7 DE JULIO – MARTES –
14ª – SEMANA DEL T. O. – A –
San Fermín
Lectura
de la profecía de Oseas (8,4-7.11.13):
Así
dice el Señor:
«Se
nombraron reyes en Israel sin contar conmigo, se nombraron príncipes sin mi
aprobación. Con su plata y su oro se hicieron ídolos para su perdición. Hiede
tu novillo, Samaria, ardo de ira contra él.
¿Cuándo
lograréis la inocencia?
Un
escultor lo hizo, no es dios, se hace añicos el novillo de Samaria. Siembran
viento y cosechan tempestades; las mieses no echan espiga ni dan grano, y, si
lo dieran, extraños lo devorarían.
Porque
Efraín multiplicó sus altares para pecar, para pecar le sirvieron sus altares.
Aunque les dé multitud de leyes, las consideran como de un extraño. Aunque
inmolen víctimas en mi honor y coman la carne, al Señor no le agradan. Tiene
presente sus culpas y castigará sus pecados: tendrán que volver a Egipto.»
Palabra
de Dios
Salmo:
113B,3-4.5-6.7ab-8.9-10
R/.
Israel confía en el Señor
Nuestro
Dios está en el cielo,
lo que quiere lo hace.
Sus ídolos, en cambio,
son plata y oro,
hechura de manos
humanas. R/.
Tienen
boca, y no hablan;
tienen ojos, y no ven;
tienen orejas, y no oyen;
tienen nariz, y no
huelen. R/.
Tienen
manos, y no tocan;
tienen pies, y no andan.
Que sean igual los que
los hacen,
cuantos confían en
ellos. R/.
Israel
confía en el Señor:
él es su auxilio y su
escudo.
La casa de Aarón confía
en el Señor:
él es su auxilio y su
escudo. R/.
Lectura
del santo evangelio según san Mateo (9,32-38):
En
aquel tiempo, presentaron a Jesús un endemoniado mudo. Echó al demonio, y el
mudo habló.
La
gente decía admirada:
«Nunca
se ha visto en Israel cosa igual.»
En
cambio, los fariseos decían:
«Éste
echa los demonios con el poder del jefe de los demonios.»
Jesús
recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el
Evangelio del reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al
ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y
abandonadas, como ovejas que no tienen pastor.
Entonces
dijo a sus discípulos:
«La
mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la
mies que mande trabajadores a su mies.»
Palabra
del Señor
1. Jesús
fue un hombre controvertido. Mientras que unos se quedaban admirados
de lo que hacía, otros veían en eso la presencia del
demonio. Pero lo llamativo es que quienes admiran a Jesús son
las "gentes sencillas" (óchloi), mientras que quienes ven en Jesús a
un endemoniado son los fariseos, de los que la mayoría pertenecían también a
estratos populares, pero su observancia de leyes y ritos, su religiosidad
hipócrita, les hacía ver como obra del demonio lo que era obra de la bondad de
Jesús.
2. Jesús
era un profeta itinerante, que pasaba por pueblos y aldeas, curando enfermos y
aliviando penas. No está a nuestro alcance hacer
milagros. Ni siquiera sabemos si lo que Jesús hacía era curar
milagrosamente a los enfermos.
Lo que sabemos
con seguridad es que aliviaba las dolencias. Y eso sí que entra en nuestras
posibilidades: hacer más llevadera la vida a quienes nos rodean y, si es
posible, lograr que se sientan felices. Lo que ocurre es que eso es muy duro.
Sobre todo, cuando uno es el primero que necesita ser aliviado de cargas
pesadas.
3. ¿Por
qué Jesús era así y actuaba así?
Los evangelios
no dicen que eso se debía a que en Jesús actuaba Dios. Lo que dicen
es que, al ver las gentes del pueblo tan abandonadas, tan mal tratadas por la
vida, "se le conmovían las entrañas", es decir, sintió misericordia.
No es que "le dio lástima". "Dar lástima" es una cosa
vergonzosa. Lo que sí conmueve a cualquiera es dar con alguien,
que es tan buena persona, que sintoniza y comparte las penas y la alegría que
uno vive. Así era Jesús.
Tan
profundamente humano. Y eso es el secreto de todo lo demás.
San Fermín
Según
cuenta la leyenda, San Fermín era hijo del jefazo romano de Pamplona hacia el
siglo III. Un cura francés que estaba de visita por aquí, San Saturnino, lo
convirtió al cristianismo, así que se fue a Toulouse (Francia) a hacer un
máster de obispo y volvió para liberar al pueblo trabajador de sus
supersticiones. Luego regresó otra vez a Francia, cristianizó a miles de
paganos y se quedó a vivir en Amiens.
Alguna
bronca debió de tener con las autoridades, porque acabó torturado y degollado.
Su cuerpo reposa en Amiens, aunque anda repartido por ahí en forma de reliquias
(en Pamplona hay tres).
La
verdad es que, con este curriculum, es una ironía que le den tu nombre a una
bacanal famosa en todo el mundo. Así es la vida. De todos modos, no todo en
estas fiestas es juerga. Al santo le dedicamos una procesión muy bonita el día
de su onomástica y él, en agradecimiento, nos hace de doblador en los encierros
protegiendo a los corredores: es lo que llamamos el famoso “capotico de San
Fermín”.
Cuenta
la tradición que el presbítero Honesto llegó a la Pamplona romana, enviado por
San Saturnino para evangelizarla, y que el senador Firmo se convirtió al
cristianismo con toda su familia. Fermín, su hijo, fue educado por Honesto y,
cuando tuvo diecisiete años, comenzó a predicar por los alrededores. Más tarde,
a los veinticuatro, fue consagrado obispo por Honorato, que era prelado de
Toulouse.
A la
edad de treinta y un años, Fermín marchó a predicar el Evangelio a las Galias:
en un primer momento, estuvo en Aquitania, Auvernia y Anjou; más tarde, en
Amiens, donde consiguió muchas conversiones, sufrió cárcel y, con
posterioridad, el martirio por decapitación, un veinticinco de septiembre.
Su
cuerpo fue sepultado en secreto por algunos cristianos, apareció siglos
después, el trece de enero del año 615, en el episcopado de san Salvio, y fue
trasladado a la cercana ciudad: unos magníficos relieves góticos del siglo XV,
labrados en el trasaltar de aquella catedral que conserva los restos del santo,
narran esta historia.
¿Existió San Fermín?
Mucha
gente ha oído hablar sobre San Fermín o, por lo menos, conoce su nombre gracias
a las fiestas que se celebran en Pamplona en su honor. Pocos saben, sin
embargo, que su historia, al igual que la de otros santos, es una leyenda que
para muchos estudiosos carece de base histórica.
La
leyenda nació hacia el siglo IX en la localidad francesa de Amiens, y desde
allí llegó a Pamplona en el siglo XII, convirtiéndose en un santo de devoción
para cientos de pamploneses.
Recientemente,
una tesis elaborada por el historiador Roldán Jimeno, hijo del prestigioso
historiador pamplonés Jimeno Jurío, ha refrendado la conclusión a la que
llegaron en 1970 varios historiadores de la capital navarra y arqueólogos de
Amiens: ambos investigaron por separado, y concluyeron que la historia de San
Fermín no tenía base histórica alguna. A pesar de ello, Amiens y Pamplona
siguen rindiendo culto a este santo y miles de personas en el mundo han oído
hablar de él gracias a las fiestas de Sanfermin.
La leyenda de Amiens
Cuenta
la leyenda que Firmus, un senador que vivía en tiempos de los emperadores
Diocleciano y Maximiano, era gobernador general de la región y tenía un hijo
llamado Fermín. Así se recoge en uno de los primeros textos que se conocen
acerca de la leyenda de San Fermín, el del escritor Jacobo de Voragine titulado
“La leyenda dorada” y que data de 1264. Al parecer, Firmus confió la educación
de su hijo Fermín al presbítero Honesto, quien envió a Fermín a realizar sus
estudios a Toulouse y pidió al arzobispo de la localidad que lo ordenase
sacerdote para que pudiese predicar la fe cristiana. Así lo hizo, y Fermín
volvió a Pamplona con la misión de evangelizar, consagrado ya como obispo,
donde permaneció hasta los 31 años, antes de marchar a las Galias.
Fermín
primero estuvo en Agen, luego en la comarca de Beauvais y por último en Amiens
donde, tras soportar la persecución romana, convirtió, según cuenta la leyenda,
en tan sólo cuarenta días, a tresmil personas. Parece ser que a los
gobernadores romanos no les hizo especial gracia y, tras detenerlo y encerrarlo
en la cárcel, lo degollaron en secreto un 25 de septiembre, que es la fecha en
la que se recuerda su martirio.
Esta
leyenda recogida en el texto de Jacobo Vorágine data su origen en la Alta Edad
Medía, en la localidad francesa de Amiens, capital de Picardía, situada a unos
150 km. de París. Aunque no existe una fecha exacta, los primeros datos
históricos la sitúan en el siglo IX. Por aquel entonces, tal y como nos cuenta
el historiador Roldán Jimeno, “a la hora de elegir el santo que cristianizaría
a la ciudad, era muy normal escoger un personaje extranjero que diese cierto
toque exótico y relevante a la urbe. En Amiens escogieron a Fermín, porque era
vascón y romano a la vez y les resultó bastante atractivo. A partir de
entonces, construyeron una historia que ha ido variando con el tiempo, a medida
que ha sido transmitida de generación en generación”.
La
leyenda llegó a Pamplona por primera vez hacia el siglo XII, cuando el entonces
arzobispo de Pamplona, Pedro de París, tuvo noticia de ella y trajo consigo una
reliquia que fue depositada en el altar de la Catedral de Pamplona. Con el
tiempo, el culto se fue extendiendo a toda Navarra. Para los habitantes de
Pamplona, que existiera un santo que, además, había sido el primer arzobispo de
Pamplona, fue un auténtico hallazgo; cambiaron parte de la historia francesa
adelantando la evangelización de la capital navarra al siglo I, dato que
contradecía la fecha de la leyenda de Amiens, que la situaba en el siglo III.
Distintos
cronistas navarros recogieron esta versión y la fueron adornando cada vez más.
Con el paso del tiempo, el culto a San Fermín se fue acrecentando en las dos
localidades, con particularidades locales. En el siglo XVIII se dieron a
conocer “Las Actas Sinceras”, de Miguel Joseph de Maceda, que mostraban la
versión pamplonesa de la leyenda. Algún tiempo más tarde, cuando el texto llegó
a Amiens, se suscitó una gran polémica respecto a la fecha, ya que la tradición
pamplonesa decía que San Fermín había vivido en el siglo I, y la de Amiens, en
el siglo III. Finalmente decidieron fundir ambas tradiciones y fueron recogidas
en un libro.
Una leyenda sin base histórica
Ya en
el siglo XX, en la década de los 70, el bibliotecario de la Catedral de
Pamplona, José Goñi Gaztanbide, después de investigar sobre el tema llegó a la
conclusión de que la historia de San Fermín era “legendaria e inverosímil”, ya
que no disponía de base histórica alguna.
Posteriormente,
el historiador Jimeno Jurío realizó un exhaustivo trabajo de investigación que
confirmó tales sospechas. Por aquel entonces se creó cierto debate que no
trascendió más allá del ámbito científico, y más tarde otros autores dieron la
razón a estos dos estudiosos. La reciente tesis de Roldán Jimeno ha vuelto a
corroborar dichas afirmaciones. “Uno de los datos clave que ha ayudado a ver
que se trataba, como en otras ocasiones, de una leyenda sin base histórica ha
sido situar la historia en los siglos I (Pamplona) y III (Amiens). En el caso
de Pamplona, la Cristianización no llegó hasta el siglo III, y en Amiens tuvo
lugar, incluso, algunos siglos más tarde. Además, hasta el siglo XII no hay en
Pamplona ninguna referencia clara respecto al santo”.
Junto
a ello, el hecho de que San Fermín no tuviese ninguna iglesia, ni ermita a su
nombre contribuyó a confirmar dicha teoría. “No es lógico que un arzobispo de
una ciudad como Pamplona no registre ninguna iglesia o ermita a su nombre hasta
el siglo XVII. En Pamplona, la primera iglesia que lleva su nombre se construyó
en la Milagrosa, en la década de los años 50 del pasado siglo, y las primeras
ermitas datan del siglo XVII”, afirma Roldán Jimeno.
A pesar de la crítica hagiográfica que realiza la Iglesia Católica durante el
Concilio de Trento en el siglo XVI (en la que se pudo comprobar que la vida de
varios santos carecía de fundamento histórico), la Iglesia todavía no se ha
pronunciado respecto al santo navarro. “Ha habido varios santos que han sido
declarados apócrifos por la Iglesia Católica como, por ejemplo, San Cristóbal,
y el hecho no ha tenido demasiada trascendencia, aunque con otros, al tratarse
de santos locales, como San Fermín, es la propia diócesis la que tiene que
pronunciarse al respecto. Luego también está la respuesta de la gente”.
Actualmente,
tanto en Pamplona como en Amiens el culto a San Fermín sigue atrayendo a
cientos de personas y las fiestas que se celebran en su honor en la capital
navarra congregan cada año a miles de visitantes de todas partes del mundo que,
a falta de conocer su historia, han oído hablar alguna vez del patrono de
Navarra.
Historia de la Procesión en honor a San Fermín
La
procesión en honor a San Fermín se remonta en el tiempo, probablemente tanto
como el culto mismo que Pamplona le tributa. Jesús Arraiza escribe en su obra
“San Fermín patrono” que, aunque se desconoce con certeza, la costumbre pudo
haberse iniciado hacia 1187, cuando el obispo Pedro de Artajona trae de Amiens
la primera reliquia del mártir, e impulsa su veneración en Pamplona.
Por su
parte, José María Corella, en su trabajo “Sanfermines de ayer”, apunta la
existencia de testimonios gráficos de dudosa autenticidad en los que se puede
apreciar que, ya en la segunda mitad del siglo XV, había en Pamplona desfile de
caballicos que bailaban en la procesión. Sin embargo, a diferencia de los
actuales ‘zaldikos’ de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos, la gaita la tocaban
entonces los mismos bailarines mientras se movían con sus caballos de madera,
compitiendo al parecer entre ellos por realizar la pirueta más vistosa.
José
María Corella también apunta que el primer testimonio documental fehaciente, en
el que consta la procesión de San Fermín, está fechado en 1527, cuando todavía
se celebraba San Fermín el 10 de octubre. En aquella época ya acudía el
Ayuntamiento a la Catedral a recoger al Cabildo para asistir a la procesión y
al acto litúrgico posterior en San Lorenzo, donde se rendía culto al santo
desde antiguo.
Capilla de San Fermín
Lo más
importante de la capilla de San Fermín es que dentro se encuentra la figura que
recuerda al santo y allí descansa todo el año.
Fuente:
textos de Juan José Martinena en varias publicaciones y conferencia de José
Luis Molins, archivero municipal, en el ciclo “San Fermín: culto, fiesta y
arquitectura”, de la Universidad de Navarra.
San
Fermín es un santo muy especial porque durante las fiestas acuden a él a
pedirle favores o pedirle protección en el encierro tanto devotos fieles como
otros que no creen en nada. Desde el siglo XIV, existía una capilla dedicada a
San Fermín. Era gótica y de reducidas dimensiones. En el siglo XVII, el
Ayuntamiento,
muchos ciudadanos de Pamplona y de otras partes de Navarra y América se
involucraron en costear económicamente la construcción de un templo nuevo (el
que ahora conocemos). Por ello, la gente de Pamplona y de Navarra consideran al
santo y su capilla como una cosa casi suya, y así se ha transmitido de
generación en generación.
La
capilla de San Fermín está construida junto a la parroquia de San Lorenzo, al
final de la calle Mayor de Pamplona. Para acceder a la capilla, hay que entrar
por la puerta de la parroquia o por la calle San Francisco.
La
capilla de San Fermín se comenzó a construir en 1696 y se terminó de construir
en 1717. El siete de julio de ese mismo año se inauguró. El arquitecto original
es Santiago Raón, y su proyecto fue continuado por Juan de Alegría y Martín de
Zaldúa, manteniendo el estilo barroco del proyecto original. Una de las
anécdotas más importantes sobre la capilla es que en el siglo XVIII, a resultas
de varios pleitos entre el Ayuntamiento de Pamplona y la Obrería de San
Lorenzo, se planteó la posibilidad de construir un nuevo templo en el lugar que
actualmente ocupa el Paseo Sarasate. En el Archivo Municipal de Pamplona se
guardan planos y bocetos de esta obra que nunca llegó a realizarse y que firma
Juan Lorenzo Catalán.
En
cuanto a lo que sí ocurrió de verdad en la capilla de San Fermín es que en 1800
se realizaron reparaciones urgentes a cargo de Santos Ochandategui, que le
dieron el actual aspecto neoclásico, y de las que se hizo cargo el Ayuntamiento
de Pamplona. En 1823, la linterna de la cúpula de la capilla tuvo que ser
reconstruida tras la demolición e incendio posterior al bombardeo de Pamplona
por parte de los ‘Cien mil hijos de San Luis’.
La
efigie de San Fermín está alejada dentro de la capilla en un altar específico.
El original tenía 17 metros de altura, pero fue sustituido por otro en 1819.
Las esculturas y relieves que podemos ver ahora son de Anselmo Casanova, con
proyecto de Pedro Onofre. Las vidrieras son obra de Mayer y están fabricadas en
Londres.
¿Qué es la Corte de San Fermín?
Esta
asociación se fundó en 1885, en gratitud a los favores de San Fermín quien,
según la tradición católica, protegió a la ciudad de Pamplona de varias
epidemias que mermaron las poblaciones cercanas. La Corte de San Fermín es una
asociación religiosa nacida en 1885 y cuenta con algo más de 800 miembros de
ambos sexos. Tiene su sede en el despacho parroquial de San Lorenzo, en la
calle Mayor 74 de Pamplona, ya que el párroco siempre preside la junta de
gobierno de la Corte que además integran un secretario, un tesorero y cuatro
vocales. Su objetivo principal es mantener el culto (cristiano católico) y
promover la devoción a San Fermín. En este momento esta promoción, más allá de
la iniciativa singular de algunos cortesanos, se ciñe al mantenimiento material
de las reliquias de San Fermín y al acompañamiento en la celebración de las
grandes fiestas.
La
Corte celebra a San Fermín: el segundo domingo de enero es la fiesta de las
reliquias, que conmemora el traslado de las mismas desde Amiens (Francia) a
Pamplona. El 6 de julio tienen lugar las Vísperas de San Fermin, el 7 de julio
se celebra el día del patrón, con procesión, a la que se suma la junta de la
Corte y los miembros que lo desean, y la posterior celebración religiosa en la capilla
del santo. El día 14 de julio se celebra a las 11.00 la Octava (siete días
después del día del santo), a la que asiste el Consistorio en cuerpo de ciudad
como cierre religioso de fiesta de Sanfermin.
Además,
en septiembre se festeja el día grande de San Fermín desde el punto de vista
religioso. El día 25 se conmemora el día del Martirio de San Fermín, que va
precedido desde el día 17 de una novena dedicada al santo (nueve funciones
religiosas.
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