domingo, 27 de octubre de 2019

Párate un momento: El Evangelio del dia 29 de OCTUBRE – MARTES – 30ª – SEMANA DEL T. O. – C – San Narciso de Jerusalén




29 de OCTUBRE – MARTES – 30ª – SEMANA DEL T. O. – C –

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,18-25):

Sostengo que los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá. Porque la creación, expectante, está aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios; ella fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por uno que la sometió; pero fue con la esperanza de que la creación misma se vería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
Porque sabemos que hasta hoy la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto. Y no sólo eso; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la hora de ser hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvados. Y una esperanza que se ve ya no es esperanza. ¿Cómo seguirá esperando uno aquello que ve? Cuando esperamos lo que no vemos, aguardamos con perseverancia.

Palabra de Dios

Salmo: 125,1-2ab.2cd-3.4-5.6

R/. El Señor ha estado grande con nosotros

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares. R/.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres. R/.

Que el Señor cambie nuestra suerte,
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares. R/.

Al ir, iba llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelve cantando,
trayendo sus gavillas. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,18-21):

En aquel tiempo, decía Jesús:
«¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé?
Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas.»
Y añadió:
«¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.»

Palabra del Señor

1.   Podemos decir que, mediante las parábolas más breves, Jesús dice lo más
profundo. Y así traza un plan proyecto para la Iglesia. Como es bien sabido, el grano de mostaza es de lo más pequeño   que hay entre las simientes. Sin embargo, de lo más pequeño nace, crece y se hace un arbusto en el que ponen su nido y se cobijan las aves del cielo.
Lo que Jesús quiere destacar, mediante esta parábola, tan breve y tan sencilla, es la fuerza y la vitalidad que tiene lo pequeño, lo que parece insignificante, todo aquello a lo que la mayoría de la gente no le concede importancia.  Sin embargo, está bien demostrado que el gigantismo está condenado al fracaso.
Hace millones de años, en la tierra había dinosaurios y hormigas. Los dinosaurios desaparecieron y de ellos solo quedan fósiles. Las hormigas siguen adelante.

2.  Abunda la gente que tiene pasión por la grandeza.  Dedican tiempo y
dinero a actos solemnes de grandeza.  Porque se imaginan que así el tema de
Dios, el problema de la religión, la presencia de la Iglesia, todo eso está más
presente en la sociedad y en la vida.
¡Qué gran engaño!  ¡Y qué gran mentira!
Por eso, hemos hecho catedrales grandes. Y organizamos grandes    encuentros de carácter religioso. Todo eso es pura patraña. Y engaño de ingenuos, propio de chiquillos, de personas con una mentalidad infantil y que no pasa de una
vanidad tan pueril como su mente. 
Jesús no organizó nada grandioso, llamativo o fastuoso. No quería ni que los   demonios o los enfermos curados por él fueran proclamando, en plan propagandístico, las maravillas que él hacía. Jesús no organizó concentraciones.
A Jesús lo buscaba la gente. Y, por cierto, la gente más sencilla, los pobres, los lisiados, los pecadores, todo lo marginal y que suele ser despreciado en la sociedad. Pero Jesús no organizaba nada. Jesús seducía.

3.  Lo mismo la parábola del grano de mostaza, que la de la levadura, lo que destacan, en definitiva, es que Jesús quiere que el Evangelio se difunda
cambiando lo interior de las personas.
No en la pomposidad de lo externo, lo
solemne, lo que ocupa un espacio llamativo en la ciudad de los hombres.
La religiosidad de Jesús se identifica con la vida, sobre todo con la vida sencilla
de los más sencillos, de los humildes, de los pobres y los niños. Porque eso es lo que cambia el corazón humano. Y lo que nos humaniza.  Lo demás es pomposidad y fatuidad engañosa.

San Narciso de Jerusalén


Conmemoración de san Narciso, obispo de Jerusalén, merecedor de alabanzas por su santidad, paciencia y fe. Acerca de cuándo debía celebrarse la Pascua cristiana, manifestó estar de acuerdo con el papa san Víctor, y que no había otro día que el domingo para celebrar el misterio de la Resurrección de Jesucristo. Descansó en el Señor a la edad de ciento dieciséis años (c. 222).

Vida de San Narciso de Jerusalén
Narciso nació a finales del siglo I en Jerusalén y se formó en el cristianismo bebiendo en las mismas fuentes de la nueva religión. Debieron ser sus catequistas aquellos que el mismo Salvador había formado o los que escucharon a los Apóstoles.
Era ya presbítero modelo con Valente o con el Obispo Dulciano. Fue consagrado obispo, trigésimo de la sede de Jerusalén, en el 180, cuando era de avanzada edad, pero con el ánimo y dinamismo de un joven. En el año 195 asiste y preside el concilio de Cesarea para unificar con Roma el día de la celebración de la Pascua.
Tres de sus clérigos —también de la segunda o tercera generación de cristianos- no pudieron resistir el ejemplo de su vida, ni sus reprensiones, ni su éxito. Se conjuraron para acusarle, sin que sepamos el contenido, de un crimen atroz.
Viene el perdón del santo a sus envidiosos difamadores y toma la decisión de abandonar el gobierno de la grey, viendo con humildad en el acontecimiento la mano de Dios. Secretamente se retira a un lugar desconocido en donde permanece ocho años.
Uno de los maldicientes hace penitencia y confiesa en público su infamia. Regresa Narciso de su autodestierro y permanece ya acompañando a sus fieles hasta bien pasados los cien años. En este último tramo de vida le ayuda Alejandro, obispo de Flaviada en la Capadocia, que le sucede.

Fuente: http://www.archimadrid.es/


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