miércoles, 15 de julio de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 17 DE JULIO – VIERNES – 15ª – SEMANA DEL T. O. – A – San Alejo mendigo




17 DE JULIO – VIERNES –
15ª – SEMANA DEL T. O. – A –

Lectura del libro de Isaías (38,1-6.21-22.7-8):
En aquellos días, Ezequías cayó enfermo de muerte, y vino a visitarlo el profeta Isaías, hijo de Amós, y le dijo:
«Así dice el Señor: "Haz testamento, porque vas a morir sin remedio y no vivirás."»
Entonces, Ezequías volvió la cara a la pared y oró al Señor:
«Señor, acuérdate que he procedido de acuerdo contigo, con corazón sincero e íntegro, y que he hecho lo que te agrada.»
Y Ezequías lloró con largo llanto.
Y vino la palabra del Señor a Isaías:
 «Ve y dile a Ezequías: Así dice el Señor, Dios de David, tu padre: "He escuchado tu oración, he visto tus lágrimas. Mira, añado a tus días otros quince años. Te libraré de las manos del rey de Asiria, a ti y a esta ciudad, y la protegeré."»
Isaías dijo:
«Que traigan un emplasto de higos y lo apliquen a la herida, para que se cure.»
Ezequías dijo:
«¿Cuál es la prueba de que subiré a la casa del Señor?»
Isaías respondió:
 «Ésta es la señal del Señor, de que cumplirá el Señor la palabra dada: "En el reloj de sol de Acaz haré que la sombra suba los diez grados que ha bajado."»
Y desandó el sol en el reloj los diez grados que había avanzado.

Palabra de Dios


Salmo: Is 38

R/. Señor, detuviste mi alma ante la tumba vacía
Yo pensé: «En medio de mis días
tengo que marchar hacia las puertas del abismo;
me privan del resto de mis años.» R/.
Yo pensé: «Ya no veré más al Señor
en la tierra de los vivos,
ya no miraré a los hombres
entre los habitantes del mundo.» R/.
«Levantan y enrollan mi vida
como una tienda de pastores.
Como un tejedor, devanaba yo mi vida,
y me cortan la trama.» R/.
Los que Dios protege viven,
y entre ellos vivirá mi espíritu;
me has curado, me has hecho revivir. R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (12,1-8):
Un sábado de aquéllos, Jesús atravesaba un sembrado; los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas.
Los fariseos, al verlo, le dijeron:
«Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado.»
Les replicó:
 «¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y comieron de los panes presentados, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes. ¿Y no habéis leído en la Ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el templo sin incurrir en culpa?
Pues os digo que aquí hay uno que es más que el templo. Si comprendierais lo que significa "quiero misericordia y no sacrificio", no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado.»

Palabra del Señor

1.   Uno de los peligros más serios, que llevan consigo las religiones, está en que establecen preceptos, que afectan a cosas importantes en la vida de las personas, y convencen a sus fieles que la observancia de esos preceptos es más importante que la felicidad, la dignidad o incluso la vida misma de los seres humanos.   Cuando las religiones hacen eso, lo que en realidad hacen es dar más importancia a la religión que a la vida del ser humano. Con lo cual se llega a la absurda situación de que se anteponen los medios al fin.
La religión es un medio para un fin, que es la plenitud de vida del ser humano. Una religión que no funciona así, no puede ser la religión que representa al Dios de la vida.

2.   Así era la religión de los fariseos que interpelaron a Jesús y le exigieron que reprendiera a sus discípulos por arrancar espigas en sábado para quitarse el hambre. La religión de los fariseos anteponía la observancia del sábado (el medio) a la necesidad de saciar el hambre y poder vivir (el fin). Es algo que ocurre constantemente en la vida de las gentes que se someten a la religión. Por eso hay cada día más gente que no quiere saber nada de la religión, ni de los dirigentes de la religión, ni del Dios al que la religión y sus dirigentes representan.

3.   La respuesta de Jesús viene a decir que las exigencias de la vida, y de una vida que no pasa faltas y se siente feliz, está antes que la religión y sus observancias. Porque, de no ser así, tendríamos que llegar a la horrible conclusión de que Dios quiere sumisión sin condiciones, aun a costa del sufrimiento de
las personas.  - ¿Quién puede creer en semejante Dios?


Mendigo - Siglo V
Era hijo de un rico senador romano. Nació y pasó su juventud en Roma. Sus padres le enseñaron con la palabra y el ejemplo que las ayudas que se reparten a los pobres se convierten en tesoros para el cielo y sirven para borrar pecados. Por eso Alejo desde muy pequeño repartía entre los necesitados cuánto dinero conseguía, y muchas otras clases de ayudas, y esto le traía muchas bendiciones de Dios.
Pero llegando a los veinte años se dio cuenta de que la vida en una familia muy rica y en una sociedad muy mundana le traía muchos peligros para su alma, y huyó de la casa, vestido como un mendigo y se fue a Siria.
En Siria estuvo durante 17 años dedicado a la adoración y a la penitencia, y mendigaba para él y para los otros muy necesitados. Era tan santo que la gente lo llamaba "el hombre de Dios". Lo que deseaba era predicar la virtud de la pobreza y la virtud de la humildad. Pero de pronto una persona muy espiritual contó a las gentes que este mendigo tan pobre, era hijo de una riquísima familia, y él por temor a que le rindieran honores, huyó de Siria y volvió a Roma.
Llegó a casa de sus padres en Roma a pedir algún oficio, y ellos no se dieron cuenta de que este mendigo era su propio hijo. Lo dedicaron a los trabajos más humillantes, y así estuvo durante otros 17 años durmiendo debajo de una escalera, y aguantando y trabajando hacía penitencia, y ofrecía sus humillaciones por los pecadores.
Y sucedió que al fin se enfermó, y ya moribundo mandó llamar a su humilde covacha, debajo de la escalera, a sus padres, y les contó que él era su hijo, que por penitencia había escogido aquél tremendo modo de vivir. Los dos ancianos lo abrazaron llorando y lo ayudaron a bien morir.
Después de muerto empezó a conseguir muchos milagros en favor de los que se encomendaban a él. En Roma le edificaron un templo y en la Iglesia de Oriente, especialmente en Siria, le tuvieron mucha devoción.
La enseñanza de la vida de San Alejo es que para obtener la humildad se necesitan las humillaciones. La soberbia es un pecado muy propio de las almas espirituales, y se le aleja aceptando que nos humillen. Aún las gentes que más se dedican a buenas obras tienen que luchar contra la soberbia porque si la dejan crecer les arruinará su santidad. La soberbia se esconde aún entre las mejores acciones que hacemos, y si no estamos alerta esteriliza nuestro apostolado. Un gran santo reprochaba una vez a un discípulo por ser muy orgulloso, y este le dijo: "Padre, yo no soy orgulloso". El santo le respondió: "Ese es tu peor peligro, que eres orgulloso, y no te das cuenta de que eres orgulloso".
La vida de San Alejo sea para nosotros una invitación a tratar de pasar por esta tierra sin buscar honores ni alabanzas vanas, y entonces se cumplirá en cada uno aquello que Cristo prometió: "El que se humilla, será enaltecido".
Dijo Jesús: "Los últimos serán los primeros. Dichosos los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos". (Mt. 5)



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