miércoles, 24 de junio de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 26 DE JUNIO – VIERNES – 12ª – SEMANA DEL T. O. – A – San Josemaría Escrivá




26 DE JUNIO – VIERNES –
12ª – SEMANA DEL T. O. – A –
San Josemaría Escrivá

Lectura del segundo libro de los Reyes (25,1-12):

El año noveno del reinado de Sedecías, el día diez del décimo mes, Nabucodonosor, rey de Babilonia, vino a Jerusalén con todo su ejército, acampó frente a ella y construyó torres de asalto alrededor. La ciudad quedó sitiada hasta el año once del reinado de Sedecías, el día noveno del mes cuarto. El hambre apretó en la ciudad, y no había pan para la población. Se abrió brecha en la ciudad, y los soldados huyeron de noche por la puerta entre las dos murallas, junto a los jardines reales, mientras los caldeos rodeaban la ciudad, y se marcharon por el camino de la estepa. El ejército caldeo persiguió al rey; lo alcanzaron en la estepa de Jericó, mientras sus tropas se dispersaban abandonándolo. Apresaron al rey y se lo llevaron al rey de Babilonia, que estaba en Ribla, y lo procesó. A los hijos de Sedecías los hizo ajusticiar ante su vista; a Sedecias lo cegó, le echó cadenas de bronce y lo llevó a Babilonia. El día primero del quinto mes, que corresponde al año diecinueve del reinado de Nabucodonosor en Babilonia, llegó a Jerusalén Nabusardán, jefe de la guardia, funcionario del rey de Babilonia. Incendió el templo, el palacio real y las casas de Jerusalén, y puso fuego a todos los palacios. El ejército caldeo, a las órdenes del jefe de la guardia, derribó las murallas que rodeaban a Jerusalén. Nabusardán, jefe de la guardia, se llevó cautivos al resto del pueblo que había quedado en la ciudad, a los que se habían pasado al rey de Babilonia y al resto de la plebe. De la clase baja dejó algunos como viñadores y hortelanos.

Palabra de Dios

Salmo: 136,1-2.3.4-5.6

R/. Que se me pegue la lengua al paladar sí no me acuerdo de ti

Junto a los canales de Babilonia
nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión;
en los sauces de sus orillas
colgábamos nuestras cítaras. R/.

Allí los que nos deportaron
nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a divertirlos:
«Cantadnos un cantar de Sión.» R/.

¡Cómo cantar un cántico del Señor
en tierra extranjera!
Si me olvido de ti, Jerusalén,
que se me paralice la mano derecha. R/.

Que se me pegue la lengua al paladar
si no me acuerdo de ti,
si no pongo a Jerusalén
en la cumbre de mis alegrías. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 8, 1-4
      En aquel tiempo, al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente. En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo:
"Señor, si quieres, puedes limpiarme".
       Extendió la mano y lo tocó diciendo:
"¡Quiero, queda limpio!"  Y enseguida quedó limpio de la lepra.
Jesús le dijo:
"No se lo digas a nadie, pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés".

1.  Jesús baja del monte de las bienaventuranzas, ya que el relato sigue inmediatamente al final del sermón del monte.  El descenso del monte evoca el descenso también de Moisés cuando baja del Sinaí (Ex 34, 29).
Pero Moisés bajó para castigar al pueblo idólatra. Jesús baja para sanar el dolor humano del enfermo despreciado.
Se trataba, en efecto, de un "leproso".
Por lepra se entendía toda enfermedad de la piel que fuera contagiosa (Lev 13-14). Todo leproso era un peligro de epidemia. Por eso era despreciado, excluido, marginado. Hasta el extremo de que la religión le obligaba a ir por la vida gritando:
"¡Impuro, impuro!" y se veía excluido de la ciudad o la aldea (Lev 13, 44-46; Nnn 5, 2).
La religión no curaba, sino que humillaba y despreciaba al que ya se veía despreciado y humillado.

2.  La reacción de Jesús fue inmediata: tocó al leproso y quedó limpio.
Jesús no remueve más la humillación de aquel hombre.  Lo sana por completo y enseguida. 
Hay que tener en cuenta que el Evangelio utiliza el verbo "kathariza", que, como es sabido, significa no solo "limpiar", sino sobre todo "purificar" de toda posible impureza del espíritu. De forma que así devuelve la rehabilitación social, económica y religiosa (W. Carter). Por eso Jesús, al final de este episodio, le dice al hombre (ya curado) que vaya a los sacerdotes y cumpla el trámite legal (Lev 14, 4.10). Para que, cumpliendo ese trámite, la reintegración social —en una sociedad tan religiosa— fuera total.

3. Al final, Jesús le dice al hombre curado: "No lo digas a nadie".  Algunos discuten si estas palabras son expresión del llamado "secreto mesiánico", que tanto destaca el evangelio de Marcos. Y aparece en relatos de Mateo (9, 30; 12, 16; 16, 20; 17, 9). No debe darse a estos textos un significado "moral" o "espiritual". Como si es que Jesús pretendiera pasar inadvertido. No tiene sentido semejante explicación. 
- ¿Cómo iba a pasar inadvertido, en aquellas aldeas de Galilea, que un ciego, un leproso o un enfermo incurable, de pronto se había curado?
Lo más seguro es que Jesús quería que la gente mantuviera cierta reserva en cuanto al tema del Mesías, ya que eso, tal como Jesús lo entendía, no se podía empezar a comprender hasta el final, hasta la muerte en cruz (J. J. Pilch, C. M. Tuckett).
Si se hubiera difundido que el Mesías ya estaba en Galilea, tal cosa, ni se habría entendido, ni habría aportado nada positivo, además de preocupar antes de tiempo a los romanos. Jesús era el Hijo de Dios, pero con los pies en el suelo. Y sabía muy bien lo que hacía. Y cómo lo tenía que hacer.

San Josemaría Escrivá



Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás, bautizado con el nombre José María Julián Mariano1 (Barbastro, Huesca, Aragón, 9 de enero de 1902-Roma, 26 de junio de 1975) fue un sacerdote español, fundador en 1928 del Opus Dei y santo de la Iglesia Católica, cuya fiesta se celebra el 26 de junio.
Escrivá obtuvo un doctorado en derecho civil por la Universidad Central de Madrid y otro en teología por la Pontificia Universidad Lateranense. Su obra principal fue la fundación, administración y expansión del Opus Dei, una institución perteneciente a la Iglesia Católica. Su publicación más conocida es Camino, obra traducida a decenas de idiomas y con varios millones de ejemplares vendidos.

Vida de San Josemaría Escrivá

San Josemaría Escrivá de Balaguer nace en 1902 en Barbastro, España. Es el segundo de seis hermanos. Aprende de sus padres y en la escuela los fundamentos de la fe e incorpora tempranamente a su vida costumbres cristianas como la confesión y la comunión frecuentes, el rezo del Rosario y la limosna. La muerte de tres hermanas pequeñas y la ruina económica familiar le hacen conocer muy pronto la desgracia y el dolor: esta experiencia templa su carácter, de un natural alegre y expansivo, y le hace madurar. En 1915 la familia se traslada a Logroño, donde su padre ha encontrado un nuevo trabajo.
En 1918, Josemaría intuye que Dios quiere algo de él, aunque no sabe qué es. Decide entregarse por entero a Dios y hacerse sacerdote. Piensa que de ese modo estará más disponible para cumplir la voluntad divina. Comienza los estudios eclesiásticos en Logroño, y en 1920 se incorpora al seminario diocesano de Zaragoza, en cuya Universidad Pontificia completa su formación previa al sacerdocio. En Zaragoza cursa también -por sugerencia de su padre y con permiso de los superiores- los estudios universitarios de Derecho. En 1925 recibe el sacramento del Orden y comienza a desarrollar su ministerio pastoral, con el que, a partir de entonces, se identifica su existencia. Ya sacerdote, sigue a la espera de la luz definitiva sobre lo que Dios quiere de él.
En 1927 se traslada a Madrid para obtener el doctorado en Derecho. Le acompañan su madre, su hermana y su hermano, pues desde el fallecimiento de su padre, en 1924, Josemaría es el cabeza de familia. En la capital de España lleva a cabo un intenso servicio sacerdotal, principalmente entre pobres, enfermos y niños. Al mismo tiempo, se gana la vida y mantiene a los suyos impartiendo clases de materias jurídicas.
Son tiempos de grandes apuros económicos, vividos por toda la familia con dignidad y buen ánimo. Su apostolado sacerdotal se extiende también a jóvenes estudiantes, artistas, obreros e intelectuales que, en contacto con los pobres y enfermos a los que Josemaría atiende, van aprendiendo a practicar la caridad y a comprometerse con sentido cristiano en la mejora de la sociedad.
En Madrid, el 2 de octubre de 1928, durante un retiro espiritual, Dios le hace ver la misión a la que lo ha destinado: ese día nace el Opus Dei. La misión específica del Opus Dei es promover entre hombres y mujeres de todos los ámbitos de la sociedad un compromiso personal de seguimiento de Cristo, de amor a Dios y al prójimo y de búsqueda de la santidad en la vida cotidiana. Desde 1928, Josemaría Escrivá se entrega en cuerpo y alma al cumplimiento de la misión fundacional que ha recibido, aunque no por eso se considera un innovador ni un reformador, pues está convencido de que Jesucristo es la eterna novedad y de que el Espíritu Santo rejuvenece continuamente la Iglesia, a cuyo servicio ha suscitado Dios el Opus Dei. En 1930, como consecuencia de una nueva luz que Dios enciende en su alma, da inicio al trabajo apostólico de las mujeres del Opus Dei. Josemaría Escrivá pondrá siempre a la mujer, como ciudadana y como cristiana, frente a su personal responsabilidad -ni mayor ni menor que la del varón- en la construcción de la sociedad civil y de la Iglesia.
En 1934 publica -con el título provisional de "Consideraciones espirituales"- la primera edición de "Camino", su obra más difundida, de la que con el paso de los años se han editado más de cuatro millones de ejemplares. En la literatura espiritual, Josemaría Escrivá también es conocido por otros títulos como "Santo Rosario", "Es Cristo que pasa", "Amigos de Dios", "Via Crucis", "Surco" o "Forja". La guerra civil española (1936-1939) supondrá un serio obstáculo para la naciente fundación. Son años de sufrimiento para la Iglesia, marcados, en muchos casos, por la persecución religiosa, de la que el fundador del Opus Dei sólo después de numerosas penalidades conseguirá salir indemne.
En 1943, por una nueva gracia fundacional que Josemaría Escrivá recibe durante la celebración de la Misa, nace la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, en la que se incardinan sacerdotes que proceden de los fieles laicos del Opus Dei. La plena pertenencia de fieles laicos y de sacerdotes al Opus Dei, así como la orgánica cooperación de unos y otros en sus apostolados, es un rasgo propio del carisma fundacional del Opus Dei que la Iglesia ha confirmado al determinar su específica configuración jurídica. La Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz desarrolla también, en plena sintonía con los Pastores de las Iglesias locales, actividades de formación espiritual para sacerdotes diocesanos y candidatos al sacerdocio. Los sacerdotes diocesanos también pueden formar parte de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, sin dejar de pertenecer al clero de sus respectivas diócesis.
Consciente de que su misión tiene raíz y alcance universales, Josemaría Escrivá se traslada a Roma en 1946, apenas concluida la guerra mundial. Entre ese año y 1950, el Opus Dei recibe varias aprobaciones pontificias con las que quedan corroborados sus elementos fundacionales específicos: su finalidad sobrenatural, cifrada en difundir el mensaje cristiano de la santificación de la vida corriente; su misión de servicio al Romano Pontífice, a la Iglesia universal y a las Iglesias locales; su carácter universal; la secularidad; el respeto de la libertad y la responsabilidad personales y del pluralismo en temas políticos, sociales, culturales, etc. Desde Roma, por directo impulso del fundador, el Opus Dei irá extendiéndose paulatinamente a treinta países de los cinco continentes entre 1946 y 1975.
A partir de 1948 pueden pertenecer al Opus Dei, a pleno título, personas casadas que buscan la santidad en su propio estado. En 1950, la Santa Sede aprueba también que sean admitidos como cooperadores y ayuden en las labores del Opus Dei hombres y mujeres no católicos y no cristianos: ortodoxos, luteranos, hebreos, musulmanes, etc.
En la década de los 50, Josemaría Escrivá alienta la puesta en marcha de proyectos muy variados: escuelas de formación profesional, centros de capacitación para campesinos, universidades, colegios, hospitales y dispensarios médicos, etc. Estas actividades, fruto de la iniciativa de fieles cristianos corrientes que desean atender, con mentalidad laical y sentido profesional, las concretas necesidades de un determinado lugar están abiertas a personas de todas las razas, religiones y condiciones sociales: la clara identidad cristiana de las iniciativas promovidas por los fieles del Opus Dei, en efecto, se compagina con un profundo respeto a la libertad de las conciencias.
Durante el Concilio Vaticano II (1962-1965), el fundador del Opus Dei mantiene una relación intensa y fraterna con numerosos Padres conciliares. Objeto de sus frecuentes conversaciones son algunos de los temas que constituyen el núcleo del magisterio conciliar, como por ejemplo la doctrina sobre la llamada universal a la santidad o sobre la función de los laicos en la misión de la Iglesia. Profundamente identificado con la doctrina del Vaticano II, Josemaría Escrivá promoverá diligentemente su puesta en práctica a través de las actividades formativas del Opus Dei en todo el mundo.
Entre 1970 y 1975, su empeño evangelizador le mueve a emprender viajes de catequesis por Europa y América. Mantiene numerosas reuniones de formación, sencillas y familiares -aun cuando a veces asisten miles de personas-, en las que habla de Dios, de los sacramentos, de las devociones cristianas, de la santificación del trabajo, con el mismo vigor espiritual y capacidad comunicativa de sus primeros años de sacerdocio.
Fallece en Roma el 26 de junio de 1975. Lloran su muerte miles de personas que se han acercado a Cristo y a la Iglesia gracias a su labor sacerdotal, a su ejemplo y a sus escritos. Un gran número de fieles se encomiendan desde ese día a su intercesión y piden su elevación a los altares.
El 6 de octubre de 2002, más de 400.000 personas asisten en la plaza de san Pedro a la canonización de Josemaría Escrivá. En la homilía, Juan Pablo II señaló que el nuevo santo comprendió más claramente que la misión de los bautizados consiste en elevar la Cruz de Cristo sobre toda realidad humana, y sintió surgir de su interior la apasionante llamada a evangelizar todos los ambientes.
El Papa animó a los peregrinos llegados desde los cinco continentes a seguir sus huellas. "Difundid en la sociedad, sin distinción de raza, clase, cultura o edad, la conciencia de que todos estamos llamados a la santidad. Esforzaos por ser santos vosotros mismos en primer lugar, cultivando un estilo evangélico de humildad y servicio, de abandono en la Providencia y de escucha constante de la voz del Espíritu".

(Fuente: escrivaobras.org)

Oración a San Josemaría Escrivá
Oh Dios, que por mediación de la Santísima Virgen otorgaste a San Josemaría, sacerdote, gracias innumerables, escogiéndole como instrumento fidelísimo para fundar el Opus Dei, camino de santificación en el trabajo profesional y en el cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano: haz que yo sepa también convertir todos los momentos y circunstancias de mi vida en ocasión de amarte, y de servir con alegría y con sencillez a la Iglesia, al Romano Pontífice y a las almas, iluminando los caminos de la tierra con la luminaria de la fe y del amor.

Concédeme por la intercesión de San Josemaría el favor que te pido... (pídase). Así sea.

Padrenuestro, Avemaría, Gloria.


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