25 DE JUNIO – JUEVES –
12ª – SEMANA DEL T. O. – A –
San Máximo de Turín
Lectura
del segundo libro de los Reyes (24,8-17):
Cuando
Jeconías subió al trono tenía dieciocho años, y reinó tres meses en Jerusalén.
Su madre se llamaba Nejustá, hija de Elnatán, natural de Jerusalén. Hizo lo que
el Señor reprueba, igual que su padre.
En
aquel tiempo, los oficiales de Nabucodonosor, rey de Babilonia, subieron contra
Jerusalén y la cercaron. Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó a Jerusalén
cuando sus oficiales la tenían cercada. Jeconías de Judá se rindió al rey de
Babilonia, con su madre, sus ministros, generales y funcionarios. El rey de
Babilonia los apresó el año octavo de su reinado. Se llevó los tesoros del
templo y del palacio y destrozó todos los utensilios de oro que Salomón, rey de
Israel, había hecho para el templo según las órdenes del Señor. Deportó a todo
Jerusalén, los generales, los ricos –diez mil deportados–, los herreros y
cerrajeros; sólo quedó la plebe. Nabucodonosor deportó a Jeconías a Babilonia.
Llevó deportados, de Jerusalén a Babilonia, al rey y sus mujeres, sus
funcionarios y grandes del reino, todos los ricos –siete mil deportados–, los
herreros y cerrajeros –mil deportados–, todos aptos para la guerra. En su lugar
nombró rey a su tío Matanías, y le cambió el nombre en Sedecías.
Palabra
de Dios
Salmo:78,1-2.3-5.8.9
R/.
Líbranos, Señor, por el honor de tu nombre
Dios
mío, los gentiles han entrado en tu heredad,
han profanado tu santo
templo,
han reducido Jerusalén a
ruinas.
Echaron los cadáveres de
tus siervos
en pasto a las aves del
cielo,
y la carne de tus fieles
a las fieras de la tierra. R/.
Derramaron
su sangre como agua
en torno a Jerusalén, y
nadie la enterraba.
Fuimos el escarnio de
nuestros vecinos,
la irrisión y la burla de
los que nos rodean.
¿Hasta cuándo, Señor?
¿Vas a estar siempre
enojado?
¿Arderá como fuego tu
cólera? R/.
No
recuerdes contra nosotros
las culpas de nuestros
padres;
que tu compasión nos
alcance pronto,
pues estamos
agotados. R/.
Socórrenos,
Dios, salvador nuestro,
por el honor de tu
nombre;
líbranos y perdona
nuestros pecados
a causa de tu
nombre. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (7,21-29):
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No
todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de cielos,
sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Aquel
día muchos dirán: "Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en
tu nombre echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros?"
Yo entonces les declararé: 'Nunca os he conocido. Alejaos de mí,
malvados."
El
que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre
prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia salieron los ríos,
soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque
estaba cimentada sobre roca.
El
que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel
hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los
ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.»
Al
terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, porque
les enseñaba con autoridad, y no como los escribas.
Palabra
del Señor
1. Al
acabar el Sermón del Monte, como recopilación de todo lo que ha dicho en este
discurso, el evangelio de Mateo pone en boca de Jesús dos advertencias que dan
mucho que pensar:
1) No
te fíes de tu religiosidad.
2) Solo
vale lo que haces.
Estas
dos advertencias necesitan su explicación.
2. Hay
gente que se siente bien porque piensa que tiene fe. Y porque además practica
la religión con piedad, con devoción, más aún, no se limita a rezar, sino que
además hace apostolado y hasta consigue algunos éxitos que llaman la
atención. Como es lógico, el que se siente bien con todo eso, es una persona
que da mucha importancia a su religiosidad. Pues bien, Jesús
advierte; "No te fíes
de todo eso". Al final, puedes encontrarte con la dura sorpresa de que tu
vida ha sido un fracaso.
Las
"piedades", las "devociones", los "apostolados",
pueden terminar siendo el mayor engaño de nuestra vida. - ¿Por qué?
3. Porque
lo único que vale es poner en práctica lo que dice Jesús. De forma que, si no
lo haces, por más devociones, piedades y apostolados que
organices,
todo eso no será sino la
apariencia de una casa sin cimientos, un hundimiento, una ruina. Y es que la
religión es seguramente la cosa que más engaña. Porque su
peligro está en que engaña, no a los demás, sino a uno mismo. En esto consiste
la advertencia más seria que hace Jesús.
San Máximo de Turín
Obispo
Martirologio Romano: En Turín, Italia, san Máximo, primer obispo de esta sede, que con su
paterna palabra llamó al pueblo pagano a la fe de Cristo, y con sólida doctrina
lo condujo al premio de la salvación eterna. (c.465)
Se
conserva la mayor parte de la obra literaria de san Máximo de Turín, pero es
muy poco lo que se sabe acerca del autor. Parece que vino al mundo alrededor
del año 380 y, por referencias extraídas de algunos de sus escritos, se
conjetura que era natural de Vercelli, o de algún otro lugar en la provincia de
Recia. El escritor declara que, hacia el año de 397, presenció el martirio de
tres obispos misioneros de Anaunia, en los Alpes Réticos. El historiador
Genadio, en su «Libro de Escritores Eclesiásticos», que completó hacia fines
del siglo quinto, describe a san Máximo, obispo de Turín, como a un profundo
estudioso de la Biblia, un predicador diestro en instruir al pueblo y autor de
muchos libros, algunos de cuyos títulos menciona. La nota concluye señalando
que la actuación de san Máximo floreció particularmente durante los reinados de
Honorio y de Teodosio el Joven. En realidad, el obispo sobrevivió a esos dos
soberanos, puesto que, en el año 451 un obispo Máximo de Turín asistió al
sínodo de Milán, presidido por su metropolitano, san Eusebio y, con la
participación de otros prelados del norte de Italia, firmó la carta dirigida al
papa san León Magno para declarar la adhesión de la asamblea a la doctrina de
la Encarnación, tal como se expuso en la llamada "Epístola dogmática"
del Papa. También estuvo presente en el Concilio de Roma del 465. En los
decretos emitidos en esa ocasión, la firma de Máximo figura inmediatamente
después de la del pontífice san Hilario y, como por aquel entonces se daba
precedencia por la edad, es evidente que Máximo era muy anciano. Se supone que
murió poco después de aquel Concilio.
La
colección que se hizo de sus supuestas obras, editadas por Bruno Bruni en 1784,
comprende unos 116 sermones, 118 homilías y 6 tratados; pero esta clasificación
es muy arbitraria y, posiblemente, la mayoría de las obras citadas deban
atribuirse a otros autores. Son particularmente interesantes por darnos a
conocer algunas costumbres extrañas y pintorescas de la antigüedad sobre las
condiciones en que vivían los pueblos de la Lombardía, en la época de las
invasiones de los godos. En una de sus homilías describe la destrucción de
Milán por las hordas de Atila; en otra, habla de los mártires Octavio, Solutor
y Adventus, cuyas reliquias se conservan en Turín. "Debemos honrar a todos
los mártires, recomienda; pero especialmente a aquellos cuyas reliquias poseemos,
puesto que ellos velan por nuestros cuerpos en esta vida y nos acogen cuando
partimos de ella". En dos homilías sobre la acción de gracias inculcaba el
deber de elevar diariamente las preces al Señor y recomendaba los Salmos como
los mejores cánticos de alabanza. Insistía en que nadie debía dejar las
oraciones de la mañana y la noche, así como la acción de gracias, antes y
después de las comidas. Máximo exhortaba a todos los cristianos para que
hiciesen el signo de la cruz al emprender cualquier acción, puesto que
"por el signo de Jesucristo (hecho con devoción) se pueden obtener
bendiciones sin cuento sobre todas nuestras empresas". En uno de sus
sermones, abordó el tema de los festejos un tanto desenfrenados del Año Nuevo y
criticó la costumbre de dar regalos a los ricos, sin haber repartido antes
limosnas entre los pobres. Más adelante, en esa misma prédica, atacó duramente
a "los herejes que venden el perdón de los pecados", cuyos
pretendidos sacerdotes piden dinero por la absolución de los penitentes, en vez
de imponerles penitencias y llanto por sus culpas.
VIDAS DE LOS SANTOS Edición 1965
Autor: Alban Butler
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