24 de OCTUBRE – JUEVES –
29ª – SEMANA DEL T. O. – C –
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (6,19-23):
Uso un lenguaje corriente, adaptándome a vuestra debilidad,
propia de hombres; quiero decir esto: si antes cedisteis vuestros miembros como
esclavos a la inmoralidad y al desorden, para el desorden total, ponedlos ahora
al servicio de la justicia para vuestra santificación.
Cuando
erais esclavos del pecado, la justicia no os gobernaba. ¿Qué frutos dabais
entonces? Frutos de los que ahora os avergonzáis, porque acaban en la muerte.
Ahora, en cambio, emancipados del pecado y hechos esclavos de Dios, producís
frutos que llevan a la santidad y acaban en vida eterna. Porque el pecado paga
con muerte, mientras que Dios regala vida eterna por medio de Cristo Jesús,
Señor nuestro.
Palabra
de Dios
Salmo:
1,1-2.3.4.6
R/.
Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor
Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de
los pecadores,
ni se sienta en la
reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la
ley del Señor,
y medita su ley día y
noche. R/.
Será como un árbol plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón y
no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene
buen fin. R/.
No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata
el viento.
Porque el Señor protege
el camino de los justos,
pero el camino de los
impíos acaba mal. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (12,49-53):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«He
venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que
pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla.
¿Pensáis
que he venido a traer al mundo paz? No, sino división.
En
adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra
tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la
madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la
nuera contra la suegra.»
Palabra
del Señor
1.
En las culturas antiguas, el fuego revela a Dios (Ex 3, 2-3) y guía al
pueblo
en la columna ardiendo (Ex 13, 21-22). Y, en
las tradiciones del AT, el fuego se presenta como instrumento de purificación
(Lev 13, 52; Núm. 31, 23), un
signo de discriminación (Jer 23, 29; Is 33,
14) o como instrumento de castigo
(Gen 19, 24; Ex 9, 24; Sal 66, 12).
En la cultura actual, el fuego es un
elemento destructor. Y sobre todo es fuente de contaminación y de cambio
climático, al quemar materias (petróleo y gases) contaminantes. De ahí, la
urgencia de remplazar al fuego por energías
alternativas, limpias.
Pero Jesús no habla del fuego que él
trae, en ninguno de esos significados. Jesús no trajo a este mundo ritos de
purificación mediante el fuego.
Menos aún trajo peligro y
contaminación. Y de ninguna manera se
refiere a un instrumento para castigar a nadie.
El fuego, que trae Jesús, se refiere a
otra cosa enteramente distinta y que nos
desconcierta.
2.
Jesús explica "su fuego" refiriéndose a un
"bautismo", que él mismo va a recibir: Jesús en camino hacia
Jerusalén (Lc 9, 51). Allí va a ser juzgado, condenado y ejecutado, como un transgresor
y un subversivo.
En eso consiste el
"bautismo" que va a recibir Jesús. Por tanto, ni el fuego, ni el
bautismo, de los que habla Jesús, son rituales de purificación o de perdón
religioso. Son símbolos que expresan una forma de vivir. Una forma tan nueva y
provocativa, que desencadena la intolerancia de los que se ven como "selectos" y "sagrados".
Hasta llegar a la condena de los que
no soportan que les sustituyan sus rituales por una ética de la solidaridad y
la identificación con los que peor lo pasan
en este mundo.
3.
De ahí, las fracturas y enfrentamientos que provoca el camino y el
destino de Jesús. No todos estamos
dispuestos a seguir ese camino.
De ahí, la división que la ética de Jesús introduce entre los que (en
teoría) tendrían que estar más unidos: padres, hijos y hermanos.
La fuerza del Evangelio nos divide a
quienes no estamos dispuestos a seguir esa
fuerza en relación a quienes la siguen.
Las "armonías" superficiales
no cuadran con la fe en Jesús.
Pero ¿vivimos el Evangelio como una
fuerza incontenible que nos transforma?
Esta es la cuestión.
Nació
en 1807 en Sallent (Barcelona, España). Se ordenó sacerdote y ejerció su
ministerio con gran celo por toda Cataluña. Fundó la Congregación de los
Misioneros del Corazón de María, conocidos popularmente como claretianos. Fue
nombrado arzobispo de Cuba y después confesor de la reina Isabel II. Sufrío
atentados físicos y muchas contradicciones que supo soportar con gran visión
sobrenatural. Murió en 1870, en su exilio de Francia.
Vida
de San Antonio María Claret
Infancia: Antonio
Claret y Clará nació en Sallent (Barcelona, España) el 23 de diciembre de 1807.
Era el quinto de once hijos de Juan Claret y Josefa Clará. Le bautizaron el día
de Navidad. La escasa salud de su madre hizo que se le pusiera al cuidado de
una nodriza en Santa María de Olot. Una noche en que Antonio se quedó en la
casa paterna se hundió la casa de la nodriza muriendo todos en el accidente.
Para Claret aquello supuso siempre una señal de la providencia.
La
cuna de Claret fue sacudida constantemente por el traqueteo de los telares de
madera que su padre tenía en los bajos de la casa. Ya desde sus primeros años
Antonio dio muestras de una inteligencia y de buen corazón. A los cinco años,
pensaba en la eternidad: por la noche, sentado en la cama, quedaba impresionado
por aquel "siempre, siempre, siempre". El mismo recordaría estas
palabras, más tarde, siendo Arzobispo:
"Esta
idea de la eternidad quedó en mí tan grabada, que, ya sea por lo tierno que
empezó en mí o ya sea por las muchas veces que pensaba en ella, lo cierto es
que es lo que más tengo presente. Esta misma idea es la que más me ha hecho y
me hace trabajar aún, y me hará trabajar mientras viva, en la conversión de los
pecadores" (Aut. nº 9)
La
guerra popular contra Napoleón embargaba vivamente el ambiente de la época. Sus
soldados pasaban frecuentemente por la villa entre los años 1808 y 1814. Hasta
los sacerdotes del pueblo se habían sumado a la lucha. En 1812 se promulgaba la
nueva Constitución.
Mientras,
Antonio jugaba, estudiaba, crecía... Dos amores destacaban ya en el pequeño
Claret: la Eucaristía y la Virgen. Asistía con atención a la misa; dejaba
momentáneamente el juego para visitar a Jesús en la iglesia siempre que no
ocasionara molestias a sus compañeros; iba con frecuencia, acompañado de su
hermana Rosa, a la ermita de Fusimaña y rezaba diariamente el rosario.
Una
debilidad de Antonio eran los libros. Se los devoraba. Pocas cosas
contribuyeron tanto a la santidad de Antonio como sus lecturas, las primeras
lecturas de su infancia. Porque sus lecturas eran escogidas. Pero ya entonces
Antonio tenía una ilusión: llegar a ser sacerdote y apóstol. Sin embargo, su
vocación debería recorrer todavía otro itinerario.
Entre
los Telares: Toda su adolescencia la pasó Antonio en el taller de su padre. Pronto
consiguió llegar a ser maestro en el arte textil. Para perfeccionarse en la
fabricación pidió a su padre que le permitiera ir a Barcelona, donde la
industria estaba atrayendo a numerosos jóvenes. Allí se matriculó en la Escuela
de Artes y Oficios de la Lonja. Trabajaba de día, y de noche estudiaba. Aunque
seguía siendo un buen cristiano, su corazón estaba centrado en su trabajo.
Gracias a su tesón e ingenio llegó pronto a superar en calidad y belleza las
muestras que llegaban del extranjero. Un grupo de empresarios, admirados de su
competencia, le propusieron un plan halagüeño: fundar una compañía textil
corriendo a cuenta de ellos la financiación y el montaje de la fábrica. Pero
Antonio, inexplicablemente, se negó. Dios andaba por medio.
Unos
cuantos hechos le hicieron más sensible el oído a la voz de Dios. a) Un amigo a
quien estimaba mucho tenía el grave vicio del juego. Llegó a robarle sus
ahorros para jugarlos y cuando los perdió, desesperado robó una joyas valiosas,
las cuales también perdió en el juego. La policía siguiendo el rastro de las
joyas dio con él y lo encarceló; todos comenzaron a calumniar a Antonio,
diciendo que era cómplice de su amigo. Esta experiencia empezó a crear en su
corazón un disgusto por el mundo, las amistades y las riquezas.
El
segundo hecho que le ocurrió fue estando un día con unos amigos en la playa,
metió los pies para refrescarse en el agua, y de pronto una ola gigantesca lo
arrastró hacia mar adentro, y Antonio que no sabía nadar se estaba ahogando. De
sus labios solo salió un grito "Virgen Santa, salvadme" , y sin saber
cómo, Antonio estaba en la orilla, sano y salvo y para colmo sus vestidos secos
totalmente.
c)El tercer
hecho fue el que le ocurrió al ir a visitar a un amigo a su casa. Cuando llegó,
el amigo no se encontraba y quien estaba en casa era la esposa. Ella, dándose
cuenta de la gallardía de Antonio, quedó cegada con un amor indigno y le dijo:
"Antonio, ¡qué diferente eres de mi esposo, siempre agrio y despectivo!
Quisiera que fuéramos buenos amigos".
Por fin,
las palabras del Evangelio: "¿De qué le vale al hombre ganar todo el mundo
si pierde su alma?", le impresionaron profundamente.
Los
telares se pararon en seco, y Antonio se fue a consultar a los oratorianos de
San Felipe Neri. Por fin tomó la decisión de hacerse cartujo y así se lo
comunicó a su padre. Su decisión de ser sacerdote llegó a oídos del obispo de
Vic D. Pablo de Jesús Corcuera que quiso conocerle. Antonio salía de Barcelona
a principios de septiembre de 1829 camino de Sallent y Vic. Tenía 21 años y
estaba decidido a ser sacerdote.
En el
Seminario En el seminario de Vic, forja de apóstoles, Claret se formó como
seminarista externo viviendo como fámulo de Don Fortià Bres, mayordomo del
palacio episcopal. Pronto iba a destacar por su piedad y por su aplicación.
Eligió como su confesor y director al oratoriano P. Pere Bac. Después de un año
llegó el momento de llevar a cabo su decisión de entrar en la cartuja de
Montealegre, y hacia allí salió, pero una tormenta de verano que lo sorprendió
en el camino dio al traste con sus planes. Tal vez Dios no le quería de
cartujo. Dio media vuelta y retornó a Vic.
Este
hecho nos muestra la apertura tan grande de San Antonio a las inspiraciones del
Espíritu Santo y a las obras y señales de Dios.
Al siguiente
año, Antonio pasó la prueba de fuego de la castidad en una tentación que le
sobrevino un día en que yacía enfermo en la cama. Vio que la Virgen se le
aparecía y, mostrándole una corona, le decía: "Antonio, esta corona será
tuya si vences". De repente, todas las imágenes obsesivas desaparecieron.
Siempre la Virgen Santísima sale a la defensa y auxilio de sus hijos.
Bajo
la acertada guía del obispo Corcuera el ambiente del Seminario era óptimo. En
él trabó amistad con Jaime Balmes, que se ordenaría de Diácono en la misma
ceremonia en que Claret se ordenó de Subdiácono. Fue en esta época cuando
Claret entró en un profundo contacto con la Biblia, que le impulsaría a un
insaciable espíritu apostólico y misionero.
Sacerdote: A
los 27 años, el 13 de junio de 1835, el obispo de Solsona, Fray Juan José de
Tejada, ex-general de los Mercedarios, le confería, por fin, el sagrado orden
del Presbiterado, junto con otros compañeros seminaristas. Su primera misa la
celebró en la parroquia de Sallent el día 21 de junio, con gran satisfacción y
alegría de su familia. Su primer destino fue precisamente Sallent, su ciudad
natal.
A la
muerte de Fernando VII la situación política española se había agravado. Los
constitucionales, imitadores de la Revolución francesa, se habían adueñado del
poder. En las Cortes de 1835 se aprobaba la supresión de todos los Institutos
religiosos. Se incautaron y subastaron los bienes de la Iglesia y se azuzó al
pueblo para la quema de conventos y matanza de frailes. Contra este desorden
pronto se levantaron las provincias de Navarra, Cataluña y el País Vasco,
estallando la guerra civil entre carlistas e isabelinos.
Pero
Claret no era político. Era un apóstol. Y se entregó en cuerpo y alma a los
quehaceres sacerdotales a pesar de las enormes dificultades que le suponía el
ambiente hostil de su ciudad natal. Su caridad no tenía límites. Por eso, los
horizontes de una parroquia no satisfacían el ansia apostólica de Claret.
Consultó y decidió ir a Roma a inscribirse en "Propaganda Fide", con
objeto de ir a predicar el Evangelio a tierras de infieles... Corría el mes de
septiembre de 1839. Tenía 31 años.
En
Roma busca su identidad misionera: Con un hatillo y sin dinero, a pie, un joven
cura atravesó los Pirineos camino de la ciudad eterna. Llegado a Marsella tomó
un vapor a Roma. Ya en la ciudad eterna, Claret hizo los ejercicios
espirituales con un padre de la Compañía de Jesús. Y se sintió llamado a
ingresar como novicio jesuita; había ido a Roma para ofrecerse como misionero
del mundo, pero Dios parecía no quererle ni misionero "ad gentes" ni
tampoco jesuita. Una enfermedad -un fuerte dolor en la pierna derecha- le hizo
comprender que su misión estaba en España. Después de tres meses abandonó el
noviciado por consejo del P. Roothaan.
Regresado
a España, fue destinado provisionalmente a Viladrau, pueblecito entonces de
leñadores, en la provincia de Gerona. En calidad de Regente (el párroco era un
anciano impedido) emprendió su ministerio con gran celo. Tuvo que hacer también
de médico, porque no lo había ni en el pueblo ni en sus contornos, utilizando
yerbas y ungüentos medicinales para aliviar las penas de los que venían a
verle.
Misionero
Apostólico en Cataluña:
Como Claret no había nacido para permanecer en una sola parroquia, su
espíritu le empujó hacia horizontes más vastos. En julio de 1841, cuando
contaba con 33 años recibió de Roma el título de Misionero Apostólico. Por fin
era alguien destinado al servicio de la Palabra, al estilo de los apóstoles.
Esta clase de misioneros había desaparecido desde San Juan de Avila. A partir
de entonces su trabajo fue misionar. Vic iba a ser su residencia. Claret,
siempre a pie, con un mapa de hule, su hatillo y su breviario, caminaba por la
nieve o en medio de las tormentas, hundido entre barrancos y lodazales. Se
juntaba con arrieros y comerciantes y les hablaba del Reino de Dios. Y los
convertía. Sus huellas quedaron grabadas en todos los caminos. Las catedrales
de Solsona, Gerona, Tarragona, Lérida, Barcelona y las iglesias de otras
ciudades se abarrotaban de gente cuando hablaba el P. Claret.
Caminando
hacia Golmes le invitaron a detenerse porque sudaba; él respondía con humor:
"Yo soy como los perros, que sacan la lengua pero nunca se cansan".
"Padre,
confiese a mi borrico" -le dijo un arriero con tono burlón. "Quien se
ha de confesar eres tú -respondió Claret- que llevas 7 años sin hacerlo y te
hace buena falta". Y aquel hombre se confesó.
En
otra ocasión sacó de apuros a un pobre hombre, contrabandista, convirtiendo en
alubias un fardo de tabaco ante unos carabineros que les echaron el alto. La
mayor sorpresa se la llevó el buen hombre cuando, al llegar a su casa, observó
que el fardo de alubias se había convertido de nuevo en tabaco. Son algunas de
las "florecillas claretianas" de aquella época.
Otros
hechos prodigiosos se cuentan, pero sobre todo se destacaba su virtud de
penetrar las conciencias. Tenía enemigos que le calumniaban y que procuraban
impedir su labor misionera teniendo que salir en su defensa el arzobispo de
Tarragona. Pero su temple era de acero. Todo lo resistía y salía airoso de
todas las emboscadas que le tendían.
Además
de la predicación, el P. Claret se dedicaba a dar Ejercicios Espirituales al
clero y a las religiosas, especialmente en verano. En 1844 , por ejemplo, los
daba a las Carmelitas de la Caridad de Vic, asistiendo a ellos Santa Joaquina
Vedruna.
Durante
este tiempo también publicó numerosos folletos y libros. De entre ellos cabe
destacar el "Camino Recto", publicado en 1843 por primera vez y que
sería el libro de piedad más leído del siglo XIX. Tenía 35 años. En 1847
fundaba junto con su amigo José Caixal, futuro obispo de Seu D'Urgel y Antonio
Palau la "Librería Religiosa". Ese mismo año fundaba la
Archicofradía
del Corazón de María y escribía los estatutos de La Hermandad del Santísimo e
Inmaculado Corazón de María y Amantes de la Humanidad, compuesta por sacerdotes
y seglares, hombres y mujeres.
Apóstol
de las Islas Canarias:
(
marzo 1848 - mayo 1849)
El 6
de marzo de 1848 salía de Cádiz para las islas Canarias con el recién nombrado
obispo D. Buenaventura Codina. Tenía 40 años. Y es que tras la nueva rebelión
armada de 1847 ya no era posible dar misiones en Cataluña. Desde el Puerto de
la Luz de Gran Canaria hasta los ásperos arenales de Lanzarote resonó la
convincente voz de Claret. Misionó Telde, Agüimes, Arucas, Gáldar, Guía,
Firgas, Teror... El milagro de Cataluña se repitió de nuevo. Claret tuvo que
predicar en las plazas, sobre los tablados, al campo libre, entre multitudes
que lo acosaban. A pesar de una pulmonía no cesó en su intenso trabajo. En
Lanzarote da misiones en Teguise y Arrecife.
Gastó 15 meses de su vida en
las Canarias, y dejó atrás conversiones, prodigios, profecías y leyendas. Los
canarios vieron partir con lágrimas en los ojos un día a su "padrito"
y lo despidieron con añoranza. Era en los últimos días de mayo de 1849. Aún
perdura su recuerdo.
"Estos canarios me
tienen robado el corazón... será para mí muy sensible el día en que los tendré
que dejar para ir a misionar a otros lugares, según mi ministerio" (Carta
al obispo de Vic, 27 de sept.).
S. Antonio M. Claret es
Copatrono de la Diócesis de Canarias junto con la Virgen del Pino.
Fundador
y director espiritual
Poco
después, el 16 de julio de 1849, a las tres de la tarde en una celda del
seminario de Vic fundaba San Antonio María Claret la Congregación de los
Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María. Tenía 41 años. Eran los
Cofundadores los PP. Esteban Sala, José Xifré, Manuel Vilaró, Domingo Fábregas
y Jaime Clotet.
"Hoy comienza una gran
obra" -dijo el P. Claret.
¿Cómo serán los Hijos del
Inmaculado Corazón de María?
"Un hijo del Inmaculado
Corazón de María es un hombre que arde en caridad y que abrasa por donde pasa;
que desea eficazmente y procura por todos los medios encender a todo el mundo
en el fuego del divino amor. Nada le arredra; se goza en las privaciones; aborda
los trabajos; abraza los sacrificios; se complace en las calumnias y se alegra
en los tormentos. No piensa sino cómo seguirá e imitará a Jesucristo en
trabajar, sufrir y en procurar siempre y únicamente la mayor gloria de Dios y
la salvación de las almas"
El Padre Claret sabía que
era impulsado por Dios; y Dios le reveló tres cosas:
1) Que
la Congregación se extendería por todo el mundo.
2) Que duraría hasta el fin de
los tiempos. 3) Que todos los que murieran en la Congregación se salvarían.
En la espléndida floración de
nuevos institutos religiosos que se operó en el siglo XIX, fue el confesor real
el más decidido colaborador que se encontraron casi todos los fundadores y
fundadoras de su tiempo. Con la Madre París ya había fundado en Cuba el año
1855 el Instituto de Religiosas de María Inmaculada, llamadas misioneras
claretianas, para la educación de las niñas.
Bajo su dirección espiritual
se incluyen Santa Micaela del Santísimo Sacramento, fundadora de las
Adoratrices, y Santa Joaquina de Vedruna, fundadora de las Carmelitas de la
Caridad.
Intervino directa o
indirectamente en otras fundaciones. Se relacionó con Joaquím Masmitjà,
fundador de las Hijas del Santísimo e Inmaculado Corazón de María, con D.
Marcos y Dña. Gertrudis Castanyer fundadores de las Religiosas Filipenses, con
María del Sagrado Corazón fundadora de las Siervas de Jesús, con Ana Mogas
fundadora de las Franciscanas de la Divina Pastora. Le encontramos con Fracesc
Coll fundador de las Dominicas de la Anunciata. También tuvo parte en la
fundación de las Esclavas del Corazón de María, de la M. Esperanza González. Y
habría que añadir su influjo en la Compañía de Santa Teresa, Religiosas de
Cristo Rey, etc.
Todas estas instituciones
nacieron o germinaron gracias al P.Claret.
Arzobispo
de Santiago de Cuba: (1851-1857)
Un hecho de capital importancia puso pronto en peligro su recién
fundado Instituto. El P. Claret era nombrado Arzobispo de Santiago de Cuba.
Aceptó el cargo después de todos los intentos de renuncia el 4 de octubre de
1849 y el día 6 de octubre de 1850 era consagrado obispo en la catedral de Vic.
Tenía 42 años. Antes de embarcarse para Cuba y después de ir a Madrid a recibir
el palio y la gran cruz de Isabel la Católica efectuó tres visitas: a la Virgen
del Pilar, en Zaragoza, a la Virgen de Montserrat y a la Virgen de Fusimaña, en
Sallent, su Patria chica. Y aún le dio tiempo, antes de partir, para fundar las
"Religiosas en sus Casas o las Hijas del Inmaculado Corazón de María,
actual Filiación Cordimariana." En el puerto de Barcelona un inmenso gentío
despidió al Arzobispo Claret con una apoteósica manifestación.
En el viaje hacia La Habana
aprovechó para dar una misión a bordo para todos los pasajeros, oficialidad y
tripulación. Y al fin... Cuba. Seis años gastaría Claret en la diócesis de
Santiago de Cuba, trabajando incansablemente, misionando, sembrando el amor y
la justicia en aquella isla en la que la discriminación racial y la injusticia
social reinaban por doquier.
Fue un Arzobispo
evangelizador por excelencia. Renovó todos los aspectos de la vida de la
iglesia: sacerdotes, seminario, educación de niños, abolición de la
esclavitud... En cinco años realizó cuatro veces la visita pastoral de la
diócesis. El pueblo de Baracoa, por ejemplo, tenía 62 años que no veía obispo
alguno.
Se enfrentó a los capataces,
les arrancó el látigo de las manos... Un día reprendió a un rico propietario
que maltrataba a los pobres negros que trabajaban en su hacienda. Viendo que
aquel hombre no estaba dispuesto a cambiar de conducta, el Arzobispo intentó
darle una lección. Tomó dos trozos de papel, uno blanco y otro negro. Les
prendió fuego y pulverizó las cenizas en la palma de su mano. "Señor, -le
dijo- ¿podría decir qué diferencia hay entre las cenizas de estos dos papeles?
Pues así de iguales somos los hombres ante Dios".
El P. Claret tenía una
capacidad inventiva que denotaba un ingenio poco común. En Holguín se
organizaron fiestas populares. El número fuerte del programa era el lanzamiento
de un globo tripulado por un hombre. El artefacto aerostático era de los
primeros que se ensayaban en aquellos tiempos. No tuvo éxito; comenzó a
elevarse, pero el piloto perdió el control y cayó en un pequeño barranco. El
Arzobispo estudió el problema y un día sorprendió a todos: "Hoy he dado
con el sistema de la dirección de los globos". Y les mostró un diseño, que
todavía hoy se conserva.
Era
un hombre práctico. Fundó en todas las parroquias
instituciones religiosas y sociales para niños y para mayores; creó escuelas
técnicas y agrícolas, estableció y propagó por toda Cuba las Cajas de Ahorros,
fundó asilos, visitó cuatro veces todas las ciudades, pueblos y rancherías de
su inmensa diócesis. Siempre a pie o a caballo.
Pero ni siquiera en Cuba le
dejaron en paz sus enemigos. La tormenta de atentados llegó al cúlmen en
Holguín, donde fue herido gravemente por un sicario a sueldo de sus enemigos,
al que había sacado poco antes de la cárcel, cuando salía de la iglesia. El P.
Claret, casi agonizando, pidió que perdonaran al criminal. A pesar de todo, sus
enemigos siguieron sin perderle de vista.
Estas son las palabras del
propio Santo: "Yo bajé del púlpito fervorosísimo, cuando he aquí que al
concluir la función, había mucha gente y todos me saludaban. Se acercó un
hombre, como si me quisiera besar el anillo; pero al instante alargó el brazo,
armado con una navaja de afeitar, y descargó el golpe con todas su fuerza. Pero
yo llevaba la cabeza inclinada y con el pañuelo que tenía en la mano derecha me
tapaba la boca, en lugar de cortarme el cuello, como intentaba, me rajó la
cara, o mejilla izquierda, desde la frente a la oreja hasta la punta de la
barba, y de escape me cogió el brazo derecho.
Hecha la primera cura, me
llevaron a la casa. No puedo yo explicar el placer, el gozo y alegría que
sentía mi alma al ver que había logrado lo que tanto deseaba, que era derramar
la sangre por el amor de Jesús y de María y poder sellar con la sangre de mis
venas las verdades Evangélicas.
En la curación de las heridas
ocurrieron tres cosas prodigiosas: la primera fue la curación momentánea de una
fístula que los facultativos habían dicho que duraría. Con el corte de la
herida se rompieron completamente las glándulas salivales. Tenían que operarme
al día siguiente. Yo me encomendé a la Santísima Virgen María, me ofrecí y
resigné a la voluntad de Dios, y al instante quedé curado.
El segundo prodigio fue que
la cicatriz del brazo quedó como una imagen de la Virgen Dolorosa, de medio
cuerpo, y además de relieve tenía colores blanco y morado. Se fue desvaneciendo
con los años.
El tercer prodigio fue el
pensamiento de la Academia de San Miguel, pensamiento que tuve en los primeros
días de hallarme en cama y que fue aprobada por el Papa Pío IX."
Los
católicos de Cuba lo recuerdan con profundo cariño y veneración.
Confesor
de la Reina Isabel II y Misionero en la Corte y en España: (1857-1868). Al cabo
de seis años en Cuba un día le entregaron un despacho urgente del capitán
general de La Habana en el que se le comunicaba que su Majestad la Reina Isabel
II le llamaba a Madrid. Era el 18 de marzo de 1857.
Llegado
a Madrid, supo el P. Claret que su cargo era definitivamente el de confesor de
la Reina. Contrariado aceptó, pero poniendo tres condiciones: no vivir en
palacio, no implicarle en política y no guardar antesalas teniendo libertad de
acción apostólica.
Tenía
49 años cuando regresó de Cuba. Pero Claret no había nacido para cortesano. En
los 11 años que permaneció en Madrid, su actividad apostólica en la Corte fue
intensa y continuada. Pocas fueron las iglesias y conventos donde su voz no
resonara con fuerza y convicción. Desde la iglesia de Italianos, situada en la
actual ampliación de las Cortes y desde la iglesia de Montserrat, donde está
situado actualmente el Teatro Monumental, desarrolló una imparable actividad.
Principalmente se hizo notar en sus misiones al pueblo y en sus ejercicios al
clero.
Restauró
El Escorial y organizó en él un centro de estudio.
"Pero
en la corte me sentía como un pájaro enjaulado... como perro atado... Tengo
unos deseos tan grandes de salir de Madrid para ir a predicar por todo el mundo
que no lo puedo explicar... Sólo Dios sabe lo que sufro... Cada día tengo que
hacer actos de resignación conformándome a la voluntad de Dios..."
"No tengo reposo, ni mi
alma halla consuelo sino corriendo y predicando"
Los viajes con la Reina.
Mientras la acompañaba en sus giras por España aprovechaba también para
desarrollar un intenso apostolado. A primeros de junio de 1858 la real caravana
rodaba por las llanuras de la Mancha, Alicante, Albacete, Valencia... y en
julio por Castilla, León, Asturias y Galicia.
El recorrido por el sur fue
de un entusiasmo extraordinario, llegando a predicar en un solo día 14
sermones. El Reino de Dios era anunciado y el pueblo respondía con generosidad.
"En estos viajes, la Reina reúne a la gente y yo les predico".
"Oh Virgen Y Madre de
Dios... soy hijo y misionero vuestro formado en la fragua de vuestra
misericordia y amor...
Presidente del Monasterio de
El Escorial: La Reina le nombró Presidente del Real Monasterio de El Escorial
para su restauración, dado su lastimoso estado a raíz de la ley de
exclaustración de 1835. Desempeñó este cargo desde el año 1859 hasta el año
1868. Corto tiempo, pero suficiente para dar muestras de su talento
organizador. Se repararon las torres y alas del edificio, así como la gran
basílica. Se restauraron el coro y los altares, se instalaron dos órganos, se
adquirió material científico para los gabinetes de Física y laboratorios de
Química, se restauró la destartalada biblioteca y se construyó otra nueva; se
repoblaron los jardines, se plantaron gran cantidad de árboles frutales y de
jardín. Con todo, el Arzobispo ponía anualmente en manos de la Reina un buen
superávit. Parecía un milagro.
Con la restauración material
emprendió la espiritual. Creó una verdadera Universidad eclesiástica, con los
estudios de humanidades y lenguas clásicas, lenguas modernas, ciencias
naturales, arqueología, escolanía y banda de música. Estudios de Filosofía y
Teología, con Patrística, Liturgia Moral y ciencias Bíblicas, lenguas caldaica,
hebrea, arábiga, etc. Hizo de este monasterio uno de los mejores centros de
España. Y gracias a su afán recuperó su esplendor la octava maravilla del
mundo.
Apóstol
de la prensa: "Antonio, escribe", -le dijeron Cristo y la Virgen-.
Como
una enorme y sensible pantalla de radar, Claret escrutaba continuamente los
signos de los tiempos: "Uno de los medios que la experiencia me ha
enseñado ser más poderoso para el bien es la imprenta, -decía-, así como es el
arma más poderosa para el mal cuando se abusa de ella".
Escribió unas 96 obras
propias (15 libros y 81 opúsculos) y otras 27 editadas, anotadas y a veces
traducidas por él. Sólo si se tiene en cuenta su extrema laboriosidad y las
fuerzas que Dios le daba, se puede comprender el hecho de que escribiera tanto
llevando una dedicación tan intensa al ministerio apostólico. Claret no era
solamente escritor. Era propagandista. Divulgó con profusión los libros y hojas
sueltas. En cuanto a su difusión alcanzó cifras verdaderamente importantes.
Jamás cobraba nada de la
edición y venta de sus libros; al contrario, invertía en ello grandes sumas de
dinero. ¿De dónde lo sacaba? De lo que obtenía por sus cargos y de los
donativos.
"No todos pueden
escuchar sermones... pero todos pueden leer..." "El predicador se
cansa... el libro siempre está a punto... Son los libros la comida del
alma..."
Entre el centenar de obras de
todos tamaños que escribió, destacan: "Avisos" a toda clase de
personas. "El camino recto" "El catecismo explicado"
"El colegial instruido"
"Los
libros son la mejor limosna".
En el
año 1848 había fundado la Librería Religiosa junto al Dr.Caixal, futuro obispo
de Seo de Urgel, precedida por la "Hermandad espiritual de los libros
buenos", que durante los años que estuvo bajo su dirección hasta su ida a
Cuba imprimió gran cantidad de libros, opúsculos y hojas volantes, con un
promedio anual de más de medio millón de impresos. En el primer decenio de la
fundación recibió la felicitación personal del Papa Pío IX.
Aún sacerdote fundó la Hermandad
del Santísimo e Inmaculado Corazón de María, cuya finalidad era la de mantener
permanentemente la difusión de los libros y constituyó uno de los primeros
ensayos de apostolado seglar activo por estar integrada por sacerdotes y
seglares de ambos sexos.
Una de sus obras más geniales
fue la fundación de la Academia de San Miguel (1858). En ella pretendía agrupar
las fuerzas vivas de las artes plásticas, el periodismo y las organizaciones
católicas; artistas, literatos y propagandistas de toda España para la causa
del Señor. Gracias a su prestigio consiguió reunir en ella las figuras más
representativas del campo católico español. En nueve años se difundieron
gratuitamente numerosos libros, se prestaron otros muchos y se repartió un
número incalculable de hojas sueltas.
Y fundó las bibliotecas
populares en Cuba y en España. Más de un centenar llegaron a funcionar en
España en los últimos años de su vida.
Bien
merece el P.Claret el título de apóstol de la prensa.
Un
hombre Santo: La suntuosidad cortesana no impidió al P. Claret vivir como el
religioso más observante. Cada día dedicaba mucho tiempo a la oración. Su
austeridad era proverbial y su sobriedad para las comidas y bebidas, admirable.
Este era su horario. Dormía
apenas seis horas levantándose a las tres de la mañana. Antes que se levantaran
los demás tenía dos horas de oración y lectura de la Biblia, luego otra hora
con ellos, celebraba su Eucaristía y oía otra en acción de gracias, desde el
desayuno hasta las diez confesaba y luego escribía. Lo que peor soportaba era
la hora de audiencia hacia las doce. Por la tarde predicaba, visitaba
hospitales, cárceles, colegios y conventos.
Su pobreza era ejemplar. Un
día se llevó un susto al llevarse la mano al bolsillo. Le pareció haber
encontrado una moneda, pero enseguida se repuso, no era una moneda, sino una
medalla. En una ocasión no teniendo otra cosa para poder auxiliar a un pobre
empeñó su cruz arzobispal.
San Antonio era un verdadero
místico. Varias veces se le vio en estado de profundo ensimismamiento ante el
Señor. Un día de Navidad, en la iglesia de las adoratrices de Madrid, dijo
haber recibido al Niño Jesús en sus brazos.
En Intimidad con el Señor: La
clave de toda la espiritualidad de San Antonio es el amor al Santísimo Sacramento,
que devoró su corazón durante toda su vida. Este amor es el que le hace
transformarse en Cristo, en Cristo paciente y sacrificado.
Desde niño acudía con
frecuencia a la Santa Misa, reconociendo a Cristo realmente presente en la
Eucaristía, fuente de toda su vida.
Dice San Antonio:
"Sentía cómo el Señor me llamaba y me concedía el poder identificarme con
El. Le pedía que hiciese siempre su voluntad.
La vivencia de la presencia
de Jesús en la Eucaristía, en la celebración de la Misa o en la adoración de
Jesús Sacramentado era tan profunda que no la sabía explicar. Sentía y siento
su presencia tan viva y cercana que me resulta violento separarme del Señor
para continuar mis tareas ordinarias".
Un privilegio incomparable
del que fue objeto fue la conservación de las especies sacramentales de una
comunión a otra durante nueve años. Así lo escribió en su Autobiografía:
"El día 26 de agosto de
1861, hallándome en oración en la iglesia del Rosario de La Granja, a las siete
de la tarde, el Señor me concedió la gracia grande de la conservación de las
especies sacramentales, y tener siempre día y noche el santísimo sacramento en
mi pecho. Desde entonces debía estar con mucho más devoción y recogimiento
interior. También tenía que orar y hacer frente a todos los males de España,
como así me lo manifestaba el Señor en otras oraciones."
Esta presencia, casi
sensible, de Jesús en el P. Claret debió ser tan grande, que llegó a exclamar:
"En ningún lugar me encuentro tan recogido como en medio de las muchedumbres".
Devoción
a la Virgen María, Madre y Maestra:
Desde
niño, la devoción y el amor a la Santísima Virgen marcaron la vida de San
Antonio. La Virgen Santísima era para él la estrella que le guiaba en su vida.
Siempre la visitaba en el altar de su parroquia y se imaginaba que sus
oraciones subían al cielo por unos "hilos misteriosos". Le gustaba
visitar a la Santísima Virgen en su santuario de Fusimaña.
De niño, todos los días
rezaba una parte del Santo Rosario y cuando mayor lo rezaba completo, los
quince misterios todos los días. Era gran devoto del Santo Rosario a tal punto
que la Virgen le dijo un día: "Tú serás el Domingo de estos tiempos.
Promueve el Santo Rosario"
Pasaba largo tiempo frente a
una imagen de la Virgen haciendo sus oraciones y rezos, y hablándole con
cordialidad y confianza, porque estaba convencido de que la Santísima Virgen lo
escuchaba...
En obsequio a la Virgen María
se abstenía no sólo de pecados mortales, sino hasta de veniales, de faltas e
imperfecciones, y aún se abstenía de cosas lícitas, solo para mortificarse y
abstenerse de alguna cosa en obsequio a María Santísima.
El amaba a María, pero María
le amaba más a él, pues siempre le concedía lo que pedía y aún cosas que nunca
pidió, le concedió. La Virgen Santísima lo libró de enfermedades, de peligros y
aun de la muerte muchas veces, por mar o por tierra; le libró de tentaciones y
de ocasiones de pecar.
Decía el Santo: "Ya veis
cuanto importa ser devoto de María Santísima. Ella os librará de males y
desgracias de cuerpo y alma. Ella os alcanzará los bienes terrenales y eternos.
...Rezadle el Santo Rosario todos los días con devoción y fervor y veréis como
María Santísima será vuestra Madre, vuestra abogada, vuestra medianera, vuestra
maestra, vuestro todo después de Jesús".
En otro lado dice: "Ni
en mi vida personal, ni en mis andanzas misioneras podía olvidarme de la figura
maternal de María. Ella es todo corazón y toda amor. Siempre la he visto como
Madre del Hijo amado y esto la hace Madre mía, Madre de la Iglesia, Madre de
todos. Mi relación con María siempre ha sido muy íntima y a la vez cercana y
familiar, de gran confianza. Yo me siento formado y modelado en la fragua de su
amor de Madre, de su Corazón lleno de ternura y amor. Por eso me siento un
instrumento de su maternidad divina. Ella está siempre presente en mi vida y en
mi predicación misionera. Para mí, María, su Corazón Inmaculado, ha sido
siempre y es mi fuerza, mi guía, mi consuelo, mi modelo, mi Maestra, mi todo
después de Jesús".
"Oh Virgen Madre de
Dios... soy hijo y misionero vuestro, formado en la fragua de vuestra
misericordia y amor...
Un hombre perseguido: No es
de extrañar que un hombre de la influencia del P. Claret, que arrastraba a las
multitudes, atrajera también las iras de los enemigos de la Iglesia. Pero las
amenazas y los atentados se iban frustrando uno a uno, porque la Providencia
velaba sobre él que se alegraba en las persecuciones. Fueron numerosos los
atentados personales que sufrió en vida. La mayor parte frustrados por la
conversión de los asesinos.
Pero fue peor la campaña
difamatoria que se organizó a gran escala por toda España para desacreditarlo
ante las gentes sencillas. Se le acusó de influir en la política, de pertenecer
a la famosa "camarilla" de la Reina con Sor Patrocinio, Marfori y
otros, de ser poco inteligente, de ser obsceno en sus escritos refiriéndose a
"La Llave de Oro", de ser ambicioso y aún de ladrón. Pero Claret supo
callar, contento de sufrir algo por Cristo.
Ante el reconocimiento del
Reino de Italia: El 15 de julio de 1865, el gobierno en pleno se reunía en La
Granja para arrancar a la Reina su firma sobre el reconocimiento del Reino de
Italia, que equivalía a la aprobación del expolio de los Estados pontificios.
El P. Claret ya había
advertido a la Reina que la aprobación de este atropello era, a su parecer, un
grave delito, y la amenazó con retirarse si lo firmaba. La Reina, engañada,
firmó. Claret no quiso ser cómplice permaneciendo en la corte. Oró ante el
Cristo del Perdón, en la iglesia de La Granja, y escuchó estas palabras:
"Antonio, retírate".
Transido de dolor al verse
obligado a abandonar a la Reina en aquella situación, se dirigió a Roma. Allí
el Papa Pío IX le consoló y le ordenó que volviera otra vez a la corte. La
familia real se alegró inmensamente de su retorno. Pero una nueva tempestad de
calumnias y de ataques se desencadenó contra él. Se puede decir de Claret que
fue uno de los hombres públicos más perseguidos del siglo XIX.
Desterrado: El 18 de
septiembre de 1868, la revolución, ya en marcha, era incontenible. Veintiún
cañonazos de la fragata Zaragoza, en la bahía de Cádiz, anunciaron el
destronamiento de la Reina Isabel II. Con la derrota del ejército isabelino en
Alcolea caía Madrid, y la revolución, como un reguero de pólvora, se extendió
por toda España.
El día 30, la familia real,
con algunos adictos y su confesor, salía para el destierro en Francia. Primero
hacia Pau, luego París. El P. Claret tenía 60 años.
Los desmanes y quema de
iglesias se prodigaron, cumpliéndose otra de las profecías del P. Claret: la
Congregación tendrá su primer mártir en esta revolución. En La Selva del Camp
caía asesinado el P.Crusats.
El
30 de marzo de 1869 Claret se separaba definitivamente de la Reina y se iba a
Roma.
Padre
del Concilio Vaticano I: El día 8 de diciembre de 1869 comenzaron a llegar a
Roma 700 obispos de todo el mundo, superiores de órdenes religiosas,
arzobispos, primados, patriarcas y cardenales. Comenzaba el Concilio Ecuménico
Vaticano I. Allí estaba el P. Claret.
Uno de los temas más
debatidos fue la infalibilidad pontificia en cuestiones de fe y costumbres. La
voz de Claret resonó en la basílica vaticana:
"Llevo en mi cuerpo las
señales de la pasión de Cristo, -dijo, aludiendo a las heridas de Holguín-;
ojalá pudiera yo, confesando la infalibilidad del Papa, derramar toda mi sangre
de una vez".
Es el único Padre asistente a
aquel Concilio que ha llegado a los altares.
El ocaso de sus días: El 23
de julio de 1870, en compañía del P. Xifré, Superior General de la
Congregación, llegaba el Arzobispo Claret a Prades, en el Pirineo francés. La
Comunidad de misioneros en el destierro, en su mayoría jóvenes estudiantes,
recibió con gran gozo al fundador, ya enfermo. El sabía que su muerte era inminente.
Pero ni siquiera en el ambiente plácido de aquel retiro le dejaron en paz sus
enemigos. El día 5 de agosto se recibió un aviso. Querían apresar al señor
Arzobispo. Incluso en el destierro y enfermo, el P. Claret tuvo que huir. Se
refugió en el cercano monasterio cisterciense de Fontfroide. En aquel cenobio,
cerca de Narbona, fue acogido con gran alegría por sus moradores.
"Me parece que ya he
cumplido mi misión, en París y en Roma he predicado la ley de Dios... En París
como capital del mundo, en Roma capital del catolicismo, lo he hecho de palabra
y por escrito, he observado la santa pobreza...
Su salud estaba completamente
minada. El P. Clotet no se separó de su lado y anotó las incidencias de la
enfermedad. El día 4 de octubre tuvo un ataque de apoplejía.
El día 8 recibió los últimos
sacramentos e hizo la profesión religiosa como Hijo del Corazón de María, a
manos del P. Xifré.
Llegó el día 24 de octubre
por la mañana. Todos los religiosos se habían arrodillado alrededor de su lecho
de muerte. Junto a él, los Padres Clotet y Puig. Entre oraciones Claret entregó
su espíritu en manos del Creador. Eran las 8:45 de la mañana y tenía 62 años.
Su cuerpo fue depositado en
el cementerio monacal con una inscripción de Gregorio VII que rezaba: "Amé
la justicia y odié la iniquidad, por eso muero en el destierro".
Glorificado:
Los
restos del P. Claret fueron trasladados más tarde a Vic, en 1897, donde se
veneran. El 25 de febrero de 1934 la Iglesia le inscribió en el número de los
beatos. El humilde misionero apareció a la veneración del mundo en la gloria de
Bernini. Las campanas de la Basílica Vaticana pregonaron su gloria.
Y el 7 de mayo de 1950 el
Papa Pío XII lo proclamó SANTO. Estas fueron sus palabras aquel memorable día:
"San Antonio María
Claret fue un alma grande, nacida como para ensamblar contrastes: pudo ser
humilde de origen y glorioso a los ojos del mundo. Pequeño de cuerpo, pero de
espíritu gigante. De apariencia modesta, pero capacísimo de imponer respeto
incluso a los grandes de la tierra. Fuerte de carácter, pero con la suave
dulzura de quien conoce el freno de la austeridad y de la penitencia. Siempre
en la presencia de Dios, aún en medio de su prodigiosa actividad exterior.
Calumniado y admirado, festejado y perseguido. Y, entre tantas maravillas, como
una luz suave que todo lo ilumina, su devoción a la Madre de Dios".
(fuente:
corazones.org)
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