martes, 30 de junio de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 2 DE JULIO – JUEVES – 13ª – SEMANA DEL T. O. – A – San Otón de Bamberg






2 DE JULIO – JUEVES –
13ª – SEMANA DEL T. O. – A –
San Otón de Bamberg

Lectura de la profecía de Amós (7,10-17):

En aquellos días, Amasías, sacerdote de Casa-de-Dios, envió un mensaje a Jeroboam, rey de Israel:
«Amós conjura contra ti en medio de Israel; la tierra ya no puede soportar sus palabras.
Porque así predica Amós: "Morirá a espada Jeroboam. Israel saldrá de su país al destierro."»
Dijo Amasías a Amós:
«Vidente, vete y refúgiate en tierra de Judá; come allí tu pan y profetiza allí. No vuelvas a profetizar en Casa-de-Dios, porque es el santuario real, el templo del país.»
Respondió Amós:
«No soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: "Ve y profetiza a mi pueblo de Israel." Y, ahora, escucha la palabra del Señor: Tú dices: "No profetices contra la casa de Israel, no prediques contra la casa de Isaac." Pues bien, así dice el Señor: "Tu mujer será deshonrada en la ciudad, tus hijos e hijas caerán a espada; tu tierra será repartida a cordel, tú morirás en tierra pagana, Israel saldrá de su país al destierro."»

Palabra de Dios

Salmo: 18

R/. Los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos

La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. R/.

Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.

La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R/.

Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 9, 1 – 8

En aquel tiempo, subió Jesús a una barca, cruzó a la otra orilla y fue a su ciudad. Le presentaron un paralítico, acostado en una camilla. Viendo la fe que tenían, dijo al paralítico:
"¡Ánimo, hijo, tus pecados están perdonados!".  
Algunos de los letrados se dijeron:
"Este blasfema".
Jesús, sabiendo lo que pensaban, les dijo:
"¿Por qué pensáis mal?
¿Qué es más fácil decir: "tus pecados están perdonados" o decir "levántate y anda?"
Pues para que veáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados -dijo dirigiéndose al paralítico-:
Ponte en pie, coge tu camilla y vete a tu casa".
Se puso en pie, y se fue a su casa.
Al ver esto, la gente quedó sobrecogida y alababa a Dios, que da a los hombres tal potestad.


1.  Dios ama y perdona sin condiciones. Pero la Iglesia, con el paso del tiempo, ha ido poniendo tantas condiciones para perdonar los pecados, que -como es bien sabido- la mayoría de la gente, que por lo demás se considera y dice que es creyente y practicante, no recibe el sacramento de la penitencia.
Según relata este evangelio, Jesús le perdonó los pecados a este paralítico, sin preguntarle nada, ni exigirle confesión alguna. Ni siquiera le preguntó sí
estaba arrepentido o si tenía propósito de enmendarse.
En las ideas religiosas de aquel tiempo, entraba el convencimiento de que "enfermedad" y "pecado" eran dos cosas que iban unidas.
La enfermedad era consecuencia del pecado Jn 9, 2; cf. Mt 4, 23-25; 1 Cor 11, 30; cf. Is 35, 1-8; 2 Bar 73, 1-2).
En realidad, lo que Jesús hizo con este paralítico fue devolverle la vida y la dignidad humana en toda su plenitud y sin limitación alguna. Le perdonó sus pecados (los que tuviera), le devolvió la salud. O sea, le dio la dignidad y la felicidad que buscaba y que necesitaba.

2.  Muchos cristianos no saben que el sacramento de la penitencia es el que ha tenido más modificaciones y, por cierto, muy profundas, en la historia de la Iglesia.
Resumiendo, la historia de este sacramento, se puede decir que, en los primeros siglos (hasta finales del s. VII), el perdón de los pecados tenía dos características:
1) Solo se sometían al sacramento los pecados "públicos" y "escandalosos", aunque variaban de unas diócesis a otras los pecados de los que se pensaba que reunían esas dos características.
2) La penitencia se administraba una sola vez en la vida. Por eso, se la llamaba la "penitencia segunda" (la primera era el bautismo). La presidía el obispo, ya que los presbíteros normalmente no administraban este ritual de perdón.
La segunda etapa de esta historia comienza en el s. VII. Dado que la penitencia antigua era tan severa, se introdujo (por influjo de los monjes irlandeses) la llamada "penitencia tarifada": los sacerdotes tenían unas listas de pecados, cada cual con una determinada "tarifa" de actos de penitencia. El confesor sacaba la cuenta, imponía la tarifa penitencial que se tenía que hacer. Y cuando el penitente había hecho la penitencia que se le imponía, era absuelto por el obispo.
Y la tercera etapa se produjo a finales del s. XII, cuando ya se empezó a practicar la penitencia mediante la confesión ante un sacerdote (B, Poschmann, C. Vogel, P. Browe...).

3.  En el s. XVI, el concilio de Trento, en la Ses. 14, y en su "declaración" (DH 1667) sobre el sacramento de la penitencia, estableció (contra los reformadores) la necesidad de la "confesión" ante un sacerdote, para recibir el perdón (DH 1679-1683).
Pero, para dar razón de esta necesidad, el concilio dijo que la confesión es necesaria porque la penitencia tiene carácter judicial (DH 1679,1685). Pero el sacerdote no actúa como un juez, sino como un representante de la misericordia y el perdón de Dios ("alieni beneficii dispensario". DH 1685).
No es cierto, como se ha dicho tantas veces, que la Iglesia exigiera desde sus primeros tiempos la confesión detallada de los pecados. Parece, pues, que la fórmula más acertada es la que estableció Pablo VI cuando explicó la posibilidad y la conveniencia de la penitencia pública y comunitaria.
Sería, por tanto, muy conveniente que la autoridad eclesiástica competente hiciera una renovación a fondo, más fiel a la historia y al Evangelio, de la práctica de la penitencia sacramental.

San Otón de Bamberg


En Bamberg, de Franconia, san Otón, obispo, que evangelizó con gran celo a los pomeranios.


Vida de San Otón de Bamberg

San Otón fue obispo de Bamberg y es llamado el Apóstol de Pomerania. Nació en Suabia, Alemania, y vivió en el siglo XII. Huérfano de padre y madre, enfrentó muchas dificultades para costear sus estudios en filosofía y ciencias humanas. Partió a Polonia para ganarse la vida. Poco a poco se estableció y fundó una escuela que ganó prestigio y le dio buenas ganancias.
Se hizo conocido y estimado en la corte polaca, amigo y consejero del emperador, que lo nombró obispo de Bomberg. San Otón, sin embargo, solamente quedó con la conciencia tranquila cuando fue consagrado obispo por el papa Pascual, alrededor del año 1106.
Es considerado el evangelizador de la Pomerania; fundó allí numerosos monasterios. Y apoyado por Boleslao, duque de Polonia que dominaba la región, y por Vratislao, duque cristiano de Pomerania, recorrió todas las ciudades instruyendo a los gentiles y bautizando a los que se adherían a la fe, intercediendo ante el príncipe por la liberación de los prisioneros, exhortando a todos a abandonar los ídolos y a convertirse al Dios de Jesucristo. Esparció misioneros por toda la Pomerania.




No hay comentarios:

Publicar un comentario