18 DE MAYO – LUNES –
6ª - SEMANA DE PASCUA – A –
SAN JUAN – I
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles (16,11-15):
Nos
hicimos a la mar en Tróade y pusimos rumbo hacia Samotracia; al día siguiente
salimos para Neápolis y de allí para Filipos, primera ciudad del distrito de
Macedonia y colonia romana. Allí nos detuvimos unos días.
El
sábado salimos de la ciudad y fuimos a un sitio junto al río, donde pensábamos
que había un lugar de oración; nos sentamos y trabamos conversación con las mujeres
que habían acudido. Una de ellas, que se llamaba Lidia, natural de Tiatira,
vendedora de púrpura, que adoraba al verdadero Dios, estaba escuchando; y el
Señor le abrió el corazón para que aceptara lo que decía Pablo.
Se
bautizó con toda su familia y nos invitó:
«Si
estáis convencidos de que creo en el Señor, venid a hospedaros en mi casa».
Y nos
obligó a aceptar.
Palabra
de Dios
Salmo:
149,1-2.3-4.5-6a.9b
R/.
El Señor ama a su pueblo
Cantad
al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la
asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su
Creador,
los hijos de Sión por su
Rey. R/.
Alabad
su nombre con danzas,
cantadle con tambores y
cítaras;
porque el Señor ama a su
pueblo
y adorna con la victoria a
los humildes. R/.
Que
los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la
boca.
Es un honor para todos sus
fieles. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Juan (15,26–16,4a):
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando
venga el Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad,
que procede del Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis
testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.
Os he
hablado de esto, para que no os escandalicéis. Os excomulgarán de la sinagoga;
más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da
culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí.
Os he
hablado de esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que yo os lo
había dicho».
Palabra
del Señor
1. Jesús
avisa a sus discípulos que van a tener que soportar la peor violencia que una
persona creyente puede sufrir. Se trata de la violencia de la propia
religión. Los discípulos de Jesús eran judíos. Y Jesús les dice que
los van a expulsar de la Sinagoga, es decir, que la religión de ellos y de sus
padres los va a excomulgar. Más aún, llegará el día en que
quien los mate pensará que así da culto a Dios.
2. Sufrir
persecución de los poderes civiles, militares o religiosos, de otras religiones
distintas de la propia, es siempre difícil de soportar. Pero sentir que es tu
propia religión la que te margina, te desprecia, te persigue y te amenaza, eso
es muy duro. Porque entonces, al sufrimiento físico y moral, se suma
la duda, la inseguridad y el miedo a vivir equivocado.
Al desprecio de
los demás se suma el autodesprecio. La destrucción que se vive, en
esos casos, es total. Y además hay que vivir tal destrucción en
soledad porque, por lo general, te miran con recelo y
sospechas hasta los de tu propia religión.
Esto es lo peor
de todo.
3. Pero
la violencia religiosa puede llegar más lejos. Dice Jesús que se dará el caso
en que quien te mate, pensará que da culto a Dios.
La perversión
más asombrosa: el culto divino convertido en culto asesino.
¿Cómo es posible llegar a semejante
contradicción?
Muy sencillo:
desde el momento en que pensamos en Dios como El Trascendente, Dios ya no está
a nuestro alcance, nadie lo conoce y, por eso, cada cual lo piensa o lo imagina
como le conviene. Y le puede convenir que Dios justifique las venganzas, los
odios y los asesinatos.
Un Dios
"des-humanizado" es el mayor peligro para los mortales.
SAN JUAN – I
(año
526)
Nació en Toscana, y
fue elegido papa en el año 523. Enviado como legado de Teodorico a Justino,
emperador de Constantinopla, fue detenido a su vuelta y encarcelado. Su gestión
no había sido del agrado del monarca. Murió en Rávena en el año 526.
Era
italiano, de Toscana. En 523 fue elegido Sumo Pontífice. En Italia gobernaba el
rey Teodorico que apoyaba la herejía de los arrianos. Y sucedió que el
emperador Justino de Constantinopla decretó cerrar todos los templos de los
arrianos de esa ciudad y prohibió que los que pertenecían a la herejía arriana
ocuparan empleos públicos (los arrianos niegan que Jesucristo es Dios y esto es
algo muy grave y contrario a la religión Católica). El rey Teodorico obligó
entonces al Papa a que fuera a Constantinopla y tratar de obtener que el
emperador Justino quitara las leyes que habían dado contra los arrianos. Pero
Juan no tenía ningún interés en que apoyaran a los herejes. Y así lo comprendió
la gente de esa gran ciudad.
Más
de 15,000 fieles salieron en Constantinopla a recibir al Papa Juan, con velas
encendidas en las manos, y estandartes. Y lo hicieron presidir muy solemnemente
las fiestas de Navidad. Y claro está que el emperador Justino, aunque les
devolvió algunas iglesias a los arrianos, no permitió que ninguno de estos
herejes ocupara puestos públicos.
Y Teodorico
se encendió en furiosa rabia, y al llegar el Santo Padre a Ravena (la ciudad
donde el rey vivía) lo hizo encarcelar y fueron tan crueles los malos tratos
que en la cárcel recibió, que al poco tiempo murió. Junto con el Papa fueron
martirizados también sus dos grandes consejeros, Boecio y Símaco.
Y dicen
los historiadores que el rey Teodorico sintió tan grande remordimiento por
haber hecho morir a San Juan Primero, que en adelante lo veía hasta en los
pescados que le servían en el almuerzo.
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