26 DE MAYO – MARTES –
7ª - SEMANA DE PASCUA – A –
SAN FELIPE
NERI
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles (20,17-27):
En
aquellos días, desde Mileto, mandó Pablo llamar a los presbíteros de la Iglesia
de Éfeso.
Cuando se
presentaron, les dijo:
«Vosotros
sabéis que todo el tiempo que he estado aquí, desde el día que por primera vez
puse pie en Asia, he servido al Señor con toda humildad, en las penas y pruebas
que me han procurado las maquinaciones de los judíos. Sabéis que no he ahorrado
medio alguno, que os he predicado y enseñado en público y en privado,
insistiendo a judíos y griegos a que se conviertan a Dios y crean en nuestro
Señor Jesús. Y ahora me dirijo a Jerusalén, forzado por el Espíritu. No sé lo
que me espera allí, sólo sé que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, me
asegura que me aguardan cárceles y luchas. Pero a mí no me importa la vida; lo
que me importa es completar mi carrera, y cumplir el encargo que me dio el
Señor Jesús: ser testigo del Evangelio, que es la gracia de Dios. He pasado por
aquí predicando el reino, y ahora sé que ninguno de vosotros me volverá a ver.
Por eso declaro hoy que no soy responsable de la suerte de nadie: nunca me he
reservado nada; os he anunciado enteramente el plan de Dios.»
Palabra
de Dios
Salmo:
67,10-11.20-21
R/. Reyes
de la tierra, cantad a Dios
Derramaste
en tu heredad,
oh Dios,
una lluvia copiosa,
aliviaste
la tierra extenuada
y tu
rebaño habitó en la tierra que tu bondad,
oh Dios,
preparó para los pobres. R/.
Bendito el
Señor cada día,
Dios
lleva nuestras cargas,
es
nuestra salvación.
Nuestro
Dios es un Dios que salva,
el Señor
Dios nos hace escapar de la muerte. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Juan (17,1-11a):
En aquel
tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo:
«Padre,
ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por
el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le
confiaste. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero,
y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado
la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame cerca de ti, con la
gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo existiese.
He
manifestado tu nombre a los hombres que me diste de en medio del mundo. Tuyos
eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido
que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las
palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido
verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado.
Te ruego
por ellos; no ruego por el mundo, sino por éstos que tú me diste, y son tuyos.
Sí, todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no
voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti.»
Palabra
del Señor
1. Cuando ya la pasión,
el fracaso y la muerte, eran un peligro inminente, Jesús
habla de glorificación. Para Jesús, la
"gloria" es el "fracaso". Morir crucificado era en los
tiempos del Imperio romano, una cosa tan humillante y vergonzosa, que los
cristianos tardaron, por lo menos, doscientos años para empezar a representar
en público a su Dios como a un miserable crucificado. La imagen más antigua
de un crucificado, que se conserva, es la imagen de un hombre en una cruz, pero
con cabeza de burro. Esto se descubrió, en 1856, en los sótanos del Palatino de
Roma. Era una burla contra los cristianos (J. D. Crossan, J. L.
Reed).
2. Jesús habla de tal
forma que, en su oración, queda patente que el hecho
de conocer a Dios y de
conocer a Jesús son dos formas de conocimiento que nos llevan a una misma e
idéntica realidad última, que es Dios en sí mismo.
- ¿Qué significa esto, en última instancia?
3. Significa que a Dios
(lo conocemos) en Jesús, un ser humano. La grandeza,
la genialidad de "lo
humano" está en que es la imagen visible de Dios invisible
(Col 1, 15).
Es, además, la "Palabra" que se
hace "carne" (Jn 1, 14). Es el ser humano en el que vemos, oímos y
tocamos a Dios (Jn 14, 7 s).
Por todo esto, porque el Inaccesible se
nos hizo tan humano y tan cercano, en Jesús, por eso la oración final de Jesús
tiene este estilo y este trasfondo triunfal.
Verdaderamente, nuestra humanidad es lo
más genial y profundo que Dios nos ha dado.
SAN FELIPE NERI
Nació en Florencia en
1515; marchó a Roma y se dedicó al cuidado de los jóvenes; destacó en el camino
de la perfección cristiana y fundó una asociación para atender a los pobres.
Ordenado sacerdote en
1551 fundó la Congregación del Oratorio, en la que se cultivaba especialmente
la lectura espiritual, el canto y las obras de caridad. Brilló por sus obras de
caridad con el prójimo, por su sencillez y su alegría. Murió en el año 1595.
“Quien
quiera algo que no sea Cristo, no sabe lo que quiere; quien pida algo que no
sea Cristo, no sabe lo que pide; quien no trabaje por Cristo, no sabe lo que
hace”, decía San Felipe Neri, patrono de educadores y humoristas, así como
fundador del Oratorio en Roma.
San
Felipe Neri nació en Florencia (Italia) en 1515. Muy pronto quedó huérfano de
madre, pero la segunda esposa de su padre fue para él y sus hermanos una
verdadera mamá.
A los
17 años fue enviado a San Germano para que aprendiera de negocios y tuvo una
experiencia mística que el Santo llamaría su “conversión”. Se fue a Roma sin
dinero y sin proyecto alguno confiando en la Divina Providencia.
Obtuvo
trabajo educando a los hijos de un aduanero florentino, quienes se portaban muy
bien con la dirección de Felipe. En sus ratos libres se dedicaba a la oración.
Más adelante realizó estudios de filosofía y teología, pero cuando se le abría
una brillante carrera, abandonó los estudios y se entregó al apostolado.
En la
Víspera de Pentecostés de 1544 pedía en oración los dones del Espíritu Santo
cuando del cielo bajó un globo de fuego que se dilató en su pecho. San Felipe
cayó al suelo pidiendo al Señor que se detenga, pero cuando recuperó plenamente
la conciencia, tenía un bulto en el pecho del tamaño de un puño, que jamás le
causó dolor.
Más
adelante fundó la Cofradía de la Santísima Trinidad, conocida como la cofradía
de los pobres. Fue ordenado sacerdote y ejerció el apostolado del confesionario
varias horas al día. Con frecuencia caía en éxtasis en Misa y algunos llegaron
a verlo levitando.
Organizó
las conversaciones espirituales que solía terminar con la visita al Santísimo.
El pueblo los llamaba los “oratorianos” porque se tocaba la campana para llamar
a los fieles a rezar en su oratorio. Como quería irse de misionero a la India,
San Juan Evangelista se le apareció y le dijo que su misión estaba en Roma.
Posteriormente
inició la Congregación del Oratorio. La Virgen se le apareció y lo curó de una
enfermedad de la vesícula. El Santo además tenía el don de la curación, de leer
los pensamientos y de la profecía.
Al
final de su vida, el 25 de mayo de 1595, día del Corpus Christi, San Felipe
Neri estaba desbordante de alegría y no se le había visto tan bien en los
últimos años. Confesó durante todo el día y recibió a los visitantes. Hacia la
medianoche sufrió un ataque agudo y partió a la Casa del Padre.
San
Felipe decía: “¿Oh Señor que eres tan adorable y me has mandado a amarte, por
qué me diste tan solo un corazón y este tan pequeño?” Tras la autopsia, se
reveló que el Santo tenía dos costillas rotas y que estaban arqueadas para
dejar más sitio al corazón. Sus restos reposan en la Iglesia de Santa María en
Vallicela.
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