jueves, 4 de junio de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 6 DE JUNIO – SÁBADO – 9ª – SEMANA DEL T. O. – A – SAN NOBERTO






6 DE JUNIO – SÁBADO –
9ª – SEMANA DEL T. O. – A –

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (4,1-8):

Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, te conjuro por su venida en majestad: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda paciencia y deseo de instruir. Porque vendrá un tiempo en que la gente no soportará la doctrina sana, sino que, para halagarse el oído, se rodearán de maestros a la medida de sus deseos y, apartando el oído de la verdad, se volverán a las fábulas. Tú estate siempre alerta; soporta lo adverso, cumple tu tarea de evangelizador, desempeña tu ministerio. Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente.
He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida.

Palabra de Dios

Salmo: 70,8-9.14-15ab.16-17.22

R/. Mi boca contará tu salvación, Señor

Llena estaba mi boca de tu alabanza
y de tu gloria, todo el día.
No me rechaces ahora en la vejez,
me van faltando las fuerzas, no me abandones. R/.

Yo, en cambio, seguiré esperando,
redoblaré tus alabanzas;
mi boca contará tu auxilio,
y todo el día tu salvación. R/.

Contaré tus proezas, Señor mío,
narraré tu victoria, tuya entera.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R/.

Y yo te daré gracias, Dios mío,
con el arpa, por tu lealtad;
tocaré para ti la cítara, Santo de Israel. R/.

Lectura del santo Evangelio según san Marcos12, 38-44

      En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y les decía:
"Cuidado con los letrados. Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos. Esos recibirán una sentencia más rigurosa".
Estando Jesús sentado enfrente del cepillo del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales.
Llamando a sus discípulos, les dijo:
"Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir".

1.  Jesús nos dice, en este evangelio, que no debemos tener miedo a criticar en público a dirigentes religiosos cuyo comportamiento no es ejemplar precisamente, sino todo lo contrario.
Aquí, la crítica es muy concreta y muy fuerte. Es concreta porque se dirige expresamente a los "letrados", es decir, los maestros de la ley. Eran los teólogos de entonces. Pero teólogos "oficiales", valga la expresión. Porque actuaban con autoridad a la que se sometían los ciudadanos creyentes. Y es una crítica fuerte porque Jesús los presenta como un grupo ante el que hay que tomar precauciones y alejarse de ellos.

2. ¿En qué estaba el peligro de los letrados?
¿Por qué aquellos hombres eran tan peligrosos?
Es curioso que, siendo hombres profesionales de la enseñanza magisterial, lo que Jesús censura en ellos no es su enseñanza (lo que enseñan), sino su forma de vida: cómo visten, la vanidad de los notables que se complacen en ser saludados con reverencias por las calles, la búsqueda de los primeros puestos. Y, sobre todo, lo que más duramente censura Jesús es la utilización de los rezos y de las prácticas religiosas para devorar los bienes de las viudas. O sea, lo que Jesús no soporta, de ninguna manera, es la ambición de poder y la codicia de dinero. Ahí y en eso es donde Jesús ve el máximo peligro.
Es, a juicio de Jesús, algo tan grave, que en eso es en lo que se nos presenta el máximo peligro, según el criterio de Jesús.

3.  Y es que los criterios de Jesús, sobre el valor del dinero, nos resultan a nosotros sencillamente desconcertantes. Para Jesús, en efecto, el valor del dinero no está en la cantidad que se percibe, sino en la generosidad con que se da.
Eso es lo que Jesús elogia en la pobre viuda que echa una pequeña moneda en el cepillo del Templo. Cosa que contrasta con las importantes cantidades que daban los ricos. Por eso, en la sociedad, se aprecia más a los ricos y potentados que a los necesitados que se ayudan mutuamente en lo poco que tienen.

4.  Sin duda alguna, andamos muy lejos de la mentalidad de Jesús y de su Evangelio en cuanto se refiere al poder y al dinero.
Con criterios evangélicos, estos temas se tienen que entender y vivir como los vivía Jesús, no como los viven y enseñan en los centros de estudios políticos o económicos.
El Evangelio ve la vida de otra manera. No en función del interés, sino del sufrimiento de quienes peor lo pasan en la vida.


SAN NOBERTO
 


Nació alrededor del año 1080 en Renania. Canónigo de la catedral de Colonia, una vez convertido de su vida mundana, se sujetó a la disciplina regular y fue ordenado sacerdote en 1115. Se entregó al apostolado y a la predicación, principalmente en Francia y Alemania. Junto con un grupo de compañeros, puso los fundamentos de la Orden Premonstratense y fundó algunos monasterios.
En 1126 fue elegido arzobispo de Magdeburgo, dedicándose entonces a la reforma de la vida cristiana y logrando que la fe se propagase a las regiones vecinas, que eran paganas. Murió en el año 1134. l
Nació en Xanten y desde joven abrazó la vida religiosa, recibiendo las órdenes menores, incluyendo el subdiaconato. Fue convertido cuando caminando por un sendero un rayo asustó a su caballo e hizo que lo derribara al suelo, dejándolo sin conocimiento por más de una hora. Lo primero que dijo al volver en sí, fueron las palabras de San Pablo: "¿Señor, que quieres que yo haga?" y por respuesta oyó las palabras del salmo 37: "Apártate del mal y haz el bien". La conversión fue tan repentina y tan completa como la del apóstol Pablo; se retiró a una casa de oración a meditar y a hacer penitencia y se puso bajo la dirección de un santo director espiritual. Después de hacer los debidos estudios fue ordenado sacerdote en el año 1115.
Uno de sus propósitos fue cumplir y seguir fielmente el Evangelio, y difundirlo por todo el mundo. El Pontífice Gelasio II le concedió licencia para predicar por todos los países, fundando una comunidad en una zona desértica llamada "Premonstré".
Los monjes, con el santo a la cabeza, se dedicaron a vivir el Evangelio lo mejor posible, y pronto San Norberto tuvo nueve conventos en diversas partes del país. El Papa Honorio II aprobó la nueva comunidad, la cual se extendió por varios países.
Fue nombrado Arzobispo de Magdeburgo, y San Norberto se dedicó con todas sus energías a poner orden en su arquidiócesis, ya que muchos laicos se estaban apoderando de los bienes de la Iglesia y algunos sacerdotes no tenían el debido comportamiento. Sus reformas tuvieron una fuerte oposición. Le inventaron toda clase de calumnias y trataron de levantar al pueblo en su contra. Dos o tres veces el santo obispo estuvo a punto de ser asesinado. La rebelión llegó a tal extremo que San Norberto tuvo que salirse de Magdeburgo, pero entonces empezaron a suceder tan terribles males en la ciudad, que los ciudadanos fueron a pedirle que regresara y le prometieron ser más obedientes a sus mandatos e instrucciones. A los pocos años, en el clero se notaba ya un cambio muy consolador y un gran progreso en el fervor y en las buenas costumbres.
En Roma, los enemigos del Papa Inocencio II eligieron un antipapa, llamado Anacleto, expulsando a Inocencio II de la ciudad eterna. San Norberto convenció al emperador Lotario para que, con un gran ejército, fuera a Italia a defender al Pontífice, el cual sin ayuda militar del exterior no podía entrar a Roma. El emperador Lotario, por influencia de nuestro santo, se dirigió con su ejército hacia Italia y en mayo del año 1133 entró a Roma, acompañado de San Norberto y de San Bernardo, y posesionó de nuevo al Pontífice.
Terminada esta su última gran acción, el santo se sintió ya sin fuerzas; en 20 años de episcopado había hecho un trabajo como de sesenta años. Murió en Magdeburgo, el 6 de junio de 1134, a los 53 años.




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