29 de OCTUBRE – MARTES – 30ª – SEMANA DEL T. O. – C –
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,18-25):
Sostengo que los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria
que un día se nos descubrirá. Porque la creación, expectante, está aguardando
la plena manifestación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la
frustración, no por su voluntad, sino por uno que la sometió; pero fue con la
esperanza de que la creación misma se vería liberada de la esclavitud de la
corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
Porque
sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de
parto. Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del
Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios,
la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvados. Y una
esperanza que se ve ya no es esperanza. ¿Cómo seguirá esperando uno aquello que
ve? Cuando esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia.
Palabra
de Dios
Salmo:
125,1-2ab.2cd-3.4-5.6
R/. El
Señor ha estado grande con nosotros
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba
de risas,
la lengua de cantares. R/.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado
grande con ellos.»
El Señor ha estado
grande con nosotros,
y estamos alegres. R/.
Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del
Negueb.
Los que sembraban con
lágrimas
cosechan entre cantares.
R/.
Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve
cantando,
trayendo sus gavillas. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (13,18-21):
En aquel tiempo, decía Jesús:
«¿A
qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé?
Se
parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece,
se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas.»
Y
añadió:
«¿A
qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y
mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.»
Palabra
del Señor
1.
Podemos decir que, mediante las parábolas más breves, Jesús dice lo más
profundo. Y así traza un plan proyecto para la
Iglesia. Como es bien sabido, el grano de mostaza es de lo más pequeño que hay entre las simientes. Sin embargo, de
lo más pequeño nace, crece y se hace un arbusto en el que ponen su nido y se
cobijan las aves del cielo.
Lo que Jesús quiere destacar, mediante
esta parábola, tan breve y tan sencilla, es la fuerza y la vitalidad que tiene
lo pequeño, lo que parece insignificante, todo aquello a lo que la mayoría de
la gente no le concede importancia. Sin
embargo, está bien demostrado que el gigantismo está condenado al fracaso.
Hace millones de años, en la tierra
había dinosaurios y hormigas. Los dinosaurios desaparecieron y de ellos solo
quedan fósiles. Las hormigas siguen adelante.
2.
Abunda la gente que tiene pasión por la grandeza. Dedican tiempo y
dinero a actos solemnes de grandeza. Porque se imaginan que así el tema de
Dios, el problema de la religión, la presencia
de la Iglesia, todo eso está más
presente en la sociedad y en la vida.
¡Qué gran engaño! ¡Y qué gran mentira!
Por eso, hemos hecho catedrales
grandes. Y organizamos grandes
encuentros de carácter religioso. Todo eso es pura patraña. Y engaño de
ingenuos, propio de chiquillos, de personas con una mentalidad infantil y que
no pasa de una
vanidad tan pueril como su mente.
Jesús no organizó nada grandioso,
llamativo o fastuoso. No quería ni que los
demonios o los enfermos curados por él fueran proclamando, en plan
propagandístico, las maravillas que él hacía. Jesús no organizó
concentraciones.
A Jesús lo buscaba la gente. Y, por
cierto, la gente más sencilla, los pobres, los lisiados, los pecadores, todo lo
marginal y que suele ser despreciado en la sociedad. Pero Jesús no organizaba
nada. Jesús seducía.
3.
Lo mismo la parábola del grano de mostaza, que la de la levadura, lo que
destacan, en definitiva, es que Jesús quiere que el Evangelio se difunda
cambiando lo interior de las personas.
No en la pomposidad de lo externo, lo
solemne, lo que ocupa un espacio llamativo en
la ciudad de los hombres.
La religiosidad de Jesús se identifica
con la vida, sobre todo con la vida sencilla
de los más sencillos, de los humildes, de los
pobres y los niños. Porque eso es lo que cambia el corazón humano. Y lo que nos
humaniza. Lo demás es pomposidad y
fatuidad engañosa.
San Narciso de Jerusalén
Conmemoración
de san Narciso, obispo de Jerusalén, merecedor de alabanzas por su santidad,
paciencia y fe. Acerca de cuándo debía celebrarse la Pascua cristiana,
manifestó estar de acuerdo con el papa san Víctor, y que no había otro día que
el domingo para celebrar el misterio de la Resurrección de Jesucristo. Descansó
en el Señor a la edad de ciento dieciséis años (c. 222).
Vida
de San Narciso de Jerusalén
Narciso
nació a finales del siglo I en Jerusalén y se formó en el cristianismo bebiendo
en las mismas fuentes de la nueva religión. Debieron ser sus catequistas
aquellos que el mismo Salvador había formado o los que escucharon a los
Apóstoles.
Era ya
presbítero modelo con Valente o con el Obispo Dulciano. Fue consagrado obispo,
trigésimo de la sede de Jerusalén, en el 180, cuando era de avanzada edad, pero
con el ánimo y dinamismo de un joven. En el año 195 asiste y preside el
concilio de Cesarea para unificar con Roma el día de la celebración de la
Pascua.
Tres
de sus clérigos —también de la segunda o tercera generación de cristianos- no
pudieron resistir el ejemplo de su vida, ni sus reprensiones, ni su éxito. Se
conjuraron para acusarle, sin que sepamos el contenido, de un crimen atroz.
Viene
el perdón del santo a sus envidiosos difamadores y toma la decisión de
abandonar el gobierno de la grey, viendo con humildad en el acontecimiento la
mano de Dios. Secretamente se retira a un lugar desconocido en donde permanece
ocho años.
Uno de
los maldicientes hace penitencia y confiesa en público su infamia. Regresa
Narciso de su autodestierro y permanece ya acompañando a sus fieles hasta bien
pasados los cien años. En este último tramo de vida le ayuda Alejandro, obispo
de Flaviada en la Capadocia, que le sucede.
Fuente:
http://www.archimadrid.es/
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