lunes, 1 de junio de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 2 DE JUNIO – MARTES – 9ª – SEMANA DEL T. O. – A – Santos Marcelino y Pedro





2 DE JUNIO – MARTES –
9ª – SEMANA DEL T. O. – A –
Santos Marcelino y Pedro

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pedro (3,12-15a.17-18):
Esperad y apresurad la venida del Señor, cuando desaparecerán los cielos, consumidos por el fuego, y se derretirán los elementos. Pero nosotros, confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia. Por tanto, queridos hermanos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con él, inmaculados e irreprochables. Considerad que la paciencia de Dios es nuestra salvación. Así, pues, queridos hermanos, vosotros estáis prevenidos; estad en guardia para que no os arrastre el error de esos hombres sin principios, y perdáis pie. Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, a quien sea la gloria ahora y hasta el día eterno. Amén.
Palabra de Dios

Salmo 89

R/. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación

Antes que naciesen los montes
o fuera engendrado el orbe de la tierra,
desde siempre y por siempre tú eres Dios. R/.
Tú reduces el hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán.»
Mil años en tu presencia
son un ayer, que pasó; una vela nocturna. R/.
Aunque uno viva setenta años,
y el más robusto hasta ochenta,
la mayor parte son fatiga inútil,
porque pasan aprisa y vuelan. R/.
Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Que tus siervos vean tu acción,
y sus hijos tu gloria. R/.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (12,13-17):
En aquel tiempo, enviaron a Jesús unos fariseos y partidarios de Herodes, para cazarlo con una pregunta. Se acercaron y le dijeron:
«Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importa de nadie; porque no te fijas en lo que la gente sea, sino que enseñas el camino de Dios sinceramente.
- ¿Es lícito pagar impuesto al César o no?
- ¿Pagamos o no pagamos?»
Jesús, viendo su hipocresía, les replicó:
«¿Por qué intentáis cogerme? Traedme un denario, que lo vea.»
Se lo trajeron. Y él les preguntó:
 «¿De quién es esta cara y esta inscripción?»
Le contestaron: «Del César.»
Les replicó:
«Lo que es del César pagádselo al César, y lo que es de Dios, a Dios.»
Se quedaron admirados.
Palabra de Dios

1.  Este relato tiene una actualidad muy importante, porque toca directamente el tema de la "corrupción", que es causa de tanto escándalo y de tanto sufrimiento.
La Iglesia primitiva le dio importancia a este episodio, ya que lo repiten los tres sinópticos (Mc 12, 17; Mt 22, 21; Lc 20, 25). Se sabe que, en tiempos de Jesús, Palestina estaba ocupada y dominada por Roma.   Y el Imperio sacaba todo el dinero, que podía, mediante   los impuestos, que oprimían a la gente, sobre todo a los pobres. De ahí, la importancia del impuesto que había que pagar a los romanos.  - ¿Debían los cristianos pagarlo, sí o no?

2.  Todo esto es lo que se suele decir sobre este pasaje de los evangelios. Sin embargo, la explicación que hoy más se va imponiendo, entre los entendidos en estos temas, es que la instrucción de Jesús no tiene nada que ver con el dinero o la moneda como tal.  Lo que aquí se expresa es un mandamiento global, que abarca la vida entera: sed honrados en vuestros deberes fiscales con el poder civil. Pero sed igualmente honrados y ejemplares cuando se trata de "devolver" a Dios todo lo que le debemos.

3.  Tengamos presente que el verbo apodidomi, que el evangelio pone aquí en imperativo, significa devolver. Dios se ha "humanizado" en cada ser humano. Lo que Dios nos manda es que le devolvamos lo que le debemos, dándole a cada ser humano lo que le debemos a Dios:  respeto, bondad, sinceridad...
Hay que dar a la autoridad civil lo que se nos exige para ser buenos ciudadanos. Pero igualmente le tenemos    que devolver a Dios lo mucho (todo), que le debemos.  En el trato y convivencia con los otros.
Santos Marcelino y Pedro


Mártires - Año 304

 Nos ha dejado noticias de su muerte el papa san Dámaso, que las oyó de boca del mismo verdugo. El martirio tuvo lugar durante la persecución de Diocleciano (284-305).
Fueron decapitados en un bosque, pero sus cuerpos fueron trasladados y sepultados en el cementerio llamado Ad duas lauros, en la vía Labicana, donde después de la paz de Constantino se erigió una basílica.

      El primero de estos dos santos mártires era un sacerdote muy estimado en Roma, y el segundo era un fervoroso cristiano que tenía el poder especial de expulsar demonios. Fueron llevados a prisión por los enemigos de la religión, pero en la cárcel se dedicaron a predicar con tal entusiasmo que lograron convertir al carcelero y a su mujer y a sus hijos, y a varios prisioneros que antes no eran creyentes. Disgustados por esto los gobernantes les decretaron pena de muerte.
Marcelino y Pedro los llevaron a un bosque llamado "la selva negra", y allá los mataron cortándoles la cabeza y los sepultaron en el más profundo secreto, para que nadie supiera dónde estaban enterrados. Pero el verdugo, al ver lo santamente que habían muerto se convirtió al cristianismo y contó dónde estaban sepultados, y los cristianos fueron y sacaron los restos de los dos santos, y les dieron honrosa sepultura. Después el emperador Constantino construyó una basílica sobre la tumba de los dos mártires, y quiso que en ese sitio fuera sepultada su santa madre, Santa Elena.
Las crónicas antiguas narran que ante los restos de los santos Marcelino y Pedro, se obraron numerosos milagros. Y que las gentes repetían: "Marcelino y Pedro poderosos protectores, escuchad nuestros clamores".


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