20 DE JUNIO – SÁBADO – 11ª – SEMANA DEL T. O. – A –
SDO. CORAZÓN DE MARÍA
Lectura del profeta Isaías (61,9-11):
La
estirpe de mi pueblo será célebre entre las naciones, y sus vástagos entre los
pueblos. Los que los vean reconocerán que son la estirpe que bendijo el Señor.
Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido
con un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se
pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas. Como el suelo echa sus
brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia
y los himnos ante todos los pueblos.
Palabra
de Dios
Salmo: 1Sam 2,1-8
R/. Mi corazón se regocija por el Señor,
mi salvador
Mi
corazón se regocija por el señor,
mi poder se exalta por Dios;
mi boca se ríe de mis enemigos,
porque gozo con tu salvación. R/.
Se
rompen los arcos de tus valientes,
mientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan,
mientras los hambrientos engordan;
la mujer estéril da a luz siete hijos,
mientras la madre de muchos queda
baldía. R/.
El
Señor da la muerte y la vida,
hunde en el abismo y levanta;
da la pobreza y la riqueza,
humilla y enaltece. R/.
Él
levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes
y que herede un trono de gloria. R/.
Lectura del santo evangelio según san
Lucas (2,41-51):
Cuando
Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando
terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que lo
supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una
jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no
encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo
encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles
preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las
respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le
dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te
buscábamos angustiados.»
Él les contestó:
«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que
yo debía estar en la casa de mi Padre?»
Pero ellos no comprendieron lo que
quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre
conservaba todo esto en su corazón.
Palabra
del Señor
1. Cuando Dios decidió venir al
mundo lo hizo en forma de niño, con un corazón de niño. De Jesús, en un momento
dado de su vida, se nos dice que: “iba creciendo en edad, en estatura, en
sabiduría y en gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc 2,52). Pero, su corazón
no creció como suelen hacerlo los de los otros seres humanos, que se hacen más
desconfiados, suspicaces y maliciosos, sino en la línea de la inocencia, de la
sencillez y de la confianza. De ahí que llegara a decir: “Aprended de mí que
soy manso y humilde de corazón” (Mt 11,29). Jesús lo aprendió de su Madre,
María. Con ella lo vivió y lo practicó primero; luego, más tarde, no hizo más
que seguir en aquella dirección con todos.
2. “Sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial
es invisible para los ojos”: Antoine de Saint Exupery.
En nuestra cultura occidental, hablar del corazón es
hablar de afectos, de sentimientos, de amor o de odio. Lo específicamente
humano, lo espiritual, lo afectivo, lo intelectual es invisible para los ojos.
La amistad, la bondad, la belleza, la verdad, la sinceridad no son visibles más
que con el corazón. Los ojos son importantísimos, pero su misión, al final, es
llevarnos a la otra dimensión y, al llegar, retirarse, para que el corazón tome
las riendas de lo que es competencia suya.
Al celebrar el Corazón de María, estamos hablando de
lo que María veía y cómo lo veía. Los ojos le mostraban un niño, ella veía a
Dios; los ojos le mostraban un José que no entendía qué es lo que pasaba; María
veía en él a la persona puesta y dispuesta por Dios para el cometido más
delicado que se pudiera pensar. Y así con todo lo demás. Y, porque María todo
eso lo intuía y veía con el corazón, lo celebramos, lo admiramos, se lo
agradecemos y, en la medida en que podemos, la imitamos. Porque ser ciego es
una de las mayores desgracias, pero “no tener corazón” es todavía peor; o
tenerlo, no de carne, sino de piedra, insensible, es algo que todos detestamos.
María fue muy humana, muy sensible, muy delicada, piadosa y compasiva.
3. “María lo guardaba todo en
su corazón”. Y, al mismo tiempo, María seguía siendo humana. Y, como tal, no lo entendía
todo. Y, en lugar de pedir cuentas a Dios o disgustarse, protestar o retirarse,
su actitud fue muy distinta: lo guardaba todo, como algo sagrado, en lo más
hondo de su corazón. Y allí lo rezaba, lo discernía, lo recordaba, lo volvía a
vivir. Y esperaba como buena madre que llegara el momento de entender aquello,
o de no entenderlo porque no era suyo sino de Dios.
No sé si estaré acertado o equivocado, pero tengo para
mí que una cosa, una verdad, un misterio, todo aquello con capacidad para estar
en un libro o en Google y en el Corazón de María, cambia substancialmente si
está en un sitio o en otro. En apariencia es la misma realidad, pero realmente
es distinto. La persona y el corazón de María tienen capacidad suficiente para
hacer las cosas “según Dios”, no sólo según los hombres. A mí me da mucha más
seguridad contemplar lo que María guardaba en su corazón sobre cualquier
aspecto de Jesús que lo que pueda aprender a través de otros medios. Esto no es
fácil explicarlo ni demostrarlo; pero intuyo que nosotros, los seguidores de
Jesús y de María, tampoco lo necesitamos. Por eso celebramos su Corazón, y, al
hacerlo, celebramos también todo lo que allí guardaba y la forma en la que lo
hacía. Pidiendo únicamente ser capaces de parecernos a ella, por madre y por
maestra.
SDO.
CORAZON DE MARIA
La
devoción al Inmaculado Corazón de María, junto con la del Sagrado Corazón de
Jesús, fue promovida por San Juan Eudes en el siglo 17.
El
Papa Pío VII y Pío IX sugirieron su celebración como Purísimo Corazón de María.
En 1944, el Papa Pío extendió esta devoción
a toda la Iglesia fijando la celebración del Inmaculado Corazón de María el 22
de agosto, ocho días después de la Asunción.
Con la
renovación litúrgica, se le restó importancia a esta fiesta para dársela a las
principales fiestas marianas y, se cambió la fecha para un día después de la
fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.
San
Juan Eudes, decía que el Corazón de María es la fuente y el principio de todas
las grandezas y excelencias que la adornan y que la hacen estar por encima de
todas las creaturas; por ser hija predilecta de Dios Padre, madre muy amada de
Jesús y esposa fiel del Espíritu Santo. Y que ese santísimo Corazón de María es
fuente de todas las virtudes que practicó.
También
San Antonio María Claret, fundador de los Misioneros del Inmaculado Corazón de
María, profesó un inmenso amor a esta advocación.
Quiso
que sus misioneros, salieran por todo el mundo extendiendo la devoción al
Inmaculado Corazón de María. Fue un profeta de Fátima, porque en Fátima la
Virgen personalmente nos manifestó que Dios quería salvar al mundo, por medio
de su Inmaculado Corazón.
La
fiesta del Inmaculado Corazón de María sigue a la del Sagrado Corazón de Jesús.
El corazón expresa y es símbolo de la intimidad de la persona. La primera vez
que se menciona en el Evangelio el Corazón de María es para expresar toda la
riqueza de esa vida interior de la Virgen: “María conservaba estas cosas en su
corazón”
El
corazón de María conservaba como un tesoro el anuncio del Ángel sobre su
Maternidad divina; guardó para siempre todas las cosas que tuvieron lugar en la
noche de Belén, o la adoración de los pastores ante el pesebre, y la presencia,
un poco más tarde, de los Magos con sus dones,... y la profecía del anciano
Simeón, y las preocupaciones del viaje a Egipto.
Más
tarde, el corazón de María sufrió por la pérdida de Jesús en Jerusalén a los
doce años de edad, según lo relata San Lucas en el evangelio de hoy.
Pero María conservaba todas estas cosas en
el corazón....
Jamás
olvidaría los acontecimientos que rodearon a la muerte de su Hijo en la Cruz,
ni las palabras que le oyó decir: “Mujer, he ahí a tu hijo”. Y al mirar a Juan
ella nos vio a todos nosotros. Vio a todos los hombres. Desde aquel momento nos
amó con su Corazón de madre, con el mismo Corazón que amó a Jesús.
Pero
María ejerció su maternidad desde antes que se consumase la redención en el
Calvario, pues Ella es madre nuestra desde que prestó su colaboración a la
salvación de los hombres en la Anunciación.
En el
relato de las bodas de Cana, San Juan nos revela un rasgo verdaderamente
maternal del Corazón de María: su atenta disposición a las necesidades de los
demás. Un corazón maternal es siempre un corazón atento, vigilante.
La
devoción al Corazón de María no es una devoción más. Nos lleva a aprender a
tratar a nuestra Madre con más confianza, con la sencillez de los niños
pequeños que acuden a sus madres en todo momento: no sólo se dirigen a ellas
cuando están en gravísimas necesidades, sino también en los pequeños apuros que
le salen al paso. Las madres les ayudan a resolver los problemas más
insignificantes. Y ellas – las madres – lo han aprendido de nuestra Madre del
Cielo.
Hoy
queremos encontrarnos con María, con nuestra madre. Si recurrimos confiados a
ella, ella nos va a decir qué debemos hacer y sentiremos su amor por nosotros.
Ese mismo amor que Jesús tiene por cada uno de nosotros. y ella nos dirá que
nos quiere, que nos quiere con toda su alma.
Pidamos
a Dios que preparó en el Corazón de María, una morada digna al Espíritu Santo,
que haga que nosotros, por intercesión de la Santísima Virgen lleguemos a ser
templos dignos de su gloria.
Consagración
al Sagrado Corazón de María
Oh
Corazón Inmaculado de María, por tu perfecta comunión de amor con el Corazón de
Jesús, eres la escuela viviente de total consagración y dedicación a Su
Corazón.
En tu
Corazón, Oh Madre, queremos vivir para aprender a amar, sin divisiones, al
Corazón de Jesús; a obedecerle con diligencia y exactitud; servirle con
generosidad y a cooperar activa y responsablemente en los designios de Su
Corazón.
Deseamos
consagrarnos totalmente a tu Corazón Inmaculado y Doloroso que es el camino
perfecto y seguro de llegar al Corazón de Jesús. Tu Corazón, es también refugio
seguro de gracia y santidad, donde nos vamos liberando y sanando de todas
nuestras oscuridades y miserias.
Deseamos
pertenecer a tu Corazón, Oh Virgen Santísima, sin reservas y en total disponibilidad
de amor a la voluntad de Dios, que se nos manifestará a través de tu mediación
maternal.
En
virtud de esta consagración, Oh Inmaculado Corazón, te pedimos que nos guardes
y protejas de todo peligro espiritual y físico. Qué nuestros corazones ardan
con el fuego del Espíritu como arde tu Corazón.
Qué
unidos a ti, que eres la portadora por excelencia de Cristo para el mundo, y
ungidos por el poder del Espíritu Santo, seamos instrumentos para dar a un
mundo tan árido y frío, el amor, la alegría y la paz del Corazón de Jesús.
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