martes, 29 de octubre de 2019

Párate un momento: El Evangelio del dia 30 de OCTUBRE – MIERCOLES – 30ª – SEMANA DEL T. O. – C – San Marcelo de León




30 de OCTUBRE – MIÉRCOLES –
30ª – SEMANA DEL T. O. – C –


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,26-30):

El Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios.
Sabemos también que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos.
A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.

Palabra de Dios

Salmo: 12,4-5.6

R/. Yo confío, Señor, en tu misericordia

Atiende y respóndeme, Señor, Dios mío;
da luz a mis ojos para que no me duerma en la muerte,
para que no diga mi enemigo: «Le he podido»,
ni se alegre mi adversario de mi fracaso. R/.

Porque yo confío en tu misericordia:
alegra mi corazón con tu auxilio,
y cantaré al Señor
por el bien que me ha hecho. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,22-30):

En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando.
Uno le preguntó:
«Señor, ¿serán pocos los que se salven?»
Jesús les dijo:
 «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha.
Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo:
"Señor, ábrenos"; y él os replicará: "No sé quiénes sois."
Entonces comenzaréis a decir:
"Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas."
Pero él os replicará:
"No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados."
Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.
Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.»

Palabra del Señor

1.  Esta recopilación de sentencias, que hizo Lucas, nos recuerda a todos
aquellos y aquellas, que se empeñan en dulcificar el Evangelio, que el acceso
al Reino de Dios está aguardando nuestra respuesta (F.  Bovon).
 Desde otro punto de vista, este conjunto de sentencias, que Lucas atribuye a Jesús, no es posible saber si todas provienen del mismo Jesús, ni menos aún si todas ellas fueron dichas de esta manera y en este orden. 
Se puede decir que lo más probable   es que aquí nos encontremos con una    amalgama de materiales heterogéneos (R. Bultmann).  En cualquier caso, este discurso, tal como aquí se nos presenta, es una composición organizada por el evangelista Lucas (J. A. Fitzmyer).
Esto supuesto, ¿qué es lo que aquí nos dice el Evangelio?

2.  La pregunta, que le hacen a Jesús sobre la salvación, expresa una creencia
bastante común y extendida en el judaísmo de aquel tiempo: "Todo israelita,
por el hecho de serio, entrará a formar parte del mundo futuro" (San, 10, 1).
Esto supuesto, era lógico preguntar: ¿cuál es la relación del conjunto de la
humanidad con relación a este "Reino" que predica Jesús? (Fitzmyer).
La respuesta de Jesús da que pensar.   Porque viene a decir que muchos de los que creen que ellos son los predilectos, se van a encontrar con que a ellos se les da con la puerta en las narices. Y mientras tanto, verán cómo, de los cuatro puntos cardinales, es decir, de todo el mundo, de   los paganos y de las gentes de todas las culturas y tradiciones religiosas, vendrán los que se van a sentar en el banquete del Reino.
Ahora bien, todo esto entraña una consecuencia muy seria: la pertenencia al Reinado de Dios no depende de la pertenencia a una determinada religión, sino de la honestidad y coherencia de cada ser humano.

3.  Es una desgracia importante tener el convencimiento de que uno pertenece a un grupo de selectos, de elegidos, de "predilectos" de Dios sobre los demás. 
Estos sentimientos, bajos y torpes, son un engaño serio en la vida. Y un engaño peligroso.   Porque todo eso no sirve sino para producir falsas seguridades. Y generar posturas de inconsciente desprecio hacia los demás, hacia los
que no pertenecen al grupo de los selectos. Además, así se crean divisiones y hasta enfrentamientos. 
Por otra parte, todo eso no sirve sino para acrecentar el amor propio, un orgullo mal disimulado, y un sentimiento de superioridad que nunca tiene buenas   consecuencias. 
En suma, coloca al individuo en los
antípodas del Evangelio.

San Marcelo de León


En Tánger, de Mauritania, pasión de san Marcelo, centurión, que el día del cumpleaños del emperador, mientras los demás sacrificaban, se quitó las insignias de su función y las arrojó al pie de los estandartes, afirmando que por ser cristiano no podía seguir manteniendo el juramento militar, pues debía obedecer solamente a Cristo, e inmediatamente fue degollado, consumando así su martirio.
Marcelo fue un Centurión que, según parece, pertenecía a la Legio VII Gemina y el lugar de los hechos bien pudo ser la ciudad de León.

Su proceso tuvo lugar en dos pasos: primero en España, ante el presidente o gobernador Fortunato (28 de Julio del 298) y en Tánger el definitivo, ante Aurelio Agricolano (30 de Octubre del mismo año).
Fortunato envió a Agricolano el siguiente texto causa del juicio contra Marcelo: «Manilio Fortunato a Agricolano, su señor, salud. En el felicísimo día en que en todo el orbe celebramos solemnemente el cumpleaños de nuestros señores augustos césares, señor Aurelio Agricolano, Marcelo, centurión ordinario, como si se hubiese vuelto loco, se quitó espontáneamente el cinto militar y arrojó la espada y el bastón de centurión delante de las tropas de nuestros señores».
Ante Fortunato, Marcelo explica su actitud diciendo que era cristiano y no podía militar en más ejército que en el de Jesucristo, hijo de Dios omnipotente.
Fortunato, ante un hecho de tanta gravedad, creyó necesario notificarlo a los emperadores y césares y enviar a Marcelo para que lo juzgase su superior, el viceprefecto Agricolano. En Tánger, y ante Agricolano, se lee a Marcelo el acta de acusación, que él confirma y acepta, por lo que es condenado a la decapitación.

La leyenda -no necesariamente falsa- abunda en algunos detalles que, si bien no son necesarios para el esclarecimiento del hecho, sí lo explicita, o al menos lo sublima para estímulo de los cristianos. Así, se añade la puntualización de que se trataba de un acto oficial y solemne en que toda la tropa militar estaba dispuesta para ofrecer sacrificios a los dioses paganos e invocar su protección sobre el Emperador.

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