17 DE MAYO – DOMINGO –
6ª - SEMANA DE PASCUA – A –
SAN PASCUAL BAILON, religioso
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles (8,5-8.14-17):
En
aquellos días, Felipe bajó a la ciudad de Samaría y les predicaba a Cristo. El
gentío unánimemente escuchaba con atención lo que decía Felipe, porque habían
oído hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo: de muchos poseídos
salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados
se curaban. La ciudad se llenó de alegría.
Cuando
los apóstoles, que estaban en Jerusalén, se enteraron de que Samaría había
recibido la palabra de Dios, enviaron a Pedro y a Juan; ellos bajaron hasta
allí y oraron por ellos, para que recibieran el Espíritu Santo; pues aún no
había bajado sobre ninguno; estaban solo bautizados en el nombre del Señor
Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo.
Salmo
65,1-3a.4-5.6-7a.16.20
R/. Aclamad
al Señor, tierra entera
Aclamad
al Señor, tierra entera;
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: «¡Qué temibles
son tus obras!». R/.
Que se
postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre.
Venid a ver las obras de
Dios,
sus temibles proezas en favor
de los hombres. R/.
Transformó
el mar en tierra firme,
a pie atravesaron el río.
Alegrémonos en él.
Con su poder gobierna
eternamente. R/.
Los
que teméis a Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho
conmigo.
Bendito sea Dios, que no
rechazó mi súplica
ni me retiró su favor. R/.
Lectura
de la primera carta del apóstol san Pedro (3,1.15-18):
Queridos
hermanos:
Glorificad
a Cristo el Señor en vuestros corazones, dispuestos siempre para dar
explicación a todo el que os pida una razón de vuestra esperanza, pero con
delicadeza y con respeto, teniendo buena conciencia, para que, cuando os
calumnien, queden en ridículo los que atentan contra vuestra buena conducta en
Cristo.
Pues
es mejor sufrir haciendo el bien, si así lo quiere Dios, que sufrir haciendo el
mal.
Porque
también Cristo sufrió su pasión, de una vez para siempre, por los pecados, el
justo por los injustos, para conduciros a Dios. Muerto en la carne, pero
vivificado en el Espíritu.
Lectura
del santo evangelio según san Juan (14,15-21):
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si
me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro
Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no
puede recibirlo, por qué no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo
conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros.
No os
dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero
vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo
estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis
mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre,
y yo también lo amaré y me manifestaré a él».
Alegría,
esperanza, amor.
Las lecturas continúan las tres situaciones de la
iglesia que comenté el domingo pasado.
Iglesia
naciente: modelo de una nueva comunidad (Hechos de los apóstoles)
En aquellos días, Felipe bajó a la ciudad de Samaria y predicaba
allí a Cristo.
El gentío escuchaba con aprobación lo que decía Felipe, porque
habían oído hablar de los signos que hacía, y los estaban viendo: de muchos
poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y
lisiados se curaban. La ciudad se llenó de alegría…
Tras la institución de los diáconos, Lucas nos cuenta
la actividad de uno de ellos, Felipe, en la fundación de la comunidad de
Samaria. Esto le sirve para indicar las características que debería tener
cualquier nueva comunidad.
1) No debe excluir a nadie. Felipe se dirige a Samaria, la región más
despreciada y odiada por un judío.
2) Felipe predica a Cristo. Los misioneros no proponen una filosofía moral ni
una ética; su intención primordial no es reformar las costumbres sino dar a
conocer a Jesús.
3) La palabra va acompañada de la acción. Lucas la concreta en signos y prodigios
semejantes a los que realizaron Jesús y los apóstoles: curación de todo tipo de
enfermos.
4) El fruto de esta actividad es que «la ciudad se llenó de alegría». El
evangelio no es un mensaje triste.
5) Sólo falta algo que el diácono Felipe no puede dar: el Espíritu Santo. Eso
lo concede la oración de los apóstoles Pedro y Juan, que simbolizan al mismo
tiempo con su presencia la unión entre la nueva comunidad y la iglesia madre de
Jerusalén.
Iglesia
sufriente: calumnias y esperanza (1 de Pedro)
…Glorificad en vuestros corazones a Cristo Señor y estad
siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la
pidiere; …que mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios,
que padecer haciendo el mal.
Porque también Cristo murió por los pecados una vez para
siempre: el inocente por los culpables, para conducirnos a Dios…
La carta de Pedro menciona el tema de las calumnias
que sufrían los primeros cristianos. Recuerdo dos de ellas, tomadas de textos
de Tertuliano y Minucio Félix.
Se decía que cuando uno iba a incorporarse a la
comunidad e iniciarse en los misterios, se tomaba a un niño muy pequeño, se lo
recubría por completo de harina y se lo colocaba sobre una mesa. Cuando el
neófito entraba en la sala, le ordenaban golpear con fuerza aquella masa. Él lo
hacía, pensando que no se trataba de nada grave. Y golpeaba una y otra vez
hasta matar al niño. Entonces, todos se lanzaban sobre el niño muerto para
lamer su sangre y repartirse sus miembros, sellando de ese modo la alianza con
Dios.
Otra acusación era la del incesto. Según ella, los
cristianos se reúnen en sus días de fiesta para celebrar un gran banquete.
Acuden con sus hijos, hermanas, madres, personas de todo sexo y edad. La sala
está iluminada sólo por un candelabro, al que se encuentra atado un perro.
Cuando han comido y bebido abundantemente, ya medio borrachos, excitan al perro
tirándole trozos de carne a un sitio al que no puede llegar, hasta que el perro
tira el candelabro, se apaga la luz, y todos se abrazan al azar y se entregan a
la mayor orgía entre hermanos y hermanas.
En este contexto, la carta de Pedro recomienda:
1) Saber dar razón de nuestra esperanza con
mansedumbre y respeto. Es decir, saber explicar qué creemos y esperamos, pero
sin usar condenas y descalificaciones.
2) Es mejor padecer haciendo el bien que padecer
haciendo el mal.
Esta conducta, humanamente tan difícil, sólo se puede
conseguir recordando el ejemplo de Jesús que, siendo inocente, murió por los
culpables. E igual que él resucitó, también nosotros recibiremos el premio de
nuestra paciencia.
Iglesia
creyente: «obras son amores» (evangelio de Juan)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos.
…El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama;
al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.»
El evangelio, en pocas palabras, reúne temas tan
distintos que resulta difícil encontrar un elemento común. No se puede pedir un
discurso lógico y ordenado a una persona que se despide de sus seres más
queridos poco antes de morir.
Destaco tres temas.
1) Este breve fragmento comienza y termina con palabras muy parecidas: «Si me
amáis, guardaréis mis mandamientos.» «El que acepta mis mandamientos y los
guarda, ése me ama». Como dice el refrán: «Obras son amores, y no buenas
razones».
La relación entre el amor y la observancia de los
mandamientos es muy antigua en Israel: se remonta al Deuteronomio, donde amar a
Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todo el ser, se concreta en la
observancia de sus leyes, mandatos y decretos.
En el caso de Jesús hay una gran diferencia, sus
mandamientos se resumen en uno solo: «Esto os mando: que os améis los unos a
los otros como yo os he amado».
2) Teniendo en cuenta la proximidad de la fiesta de Pentecostés, son
importantes las palabras: «Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor, que
esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede
recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis,
porque vive con vosotros y está con vosotros.»
Parece una contradicción manifiesta pedir al Padre
que nos dé algo que ya vive en nosotros. Son los dos tiempos en los que se
mueven a menudo estos discursos: el de Jesús, que mira al futuro y pide al
Padre que nos dé un defensor; y el nuestro, que ya hemos recibido el Espíritu y
vive en nosotros.
3) La unión plena del cristiano con el Padre y con
Jesús. «No os dejaré huérfanos, volveré.» «Entonces sabréis que yo
estoy con mi Padre, y vosotros conmigo y yo con vosotros.»
SAN
PASCUAL BAILON, religioso
Le
pusieron por nombre Pascual, por haber nacido el día de Pascua (del año 1540).
Nació en Torre Hermosa, Aragón, España.
Es
el patrono de los Congresos Eucarísticos y de la Adoración Nocturna. Desde los
7 años hasta los 24, por 17 años fue pastor de ovejas. Después por 28 será
hermano religioso, franciscano.
Su
más grande amor durante toda la vida fue la Sagrada Eucaristía. Decía el dueño
de la finca en el cual trabajaba como pastor, que el mejor regalo que le podía
ofrecer al niño Pascual era permitirle asistir algún día entre semana a la
Santa Misa. Desde los campos donde cuidaba las ovejas de su amo, alcanzaba a
ver la torre del pueblo y de vez en cuando se arrodillaba a adorar el Santísimo
Sacramento, desde esas lejanías. En esos tiempos se acostumbraba que al elevar
la Hostia el sacerdote en la Misa, se diera un toque de campanas. Cuando el pastorcito
Pascual oía la campana, se arrodillaba allá en su campo, mirando hacia el
templo y adoraba a Jesucristo presente en la Santa Hostia. Un día otros
pastores le oyeron gritar: "¡Ahí viene!, ¡allí está!". Y cayó de
rodillas. Después dijo que había visto a Jesús presente en la Santa Hostia.
De
niño siendo pastor, ya hacía sus mortificaciones. Por ej. la de andar descalzo
por caminos llenos de piedras y espinas. Y cuando alguna de las ovejas se
pasaba al potrero del vecino le pagaba al otro, con los escasos dineros que le
pagaban de sueldo, el pasto que la oveja se había comido.
A los
24 años pidió ser admitido como hermano religioso entre los franciscanos. Al
principio le negaron la aceptación por su poca instrucción, pues apenas había
aprendido a leer. Y el único libro que leía era el devocionario, el cual
llevaba siempre mientras pastoreaba sus ovejas y allí le encantaba leer
especialmente las oraciones a Jesús Sacramentado y a la Stma. Virgen.
Como
religioso franciscano sus oficios fueron siempre los más humildes: portero,
cocinero, mandadero, barrendero. Pero su gran especialidad fue siempre un amor
inmenso a Jesús en la Santa Hostia, en la Eucaristía. Durante el día, cualquier
rato que tuviera libre lo empleaba para estarse en la capilla, de rodillas con
los brazos en cruz adorando a Jesús Sacramentado. Por las noches pasaba horas y
horas ante el Santísimo Sacramento. Cuando los demás se iban a dormir, él se
quedaba rezando ante el altar. Y por la madrugada, varias horas antes de que
los demás religiosos llegaran a la capilla a orar, ya estaba allí el hermano
Pascual adorando a Nuestro Señor.
Ayudaba
cada día el mayor número de misas que le era posible y trataba de demostrar de
cuantas maneras le fuera posible su gran amor a Jesús y a María. Un día un
humilde religioso se asomó por la ventana y vio a Pascual danzando ante un
cuadro de la Stma. Virgen y diciéndole: "Señora: no puedo ofrecerte
grandes cualidades, porque no las tengo, pero te ofrezco mi danza campesina en
tu honor". Pocos minutos después el religioso aquel se encontró con el
santo y lo vio tan lleno de alegría en el rostro como nunca antes lo había
visto así. Cuando los padres oyeron esto, unos se rieron, otros se pusieron muy
serios, pero nadie comentó nada.
Pascual
compuso varias oraciones muy hermosas al Santísimo Sacramento y el sabio
Arzobispo San Luis de Rivera al leerlas exclamó admirado: "Estas almas
sencillas sí que se ganan los mejores puestos en el cielo. Nuestras sabidurías
humanas valen poco si se comparan con la sabiduría divina que Dios concede a
los humildes".
Sus
superiores lo enviaron a Francia a llevar un mensaje. Tenía que atravesar
caminos llenos de protestantes. Un día un hereje le preguntó: "¿Dónde está
Dios?". Y él respondió: "Dios está en el cielo", y el otro se
fue. Pero enseguida el santo fraile se puso a pensar: "¡Oh, me perdí la
ocasión de haber muerto mártir por Nuestro Señor! Si le hubiera dicho que Dios
está en la Santa Hostia en la Eucaristía me habrían matado y sería mártir. Pero
no fui digno de ese honor". Llegado a Francia, descalzo, con una túnica
vieja y remendada, lo rodeó un grupo de protestantes y lo desafiaron a que les
probara que Jesús sí está en la Eucaristía. Y Pascual que no había hecho
estudios y apenas si sabía leer y escribir, habló de tal manera bien de la
presencia de Jesús en la Eucaristía, que los demás no fueron capaces de
contestarle. Lo único que hicieron fue apedrearlo. Y él sintió lo que dice la
S. Biblia que sintieron los apóstoles cuando los golpearon por declararse
amigos de Jesús: "Una gran alegría por tener el honor de sufrir por
proclamarse fiel seguidor de Jesús".
Lo
primero que hacía al llegar a algún pueblo era dirigirse al templo y allí se
quedaba por un buen tiempo de rodillas adorando a Jesús Sacramentado.
Hablaba
poco, pero cuando se trataba de la Sagrada Eucaristía, entonces sí se sentía
inspirado por el Espíritu Santo y hablaba muy hermosamente. Había recibido de
Dios ese don especial: el de un inmenso amor por Jesús Sacramentado.
Siempre
estaba alegre, pero nunca se sentía tan contento como cuando ayudaba a Misa o
cuando podía estarse un rato orando ante el Sagrario del altar.
Pascual
nació en la Pascua de Pentecostés de 1540 y murió en la fiesta de Pentecostés
de 1592, el 17 de mayo (la Iglesia celebra tres pascuas: Pascua de Navidad,
Pascua de Resurrección y Pascua de Pentecostés. Pascua significa: paso de la
esclavitud a la libertad). Y parece que el regalo de Pentecostés que el
Espíritu Santo le concedió fue su inmenso y constante amor por Jesús en la
Eucaristía.
Cuando
estaba moribundo, en aquel día de Pentecostés, oyó una campana y preguntó:
"¿De qué se trata?". "Es que están en la elevación en la Santa
Misa". "¡Ah que hermoso momento!", y quedó muerto plácidamente.
Después
durante su funeral, tenían el ataúd descubierto, y en el momento de la
elevación de la Santa Hostia en la misa, los presentes vieron con admiración
que abría y cerraba por dos veces sus ojos. Hasta su cadáver quería adorar a
Cristo en la Eucaristía. Los que lo querían ver eran tantos, que su cadáver lo
tuvieron expuesto a la veneración del público por tres días seguidos.
Por
200 años muchísimas personas, al acercarse a la tumba de San Pascual oyeron
unos misteriosos golpecitos. Nadie supo explicar por qué pero todos estaban
convencidos de que eran señales de que este hombre tan sencillo fue un gran
santo. Y los milagros que hizo después de su muerte, fueron tantos, que el Papa
lo declaró santo en 1690.
El
Sumo Pontífice nombró a San Pascual Bailón Patrono de los Congresos
Eucarísticos y de la Adoración Nocturna.
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