4 DE MAYO – LUNES –
4ª - SEMANA DE PASCUA – A –
San José María Rubio Peralta
Lectura
del libro de los Hechos de los apóstoles (11,1-18):
En
aquellos días, los apóstoles y los hermanos de Judea se enteraron de que
también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Cuando Pedro subió a
Jerusalén, los de la circuncisión le dijeron en son de reproche:
«Has
entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos».
Pedro
entonces comenzó a exponerles los hechos por su orden, diciendo:
«Estaba
yo orando en la ciudad de Jafa, cuando tuve en éxtasis una visión: una especie
de recipiente que bajaba, semejante a un gran lienzo que era descolgado del
cielo sostenido por los cuatro extremos, hasta donde yo estaba. Miré dentro y
vi cuadrúpedos de la tierra, fieras, reptiles y pájaros del cielo.
Luego
oí una voz que me decía:
“Levántate,
Pedro, mata y come”.
Yo
respondí:
«De
ningún modo, Señor, pues nunca entró en mi boca cosa profana o impura”.
Pero
la voz del cielo habló de nuevo:
«Lo
que Dios ha purificado, tú no lo consideres profano”.
Esto
sucedió hasta tres veces, y de un tirón lo subieron todo de nuevo al cielo.
En
aquel preciso momento llegaron a la casa donde estábamos tres hombres enviados
desde Cesarea en busca mía. Entonces el Espíritu me dijo que me fuera con ellos
sin dudar. Me acompañaron estos seis hermanos, y entramos en casa de aquel
hombre.
Él
nos contó que había visto en su casa al ángel que, en pie, le decía:
“Manda
recado a Jafa y haz venir a Simón, llamado Pedro; él te dirá palabras que
traerán la salvación a ti y a tu casa”.
En
cuanto empecé a hablar, bajó sobre ellos el Espíritu Santo, igual que había
bajado sobre nosotros al principio; entonces me acordé de lo que el Señor había
dicho:
“Juan
bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo”.
Pues,
si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros, por haber creído en el
Señor Jesucristo, ¿quién era yo para oponerme a Dios?».
Oyendo
esto, se calmaron y alabaron a Dios diciendo:
«Así
pues, también a los gentiles les ha otorgado Dios la conversión que lleva a la
vida».
Palabra
de Dios
Salmo:
41,2-3;42,3.4
R/.
Mi alma tiene sed de ti, Dios vivo
Como
busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti,
Dios mío;
mi alma tiene sed de Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el
rostro de Dios? R/.
Envía
tu luz y tu verdad:
que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte
santo,
hasta tu morada. R/.
Me
acercaré al altar de Dios,
al Dios de mi alegría,
y te daré gracias al son de
la cítara,
Dios, Dios mío. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Juan (10,1-10):
En
aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
"Os
aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que
salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta
es pastor de las ovejas.
A
este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el
nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina
delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no
lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los
extraños".
Jesús
les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por
eso añadió Jesús: "Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos
los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los
escucharon.
Yo
soy la puerta: quien entra por mí, se salvará, y podrá entrar y salir, y
encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar, y hacer estrago:
yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante".
1. La
simple lectura de este texto sugiere una reflexión lógica y elemental: si uno
ve una casa en la que quienes entran y salen de ella no lo hacen por la puerta, sino que saltan
por las ventanas y los balcones, cualquiera que presencie una cosa tan rara,
pensará que los que así entran y salen de la casa son ladrones o están locos de remate. No usar la puerta en una
casa rompe la lógica de la normalidad y nos mete de lleno en lo extravagante.
Pues
bien, Jesús dice:
"Yo
soy la puerta".
Quien
no entra por esta puerta, es decir quien no se ajusta a la vida de Jesús, a su
Evangelio, - ¿qué busca en la comunidad cristiana o en la Iglesia? -
¿No parecemos, muchas veces, gente extraña?
2. Pero
también aquí tropezamos con una dificultad inevitable: si para la salvación no
hay más puerta que Jesús, - ¿no es eso condenar a la gran mayoría de la humanidad? -
¿No es eso tanto como
despreciar a quienes tienen
otras creencias o han nacido en otras culturas con sus religiones?
Jesús
termina diciendo: Yo he venido para que tengan vida. En los evangelios no
consta que Jesús fundara una religión. Lo que Jesús quiso es que todos tengamos
vida. Una vida plenamente humana y feliz.
Jesús
es la puerta, el acceso, a todas las religiones o proyectos de vida que hacen
que este mundo sea más humano y más habitable. Por eso, y solo por eso,
Jesús puede ser el acceso a la plenitud total de la vida.
San José María Rubio Peralta
José
María Rubio y Peralta nació en Dalías (Almería) el día 22 de julio de 1864, el
mayor de doce hermanos del matrimonio compuesto por don Francisco y doña
Mercedes, campesinos. De él dijo su abuelo materno, don Eugenio: “Yo me moriré,
pero el que viva verá que este niño será un hombre importante y que valdrá
mucho para Dios”. En su pueblo natal acudió a la escuela y después de las
clases le gustaba leer las vidas de santos. Con diez años un canónigo, José
María, tío suyo, le hizo estudiar en un Instituto de Bachillerato en la
capital, pero, viendo que tenía vocación sacerdotal, lo envió al seminario
diocesano de Almería. En 1879 se trasladó al seminario de San Cecilio en
Granada, donde terminó los estudios filosóficos, los cuatro de teología y dos
de derecho canónico, siendo alumno aventajado de otro canónigo, don Joaquín
Torres, quien al pasar a Madrid, se llevó consigo a José María. En 1887 lo
inscribió en el Seminario diocesano de la Inmaculada y de San Dámaso, de
Madrid, que entonces estaba en la calle de La Pasa, y el 24 de septiembre de
este mismo año fue ordenado sacerdote incardinado en esta diócesis. Celebró su
primera Misa el 8 de octubre siguiente en la entonces catedral de San Isidro,
en la capilla de la Virgen del Buen Consejo.
El
1 de noviembre de 1887 fue nombrado coadjutor de la parroquia de Chinchón
(Madrid), donde en tan solo nueve meses ya empezó a tener fama de santo,
mientras continuaba con dos cursos facultativos de Teología en el Seminario
para obtener en 1888 la Licenciatura en Teología en Toledo. También allí obtuvo
la Licenciatura en Derecho Canónico en 1897. Antes del amanecer ya estaba en la
Iglesia orando y dedicaba largas horas a la catequesis de niños. Impresionaba a
todos por su austeridad y pobreza y por su caridad con los más pobres.
El
24 de septiembre de 1889 fue trasladado de administrador parroquial a Estremera
(Madrid) caracterizándose en su apostolado parroquial por compaginar su vida de
oración con la atención a los pobres y enfermos, dando cuanto tenía a los
demás. Se dejó convencer para presentarse a unas oposiciones de canónigo en
Madrid, que perdió, y a consecuencia de eso fue nombrado profesor de Latín,
Filosofía y Teología pastoral en el Seminario madrileño y por ello tuvo que
trasladarse a la capital de España.
Fue
nombrado notario del obispado y más tarde encargado del registro. Se le designó
también capellán de las religiosas Bernardas y como tal permaneció durante
trece años; este cargo le facilitaba entregarse a un intenso apostolado que
sería la característica principal de toda su vida: atendía a muchísimas
personas en el sacramento de la penitencia como excelente confesor, daba
catequesis a niñas pobres, en las “escuelas dominicales”, se dedicaba a los
“traperos”, “parados” y a los llamados “golfos” y a la vez dirigía
continuamente tandas de ejercicios espirituales. Pasaba muchas noches en
oración. Quienes le veían celebrar la Misa decían: “Parece que habla con
alguien”. En 1904 peregrinó a Roma y Tierra Santa. Le impresionaron para
siempre las dos visitas. De Roma, el Papa Pío X, las catacumbas y las tumbas de
Pedro y Pablo y de Jerusalén, el Santo Sepulcro y el Calvario.
Siendo
sacerdote diocesano secular, tenía una gran admiración por la Compañía de
Jesús. Se llamaba a sí mismo “jesuita de afición”. Toda su vida se centraba en
“cumplir la voluntad de Dios”. Y el 11 de octubre de 1906 entró en el noviciado
de la Compañía de Jesús de Granada. Hizo sus primeros votos el 12 de octubre de
1908 y permaneció otro año en Granada para profundizar en sus estudios teológicos
mientras a la vez predicaba misiones populares y daba tandas de ejercicios
espirituales. Seguidamente trabajó en obras apostólicas en la residencia
jesuítica de Sevilla, dirigiendo la Congregación mariana de jóvenes, la
Comunión reparadora de los militares, el Apostolado de la Oración, las
Conferencias de San Vicente de Paúl y una escuela vespertina para obreros.
Atendía también el confesionario de la iglesia y la predicación a los miembros
de la Adoración nocturna. Era exigente pero siempre con dulzura. “Se cazan más
moscas con una gota de miel que con un barril de vinagre”, decía con gracia. En
septiembre de ese año se trasladó a Manresa (Barcelona) para su “tercer año de
probación” desde donde fue destinado a Madrid y aquí, el 2 de febrero de 1917 emitió
sus votos perpetuos.
Desde
entonces Madrid fue el campo de su intenso apostolado. Vivía en la residencia
jesuítica de la calle de La Flor y era buscado y requerido por todo el mundo.
Con sotana y roquete, la cabeza ligeramente inclinada, destellaba tal bondad
que atraída sobrenaturalmente. Aunque no hablaba retóricamente como otros
oradores, sin embargo, sus sermones atraían a la gente y convencía porque vivía
lo que predicaba. Repetía como lema: “Hacer lo que Dios quiere y querer lo que
Dios hace”. Organizó, predicó y atendió personalmente a distintas misiones
populares en pueblos pequeños de Madrid. Vivió una temporada de escrúpulos,
pero eso no le impidió dedicarse a promover obras de apostolado que hicieran
bien a cuanta más gente pudiera, por eso su fama de santidad era extraordinaria
en todo el Madrid de su tiempo. Intentó fundar “los discípulos de San Juan” e
incluso fue sometido a un registro policial acusado de crear un nuevo instituto
religioso. Cuando los superiores le prohibieron esta actividad, lo aceptó de
tan buena forma diciendo: “No busco más que cumplir la santísima voluntad de
Dios”. Cuando le removieron de su cargo de director de las Marías de los
Sagrarios y de un Boletín del Sagrado Corazón, manifestó: “Debo ser tonto. No
me cuesta obedecer”.
Mientras
tanto, había que permanecer más de tres horas en la fila para confesarse con
él. Atendía a todos por igual y por orden, lo mismo a marquesas que a pobres.
Gozaba de dones místicos e incluso de gracias especiales sobrenaturales, como
el don de profecía y de videncia. Comprobaron estar a la vez y a la misma hora
en el confesionario y visitando a un enfermo.
Escuchaba
íntimamente llamadas de socorro a distancia y hasta el aviso de una madre
fallecida para ir a atender a su hijo incrédulo. Un día de carnaval, un grupo
de comparsa le había preparado una trampa, llamándolo a una casa de citas para
administrar los últimos sacramentos a un enfermo. Uno de ellos, en la cama se
hacía pasar por moribundo para que se rieran los demás y dar ocasión de fotografiar
al Padre Rubio en esta ocasión “ridícula”. Al entrar él en el prostíbulo con
intención de atender al enfermo, descubrió que estaba realmente muerto. Fue tal
la impresión que dos de aquel grupo se hicieron religiosos poco después.
La
Ventilla. Ejerció su ministerio pastoral con una dimensión social en los
suburbios más pobres de Madrid, singularmente en el de La Ventilla, donde los
movimientos revolucionarios encendían a la clase obrera. Fundó escuelas,
predicó la Palabra de Dios y fue formador de muchos cristianos que morirían
mártires durante la persecución religiosa en España.
Su
testamento, en una charla a las “Marías de los Sagrarios”, fue el de exhortar a
realizar una “liga secreta” de personas que vivieran la perfección en medio del
mundo, promoviendo así una forma de consagración que más tarde se concretaría
en los institutos seculares. Presintió su propia muerte y hasta llegó a
despedirse de sus amigos. A finales de abril de 1929, viéndolo debilitado por
su intenso trabajo y por su dolorosa enfermedad, los superiores lo
transfirieron al noviciado de Aranjuez para que reposara. Allí, después de
haber roto por humildad sus apuntes espirituales, decía:
“Señor,
si quieres llevarme ahora, estoy preparado”. “Abandono, abandono”.
A
los tres días después de su llegada, el 2 de mayo de 1929, en una butaca dijo:
“Ahora
me voy” y expiró por una angina de pecho. En todo Madrid no se hablaba de otra
cosa: “¡Ha muerto un santo!”. Miles de personas asistieron a su funeral y
entierro. Sus restos fueron inhumados en el cementerio del mismo noviciado,
pero en 1953 fueron trasladados a la nueva Casa Profesa de Madrid.
Fue
beatificado en Roma por el Papa Juan Pablo II el 6 de octubre de 1985, sus
reliquias están en una Casa de la Compañía, en el claustro junto a la iglesia
parroquial del Sagrado Corazón y San Francisco de Borja, Maldonado, nº 1, y su
memoria litúrgica se viene celebrando el 4 de mayo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario