jueves, 24 de octubre de 2019

Párate un momento: El Evangelio del dia 25 de OCTUBRE – VIERNES – 29ª – SEMANA DEL T. O. – C – San Frutos de Segovia




25 de OCTUBRE – VIERNES –
29ª – SEMANA DEL T. O. – C –

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (7,18-25a):

Sé muy bien que no es bueno eso que habita en mí, es decir, en mi carne; porque el querer lo bueno lo tengo a mano, pero el hacerlo, no. El bien que quiero hacer no lo hago; el mal que no quiero hacer, eso es lo que hago.
Entonces, si hago precisamente lo que no quiero, señal que no soy yo el que actúa, sino el pecado que habita en mí. Cuando quiero hacer lo bueno, me encuentro inevitablemente con lo malo en las manos.
En mi interior me complazco en la ley de Dios, pero percibo en mi cuerpo un principio diferente que guerrea contra la ley que aprueba mi razón, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mi cuerpo. ¡Desgraciado de mí!
¿Quién me librará de este cuerpo presa de la muerte?
Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, y le doy gracias.

Palabra de Dios

Salmo: 118,66.68.76.77.93.94

R/. Instrúyeme, Señor, en tus leyes

Enséñame a gustar y a comprender,
porque me fío de tus mandatos. R/.

Tú eres bueno y haces el bien;
instrúyeme en tus leyes. R/.

Que tu bondad me consuele,
según la promesa hecha a tu siervo. R/.

Cuando me alcance tu compasión, viviré,
y mis delicias serán tu voluntad. R/.

Jamás olvidaré tus decretos,
pues con ellos me diste vida. R/.

Soy tuyo, sálvame,
que yo consulto tus leyes. R/.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (12,54-59):

En aquel tiempo, decía Jesús a la gente:
«Cuando veis subir una nube por el poniente, decís en seguida: "Chaparrón tenemos", y así sucede.
Cuando sopla el sur, decís: "Va a hacer bochorno", y lo hace.
Hipócritas: si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que se debe hacer?
Cuando te diriges al tribunal con el que te pone pleito, haz lo posible por llegar a un acuerdo con él, mientras vais de camino; no sea que te arrastre ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y el guardia te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí hasta que no pagues el último céntimo.»

Palabra del Señor

1.  La palabra clave para comprender este texto es el verbo (dokimasein) (interpretar, examinar...), aplicado al "tiempo presente". 
Jesús se lamenta de los que no saben la necesaria y debida interpretación del tiempo. El tiempo que se vivía cuando Jesús andaba por el mundo. Y, lógicamente, también la interpretación de   nuestro tiempo actual.
Jesús se queja de este vacío de interpretación, porque, como bien se ha dicho, "ya desde muy temprano el peligro   de des temporalización corroe el alma del cristianismo" (J. B. Metz). 
Este peligro consiste en querer vivir el cristianismo como si estuviera fuera del tiempo, a partir de una especie de "doctrina intemporal", en la que siempre se puede entender y explicar el Evangelio de la misma manera.
Hay homilías o sermones que lo mismo    se puede predicar hoy, como se podrían   haber predicado (exactamente igual) hace cincuenta años.

2.  Así se "destemporaliza" la fe. 
Es decir, se piensa ingenuamente     que los "signos de los tiempos" no    condicionan para nada nuestra interpretación y nuestra manera de vivir el Evangelio.
¿Por qué hoy la religión interesa tan
poco y a tan poca gente? El "escapismo    teológico del tiempo" (J. B. Metz) es
una forma de escurrir el hombro para no complicarse la vida. Y lo que resulta más grave es volver atrás en el tiempo.
Así, querer explicar la fe con las ideas
y el lenguaje de hace bastantes años, las ideas anteriores al concilio Vaticano II o, lo que sería más estúpido: pretender anunciar ahora un mensaje que fue pensado en el siglo XIII, el siglo en el que se sistematizó la teología que ha llegado hasta nosotros.

3.  El problema más complicado, que hoy tenemos en la Iglesia, es que el control de las autoridades jerárquicas, sin decirlo ni quizás pretenderlo, obligan a teólogos y sacerdotes a hablar de Dios, de Jesús y del Evangelio de forma que, a la inmensa mayoría de la gente, no le interesa ni le dice nada el pensamiento y el lenguaje eclesiástico.
Los cristianos tenemos el derecho y el deber de pedir a los dirigentes de la Iglesia que nos hablen "a nosotros", no a las gentes de la Edad Media o a los católicos del siglo pasado.

4.  La fuente de esperanza, que ha brotado en los últimos años, ha sido el
papa Francisco. Un hombre que se relaciona con la realidad actual, especialmente con los más necesitados. Y un hombre que, por vivir como vive y hablar como habla, se hace insoportable para los clérigos que se metieron en el clero como "funcionarios" empeñados en "hacer carrera".
Una Iglesia de funcionarios no va a ninguna parte.
Jesús no soporta a los clérigos "funcionarios".

San Frutos de Segovia


En las cercanías de Segovia, en Hispania, san Frutos, que llevó vida eremítica junto a una escarpada montaña (c. 715).

Vida de San Frutos de Segovia

San Frutos, Santa Engracia y San Valentín, mártires
Los cuerpos de San Frutos, Santa Engracia y San Valentín, venerados por los cristianos segovianos, se conservaron en la ermita de San Frutos, cerca de la actual Sepúlveda, desde comienzos del siglo VIII hasta el siglo XI.
El rey Alfonso VI concedió esta ermita al monasterio de San Sebastián de Silos —hoy Santo Domingo de Silos- para que la cuidasen y facilitasen la creciente devoción del pueblo; se hizo escritura en el 1076. Los monjes recomponen la ermita como de nuevo y la habilitan para que puedan vivir en ella algunos monjes. Terminadas las obras en el año 1100, la consagra D. Bernardo, el primer Arzobispo de Toledo. Está construida sobre roca escarpada, como cortada a pico, a orillas del río Duratón, afluente del Duero. En ese nuevo lugar se depositan las reliquias de los tres santos.
Restaurada Segovia y restituida a su dignidad episcopal, se pasan a su catedral la mitad de las reliquias desde el monasterio de Silos, con autorización y mandato del arzobispo de Toledo, en el 1125.
Tan celosamente se guardan que se pierde el sitio donde fueron depositadas hasta que se encontraron milagrosamente, en tiempos del celoso obispo D. Juan Arias de Ávila.
En el año 1558 se depositaron finalmente en la nueva catedral. Allí, en el trascoro, reposan los restos del Patrono de la Ciudad, teniendo por fondo el retablo que trazó Ventura Rodríguez para el palacio de Riofrío y que Carlos III donó para la catedral segoviana.
¿Quién fue el hombre que desde catorce siglos atrás es polo de atracción de tantas generaciones de segovianos?
Nació Frutos, en el año 642, en el seno de una familia rica que tuvo otros dos hijos con los nombres de Valentín y Engracia. Debió ser una familia de profundas convicciones cristianas que supieron, con la misma vida, inculcarlas a sus hijos. Sin que se sepa la causa, murieron los dos. Ahora los tres jóvenes son herederos de unos bienes y comienzan a conocer en la práctica la dureza que supone el ser fieles a los principios. Parece ser que tanto tedio provocaron en ellos los vicios, maldades, desenfrenos, asechanzas y envidias de su entorno humano, que Frutos les propone un cambio radical de vida. Los tres, con la misma libertad y libre determinación deciden vender sus bienes y los dan a los pobres. Dejaron la ciudad del acueducto romano y quieren comenzar una vida de la soledad, oración y penitencia por los pecados de los hombres. A la orilla del río Duratón les pareció encontrar el lugar adecuado para sus propósitos. Hacen tres ermitas separadas para lograr la deseada soledad y dedicar el tiempo de su vida de modo definitivo al trato con Dios.
A partir de aquí se tiene noticias de Frutos cuando el estallido de la invasión musulmana y su rápida dominación del reino visigodo. Frutos, en su deseo de servir a Dios, intervino de alguna manera —y con vivo deseo de martirio- en procurar la conversión de algunos mahometanos que se aproximaron a su entorno; defendió a grupos de cristianos que huían de los guerreros invasores; dio ánimos, secó lágrimas y alentó los espíritus de quienes se desplazaban al norte; fue protagonista de algunos sucesos sobrenaturales y murió en la paz del Señor, con el halo de santo, el año 715.
La misma historia refiere que sus hermanos Valentín y Engracia fueron de los mártires decapitados por los sarracenos y sus cuerpos colocados con el del Santo.
Lo que se sabe hoy del entorno en que viven y mueren estos santos facilita cubrir las lagunas o los interrogantes que pueden presentarse. La invasión musulmana, su rápido avance por el reino hispano-visigodo y el martirio de cristianos tuvieron su génesis. La unidad del reino tan lograda por la conversión del arrianismo a la fe católica de Recaredo en el 589 presentaba ahora una falsa cohesión por su fragilidad. Los clanes de nobles, civiles y eclesiásticos, con intereses políticos y económicos contrapuestos, tratan de controlar cada uno alternativamente el trono de Toledo y son una fuente continua de conflictos. La nobleza que en un principio recibió unos territorios para ejercer en ellos funciones administrativas, fiscales y militares, al hacerse hereditarias, quedan prácticamente privatizadas con detrimento progresivo de las funciones públicas características de un estado centralizado y llevan a la fragmentación del poder del monarca. La clase aristócrata asienta aún más la diferencia social con el pueblo cada vez más pobre, indefenso, desorientado, abandonado y hastiado del lujo de sus señores. Hay que añadir desastres naturales que asolan el país especialmente desde el reinado de Kindasvinto (642-653) como epidemias que diezmaban a la población, plagas de langostas, sequía, pestes y despoblamiento. El vicio, la amoralidad y desenfreno reina en la sociedad al amparo de lo que sucede en las casas de la nobleza. A la muerte de Witiza, los partidarios de Akhila, su hijo primogénito, no consiguen ponerlo en el trono ocupado por D. Rodrigo, duque de la Bética, y piden ayuda a los bereberes. El desastre de Guadalete del 711 hizo que lo que fue una simple ayuda de los moros capitaneados por Tariq se convirtiera en toda una invasión y conquista posterior que colma los planes estratégicos del Islam por la decrepitud que se había ido gestando en el interior del reino visigodo.
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