1 de NOVIEMBRE – VIERNES –
30ª – SEMANA DEL T. O. – C –
Lectura
del libro del Apocalipsis (7,2-4.9-14):
Yo,
Juan, vi a otro Ángel que subía del Oriente y tenía el sello de Dios vivo; y
gritó con fuerte voz a los cuatro Ángeles a quienes había encomendado causar
daño a la tierra y al mar:
«No
causéis daño ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que marquemos con
el sello la frente de los siervos de nuestro Dios.»
Y oí
el número de los marcados con el sello: ciento cuarenta y cuatro mil sellados,
de todas las tribus de los hijos de Israel.
Después
miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación,
razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con
vestiduras blancas y con palmas en sus manos.
Y
gritan con fuerte voz:
«La
salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero.»
Y
todos los Ángeles que estaban en pie alrededor del trono de los Ancianos y de
los cuatro Vivientes, se postraron delante del trono, rostro en tierra, y
adoraron a Dios diciendo:
«Amén,
alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza, a
nuestro Dios por los siglos de los siglos, amén.»
Uno
de los Ancianos tomó la palabra y me dijo:
«Esos
que están vestidos con vestiduras blancas quiénes son y de dónde han venido?»
Yo le
respondí:
«Señor
mío, tú lo sabrás.»
Me
respondió:
«Esos
son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han
blanqueado con la Sangre del Cordero.»
Palabra
de Dios
Salmo:
23,1-2.3-4ab.5-6
R/.
Este es el grupo que viene a tu presencia, Señor
Del
Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus
habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los
ríos. R/.
¿Quién
puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el
recinto sacro?
El hombre de manos inocentes
y puro corazón,
que no confía en los ídolos.
R/.
Ése
recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de
salvación.
Éste es el grupo que busca al
Señor,
que viene a tu presencia,
Dios de Jacob. R/.
Lectura de la primera
carta del apóstol san Juan (3,1-3):
Mirad
qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!
El mundo no nos conoce porque no le conoció a él.
Queridos,
ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos
que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él porque le veremos tal cual
es.
Todo
el que tiene esta esperanza en él se purificará a sí mismo, como él es puro.
Palabra
de Dios
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (5,1-12):
Viendo
la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y
tomando la palabra, les enseñaba diciendo:
«Bienaventurados
los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
Bienaventurados
los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.
Bienaventurados
los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados
los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados
los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados
los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados
los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados
los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los
Cielos.
Bienaventurados
seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal
contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa
será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas
anteriores a vosotros.»
Palabra
del Señor
1.
La primera impresión que se tiene, al leer las bienaventuranzas, es una
impresión desconcertante. Porque se trata de un texto contradictorio y
"contracultural".
¿En qué cultura se puede afirmar que
los "dichosos" son todos los desgraciados de este mundo?
Es verdad que Jesús dijo las bienaventuranzas
pensando en su comunidad de discípulos y, por tanto, dirigiéndose a ellos.
Pero, cuando se leen los evangelios hasta el final, nos encontramos con la inesperada sorpresa de
constatar que, en el juicio último y definitivo de Dios sobre la historia, las
naciones y los seres humanos, entonces
encontramos la clave del mensaje que contienen las
bienaventuranzas. Y esa clave nos dice
que Dios se identifica con todo el que sufre.
El que encuentra el dolor y el
desamparo, lo que realmente encuentra
es a Dios. En esto consiste el mensaje
más profundo de las bienaventuranzas.
2.
Pero, además de eso, las
bienaventuranzas expresan los efectos sorprendentes y las inesperadas consecuencias
que produce el mensaje del Evangelio cuando este llega a ser la
"convicción" que determina la vida de un grupo dijo Jesús, es un espacio humano en el
que se producen hechos increíbles: los pobres dejan de ser unos desgraciados y
se sienten felices; los que sufren y lloran encuentran el remedio para sus
males; los perseguidos y calumniados se dan cuenta de que el odio y la maldad de los demás no
les hacen daño y que vale la pena pasar por encima de todo eso. Porque la dicha
que se vive en la comunidad de discípulos vale más que cualquier otra
cosa.
3.
Si, efectivamente, las bienaventuranzas expresan los frutos que se producen en una comunidad de personas que
"creen" en Jesús y lo "siguen", entonces hay que llegar a
la conclusión según la cual Jesús no pensó, ni pudo pensar, en que su mensaje
podría (y tendría que) abarcar a toda la sociedad. Porque es absurdo pensar que toda la sociedad
va a pensar así y va a vivir así.
Un "mensaje profético" puede
configurar a una sociedad entera, a una cultura, a millones de personas. Las bienaventuranzas no pueden abarcar
tanto. Para eso sería necesario modificar
la condición humana.
El cristianismo y la Iglesia han
preferido la "extensión" a costa de la "autenticidad".
Hablamos de más de mil millones de
cristianos. Pero, realmente, ¿somos tantos?
Los pobres "cristianos" ¿son
felices?; ¿y los que sufren y lloran?, ¿qué hemos hecho del Evangelio?
Mera palabrería, vacía de contenido,
si nos atenemos a nuestras conductas.
Lo
más urgente -ahora y siempre- es que la Iglesia crea en el Evangelio. Y viva de
acuerdo con él. Esto es lo primero y principal.
Fiesta de
todos los santos
La
Iglesia peregrina en la tierra celebra, en un único gozo, la memoria de los que
alegran el cielo; recibe de ello estímulo y ejemplo, a la espera de alcanzar la
corona del triunfo en la visión eterna de Dios.
Se
hicieron santos por los medios que también nosotros podemos emplear, y que por
los méritos de Jesucristo se nos ha prometido la misma gloria que ellos gozan
en el cielo.
Hoy,
primero de noviembre se celebra la fiesta de Todos los Santos. Para toda la
Iglesia es una gran celebración porque hay gran fiesta en el cielo. Para
nosotros es una gran oportunidad de agradecer todos los beneficios, todas las
gracias que Dios ha derramado en personas que han vivido en esta tierra y que
han sido como nosotros, con las mismas debilidades, y con las fortalezas que
vienen del mismo Dios. Celebremos este día con un corazón agradecido, porque
Dios ha estado grande con nosotros y estamos alegres.
Hoy es
un buen día para reflexionar todo el bien espiritual y material que por
intercesión de los santos hemos obtenido y tenemos hasta el día de hoy, pues
los santos que desearon la Gloria de Dios desde aquí en la tierra lo siguen
deseando en la visión beatifica, y comparten el mismo deseo de Nuestro Señor
Jesucristo de que todos los hombres se salven, que todos los hombres
glorifiquen a Nuestro Señor.
La
Iglesia ha instituido la Fiesta de Todos los santos por las siguientes razones:
1.- Para
alabar y agradecer al Señor la merced que hizo a sus siervos, santificándolos
en la tierra y coronándolos de gloria en el cielo.
2.- Para
honrar en este día aun a los Santos de que no se hace fiesta particular durante
el año.
3.- Para
procurarnos mayores gracias multiplicando los intercesores.
4.- Para
reparar en este día las faltas que en el transcurso del año hayamos cometido en
las fiestas particulares de los Santos.
5.- Para
animarnos más a la virtud con los ejemplos de tantos Santos de toda edad, sexo
y condición, y con la memoria de la recompensa que gozan en el cielo.
Ha de
alentarnos a imitar a los Santos el considerar que ellos eran tan débiles como
nosotros y sujetos a las mismas pasiones; que, fortalecidos con la divina
gracia, se hicieron santos por los medios que también nosotros podemos emplear,
y que por los méritos de Jesucristo se nos ha prometido la misma gloria que
ellos gozan en el cielo.
Se celebra
la fiesta de Todos los Santos con tanta solemnidad porque abraza todas las
otras fiestas que en el año se celebran en honor de los Santos y es figura de
la fiesta eterna de la gloria.
Para
celebrar dignamente la fiesta de Todos los Santos debemos:
1.- Alabar
y glorificar al Señor por las mercedes que hizo a sus siervos y pedirle que
asimismo nos las conceda a nosotros.
2.- Honrar
a todos los Santos como a amigos de Dios e invocar con más confianza su
protección.
3.- Proponer
imitar sus ejemplos para ser un día participante de la misma gloria.
Es
importante en este día tan importante para toda la Iglesia detenernos a pensar
en todo el bien que Dios ha dado a la humanidad por medio de tantos hombres y
mujeres que fieles a la voluntad de Dios, fieles a su amor fueron testigos del
Reino del Señor. La cantidad de santos, santas y mártires que dejaron una
huella tan profunda en su paso por esta tierra que ni el tiempo ni los cambios
de generaciones han podido borrar. Y si decimos que es de todos los Santos es
porque también celebramos a tantos Santos y Mártires que Dios ha querido tener
en el anonimato, y que nosotros no conocemos por su nombre, pero sabemos por la
fe que están dando gloria a Dios.
Celebremos
con gozo este día, y pidámosle a Dios Nuestro Señor nos conceda disfrutar en
esta tierra de la protección de sus santos y que un día nos conceda estar con
ellos para glorificarlo en su eternidad.
Que
Santa María Reina de los santos nos conceda la alegría de servir con humildad a
Dios esta tierra para verle y gozarle en la vida eterna.
Fuente: Catholic.net
No hay comentarios:
Publicar un comentario