viernes, 29 de mayo de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 30 DE MAYO – SÁBADO – 7ª - SEMANA DE PASCUA – A – SAN FERNANDO III - EL SANTO






30 DE MAYO – SÁBADO –
7ª - SEMANA DE PASCUA – A –
SAN  FERNANDO - III - EL SANTO

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (28,16-20.30-31):

Cuando llegamos a Roma, le permitieron a Pablo vivir por su cuenta en una casa, con un soldado que lo vigilase.
Tres días después, convocó a los judíos principales; cuando se reunieron, les dijo:
«Hermanos, estoy aquí preso sin haber hecho nada contra el pueblo ni las tradiciones de nuestros padres; en Jerusalén me entregaron a los romanos. Me interrogaron y querían ponerme en libertad, porque no encontraban nada que mereciera la muerte; pero, como los judíos se oponían, tuve que apelar al César; aunque no es que tenga intención de acusar a mi pueblo. Por este motivo he querido veros y hablar con vosotros; pues por la esperanza de Israel llevo encima estas cadenas.» Vivió allí dos años enteros a su propia costa, recibiendo a todos los que acudían, predicándoles el reino de Dios y enseñando lo que se refiere al Señor Jesucristo con toda libertad, sin estorbos.

Palabra de Dios

Salmo: 10,4.5.7

R/. Los buenos verán tu rostro, Señor
El Señor está en su templo santo,
el Señor tiene su trono en el cielo;
sus ojos están observando,
sus pupilas examinan a los hombres. R/.
El Señor examina a inocentes y culpables,
y al que ama la violencia él lo odia.
Porque el Señor es justo y ama la justicia:
los buenos verán su rostro. R/.

Lectura del santo evangelio según san Juan (21,20-25):

En aquel tiempo, Pedro, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús tanto amaba, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado:
«Señor, ¿quién es el que te va a entregar?»
Al verlo, Pedro dice a Jesús: «Señor, y éste ¿qué?»
Jesús le contesta:
«Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme.»
Entonces se empezó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no moriría. Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino:
«Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?»
Éste es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero.
Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que los libros no cabrían ni en todo el mundo.

Palabra del Señor

1.  Seguramente, este relato, relativo a la posible supervivencia del discípulo amado hasta la venida del Señor, tenga su explicación en la ardiente e inminente expectativa de la parusía o vuelta definitiva de Cristo a la tierra, que estuvo muy presente entre los cristianos en los últimos tiempos del s. I (R. E. Brown).
Sea lo que sea de esta cuestión, la insistencia de Jesús se centra de nuevo en el "seguimiento" fiel de Pedro. Sin duda alguna, el interés de Jesús se centró en eso como herencia última y capital que él quería para sus discípulos. El "liderazgo del seguimiento" -ningún otro liderazgo- fue lo que Jesús quiso.
Es penoso constatar que, en la teología cristiana, ha resultado ser mucho más
determinante la "fe" que el "seguimiento" de Jesús.

2.  La insistencia final del redactor de este evangelio se explica, seguramente, porque sin duda había discípulos que no terminaban de aceptar un evangelio que supo unir la espiritualidad más honda con un relato que, en su conjunto, tenía que resultar revolucionario. No solo para los gnósticos, con los que muestra su desacuerdo más profundo, sino además contra los hombres religiosos que entendían la religiosidad de otra manera.
El IV evangelio no acepta la religión del Templo y de los sacerdotes, de las leyes y los rituales. Es la religión que une, a un tiempo, el espíritu laico con la mística más libre y más fuerte.

3.  Y esta forma de entender y de vivir la religión, cuando se vive a fondo, resulta inaceptable para muchas personas. Porque son muchos los que no quieren libertad, sino seguridad.  La seguridad que proporciona el misterio, la ley, el ritual. Pero eso tiene el grave inconveniente de que, mediante ese
modelo de religión, lo que se consigue es perpetuar el sistema establecido, con sus injusticias y desigualdades, que se anteponen a la memoria viva de Jesús, el Señor.

SAN  FERNANDO

Rey de Castilla y de León

Fernando III el Santo nació en el año 1198 en el reino leonés, probablemente cerca de Valparaíso (Zamora), y murió en Sevilla el 30 de mayo de 1252. Hijo de Alfonso IX de León y de Berenguela, reina de Castilla, unió definitivamente las coronas de ambos reinos. Ini­ciado el proceso de canonización probado el culto inmemorial, fue elevado a la gloria de los altares el 4 de febrero de 1671.
Es patrono de varias instituciones españolas. También los cautivos, desvalidos y gobernantes lo invocan como su especial protector.
 Santo seglar, que "no conoció el vicio ni el ocio", Fernando III -el más grande de los reyes de Castilla, dice Menéndez y Pelayo- nació en 1198; fue hijo de don Alfonso IX, rey de León, y primo de san Luis IX, rey de Francia. Guerreó con los moros, que ocupaban gran parte de España, unió las coronas de Castilla y de León, y conquistó los reinos de Úbeda, Córdoba, Murcia, Jaén, Cádiz y Sevilla.
En sus dilatadas campañas, triunfó siempre en todas las batallas. No buscó su propia gloria ni el acrecentamiento de sus dominios. Para él el reino verdadero era el reino de Dios. Pedía a diario el aumento de la fe católica y elevaba sus plegarias a la Virgen, de quien se llamaba siervo. Caballero de Cristo, Jesús le había otorgado la gracia de los éxtasis y las apariciones divinas. Amaba a sus vasallos y procuraba no agravar los tributos, a pesar de las exigencias de la guerra. A este respecto era conocido su dicho: "Más temo las maldiciones de una viejecita pobre de mí reino que a todos los moros del África". Llevaba siempre consigo una imagen de nuestra Señora, a la que entronizó en Sevilla y en múltiples lugares de Andalucía, a fin de que ésta fuera llamada tierra de María Santísima.
La muerte del rey san Fernando constituye un ejemplo de fe y humildad. Abandonó el lecho y, postrándose en tierra, sobre un montón de cenizas, recibió los últimos sacramentos. Llamó a la reina y a sus hijos, y se despidió de ellos después de haberles dado sabios consejos.
Volviéndose a los que se hallaban presentes, les pidió que lo perdonasen por alguna involuntaria ofensa. Y, alzando hacia el cielo la vela encendida que sostenía en las manos, la reverenció como símbolo del Espíritu Santo. Pidió luego a los clérigos que cantasen el Te Deum, y así murió, el 30 de mayo de 1252. Había reinado treinta y cinco años en Castilla y veinte en León, siendo afortunado en la guerra, moderado en la paz, piadoso con Dios y liberal con los hombres, como afirman las crónicas de él. Su nombre significa "bravo en la paz".
Guerrero, poeta y músico, compuso cantigas, una de ellas dedicada a nuestra Señor. Se destacó por su honestidad y la pureza de sus costumbres.
Fernando III fue canonizado por el papa Clemente X en el año 1671. Lo sucedió en el trono su hijo mayor, Alfonso X, que la historia conoce con el nombre de Alfonso el Sabio.


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