29 DE MAYO – VIERNES –
7ª - SEMANA DE PASCUA – A –
PABLO VI - (1897-1978)
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (25,13-21):
En aquellos días, el rey Agripa llegó a
Cesarea con Berenice para cumplimentar a Festo, y se entretuvieron allí
bastantes días.
Festo expuso al rey el caso de Pablo, diciéndole:
«Tengo aquí un preso, que ha dejado Félix; cuando fui a Jerusalén, los
sumos sacerdotes y los ancianos judíos presentaron acusación contra él,
pidiendo su condena. Les respondí que no es costumbre romana ceder a un hombre
por las buenas; primero el acusado tiene que carearse con sus acusadores, para
que tenga ocasión de defenderse. Vinieron conmigo a Cesarea, y yo, sin dar
largas al asunto, al día siguiente me senté en el tribunal y mandé traer a este
hombre. Pero, cuando los acusadores tomaron la palabra, no adujeron ningún
cargo grave de los que yo suponía; se trataba sólo de ciertas discusiones
acerca de su religión y de un difunto llamado Jesús, que Pablo sostiene que
está vivo. Yo, perdido en semejante discusión, le pregunté si quería ir a
Jerusalén a que lo juzgase allí. Pero, como Pablo ha apelado, pidiendo que lo
deje en la cárcel, para que decida su majestad, he dado orden de tenerlo en
prisión hasta que pueda remitirlo al César.»
Palabra de Dios
Salmo: 10,4-7
R/. El Señor puso en el cielo su trono
Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.
Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos. R/.
El Señor puso en el cielo su trono,
su soberanía gobierna el universo.
Bendecid al Señor, ángeles suyos,
poderosos ejecutores de sus órdenes. R/.
Lectura del santo evangelio según san Juan (21,15-19):
Habiéndose aparecido Jesús a sus
discípulos, después de comer con ellos, dice a Simón Pedro:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?»
Él le contestó:
«Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»
Jesús le dice:
«Apacienta mis corderos.»
Por segunda vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas?»
Él le contesta:
«Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»
Él le dice:
«Pastorea mis ovejas.»
Por tercera vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?»
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le
contestó:
«Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.»
Jesús le dice:
«Apacienta mis ovejas.
Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías;
pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará
adonde no quieras.»
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto, añadió: «Sígueme.»
Palabra del Señor
1. La importancia de este diálogo, entre Jesús y Pedro, para el
significado de Pedro en la Iglesia, es mayor de lo que imaginamos. Y
por tanto, para el papado, como cabeza del colegio episcopal
(concilios Vaticano I y II, Denzinger-Hünermann, 3055 y 4143).
Según la lectura que los Padres de la Iglesia y los teólogos cristianos,
han hecho de este relato, está fuera de duda que Pedro (y el papado, que se ha fundamentado
en él) es una pieza clave en la estructura de la Iglesia.
El papado, por tanto, no es un invento humano como tantos otros. Tiene su
origen en los primeros orígenes del cristianismo, si nos atenemos a los
recuerdos de Jesús, que nos dejaron los evangelios.
2. Pero, tan importante como lo anterior, es saber que el papel
de Pedro, tal como se plantea aquí (en su mismo origen),
fue pensado por Jesús, nunca basado en la fuerza del poder, sino solamente en
la ejemplaridad del amor.
Fue necesario que Pedro negase tres veces su fe en Cristo, en el palacio de
Anás, para que afirmase tres veces su amor a Jesús, en el lago de Galilea.
El Pedro que negó la fe fue el Pedro seguro de sí mismo (aunque todos los
demás..., yo no).
El Pedro que amó a Jesús fue el Pedro que se entristeció inseguro de sí.
Y fue este Pedro el que "siguió" (Jn 21, 19) definitivamente a
Jesús.
3. La gran contradicción y el gran escándalo es que el papado,
que se ha terminado imponiendo en la Iglesia, no ha sido el papado del discípulo
que sigue a Jesús, sino el papado del poder que apeteció Pedro cuando quiso
situarse el primero (Mt 20, 20-28; Mc 10, 35-46) o el papado del Pedro que
rechazó la pasión y el fracaso de Jesús (Mt 16, 21-23 par), que más
se parece al orgullo de aquel Pedro que se sentía seguro de sí
mismo, el que se veía superior a los demás.
Se ha superpuesto el poder al amor. Y por eso se ha
confeccionado una historia turbia del papado, en la que han abundado
falsificaciones como la "donación de Constantino" (s. VIII),
pretensiones de poder sobre cualquier otro poder humano (s. XI) o teorías
como la de la plenitudo potestatis, a partir de Inocencio III (s.
XII-XIII). Desde entonces hasta el canon 331 del vigente Derecho Canónico,
en la historia del papado ha habido hombres santos y hombres pecadores. Pero la
institución, tal como ha sido gestionada, ha alejado -y sigue alejando- a
grandes sectores de la sociedad de la "peligrosa memoria' del Jesús que se
nos presenta en el Evangelio.
4. Y lo más doloroso es que todo esto se vea confirmado ahora,
en el papado de Francisco, el humilde sucesor de Pedro que se identifica
con los más pobres, los enfermos, los ancianos y los niños.
El Papa que no es querido y aceptado por buena parte del clero y de la
Curia Romana, cosa que es bien sabida en todo el mundo.
Es doloroso pensar que la Iglesia no coincide con el Evangelio.
PABLO VI - (1897-1978)
Juan Bautista Montini nació el 26
de septiembre de 1897 en Concesio, pueblo cerca de Brescia. Fue ordenado
sacerdote el 29 de mayo de 1920 prestando su ministerio en la Santa Sede hasta
que fue nombrado Arzobispo de Milán.
Fue elegido para la Cátedra de Pedro el 21 de junio de 1963.
Continuó felizmente el Concilio Vaticano II, promovió la vida eclesial,
especialmente la liturgia, el diálogo ecuménico y el anuncio del evangelio al
mundo de nuestro tiempo. Murió el 6 de agosto de 1978.
Segundogénito de Giorgio y de Giuditta Alghisi, Giovanni Battista
Montini nació en Concesio, Brescia (Italia), el 26 de septiembre de 1897. De
familia católica muy comprometida en el ámbito político y social, frecuentó la
escuela primaria y secundaria en el colegio Cesare Arici de Brescia dirigido
por los jesuitas, y la concluyó en el instituto estatal de la ciudad en 1916.
En otoño de ese año ingresó en el seminario de Brescia y cuatro
años más tarde, el 29 de mayo de 1920, recibió la ordenación sacerdotal.
Después del verano se trasladó a Roma, donde estudió filosofía en la Pontificia
Universidad Gregoriana y letras en la universidad estatal, obteniendo luego el
doctorado en derecho canónico y en derecho civil. Mientras tanto, tras un
encuentro con el sustituto de la Secretaría de Estado Giuseppe Pizzardo en
octubre de 1921, fue destinado al servicio diplomático y por algunos meses de
1923 trabajó en la nunciatura apostólica de Varsovia.
Comenzó a prestar servicio en la secretaría de Estado el 24 de
octubre de 1924. En ese período acompañó a los estudiantes universitarios
católicos reunidos en la fuci, de la que fue consiliario eclesiástico nacional
de 1925 a 1933. Mientras tanto, a comienzos de 1930, fue nombrado secretario de
Estado el cardenal Eugenio Pacelli, del que llegó a ser progresivamente uno de
sus más estrechos colaboradores, hasta que en 1937 fue promovido a sustituto de
la Secretaría de Estado. Función que mantuvo también cuando a Pacelli —que fue
elegido Papa en 1939 tomando el nombre de Pío XII— le sucedió el cardenal Luigi
Maglione. Ocho años más tarde, en 1952, fue nombrado prosecretario de Estado
para los asuntos ordinarios.
Fue él quien preparó el borrador del extremo aunque inútil
llamamiento de paz que el Papa Pacelli lanzó por radio el 24 de agosto de 1939,
en vísperas del conflicto mundial: «Nada se pierde con la paz. Todo puede
perderse con la guerra».
El 1 de noviembre de 1954 recibió inesperadamente el nombramiento
como arzobispo de Milán, donde inició su ministerio el 6 de enero de 1955. Como
guía de la Iglesia ambrosiana se comprometió plenamente a nivel pastoral,
dedicando una especial atención a los problemas del mundo del trabajo, de la
inmigración y de las periferias, donde promovió la construcción de más de cien
nuevas iglesias.
Fue el primer cardenal que recibió la púrpura cardenalicia de
manos de Juan XXIII, el 15 de diciembre de 1958. Participó en el Concilio
Vaticano II, donde sostuvo abiertamente la línea reformadora. Tras fallecer
Roncalli, el 21 de junio de 1963, fue elegido Papa y tomó el nombre de Pablo,
con una referencia clara al apóstol evangelizador.
En los primeros actos del pontificado quiso destacar la
continuidad con el predecesor, en particular con la decisión de retomar el
Vaticano II, que volvió a abrirse el 29 de septiembre de 1963. Condujo los
trabajos conciliares con atenta mediación, favoreciendo y moderando la mayoría
reformadora, hasta su conclusión que tuvo lugar el 8 de diciembre de 1965 y
precedida por la mutua anulación de las excomuniones surgidas en 1054 entre
Roma y Constantinopla.
Se remonta también al período del Concilio los primeros tres de
los nueve viajes que durante su pontificado le llevaron a los cinco continentes
(diez fueron, en cambio, sus visitas en Italia): en 1964 visitó Tierra Santa y
luego India, y en 1965 Nueva York, donde pronunció un histórico discurso ante
la asamblea general de las Naciones Unidas. Ese mismo año inició una profunda
modificación de las estructuras del gobierno central de la Iglesia, creando
nuevos organismos para el diálogo con los no cristianos y los no creyentes,
instituyendo el Sínodo de los obispos —que durante su pontificado tuvo cuatro
asambleas ordinarias y una extraordinaria entre 1967 y 1977— y reformando el
Santo Oficio.
Su voluntad de diálogo en el seno de la Iglesia, con las diversas
confesiones y religiones y con el mundo estuvo en el centro de la primera
encíclica Ecclesiam suam de 1964, seguida por otras seis: entre estas hay que
recordar la Populorum progressio de 1967 sobre el desarrollo de los pueblos y
la Humanae vitae de 1968, dedicada a la cuestión de los métodos para el control
de la natalidad, que suscitó numerosas polémicas incluso en ambientes
católicos. Otros documentos significativos del pontificado son la carta apostólica
Octogesima adveniens de 1971 para el pluralismo del compromiso político y
social de los católicos, y la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi de
1975 sobre la evangelización del mundo contemporáneo.
Comprometido en la no fácil tarea de aplicar las indicaciones del
Concilio, aceleró el diálogo ecuménico a través de encuentros e iniciativas
importantes. El impulso renovador en el ámbito del gobierno de la Iglesia se
tradujo luego en la reforma de la Curia en 1967, de la corte pontificia en 1968
y del Cónclave en 1970 y en 1975. También en la liturgia realizó un paciente
trabajo de mediación para favorecer la renovación pedida por el Vaticano II,
sin lograr evitar las críticas de los sectores eclesiales más avanzados y la
oposición de los conservadores.
Con la creación de 144 purpurados, la mayor parte no italianos,
en seis consistorios remodeló notablemente el Colegio cardenalicio y acentuó su
carácter de representación universal. Durante el pontificado desarrolló,
además, la acción diplomática y la política internacional de la Santa Sede,
comprometiéndose en favor de la paz —gracias a la institución también de una
especial jornada mundial celebrada desde 1968 el 1 de enero de cada año— y
prosiguiendo el diálogo con los países comunistas de Europa central y oriental
comenzado por Juan XXIII.
En 1970, con una decisión sin precedentes, declaró doctoras de la
Iglesia a dos mujeres, santa Teresa de Ávila y santa Catalina de Siena. Y en
1975 —tras el jubileo extraordinario que tuvo lugar en 1966 para la conclusión
del Vaticano II y el Año de la fe celebrado entre 1967 y 1968 con ocasión del
XIX centenario del martirio de los santos Pedro y Pablo— convocó y celebró un
Año santo.
Murió el 6 agosto de 1978, por la tarde, en la residencia de
Castelgandolfo, casi improvisamente. Tras el funeral que se celebró el 12 en la
plaza de San Pedro, fue sepultado en la basílica vaticana.
El 11 de mayo de 1993 se inició en la diócesis de Roma la causa
de canonización. El 9 de mayo pasado el Papa Francisco autorizó a la
Congregación para las causas de los santos la promulgación del decreto relativo
al milagro atribuido a su intercesión.
Pablo VI fue beatificado el 19 de octubre de 2014 por el Papa
Francisco.
Fue canonizado por el Papa francisco en la Plaza de San Pedro el
14 de octubre de 2018.
L'Osservatore Romano,
edición semanal en lengua española,
n. 43, 24 de octubre de
2014.
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