31 de OCTUBRE – JUEVES –
30ª – SEMANA DEL T. O. – C –
San Alonso Rodríguez
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (8,31b-39):
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que
no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no
nos dará todo con él?
¿Quién
acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará?
¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y
que intercede por nosotros?
¿Quién
podrá apartarnos del amor de Cristo?: ¿la aflicción?, ¿la angustia?, ¿la
persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada?, como dice
la Escritura: «Por tu causa nos degüellan cada día, nos tratan como a ovejas de
matanza.»
Pero
en todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado. Pues estoy
convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente,
ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá
apartarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Palabra
de Dios
Salmo:
108,21-22.26-27.30-31
R/.
Sálvame, Señor, por tu bondad
Tú, Señor, trátame bien, por tu nombre,
líbrame con la ternura
de tu bondad;
que yo soy un pobre
desvalido,
y llevo dentro el
corazón traspasado. R/.
Socórreme, Señor, Dios mío,
sálvame por tu bondad.
Reconozcan que aquí está
tu mano,
que eres tú, Señor,
quien lo ha hecho. R/.
Yo daré gracias al Señor con voz potente,
lo alabaré en medio de
la multitud:
porque se puso a la
derecha del pobre,
para salvar su vida de
los jueces. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (13, 31-35):
En aquella ocasión, se acercaron unos fariseos a decirle:
«Márchate
de aquí, porque Herodes quiere matarte.»
Él
contestó:
«ld
a decirle a ese zorro: "Hoy y mañana seguiré curando y echando demonios;
pasado mañana llego a mi término."
Pero
hoy y mañana y pasado tengo que caminar, porque no cabe que un profeta muera
fuera de Jerusalén.
¡Jerusalén,
Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas
veces he querido reunir a tus hijos, como la clueca reúne a sus pollitos bajo
las alas! Pero no habéis querido. Vuestra casa se os quedará vacía.
Os
digo que no me volveréis a ver hasta el día que exclaméis: "Bendito el que
viene en nombre del Señor."»
Palabra del Señor
1.
Parece lo más probable que
efectivamente Herodes quería acabar
con el movimiento profético de Jesús. Ya, en el relato de la curación
del manco en la
sinagoga, aparecen los partidarios de Herodes
que querían matar a Jesús (Mc 3, 6) (F. Bovon).
A Herodes le preocupaba la predicación
y el influjo que Jesús tenía
sobre amplios sectores del pueblo (Mc 6,
14-16; Lc 9, 7-9; 13, 31-32; 23, 6-12; cf.
8, 3; Hech 13, 1).
Además, el recurso al espionaje era
muy habitual en el Imperio durante el s. I (J. P. Meier).
¿Se puede asegurar que Herodes quiso
realmente matar a Jesús?
Es lo más probable. En todo caso, la
respuesta de Jesús, al calificar a Herodes de "zorro" "álopes",
indica su absoluta libertad frente al poder político y, en general, frente a
los notables de su tiempo.
La metáfora del "zorro" se
asociaba a la "gallina" y se contraponía al "león" (A. W.
Verrall).
2.
Pero lo más importante, que hay en este relato, es el lamento que hace
Jesús sobre Jerusalén, la ciudad santa, en cuyo Templo el judaísmo localizaba
la presencia divina y que era la alegría de todos los pueblos (Is 25, 6-10; Jer
4, 9-17).
Pues bien, a esta ciudad precisamente,
centro de la religiosidad de aquel pueblo, Jesús llama ciudad asesina. Era la
ciudad que honraba a los sacerdotes y celebraba el culto sagrado, pero mataba a
los profetas.
Se sabe que Jerusalén, en tiempos de
Jesús, vivía del Templo y del enorme flujo
de peregrinos que acudían de todo el Imperio (J. Jeremias). Mientras que
el Templo y el culto daban dinero, los profetas creaban problemas y malestar
con sus denuncias.
La religión no tolera estas
situaciones. Y, si es preciso, mata a quien le estorba.
3.
Por otra parte, Jesús, imagen visible de Dios (Col 1, 15) y encarnación
de Dios (Jn 1, 14), que revela al mismo Dios (Jn 1, 18; 14, 9-10), se presenta
en la entrañable imagen de la gallina madre "órnis"
(Mt 23, 37), representación de la solicitud protectora (cf. Deut 32, 11; Is 35,
5; Sal 36, 8), que cubre con su cuerpo y sus alas a sus hijos, de forma que
prefiere morir ella en las garras de una de las grandes aves rapaces, antes que
abandonar desamparados a sus polluelos. Es una de las más bellas e impresionantes
metáforas del cariño maternal del Dios de Jesús.
Así tendría que ser y verse siempre
esta Iglesia, que prolonga, en la historia, la presencia de Jesús, defensor y
protector de los más débiles.
San Alonso Rodríguez
En la ciudad de Palma,
en la isla de Mallorca, san Alfonso Rodríguez, que, al perder su esposa e
hijos, entró como religioso en la Compañía de Jesús y estuvo como portero del
colegio de aquella ciudad durante largos años, mostrando una gran humildad,
obediencia y constancia en una vida penitente.
Vida
de San Alonso Rodríguez
Estaba
un día enfermo y le llevó el enfermero la comida a la cama con un mandato de
parte del Padre Superior: «que se coma todo el plato». Cuando regresa el
enfermero, le encuentra deshaciendo el plato y comiéndolo pulverizado. El santo
se impuso a sí mismo una obediencia ciega; se exigió a sí mismo tanto que uno
de los padres le dijo un buen día «que obedecía a lo asno».
Nació
en Segovia en el año 1533, segundo de los once hijos del matrimonio formado por
Diego Rodríguez y María Gómez que vivían del comercio de paños.
Su
niñez y juventud estuvieron ligadas a la Compañía de Jesús. A los doce años
fueron alojados en su casa Pedro Fabro y otro jesuita, cuyas enseñanzas
atesoró. Estudió en el Colegio de los jesuitas de Alcalá de Henares.
A la
muerte de su padre se encarga de sacar adelante el negocio familiar, pero su
incompetencia es notable para el negocio de los paños.
Contrae
matrimonio con María Juárez con quien tiene dos hijos. Pero la mala fortuna parece
que le persigue: muere uno de sus hijos y su mujer y el negocio va de mal en
peor; luego fallece su otro hijo y su madre. Alonso se ha quedado solo.
Se
produce entonces una crisis fuerte que resuelve con confesión general y con el
deseo de comenzar una nueva vida tomando un impresionante ritmo interior de
trato con Dios y que mantiene por seis años. Cede a sus hermanos sus bienes y
marcha a Valencia en 1569 con el propósito de ingresar en la Compañía; pero no
contaba con insalvables obstáculos: su edad, la falta de estudios y escasa
salud.
Trabaja
entonces en comercio y de ayo.
Por
fin es admitido en el Colegio Monte Sión en el año 1571; desde el año 1572
ocupa el cargo de portero hasta el 1610 que hacen casi cuarenta años
Es
considerado en la Compañía como modelo para los hermanos legos por su ejercicio
permanente para lograr auténtica familiaridad con Dios, por su obediencia
absoluta y por su amor y deseo de tribulación.
Este
humilde y santo portero fue durante su vida un foco radiante de espiritualidad
de la que se beneficiaron tanto los superiores que le trataron como los
novicios con los que tuvo contacto; un ejemplo representativo está en San Pedro
Claver, el apóstol de los esclavos.
Con
sus cartas ejerce un verdadero magisterio. Su lenguaje es sencillo y el popular
de la época, pero logra páginas de singular belleza al tratar temas de mayor
entusiasmo. La santidad que describe en sus escritos no es aprendida en los
libros, es fruto de su experiencia espiritual.
Fue
canonizado por el papa León XIII junto con San Pedro Claver.
(Fuente:
archimadrid.es)
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