2 DE MAYO – SÁBADO –
3ª - SEMANA DE PASCUA – A –
Lectura del libro de los Hechos de los
apóstoles (9,31-42):
En
aquellos días, la Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se
iba construyendo y progresaba en el temor del Señor, y se multiplicaba con el
consuelo del Espíritu Santo.
Pedro, que estaba recorriendo el país, bajó
también a ver a los santos que residían en Lida. Encontró allí a un cierto
Eneas, un paralítico que desde hacía ocho años no se levantaba de la camilla.
Pedro le dijo:
«Eneas, Jesucristo te da la salud; levántate
y arregla tu lecho».
Se levantó inmediatamente.
Lo vieron todos los vecinos de Lida y de
Sarón, y se convirtieron al Señor.
Había en Jafa una discípula llamada Tabita,
que significa Gacela. Tabita hacía infinidad de obras buenas y de limosnas. Por
entonces cayó enferma y murió. La lavaron y la pusieron en la sala de arriba.
Como Lida está cerca de Jafa, al enterarse
los discípulos de que Pedro estaba allí, enviaron dos hombres a rogarle:
«No tardes en venir a nosotros».
Pedro se levantó y se fue con ellos. Al
llegar, lo llevaron a la sala de arriba, y se le presentaron todas las viudas,
mostrándole con lágrimas los vestidos y mantos que hacía Gacela mientras estuvo
con ellas. Pedro, mandando salir fuera a todos, se arrodilló, se puso a rezar
y, volviéndose hacia el cuerpo, dijo:
«Tabita, levántate».
Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se
incorporó. Él, dándole la mano, la levantó y, llamando a los santos y a las
viudas, la presentó viva.
Esto se supo por todo Jafa, y muchos
creyeron en el Señor.
Palabra
del Señor
Salmo:115,12-13.14-15.16-17
R/. ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien
que me ha hecho?
¿Cómo
pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor. R/.
Cumpliré
al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles. R/.
Señor,
yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando el nombre del Señor. R/.
Lectura del santo evangelio segun san
Juan (6,60-69):
En
aquel tiempo, muchos de los discípulos de Jesús dijeron:
«Este modo de hablar es duro, ¿quién puede
hacerle caso?».
Sabiendo Jesús que sus discípulos lo
criticaban, les dijo:
«¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al
Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la
carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y,
con todo, hay algunos de entre vosotros que no creen».
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes
no creían y quién lo iba a entregar.
Y dijo:
«Por eso os he dicho que nadie puede venir a
mí si el Padre no se lo concede».
Desde entonces, muchos discípulos suyos se
echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce:
«¿También vosotros queréis marcharos?».
Simón Pedro le contestó:
«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes
palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de
Dios».
Palabra
del Señor
1. Es comprensible la reacción
de aquellos discípulos que se resistían a aceptar lo que
Jesús acababa de decir. Téngase en cuenta que el texto griego, al hablar de "comer", utiliza el verbo
trógo, que tiene el matiz de "masticar".
La religión mal entendida es motivo de no
pocos escándalos y de muchos abandonos. La gente ya está
cansada de oír cosas que no entiende y que solo sirven
para complicar la vida.
2. Por eso Jesús explica que,
al contraponer el "Espíritu" a la "carne", no se refería a
ningún desprecio de lo corporal, ni siquiera al menosprecio de nuestra
condición carnal. Lo que Jesús quiso decir es que el Espíritu es quien nos hace
comprender lo que significa todo eso de la identidad entre el pan y el cuerpo
de Cristo. Una persona que no piensa nada más que en lo carnal, y que carece de
Espíritu y las cosas del Espíritu no le interesan en absoluto, - ¿qué hace
acercándose a comulgar?
Eso es lo que dijo Jesús.
3. Cuando Jesús ve que los
discípulos se le van en masa, no se pone a llamarlos para explicarles mejor lo
que ha dicho o para convencerlos de que se queden con él.
Jesús se limita a hacer una sola pregunta
a los pocos que le quedaban: - "¿Vosotros también queréis
iros?".
Cuando Jesús decía una cosa, no daba un paso
atrás. Estaba dispuesto a seguir su camino, él solo. Así de fuertes eran sus
convicciones.
Por lo demás, la respuesta de Pedro es
genial:
- "¿A quién vamos a acudir?".
O sea, después de haberte conocido a ti y
de haber convivido contigo, - ¿dónde nos vamos a
meter?
La vida sin ti, Jesús, ya no tiene
sentido.
San
Atanasio
Nació
en Egipto, Alejandría, en el año 295. Estudió derecho y teología. Se retiró por
algún tiempo a la vida solitaria, haciendo amistad con los ermitaños del
desierto. Regresando a la ciudad, se dedicó totalmente al servicio de Dios.
En
su tiempo, Arrio, clérigo de Alejandría, propagaba la herejía de que Cristo no
era Dios por naturaleza. Para enfrentarlo se celebró el primero de los
ecuménicos, en Nicea, ciudad del Asia Menor. Atanasio, que era entonces
diácono, acompañó a este concilio a Alejandro, obispo de Alejandría. Con
doctrina recta y gran valor sostuvo la verdad católica y refutó a los herejes.
El concilió excomulgó a Arrio y condenó su doctrina arriana.
Pocos
meses después de terminado el concilio murió san Alejandro y Atanasio fue
elegido patriarca de Alejandría. Los arrianos no dejaron de perseguirlo hasta
que lo desterraron de la ciudad e incluso de Oriente. Cuando la autoridad civil
quiso obligarlo a que recibiera de nuevo a Arrio en la Iglesia a Arrio a pesar
de que este se mantenía en la herejía, Atanasio, cumpliendo con gran valor su
deber, rechazó tal propuesta y perseveró en su negativa, a pesar de que el
emperador Constantino, en 336, lo desterró a Tréveris.
Durante
dos años permaneció Atanasio en esta ciudad, al cabo de los cuales, al morir
Constantino, pudo regresar a Alejandría entre el júbilo de la población.
Inmediatamente renovó con energía la lucha contra los arrianos y por segunda
vez, en 342, sufrió el destierro que lo condujo a Roma.
Ocho
años más tarde se encontraba de nuevo en Alejandría con la satisfacción de
haber mantenido en alto la verdad de la doctrina católica. Pero sus adversarios
enviaron un batallón para prenderlo. Providencialmente, Atanasio logró escapar
y refugiarse en el desierto de Egipto, donde le dieron asilo durante seis años
los anacoretas, hasta que pudo volver a reintegrarse a su sede episcopal; pero
a los cuatros meses tuvo que huir de nuevo. Después de un cuarto retorno, se
vio obligado, en el año 362, a huir por quinta vez. Finalmente, pasada aquella
furia, pudo vivir en paz en su sede.
Falleció
el 2 de mayo del año 373. Escribió numerosas obras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario