25 de OCTUBRE – VIERNES –
29ª – SEMANA DEL T. O. – C –
Lectura
de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (7,18-25a):
Sé muy bien que no es bueno eso que habita en mí, es decir, en mi
carne; porque el querer lo bueno lo tengo a mano, pero el hacerlo, no. El bien
que quiero hacer no lo hago; el mal que no quiero hacer, eso es lo que hago.
Entonces,
si hago precisamente lo que no quiero, señal que no soy yo el que actúa, sino
el pecado que habita en mí. Cuando quiero hacer lo bueno, me encuentro
inevitablemente con lo malo en las manos.
En
mi interior me complazco en la ley de Dios, pero percibo en mi cuerpo un
principio diferente que guerrea contra la ley que aprueba mi razón, y me hace
prisionero de la ley del pecado que está en mi cuerpo. ¡Desgraciado de mí!
¿Quién
me librará de este cuerpo presa de la muerte?
Dios,
por medio de nuestro Señor Jesucristo, y le doy gracias.
Palabra
de Dios
Salmo:
118,66.68.76.77.93.94
R/.
Instrúyeme, Señor, en tus leyes
Enséñame a gustar y a comprender,
porque me fío de tus
mandatos. R/.
Tú eres bueno y haces el bien;
instrúyeme en tus leyes.
R/.
Que tu bondad me consuele,
según la promesa hecha a
tu siervo. R/.
Cuando me alcance tu compasión, viviré,
y mis delicias serán tu
voluntad. R/.
Jamás olvidaré tus decretos,
pues con ellos me diste
vida. R/.
Soy tuyo, sálvame,
que yo consulto tus
leyes. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Lucas (12,54-59):
En aquel tiempo, decía Jesús a la gente:
«Cuando
veis subir una nube por el poniente, decís en seguida: "Chaparrón
tenemos", y así sucede.
Cuando
sopla el sur, decís: "Va a hacer bochorno", y lo hace.
Hipócritas:
si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis
interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis juzgar vosotros mismos lo que
se debe hacer?
Cuando
te diriges al tribunal con el que te pone pleito, haz lo posible por llegar a
un acuerdo con él, mientras vais de camino; no sea que te arrastre ante el
juez, y el juez te entregue al guardia, y el guardia te meta en la cárcel. Te
digo que no saldrás de allí hasta que no pagues el último céntimo.»
Palabra
del Señor
1.
La palabra clave para comprender este texto es el verbo (dokimasein)
(interpretar, examinar...), aplicado al "tiempo presente".
Jesús se lamenta de los que no saben
la necesaria y debida interpretación del tiempo. El tiempo que se vivía cuando
Jesús andaba por el mundo. Y, lógicamente, también la interpretación de nuestro tiempo actual.
Jesús se queja de este vacío de
interpretación, porque, como bien se ha dicho, "ya desde muy temprano el
peligro de des temporalización corroe
el alma del cristianismo" (J. B. Metz).
Este peligro consiste en querer vivir
el cristianismo como si estuviera fuera del tiempo, a partir de una especie de "doctrina
intemporal", en la que siempre se puede entender y explicar el Evangelio
de la misma manera.
Hay homilías o sermones que lo
mismo se puede predicar hoy, como se
podrían haber predicado (exactamente
igual) hace cincuenta años.
2.
Así se "destemporaliza" la fe.
Es decir, se piensa ingenuamente que los "signos de los tiempos"
no condicionan para nada nuestra interpretación
y nuestra manera de vivir el Evangelio.
¿Por qué hoy la religión interesa tan
poco y a tan poca gente? El
"escapismo teológico del
tiempo" (J. B. Metz) es
una forma de escurrir el hombro para no
complicarse la vida. Y lo que resulta más grave es volver atrás en el tiempo.
Así, querer explicar la fe con las
ideas
y el lenguaje de hace bastantes años, las
ideas anteriores al concilio Vaticano II o, lo que sería más estúpido:
pretender anunciar ahora un mensaje que fue pensado en el siglo XIII, el siglo
en el que se sistematizó la teología que ha llegado hasta nosotros.
3.
El problema más complicado, que hoy tenemos en la Iglesia, es que el
control de las autoridades jerárquicas, sin decirlo ni quizás pretenderlo,
obligan a teólogos y sacerdotes a hablar de Dios, de Jesús y del Evangelio de
forma que, a la inmensa mayoría de la gente, no le interesa ni le dice nada el
pensamiento y el lenguaje eclesiástico.
Los cristianos tenemos el derecho y el
deber de pedir a los dirigentes de la Iglesia que nos hablen "a
nosotros", no a las gentes de la Edad Media o a los católicos del siglo
pasado.
4.
La fuente de esperanza, que ha brotado en los últimos años, ha sido el
papa Francisco. Un hombre que se relaciona con
la realidad actual, especialmente con los más necesitados. Y un hombre que, por
vivir como vive y hablar como habla, se hace insoportable para los clérigos que
se metieron en el clero como "funcionarios" empeñados en "hacer
carrera".
Una Iglesia de funcionarios no va a
ninguna parte.
Jesús no soporta a los clérigos
"funcionarios".
San Frutos de Segovia
En las cercanías de
Segovia, en Hispania, san Frutos, que llevó vida eremítica junto a una
escarpada montaña (c. 715).
Vida
de San Frutos de Segovia
San
Frutos, Santa Engracia y San Valentín, mártires
Los
cuerpos de San Frutos, Santa Engracia y San Valentín, venerados por los
cristianos segovianos, se conservaron en la ermita de San Frutos, cerca de la
actual Sepúlveda, desde comienzos del siglo VIII hasta el siglo XI.
El rey
Alfonso VI concedió esta ermita al monasterio de San Sebastián de Silos —hoy
Santo Domingo de Silos- para que la cuidasen y facilitasen la creciente
devoción del pueblo; se hizo escritura en el 1076. Los monjes recomponen la
ermita como de nuevo y la habilitan para que puedan vivir en ella algunos
monjes. Terminadas las obras en el año 1100, la consagra D. Bernardo, el primer
Arzobispo de Toledo. Está construida sobre roca escarpada, como cortada a pico,
a orillas del río Duratón, afluente del Duero. En ese nuevo lugar se depositan
las reliquias de los tres santos.
Restaurada
Segovia y restituida a su dignidad episcopal, se pasan a su catedral la mitad
de las reliquias desde el monasterio de Silos, con autorización y mandato del
arzobispo de Toledo, en el 1125.
Tan
celosamente se guardan que se pierde el sitio donde fueron depositadas hasta
que se encontraron milagrosamente, en tiempos del celoso obispo D. Juan Arias
de Ávila.
En el
año 1558 se depositaron finalmente en la nueva catedral. Allí, en el trascoro,
reposan los restos del Patrono de la Ciudad, teniendo por fondo el retablo que
trazó Ventura Rodríguez para el palacio de Riofrío y que Carlos III donó para
la catedral segoviana.
¿Quién
fue el hombre que desde catorce siglos atrás es polo de atracción de tantas
generaciones de segovianos?
Nació
Frutos, en el año 642, en el seno de una familia rica que tuvo otros dos hijos
con los nombres de Valentín y Engracia. Debió ser una familia de profundas
convicciones cristianas que supieron, con la misma vida, inculcarlas a sus
hijos. Sin que se sepa la causa, murieron los dos. Ahora los tres jóvenes son
herederos de unos bienes y comienzan a conocer en la práctica la dureza que
supone el ser fieles a los principios. Parece ser que tanto tedio provocaron en
ellos los vicios, maldades, desenfrenos, asechanzas y envidias de su entorno
humano, que Frutos les propone un cambio radical de vida. Los tres, con la
misma libertad y libre determinación deciden vender sus bienes y los dan a los
pobres. Dejaron la ciudad del acueducto romano y quieren comenzar una vida de
la soledad, oración y penitencia por los pecados de los hombres. A la orilla
del río Duratón les pareció encontrar el lugar adecuado para sus propósitos.
Hacen tres ermitas separadas para lograr la deseada soledad y dedicar el tiempo
de su vida de modo definitivo al trato con Dios.
A partir
de aquí se tiene noticias de Frutos cuando el estallido de la invasión
musulmana y su rápida dominación del reino visigodo. Frutos, en su deseo de
servir a Dios, intervino de alguna manera —y con vivo deseo de martirio- en
procurar la conversión de algunos mahometanos que se aproximaron a su entorno;
defendió a grupos de cristianos que huían de los guerreros invasores; dio
ánimos, secó lágrimas y alentó los espíritus de quienes se desplazaban al
norte; fue protagonista de algunos sucesos sobrenaturales y murió en la paz del
Señor, con el halo de santo, el año 715.
La
misma historia refiere que sus hermanos Valentín y Engracia fueron de los
mártires decapitados por los sarracenos y sus cuerpos colocados con el del
Santo.
Lo que
se sabe hoy del entorno en que viven y mueren estos santos facilita cubrir las
lagunas o los interrogantes que pueden presentarse. La invasión musulmana, su
rápido avance por el reino hispano-visigodo y el martirio de cristianos
tuvieron su génesis. La unidad del reino tan lograda por la conversión del
arrianismo a la fe católica de Recaredo en el 589 presentaba ahora una falsa
cohesión por su fragilidad. Los clanes de nobles, civiles y eclesiásticos, con
intereses políticos y económicos contrapuestos, tratan de controlar cada uno
alternativamente el trono de Toledo y son una fuente continua de conflictos. La
nobleza que en un principio recibió unos territorios para ejercer en ellos
funciones administrativas, fiscales y militares, al hacerse hereditarias,
quedan prácticamente privatizadas con detrimento progresivo de las funciones
públicas características de un estado centralizado y llevan a la fragmentación
del poder del monarca. La clase aristócrata asienta aún más la diferencia
social con el pueblo cada vez más pobre, indefenso, desorientado, abandonado y
hastiado del lujo de sus señores. Hay que añadir desastres naturales que asolan
el país especialmente desde el reinado de Kindasvinto (642-653) como epidemias
que diezmaban a la población, plagas de langostas, sequía, pestes y
despoblamiento. El vicio, la amoralidad y desenfreno reina en la sociedad al
amparo de lo que sucede en las casas de la nobleza. A la muerte de Witiza, los
partidarios de Akhila, su hijo primogénito, no consiguen ponerlo en el trono
ocupado por D. Rodrigo, duque de la Bética, y piden ayuda a los bereberes. El
desastre de Guadalete del 711 hizo que lo que fue una simple ayuda de los moros
capitaneados por Tariq se convirtiera en toda una invasión y conquista
posterior que colma los planes estratégicos del Islam por la decrepitud que se
había ido gestando en el interior del reino visigodo.
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