16 DE JUNIO – MARTES –
11ª –
SEMANA DEL T. O. – A –
San Juan Francisco Regis
Lectura del primer libro de los Reyes (21,17-29):
Después
de la muerte de Nabot, el Señor dirigió la palabra a Elias, el tesbita:
«Anda, baja al encuentro de Ajab, rey de
Israel, que vive en Samaria. Mira, está en la viña de Nabot, adonde ha bajado
para tomar posesión.
Dile: "Así dice el Señor: '¿Has
asesinado, y encima robas?' Por eso, así dice el Señor: 'En el mismo sitio
donde los perros han lamido la sangre de Nabot, a ti también los perros te
lamerán la sangre.»
Ajab dijo a Elías:
«¿Conque me has sorprendido, enemigo
mío?»
Y Elías repuso:
«¡Te he sorprendido! Por haberte
vendido, haciendo lo que el Señor reprueba, aquí estoy para castigarte; te
dejaré sin descendencia, te exterminaré todo israelita varón, esclavo o libre.
Haré con tu casa como con la de Jeroboán, hijo de Nabat, y la de Basá, hijo de
Ajías, porque me has irritado y has hecho pecar a Israel.
También ha hablado el Señor contra
Jezabel:
"Los perros la devorarán en el
campo de Yezrael."
A los de Ajab que mueran en poblado los
devorarán los perros, y a los que mueran en descampado los devorarán las aves
del cielo.»
Y es que no hubo otro que se vendiera
como Ajab para hacer lo que el Señor reprueba, empujado por su mujer Jezabel.
Procedió de manera abominable, siguiendo a los ídolos, igual que hacían los
amorreos, a quienes el Señor había expulsado ante los israelitas.
En cuanto Ajab oyó aquellas palabras, se
rasgó las vestiduras, se vistió un sayal y ayunó; se acostaba con el sayal
puesto y andaba taciturno.
El Señor dirigió la palabra a Elias, el
tesbita:
«¿Has visto cómo se ha humillado Ajab
ante mí? Por haberse humillado ante mí, no lo castigaré mientras viva;
castigaré a su familia en tiempo de su hijo.»
Palabra
de Dios
Salmo: 50,3-4.5-6a.11.16
R/. Misericordia, Señor: hemos pecado
Misericordia,
Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.
Pues
yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces. R/.
Aparta
de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo
(5,43-48):
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Habéis oído que se dijo: "Amarás a
tu prójimo" y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a
vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de
vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos,
y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os
aman, - ¿qué premio tendréis? - ¿No hacen lo mismo
también los publicanos?
Y si saludáis sólo a vuestros hermanos,
- ¿qué hacéis de extraordinario? - ¿No hacen lo mismo también los
gentiles?
Por tanto, sed perfectos, como vuestro
Padre celestial es perfecto.»
Palabra
del Señor
1. El precepto del amor a los
enemigos es uno de los textos cristianos fundamentales. Incluso se
ha dicho que este amor, tan infrecuente, "se considera como lo propio y nuevo del cristianismo" (U.
Luz). Porque es fuerte y único lo que aquí se manda: "amar",
"hacer el bien", "bendecir" y "orar", todo eso
precisamente en favor de quien peor te quiere, de quien te
odia y te hace todo el daño que puede.
2. Evidentemente, ir así por la
vida, portándose de esta manera con la gente más mala que uno puede encontrar
en este mundo, es algo que supera con mucho lo que normalmente da de sí la
condición humana. El que reacciona así, ante el odio y la calumnia, es que
tiene una motivación y una fuerza que ha dominado lo inhumano que todos
llevamos dentro de nosotros. Por eso Jesús dice a los que se portan de esta
manera inusual: "Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el
cielo".
"Ser" hijo de Dios no es fruto
de unas creencias o de asistir a unos ritos religiosos. Jesús es tajante: Es
hijo de Dios el que ama siempre y a todos, incluso a sus peores enemigos.
3. Cuando Jesús pide esto, no
está urgiendo que alcancemos una alta santidad, sino una
profunda humanidad. Se trata, en efecto, de que seamos sencillamente
humanos. Y humanos siempre. Jamás inhumanos con nadie ni por
nada.
El mejor ejemplo, que Jesús encuentra, es
la "humanidad de Dios". El Padre que dispone lo más natural del
mundo: que el sol que sale cada mañana alumbre a todos; y que
la lluvia que cae del cielo dé vida a todos. Lo más perfectamente natural y
humano es no establecer desigualdades, nunca ni por nada.
San Juan Francisco Regis
Nació
el 31 de Enero de 1597, en el pueblo de Fontcouverte (departamento de Aude);
falleció en la Louvesc, el 30 de Diciembre de 1640.
El
Papa Pío XII llegó a exclamar: "Un predicador que merece muy bien ser
llamado Patrono de las misiones populares es San Francisco Regis".
Francisco
nace en 1597 de familia acaudalada en Narbona, Francia y a los 19 años empieza
a no sentirse a gusto en la vida mundana. Siente aversión por los placeres
mundanales. Y súbitamente cae en la cuenta de que la santidad no será
conseguida por él si sigue viviendo entre las gentes mundanas. Cerca de su
ciudad había una abadía de monjes que lo estimaban, pero a él le atraía más la
Compañía de Jesús, porque los Jesuitas se dedicaban más al apostolado entre el
pueblo. Pidió ser admitido entre los jesuitas y en su noviciado demostraba tal
fervor que uno de sus compañeros llegó a declarar: "Juan Francisco se
humilla él mismo hasta el extremo, pero demuestra por los demás un aprecio
admirable". Siendo estudiante, el compañero de habitación lo acusó ante el
superior diciéndole que Regis en vez de dormir lo suficiente pasaba muchas
horas rezando en la capilla. El Padre Rector le respondió: "No le impidas
sus devociones. No te opongas a sus comunicaciones con Dios. a mi me parece que
este joven es un santo y que un día nuestra Comunidad celebrará una fiesta en
su honor". Y esta respuesta resultó profética.
A los
33 años fue ordenado de sacerdote y al año siguiente lo destinaron a un trabajo
que estaba muy de acuerdo con sus aspiraciones y con su fuerte constitución
física: dedicarse a predicar misiones entre el pueblo. Y se dedicó a este
trabajo con tal energía que sus compañeros exclamaban: "Juan Francisco
hace el oficio de 5 misioneros". En 43 años de vida, 24 como religioso,
diez como sacerdote y 9 como misionero popular, logró inmensos éxitos y tuvo el
mismo calificativo en todos los sitios donde estuvo predicando: "el
santo". A diferencia del estilo muy elegante y rebuscado que se usaba
entonces para predicar, el padre Juan Francisco se dedicó a predicar de manera
extremadamente sencilla, con estilo directo, a veces hasta rayando en demasiado
ordinariote, pero que iba directamente al alma y con una elocuencia y un
fervor, que los pecadores no eran capaces de no conmoverse al escucharle. Sus
sermones atraían a las multitudes formadas por católicos y herejes, gente buena
y gente corrompida, pobres y ricos, sabios e ignorantes. Le encantaba predicar
a los pobres, pero decía que con sus sermones había logrado convertir también a
muchos ricos. Los oyentes comentaban: "Este padre no dice solamente lo que
sabe, sino que parece que lo que está diciendo lo estuviera viendo". Al
escucharle se conmovían aun los corazones más indiferentes. Un predicador de
fama fue a escucharle, y después decía a sus colegas: "El Padre Juan Francisco
predica con extrema sencillez y convierte pecadores por millares y nosotros que
predicamos con tanta elegancia, ¿a quién logramos convertir?".
Otro
testigo afirmaba: "Lo que a mí me admira es que un hombre de tan pobre
presencia, con su sotana llena de remiendos, diciendo lo que todos dicen, sin
adornos en su lenguaje, siendo a veces tan duro en su hablar, tiene tan grande
inspiración divina que uno no es capaz de escucharle y seguir en paz con sus
pecados".
Algunos
doctores se dirigieron al superior de los jesuitas diciéndole que el Padre
Regis predicaba muy burdamente. Que un modo de predicar así era un deshonrar la
altísima dignidad de predicador. Entonces el superior provincial se fue con su
secretario a escuchar un sermón del santo, mezclados entre el pueblo. El
superior quedó tan profundamente impresionado por su predicación, que les dijo
a los acusadores: "Ojalá quisiera Dios que todos los misioneros predicaran
con toda unción como este sacerdote. El dedo de Dios está aquí. Si yo viviera
en esta región, no me perdería ni un solo sermón de este padre".
Un
párroco afirmaba: "En mi parroquia, después de una misión predicada por el
Padre Juan Francisco, mis parroquianos cambiaron de tal manera, que a mí me
parecía que eran otras personas".
El
Obispo lo envió a misionar a una región que durante 40 años había sido invadida
por los calvinistas, y en la cual la corrupción de costumbres era espantosa y
el anticatolicismo era tan feroz que el mismo obispo no podía nunca aparecer
por allí. Y el poder de convicción del Padre Regis fue tan arrollador que las
conversiones se obraron por montones. Una de las más terribles calvinistas, al
oír que el santo sacerdote le preguntaba: "¿Y Ud. cuándo es que se va a
convertir?", sintió una fuerza de la gracia de Dios tan avasalladora, que
le respondió: "Pues, ¡me quiero convertir ahora mismo!", y en verdad
que dejó su mala vida pasada y empezó a vivir como una buena católica. Como con
sus predicaciones acababa con muchos vicios, aquellos que vieron afectados con
esto sus malos negocios, lo acusaron con calumnias ante el Sr. Obispo y hasta
en Roma. El padre sufrió mucho con esto, pero afortunadamente Dios hizo que el
secretario del obispo se diera cuenta de las mentiras que le estaban inventando
y le defendió ante Monseñor, el cual escribió a Roma, hablando muy bien del
gran misionero.
Mientras
tanto el santo seguía misionando por las regiones más apartadas y de más
difícil acceso. Y las multitudes lo seguían. Los campesinos se encontraban y el
saludo que se daban era: "Vamos a escuchar al santo". Y en las
ciudades, los templos se llenaban hasta más no poder, y los feligreses
repetían: - Vayamos a oír al santo.
A muchísimas
mujeres las sacó de la vida corrompida y las encaminó hacia una vida virtuosa.
Los vicios que convirtió fueron incontables.
A las tres de la madrugada estaba levantado. Pasaba la mañana confesando y
predicando y la tarde consiguiendo ayuda para los pobres. Muchas veces se
olvidaba de comer.
A dos
ciegos les hizo recobrar la vista. Con la imposición de las manos curó a muchos
enfermos. Su despensa daba y daba a los pobres y no se agotaba y el milagro más
grande que conseguía era convertir a los pecadores de su mala vida. Se fue a
predicar una misión a una región terriblemente fría y apartada. Por el camino lo
sorprendió una tempestad de nieve que le impidió continuar el viaje y tuvo que
pasar la noche en medio de terrible ventarrón y en plena nieve. Y le sobrevino
una pulmonía. Sin embargo, así de enfermo pronunció tres sermones el primer día
de la misión y dos el segundo día. Toda la mañana de este día la pasó
confesando. En ayunas celebró la misa a las dos de la tarde, y cuando se
dirigió a su confesionario para seguir su labor heroica, cayó desmayado.
Lo
llevaron a la casa cural y poco antes de morir exclamó: "Veo a Nuestro
Señor y a su Santísima Madre que preparan un sitio en el cielo para mí". Y
luego exclamó: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu", y murió.
Era el año 1640. Al visitar el sepulcro de San Juan Francisco Regis, se propuso
después el joven San Juan María Vianey, ser sacerdote, costara lo que costara.
Es que los ejemplos de su vida son admirables.
No
hubo atraso en disponer las investigaciones canónicas. El 18 de Mayo de 1716,
Clemente XI emitió el decreto de beatificación. El 5 de Abril de 1737, Clemente
XII promulgó el decreto de canonización. Benedicto XIV estableció el 16 de
Junio como su día festivo. Pero inmediatamente después de su muerte, Regis fue
venerado como santo. Los peregrinos llegaron masivamente a su tumba, y desde
entonces la afluencia sólo se ha incrementado. Debe mencionarse el hecho de que
una visita efectuada en 1804 a los restos del Apóstol de Vivarais fue el
comienzo de la vocación del Blessed Curé of Ars, Juan Bautista Vianney, a quien
la Iglesia elevó, a su turno, a los altares. "Todo lo bueno que yo haya
hecho", dijo mientras agonizaba, "se lo debo a él" (de Curley,
op. cit., 371). El lugar donde murió Regis ha sido transformado en una capilla mortuoria.
Cerca hay un arroyo de agua fresca, al cual los devotos de San Juan Francisco
Regis atribuyen curaciones milagrosas por su intercesión. La antigua iglesia de
la Louvesc ha recibido (1888) el título y los privilegios de una basílica. En
este lugar sagrado se fundó a comienzos del siglo diecinueve el Instituto de
las Hermanas de San Regis, o Hermanas del Retiro, mejor conocidas bajo el
nombre de la Religiosas del Cenáculo; y fue la memoria de su celo
misericordioso a favor de tantas infortunadas mujeres caídas lo que originó la
ahora floreciente obra de San Francisco Regis, cual es apoyar a la gente pobre
y trabajadora que desea contraer matrimonio, y que principalmente se centra en
lograr que las uniones ilegítimas alcancen la conformidad con las leyes Divinas
y humanas.
(Fuente: ewtn.com y enciclopediacatolica.org)
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