento económico.
3.
La rutina ha hecho del "Padre nuestro" una oración que se dice
"de carretilla", pero que en realidad representa muy poco en la vida
de los creyentes en Jesús.
Urge recuperar el significado y la
experiencia original de la Iglesia.
Es decir, nos urge a todos tomar
conciencia y repensar hasta qué punto el "Padrenuestro" marca nuestra
vida y es un distintivo de los creyentes en Jesús.
San Luis Bertrán, presbítero dominico
Infancia y
juventud.
Nació en Valencia
el 1 de enero de 1576, en una casa junto a la iglesia de San Esteban, en la que
fue bautizado a los pocos días, y en la misma pila bautismal en la que lo fue
San Vicente Ferrer (5 de abril y segundo Lunes de Pascua), pariente suyo por parte
de madre. Cuando pequeño y lloraba, solo tenía consuelo cuando le llevaban a
las iglesias y veía las imágenes y sobre todo a Nuestra Señora. A los 15 años
eligió por confesor a Fray Ambrosio de Jesús, un religioso mínimo, que le
encaminó en la oración, la penitencia sin descuidar el estudio. Sobre esta edad
recibió la primera comunión. A los 16 años se escapó de su casa para peregrinar
a Santiago, pero su familia le alcanzó en Bunyol, obligándole a regresar. Su
padre le permitió ser clérigo, y Luis se dedicó a servir en el Hospital de la
Ciudad, sirviendo a los pobres día y noche. Para poder comulgar frecuentemente
ideó la estratagema de ir a diferentes iglesias y así comulgar sin llamar la
atención por la frecuencia. Pero su confesor le regañó por actuar con doblez y
no lo hizo más.
Religioso
dominico.
A los 17
años determinó tomar el hábito dominico, pero sus padres se opusieron por su
débil salud. Entristeció el joven que, de vez en cuando, se escondía en una
capilla del claustro para ver a los religiosos, oír sus cantos y en ocasiones
escuchar las pláticas del maestro de novicios. Finalmente, viendo sus padres la
melancolía de Luis, le dieron su bendición para ser fraile. Tomó el hábito el
26 de agosto de 1544, pero aun así tuvo que defender su vocación dominica ante
su padre, que le quería pasar a la Orden Jerónima, mucho menos austera. Luego
ocurrió que el demonio tentó a un seglar prominente que soltó un chismorreo
acerca de Luis, por lo que el prior determinó quitarle el hábito y mandarlo a
su casa, pero Luis clamó al cielo y el mentiroso se desdijo y Luis pudo
profesar el 27 de agosto de 1545.
Fue ejemplar
religioso, muy penitente, austerísimo aún en el trato y las conversaciones,
pues jamás dijo alguna palabra para provocar risa o gracia. Se disciplinaba
siempre que le permitían, y tanto que la sangre salpicaba las paredes, y
llevaba varios cilicios. Siempre llevaba los ojos bajos, las manos recogidas y
el pensamiento puesto en Dios, quiso dejar el estudio y ser solo un Hermano
Lego porque decía que el estudio le distraía de la contemplación, pero no se lo
permitieron y con los años confesó que eso era tentación del demonio. E hizo
bien, porque fue un docto religioso, muy versado en la Escritura y la doctrina
de Santo Tomás de Aquino Fue ordenado presbítero en 1547 por Santo Tomás de
Villanueva y fue destinado al convento de Santa Cruz de Lombay. Allí tuvo una
revelación de que su padre moría, y partió a Valencia antes que llegara el
mensajero con la noticia y ayudó a bien morir a su padre. Sufrió purgatorio muy
doloroso, según supo Luis por gracia de Dios, viendo los tormentos que padecía:
era arrojado de una torre, le molían los huesos, le apuñalaban, etc., así
durante ocho años durante los cuales el santo ofreció la misa, se disciplinó
duramente hasta que le vio subir a la gloria.
Maestro de
novicios.
En 1549, con 23
años fue nombrado Maestro de novicios, oficio que ejerció con gran ejemplo para
sus religiosos, aunque conocida es su severidad y aspereza para con los nuevos
religiosos. Pero si les disciplinaba, luego lo hacía él el doble. Conocido es
que, aunque les animaba a perseverar, al mismo tiempo les quitaba el hábito a
la primera que no mostraban juicio u observancia religiosa. Siempre que echaba
a uno preguntaba a los demás quien quería volver al mundo. Con solo mirarlos,
atinaba si tenían devoción o la fingían, y les echaba. No soportaba a los
mentirosos, los holgazanes o los escrupulosos, a todos les echaba. Quería
novicios y religiosos santos y sabios, por lo que insistía en la claridad de mente,
la inteligencia y la perseverancia en el estudio para ser un buen hijo de Santo
Domingo; eso para los que serían presbíteros, a la par que a los novicios que
iban para Legos, les daba algún libro piadoso o las Constituciones de la Orden,
diciendo que con eso les bastaba, para preservarles su sencillez y simpleza.
Quiso estudiar en el célebre convento salmantino de San Esteban de los
dominicos, para tener título universitario, pero su prior, Fray Micón le hizo
desestimar aquello como algo no necesario para formar novicios. Insistió, pero
un fraile de la Orden le dijo no era la voluntad de Dios, sino que se complacía
en que formase a los novicios.
En 1557 se
destacó como predicador y auxilio de los pobres durante una epidemia en
Valencia. Se prodigó socorriendo, enterrando difuntos, repartiendo pan y
limosnas, predicando y celebrando devociones y haciendo penitencia pública. En
su mismo convento murieron 22 frailes, entre ellos el prior, Fray Miguel de
Santo Domingo, que no se había reservado en los actos de caridad. Dios le
reveló a Luis que había entrado en el cielo por su gran caridad. A una mujer
cuyo hijo le pidió el demonio en forma de fraile para "hacerle
santo", Luis le contó la verdad: era un diablo que le quería arrebatar a
su hijo. En 1560, terminada la peste, atracó en Valencia una flota de moros
para tratar el rescate de los cautivos cristianos que poseían. San Luis dijo a
sus novicios: "¿Cómo se puede sufrir que los enemigos de Jesucristo se
paseen por esta ciudad, y se gloríen de pasar entre cristianos? A nosotros
toca, hermanos, terminar este negocio. Arrodillémonos todos y vueltos hacía la
mar digamos con devoción contra los moros el salmo que compuso el santo rey
David contra los enemigos del pueblo de Dios". Y una vez que se hizo el
cambio, y los moros emprendieron viaje una tormenta los echó a fondo.
Ese mismo año al
parecer recibe una carta de la Madre Santa Teresa de Jesús en la que, la santa
le consulta su intención de fundar un convento más austero y sencillo, donde
servir a Dios. Y digo “al parecer”, porque dicha carta no se conserva, pero sí
que se conoce la respuesta que habría dirigido a la Santa: "Madre Teresa,
recibí vuestra carta, y porque el negocio sobre que pedís mi parecer es tan en
servicio del Señor, he querido primero encomendárselo en mis pobres oraciones y
sacrificios, y esto ha sido la causa de haber tardado en responderos. Ahora os
digo en nombre del mismo Señor, que os animéis para tan grande empresa, que Él
os ayudará y favorecerá: y de su parte os certifico que no pasarán cincuenta
años que vuestra Religión no sea una de las más ilustres en la Iglesia de
Dios". Personalmente tengo dudas sobre su autenticidad, sobre todo porque
en 1560, la Santa Madre no pensaba ni por asomo ni reformar la Orden del
Carmen, ni mucho menos fundar una Orden nueva.
Apóstol de
Indias.
Pasaron por
Valencia dos frailes, misioneros en Indias, y contaron a los religiosos la
falta que hacían apóstoles de Cristo en Nueva Granada (la actual Colombia y
Venezuela) y Luis enseguida supo que Dios le quería para ello, aunque fuera
para morir comido por los infieles, como muchos creían que pasaba. El deseo de
salvar almas creció en él con gran ímpetu, y el primer Sábado de Cuaresma de
1562 salió de Valencia con otros religiosos rumbo al Nuevo Mundo. Llegaron el
28 de septiembre del mismo año y apenas desembarcar, un indio corrió hacia él
para que bautizase a su hijo que se moría y quería que se salvase. Habitó en el
convento de San José que los dominicos habían fundado en Cartagena de Indias y
desde allí misionó en Cipacoa, Sierra de Santa Marta, Tubara, Tuneara,
Tenerife, Mompoix y Pelvato. Predicaba constantemente y tuvo Dios de lenguas,
pues los indios le entendían en su propia lengua, obrando muchas conversiones.
A pesar del clima, los trabajos, el hambre…, nunca abandonó sus penitencias,
ayunos y horas de contemplación. Amansaba a las fieras que se cruzaba en la
selva solo con hacer la señal de la cruz. Famosas fueron sus predicaciones de
Cuaresma y Semana Santa en Cartagena, donde convertía, reconciliaba y
denunciaba a los que maltrataban a los indios.
En Tubara
convirtió a los indios y desterró a un demonio que les asustaba para que no se
adhirieran a Cristo. Un indio polígamo que reprendió le lanzó una saeta, que
cayó a los pies del santo como detenida por un escudo invisible. A otro que
había sido sacerdote de los dioses, le libró del demonio y le ayudó a bien
morir luego que la Virgen del Rosario le advirtiera del peligro al que estaba
sometido el indio. Los indios, testigos de su éxtasis, le veneraban en vida y
escuchaban hasta sus más sencillas palabras como si vinieran del cielo. Y es
que a su ejemplo sumaba los portentos: atraer o alejar la lluvia, cruzar
rezando el rosario él y sus compañeros el río Cinoga, que estaba crecido y
salir ilesos. Se le vio predicando y a su lado asistiéndole aparecían San
Ambrosio (4 y 5 de abril, muerte y entierro; 7 de diciembre, consagración
episcopal) y Santo Tomás de Aquino. Otro día mientras se disciplinaba abrazó un
árbol y al separarse dejó impresa la huella de una cruz, que convirtió a
muchos. Por la conversión de los indios ofrecía la penitencia de quitarse la
camisa por las noches, dejando que le picaran los mosquitos, a los que decía:
"Hermanos mosquitos, ya habéis comido suficiente, dejad sitio a vuestros
compañeros".
También tuvo
enemigos, como aquel indio que le dio a beber un veneno y que el santo lo tragó
sin sucederle nada, salvo que al cabo de cinco días vomitó algunas culebras
pequeñas. También, por su protección a los indios, un español apuntó su arcabuz
para dispararle y el cañón de este se transformó en un crucifijo. Y a su
iconografía han pasado estos milagros.
De nuevo
España.
Su pelea con los
encomenderos y su defensa por los indios (en ocasiones se los sacaban de la
iglesia para que fueran a trabajar) melló su firmeza y en 1569 regresó a
España. Volvió a Valencia como un fraile más y de allí le destinaron en 1570 al
convento de San Onofre como prior. En 1575 regresó a Valencia como prior,
continuando dando ejemplo a los religiosos. En una ocasión, se fue a la celda
que había sido de San Vicente Ferrer y ante su imagen se desahogó: "Padre
San Vicente, me me han hecho prior de esta casa, habiendo en ella personas muy
dignas. Yo renuncio el Priorato en vuestras manos. Sed vos el prior, mandad y
regid a vuestro modo, que yo seré subprior y gobernaré según vuestras
órdenes". Y quiso besar las plantas del santo, cuando la imagen de San
Vicente se animó y doblándose, le abrazó.
Fue amigo del
franciscano Beato Nicolás Factor, el cual durante un éxtasis en público
exclamó: "Yo no soy santo, pero Fray Luis Bertrán sí". Y aquí que
ocurrió que, a los pocos días, cuando Luis predicaba en la catedral de Valencia
enseñó a los fieles que no todos los arrobamientos eran divinos, algunos
entendieron que hablaba mal de Nicolás, juzgándole por falso místico. Ambos
amigos pusieron rápidamente fin al malentendido. Se cuenta que el 29 de
septiembre de 1579, al salir de maitines se le aparecieron los Santos Padres
San Francisco y Santo Domingo, que le bendijeron y le consolaron en sus
pesares, enfermedades y tentaciones del demonio. Porque mucho le atacó el
maligno, apareciéndosele en forma de perro que le impedía llegarse al agua
bendita a persignarse.
En 1581 los
achaques se le arreciaron, perdió visión, agudeza, oído, teniendo que suspender
algunas predicaciones que ya tenía concertadas. A finales de verano tuvo que
guardar cama, y le administraron el viático, estando presente el arzobispo de
Valencia, San Juan de Ribera. Profesó su fe católica, pidió el auxilio de la
Virgen del Rosario y sus santos dominicos y franciscanos. Comulgó con ardor y
luego tuvo una leve mejoría. Gustaba de las visitas de los demás religiosos, a
los que pedía perdón y besaba las manos, a la par que impedía besaran las
suyas, huyendo de reverencia alguna. Un religioso que pretendió tomarle las
manos, le quitó las sábanas y vio que tenía bajo la espalda un ladrillo. Le
preguntó que era aquello, estando tan mal de salud. "Hermano mío, ya se
acerca la jornada y es menester mucho para ir al cielo. Mas, mire que le
conjuro que no de parte de esto a persona del mundo", fue la respuesta.
San Juan de
Ribera le llevó consigo a Godella, donde tenía una casa de descanso, y allí le
servía de su mano, le complacía y entretenía. Volvió a Valencia cuando agravó y
fue hospitalizado en el Hospital de los Clérigos, y luego a su convento, al ser
previsible su muerte. El 6 de octubre reveló que moriría en cuatro días. El día
9 un franciscano que no alcanzó a conocerle, le vio por revelación siendo
protegido por Santo Domingo, Santo Tomás de Aquino y San Pedro Mártir. A las 10
de la mañana del 9 de octubre dijo al arzobispo: "Despídame, que ya me
muero", pidió a los religiosos rezasen por él las típicas oraciones de la
Orden por sus difuntos y expiró suavemente, al tiempo que se vio una luz
sobrenatural sobre él, y un olor suavísimo emanó de su cuerpo. 9 de octubre de
1581. Varios días duraron los funerales, durante los cuales el pueblo acudió en
masa para venerarle y llevarse, como no, reliquias de su hábito o tocar objetos
a su cuerpo. Llegó la histeria a tanto que, al ir a enterrarle, fue necesario
apartar con antorchas a la multitud que le arrancaba el hábito. Y aun así
algunos prefirieron les quemaran las manos, quedando el cuerpo casi desnudo.
Esa noche cuatro religiosos bajaron a la cripta y le vistieron decentemente,
hallándole flexible y emanando un leve resplandor.
En 1582 se exhumó
el cuerpo y fue hallado incorrupto, fue sepultado de nuevo y junto a él se
pusieron los huesos de sus padres, enterrados en la iglesia de San Juan del
Mercado. En esta ocasión Felipe II se procuró un escapulario hecho con el
escapulario del santo fraile, para protección de su hijo mayor. En 1585 se
inició el proceso de canonización, impulsado por el arzobispo Ribera. El papa
Pablo V le beatificó el 19 de julio de 1608, y el 18 de noviembre del mismo año
la Ciudad de Valencia le nombró patrono de esta. Alejandro VII le nombró santo
patrono del Nuevo Reino de Granada. Clemente X le canonizó el 12 de abril de
1671. Su cuerpo fue profanado y desapareció durante la persecución religiosa en
España luego de 1936, aunque algunas reliquias se conservan en la catedral
valenciana.
En Cuba se le
considera protector de los niños, especialmente contra "el mal de
ojos", siendo costumbre que su oración sea puesta bajo las sábanas de los
infantes.
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