2 de OCTUBRE – MIÉRCOLES –
26ª – SEMANA DEL T. O. – C –
Lectura
del libro de Nehemías (2,1-8):
Era el mes de Nisán del año veinte del rey Artajerjes. Tenía el
vino delante, y yo tomé la copa y se la serví. En su presencia no debía tener
cara triste.
El
rey me preguntó:
«¿Qué
te pasa, que tienes mala cara? Tú no estás enfermo, sino triste.»
Me
llevé un susto, pero contesté al rey:
«Viva
su majestad eternamente. ¿Cómo no he de estar triste cuando la ciudad donde se
hallan enterrados mis padres está en ruinas, y sus puertas consumidas por el
fuego?»
El
rey me dijo:
«¿Qué
es lo que pretendes?»
Me
encomendé al Dios del cielo y respondí:
«Si
a su majestad le parece bien, y si está satisfecho de su siervo, déjeme ir a
Judá a reconstruir la ciudad donde están enterrados mis padres.»
El
rey y la reina, que estaba sentada a su lado, me preguntaron:
«¿Cuánto
durará tu viaje, y cuándo volverás?»
Al
rey le pareció bien la fecha que le indiqué y me dejó ir.
Pero añadí:
«Si a su majestad le
parece bien, que me den cartas para los gobernadores de Transeufratina, a fin
de que me faciliten el viaje hasta Judá. Y una carta dirigida a Asaf,
superintendente de los bosques reales para que me suministren tablones para las
puertas de la ciudadela de templo, para el muro de la ciudad y para la casa
donde me instalaré.»
Gracias
a Dios, el rey me lo concedió todo.
Palabra de Dios
Sal: 136,1-2.3.4-5.6
R/. Que
se me pegue la lengua al paladar
si no
me acuerdo de ti
Junto a los canales de Babilonia
nos sentamos a llorar
con nostalgia de Sión;
en los sauces de sus
orillas
colgábamos nuestras
cítaras. R/.
Allí los que nos deportaron
nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a
divertirlos:
«Cantadnos un cantar de
Sión.» R/.
¡Cómo cantar un cántico del Señor
en tierra extranjera!
Si me olvido de ti,
Jerusalén,
que se me paralice la
mano derecha. R/.
Que se me pegue la lengua al paladar
si no me acuerdo de ti,
si no pongo a Jerusalén
en la cumbre de mis
alegrías. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (9,57-62):
En aquel tiempo, mientras iban de camino Jesús y sus discípulos
le dijo uno:
«Te
seguiré adonde vayas.»
Jesús
le respondió:
«Las
zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene
donde reclinar la cabeza.»
A
otro le dijo:
«Sígueme.»
Él
respondió:
«Déjame
primero ir a enterrar a mi padre.»
Le
contestó:
«Deja
que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.»
Otro
le dijo:
«Te
seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.»
Jesús
le contestó:
«El
que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.»
Palabra
del Señor
1.
Es llamativo que la síntesis de las llamadas de Jesús al seguimiento, el
evangelio de Lucas las ha puesto cuando Jesús
acaba de anunciar su Pasión y muerte violenta. Y después de destacar la
contradicción que se daba entre el proyecto de Jesús y el proyecto de los
discípulos.
En estos tres casos, de llamadas de
Jesús al seguimiento suyo, hay una cosa clara: seguir a Jesús es más importante
que tener una instalación, aunque sea mínima; más importante que cumplir con el deber fundamental de cuidar al propio
padre y darle sepultura; más importante que portarse bien con la familia.
Como es lógico, si el seguimiento de
Jesús es más importante que estas cosas tan básicas, sin duda alguna, cuando
hablamos de seguir a Jesús, estamos hablando de algo que es más determinante en
la vida que los bienes más básicos.
Es algo más fundamental que la
familia, más fundamental que el
cumplimiento de los deberes sociales y religiosos más necesarios.
2.
Pues bien, si es que tomamos todo esto en serio, la pregunta que se
plantea es lógica e inevitable:
- ¿puede haber "exigencias
religiosas" que sean más fuertes y decisivas que las "exigencias
humanas" más básicas, como es tratar debidamente a la familia o enterrar
al propio padre?
Dicho de otra forma:
- ¿puede haber exigencias
"religiosas" que entren en conflicto y se superpongan a las
exigencias "humanas" más elementales y necesarias?
3.
Aquí es fundamental dejar muy claro que cuando la
"religiosidad" suplanta o anula la "humanidad", esa
religiosidad no viene de Dios, ni lleva a Dios.
Porque un Dios que entra en conflicto
con lo humano es un Dios que se niega a sí mismo. Y otro tanto hay que decir de
Jesús, en cuanto que es la encarnación de Dios, la imagen de Dios, la presencia
de Dios entre los humanos.
Entonces, - ¿por qué dijo Jesús lo que
se lee en este relato?
Porque, con demasiada frecuencia, la
posesión de bienes, las relaciones de familia, y los deberes sociales o
religiosos, todo se organiza y se gestiona de forma que no nos humaniza, sino
que nos deshumaniza. Y eso es lo que Jesús quiere evitar, a toda costa.
El seguimiento de Jesús es la forma de
humanización más profunda que podemos
imaginar.
Un seguimiento que no nos hace
más humanos no es seguimiento, sino
otra cosa, que seguramente a nosotros nos
conviene o nos interesa, por lo que sea.
Jesús es la llamada.
Vivir como vivió Jesús es la
respuesta.
Santos Ángeles Custodios
En la Biblia,
la palabra ángel significa «mensajero», un espíritu purísimo que está cerca de
Dios para adorarlo, cumplir sus órdenes y llevar sus mensajes a los seres
humanos.
En el siglo II el gran sabio
Orígenes señalaba que «los cristianos creemos que a cada uno nos designa Dios
un ángel para que nos guíe y proteja».
En el Nuevo Testamento es tan viva
la creencia de que cada uno tiene un ángel custodio que, cuando san Pedro es
sacado de la cárcel y llama a la puerta de la casa donde están reunidos los discípulos
de Jesús, estos no creen al principio que sea Pedro en persona y exclaman:
«Será su ángel» (Hch 12,15). En el año 800 se celebraba en Inglaterra una
fiesta a los Ángeles de la Guarda y desde el año 1111 existe una oración muy
famosa al Ángel de la Guarda. Finalmente, en el año 1608 el Sumo Pontífice
extendió a toda la Iglesia universal la fiesta de los Ángeles Custodios y la
colocó el día 2 de octubre.
«Ángel
santo de la guarda, compañero de mi vida, tú que nunca me abandonas, ni de
noche ni de día. Aunque espíritu invisible, sé que te hayas a mi lado, escuchas
mis oraciones, y cuentas todos mis pasos. En las sombras de la noche, me
defiendes del demonio, tendiendo sobre mi pecho, tus alas de nácar y oro. Ángel
de Dios, que yo escuche, tu mensaje y que lo viva, que vaya siempre contigo,
hacia Dios, que me lo envía. Testigo de lo invisible, presencia del cielo
amiga, gracias por tu fiel custodia, gracias por tu compañía».
Así de
hermosa es la poesía con que dan comienzo las laudes de este día. En ella ya se
encuentra sintetizada la espiritualidad y sentido de esta fiesta.
La
existencia de los ángeles está fuera de duda y siempre la Iglesia los veneró y
difundió su culto. San Gregorio Magno llega a decir esta hipérbole: «En casi
todas las páginas de las Sagradas Escrituras está contenida la existencia de
los Ángeles». El Antiguo Testamento habla repetidas veces de su acción
prodigiosa en favor de los hombres: Un ángel avisa a Lot del peligro que corre
Sodoma y el castigo que va a recibir esta ciudad. Un ángel conforta a la criada
de Abrahán, Agar, cuando es despedida y camina por el desierto. Un ángel
socorre al Profeta San Elías y le alimenta con pan y agua fresca por dos veces
cuando huye de la persecución de la reina Jezabel. Un ángel acompaña y colma de
gracia al joven Tobías y a su padre y demás familiares. Casi todo el libro de
Tobías está en torno al arcángel San Rafael. También en el Nuevo Testamento
aparece el ángel liberando a Pedro de las cadenas y abriéndole la puerta de la
cárcel...
En las
vidas de los Santos, tanto antiguos, como Santa Inés, tanto de la Edad Media,
como San Francisco de Asís, y, modernos, como Santa Micaela del Smo.
Sacramento, Santa Gema Galgani y San Francisco de Sales... la presencia del
Ángel de su Guarda en sus vidas es como algo inseparable. Mucho lo vivió
también el Beato Manuel Domingo y Sol.
Desde
que tenemos uso de razón en nuestros hogares cristianos se nos infunde la
devoción al Ángel de nuestra Guarda y se nos recomienda que no demos oído al
ángel malo que nos instigará al pecado y que tratemos de oír siempre al Ángel
bueno que nos inspirará lo que hemos de hacer y hemos de evitar.
Es
doctrina comúnmente admitida que, al nacer, el Señor ya nos señala un ángel
para nuestra custodia y que cada familia, cada pueblo, cada nación tienen su
propio ángel. El sabio Orígenes ya decía algo parecido en el siglo III: «Sí,
cada uno de nosotros tenemos un ángel que nos dirige, nos acompaña, nos
gobierna, nos amonesta y presenta a Dios nuestras plegarias y buenas obras».
Santo
Tomás de Aquino dividió los Coros angélicos en nueve categorías diferentes:
«Los Serafines, Querubines y Tronos, forman la augusta corte de la Santísima
Trinidad; las Dominaciones presiden el gobierno del Universo; las Virtudes, la
fijeza de las leyes naturales; las Potestades refrenan el poder de los
demonios; los Principados tienen bajo su amparo a los reinos y naciones; lo
Arcángeles defienden a las comunidades menores, y los Ángeles guardan a cada
uno de los hombres».
Los
mismos Salmos hablan con frecuencia de los Ángeles. Jesucristo se refirió en
varias ocasiones a la misión de estos Espíritus purísimos. San Agustín afirmaba
en su tiempo que «el Ángel de la Guarda nos ama como a hermanos y está con una
santa impaciencia por vernos ocupar en el cielo aquellas sillas de que se
hicieron indignos los ángeles rebeldes». ¿Qué hacer nosotros por el Ángel, ya
que tanto hace él por nosotros? Dice el Éxodo: «Respétale y escucha su voz...
Si oyes su voz y ejecutas cuanto te ordene, seré enemigo de tus enemigos».
(Fuente:
magnificat.ca)
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