14ª – SEMANA DEL T.
O. – A –
patrono de Europa
Lectura
del libro de los Proverbios 2,1-9:
Hijo
mío, si aceptas mis palabras y conservas mis consejos, prestando oído a la
sensatez y prestando atención a la prudencia; si invocas a la inteligencia y
llamas a la prudencia; si la procuras como el dinero y la buscas como un
tesoro, entonces comprenderás el temor del Señor y alcanzarás el conocimiento
de Dios. Porque es el Señor quien da sensatez, de su boca proceden saber e
inteligencia. Él atesora acierto para los hombres rectos, es escudo para el de
conducta intachable, custodia la senda del deber, la rectitud y los buenos
senderos. Entonces comprenderás la justicia y el derecho, la rectitud y toda
obra buena.
Palabra
de Dios
Salmo:
33,2-3.4.6.9.12.14-15
R/.
Bendigo al Señor en todo momento
Bendigo
al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en
mi boca;
mi alma se gloría en el
Señor:
que los humildes lo
escuchen y se alegren. R/.
Proclamad
conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su
nombre.
Contempladlo, y quedaréis
radiantes,
vuestro rostro no se
avergonzará. R/.
Gustad
y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a
él.
Venid, hijos, escuchadme:
os instruiré en el temor
del Señor. R/.
Guarda
tu lengua del mal,
tus labios de la
falsedad;
apártate del mal, obra el
bien,
busca la paz y corre tras
ella. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo 19,27-29:
En
aquel tiempo, dijo Pedro a Jesús:
«Nosotros
lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar?»
Jesús
les dijo:
«Os
aseguro: cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el
trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis
en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel.
El
que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o
tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.»
Palabra
del Señor.
1. El
capítulo diez de Mateo tiene una importancia singular. Es el capítulo de
"la misión" de los "apóstoles".
El relato de
Mateo no habla directamente de la Iglesia, pero habla de los doce apóstoles
que, con el paso del tiempo, han sido (y son) fundamentales en la vida y
organización de la Iglesia.
La Iglesia cree
que los obispos son sucesores de los apóstoles. Por eso, lo que aquí
dice Jesús sobre los apóstoles de entonces es fundamental para los obispos de
hoy.
2. Lo
primero que dice este evangelio es que Jesús dio a los discípulos
"autoridad". Mateo escogió bien esta palabra. No usa aquí
el término griego dj'Inamis, que indica el poder que se basa en la propia
fuerza (natural o espiritual), sino que utiliza la palabra exousía, que se
refiere al poder o autoridad vinculada a una misión
determinada. De acuerdo con las palabras de Jesús, la exousía
que se les da a los apóstoles es, antes que nada, un poder, una autoridad, para
curar enfermos y expulsar demonios, es decir, para aliviar sufrimientos y dar
vida. Esto es lo que dice Jesús de entrada. Y a partir de esto se ha de
entender la misión de los apóstoles.
3. Mateo
empieza llamándolos "discípulos". Y de ahí, a renglón seguido, los
llama "apóstoles". Obviamente, eso quiere
decir que los doce apóstoles (y sus sucesores los obispos), antes que
apóstoles, han de ser discípulos. No como los "discípulos" de los
rabinos, que se caracterizaban por su sentido jerárquico y su sumisión a la
Ley, sino los discípulos de Jesús, que eran los que "compartían vida y
mesa con él" (M. Hengel).
Solo el que
vive así puede ser llamado "apóstol" y "sucesor de los
apóstoles".
San Benito de Nursia
San Benito, patrono de Europa
Nació en Nursia, región de Umbría, hacia el año 480. Después de
haber recibido en Roma una adecuada formación, comenzó a practicar la vida
eremítica en Subiaco, donde reunió a algunos discípulos; más tarde se trasladó
a Cassino. Allí fundó el célebre monasterio de Montecassino y escribió la
Regla, cuya difusión le valió el título de patriarca del monacato occidental.
Murió el 21 de marzo del año 547, pero, ya desde finales del siglo VIII, en
muchos lugares comenzó a celebrarse su memoria el día de hoy. l
Benito
de Nursia
(Nursia,
Italia, h. 480 - Montecassino, id., 547) Patriarca de los monjes de Occidente y
fundador de la orden de los benedictinos. Nacido en el seno de una familia
patricia, estudió retórica, filosofía y derecho en Roma. Los datos disponibles
sobre su vida, relatada por San Gregorio Magno en el segundo libro de sus
Diálogos, son de escasa fiabilidad. Se cuenta que a los veinte años huyó al
desierto de Subiaco, donde el monje Román le impuso el hábito monástico. En
poco tiempo fundó doce monasterios. La fama de su santidad le valió la
enemistad de otros sacerdotes vecinos, por lo que abandonó Subiaco y se instaló
en Montecassino, donde hizo construir un monasterio sobre las ruinas de un
antiguo templo pagano. Allí redactó, hacia el año 540, su célebre Regla, que
establece la humildad, la abnegación y la obediencia como ejes fundamentales de
la vida del monje. El convento es definido como una comunidad aislada del mundo
por la clausura y vinculada a él por la hospitalidad. Adoptados por San Benito
de Aniano, los preceptos de San Benito de Nursia fueron ampliamente difundidos
durante la época carolingia y siguen rigiendo en la actualidad la orden
benedictina.
Conocemos
la vida de San Benito de Nursia gracias a los Diálogos de San Gregorio Magno,
fuente digna de atención desde el punto de vista histórico, aun cuando la
figura del patriarca del monacato occidental hubiera entrado ya, en la época de
su redacción, en la leyenda. Todavía muy joven, Benito fue enviado a Roma, de
donde procedía su familia, para estudiar allí las letras y las artes, cosa que
hizo con un provecho mayor de lo que generalmente suele creerse. No obstante,
hacia los veinte años, hastiado por la corrupción y la vida muelle que le era
dado contemplar, resolvió abandonar el mundo para dedicarse mejor a su
formación interna y a la oración.
Salió
de la ciudad ocultamente, y tras una breve permanencia en Enfida se retiró a la
soledad de una gruta cercana a Subiaco; allí vivió por espacio de tres años, en
el secreto más absoluto y en medio de numerosas privaciones, hasta la Pascua de
503. Descubierto por la indiscreción de un sacerdote, se dejó elegir abad por
un grupo de monjes que residían cerca de Vicovaro, los cuales, posteriormente,
al no lograr adaptarse a la disciplina por él establecida, trataron de
envenenarle.
Superada
la asechanza, Benito de Nursia reunió a cuantos habían acudido a él de todas
partes en busca de sus consejos y fundó en la región doce monasterios que muy
pronto se poblaron de monjes, a los cuales dio como norma de vida la regla de
San Basilio; de Roma llegaron también los patricios Tertulo y Equicio para
confiar al patriarca sus jóvenes hijos Plácido y Mauro, que luego habrían de
convertirse en dos de sus más ardientes discípulos y colaboradores.
Sin
embargo, la paz y la tranquilidad no duraron demasiado. El envidioso sacerdote
Florencio pretendió eliminarle; fracasado otro intento de envenenamiento
llevado a cabo mediante un pan, trató de perjudicarle de la manera más infame,
y no directamente en su persona, sino en sus jóvenes novicios, a los que
sometió a la más dura de las tentaciones. El castigo no tardó en llegar, y el
presbítero murió en el súbito derrumbamiento de su propia casa.
Benito,
con unos cuantos compañeros, se alejó de aquel lugar y se dirigió a Campania,
hacia el punto que habría de hacer para siempre famoso: Cassino, la antigua y
bella colonia romana, entonces arruinada por las devastaciones de los bárbaros
y la desolación de la guerra. En la Pascua del año 529 Benito destruyó el altar
de Apolo que los moradores, vueltos al paganismo, habían levantado en la colina
que dominaba el país, lleno de bosques sagrados, y lo reemplazó por los
oratorios de San Juan y San Martín; con ello inició, mediante un acto de
firmeza cristiana y romana, el futuro monasterio de Montecassino, el
"Archicoenobium Casinense", donde el santo vivió durante el resto de
su vida.
Fruto
de este periodo fue la Regla de los monasterios, obra que ha hecho de Benito de
Nursia una de las grandes figuras del cristianismo. En ella adaptó genialmente
a las tendencias, a la naturaleza, a las necesidades y a las condiciones de los
pueblos de Occidente las normas de vida monástica que entre los orientales
habían producido grandes frutos de santidad en el seno de la Iglesia católica.
San Gregorio Magno alabó sobre todo la "discreción", o sea el
equilibrio, de esta regla; a tal característica se debe, indudablemente, la
inmensa fortuna que conocería en el transcurso de los siglos dicho monumento de
la sabiduría cristiana, al cual se halla vinculada una parte tan importante de
la vida religiosa medieval.
La
Regla de los monasterios (Regula monasteriorum), más conocida como Regla de San
Benito, es una obra de importancia capital y decisiva para el desarrollo del
monacato en Occidente; ejerció una vasta influencia sobre la producción
literaria medieval y suscitó un vivo interés por la tradición de su texto y por
la peculiaridad de su lengua. La elaboración de este libro tomó largos años a
San Benito de Nursia. Recogiendo ampliamente la materia de escritos
concernientes a los preceptos de la vida monástica, la obra viene a constituir,
por decirlo así, la redacción y codificación oficial, la coordinación
eficacísima, por parte de la Iglesia, de la actividad independiente cenobítica,
para salvaguardia del patrimonio de la fe en una época de turbulencia y
transición.
La
Regla se inicia con un prólogo en el que claramente se expone el altísimo
programa ascético del santo, y comprende, con una acabada concisión, setenta y
tres capítulos, escritos en un tono evangélicamente solemne, autoritario,
reformador y, a la vez, benévolo, suave y humano; algunos de los capítulos, más
exquisitamente espirituales, alcanzan a veces la sublimidad de la mística. La
suave gravedad romana de la Regla de San Benito estaba destinada a dominar
sobre todas las demás instituciones monásticas del mundo latino, así como sobre
la rígida disciplina irlandesa; a convertirse, en suma, según el explícito
deseo del santo y el título que le puso el papa Pelagio I, en "Regla de
los monasterios", en la norma universal de todo cenobio. La armonía de la
discreción, peculiar en San Benito, y su adaptación vigilante a las necesidades
de aquel tiempo lograron adaptar el severo y contemplativo monacato oriental al
espíritu activo y conquistador del Occidente romano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario