5 DE JULIO – DOMINGO –
14ª – SEMANA DEL T. O. – A –
San Antonio María Zaccaría
Lectura de la profecía de Zacarías
(9,9-10):
Así
dice el Señor:
«Alégrate, hija de Sión; canta, hija de
Jerusalén; mira a tu rey que viene a ti justo y victorioso; modesto y
cabalgando en un asno, en un pollino de borrica. Destruirá los carros de
Efraín, los caballos de Jerusalén, romperá los arcos guerreros, dictará la paz
a las naciones; dominará de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra.»
Salmo144,1-2.8-9.10-11.13cd-14
R/. Bendeciré tu nombre por siempre,
Dios mío, mi rey
Te
ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás. R/.
El
Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R/.
Que
todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R/.
El
Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan. R/.
Lectura de la carta del apóstol san
Pablo a los Romanos (8,9.11-13):
Vosotros
no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios
habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Si
el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros,
el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros
cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros. Así, pues,
hermanos, estamos en deuda, pero no con la carne para vivir carnalmente. Pues
si vivís según la carne, vais a la muerte; pero si con el Espíritu dais muerte
a las obras del cuerpo, viviréis.
Lectura del santo evangelio según san
Mateo (11,25-30):
En
aquel tiempo, exclamó Jesús:
«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y
tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has
revelado a la gente sencilla.
Sí, Padre, así te ha parecido mejor.
Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie
conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel
a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y
agobiados, y yo os aliviaré.
Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es
llevadero y mi carga ligera.»
Sabios y sencillos.
Algunos obispos y cardenales descontentos con el Papa
Francisco dicen de él, con cierto desprecio, que “no es un teólogo”. Les
convendría saber lo que piensa Jesús de quienes presumen de teólogos y de sabios.
El
contexto del evangelio
En
los tres domingos anteriores (11-13) hemos leído unos fragmentos del discurso
de Jesús a los apóstoles cuando los envía de misión (Mt 10). No se cuenta la
vuelta de los discípulos ni el resultado de su actividad. En los capítulos
siguientes (Mt 11-12) se cuentan episodios muy distintos que ayudan a definir
la figura de Jesús y describen las distintas reacciones que provoca su persona
y su actividad.
- ¿Es realmente el Mesías esperado?
Juan Bautista duda, y envía a sus discípulos a
preguntar si tienen que esperar a otro. Los de Corozaín y Betsaida no se dejan
afectar por su predicación, se niegan a convertirse. Los fariseos lo acusan de
infringir la ley y el sábado, deciden matarlo y dicen que está endemoniado.
Sin embargo, en medio de todos estos que desconfían,
se desinteresan o se oponen a Jesús, hay un grupo que lo acepta por dos motivos
muy distintos: por revelación de Dios, y porque, desde un punto de vista
religioso, se sienten agobiados, cargados, y encuentran alivio en Jesús y su
mensaje. Al final, este grupo aparecerá como la familia de Jesús, sus hermanos,
sus hermanas y su madre.
Sabios
y sencillos
En aquel tiempo, exclamó Jesús:
Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas
cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Si,
Padre, así te ha parecido mejor…
…Venid
a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi
yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y encontraréis
vuestro. descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.
En el pasaje de hoy, Jesús ve que la gente se divide
ante él, y las cataloga en dos grupos. El de los "sabios y
entendidos", que tienen una sabiduría humana, y por eso se escandalizan de
Jesús o lo rechazan. Y el de la "gente sencilla", sin prejuicios, a
la que Dios puede revelarle algo nuevo porque no creen saberlo todo. Esta gente
acepta que Jesús es el Mesías, aunque no imponga la religión a sangre y fuego;
acepta que es el enviado de Dios aunque coma, beba y trate con gente de mala
fama; se deja interpelar por su palabra y enmienda su conducta. Esto, como la
futura confesión de Pedro, es un don de Dios. La capacidad de ver lo bueno, lo
positivo, lo que construye. Los sabios y entendidos se quedan en
disquisiciones, matices, análisis, y terminan sin aceptar a Jesús.
Para estas personas sencillas, la gran ventaja es que,
a través de Jesús, van a conocer a Dios. Él se lo revelará, porque es el único
que puede hacerlo. Pero esta revelación del Padre no es algo abstracto,
teórico. Es un respiro para los rendidos y abrumados por el yugo de las leyes y
normas que les imponen las autoridades religiosas.
Estos versículos contienen un dinamismo muy curioso: el Padre revela al Hijo,
el Hijo revela al Padre, pero el gran beneficiado es el hombre que acoge esa
revelación; se ve libre de una imagen legalista, dura, agobiante, de Dios y de
la religión. Su piedad, al hacerse más divina, se hace más humana.
Un
rey sencillo, pero de inmenso poder
La primera lectura, que
parece un poco traída por los pelos, es sin embargo muy interesante. Habla del
rey futuro, esperado, en una época en la que no hay rey en Judá y la monarquía
parece un sueño. En la segunda parte del poema se dicen de ese rey cosas
maravillosas. Se le atribuyen acciones que textos proféticos anteriores
atribuían al mismo Dios: destruir los ejércitos de Israel y dictar la paz a las
naciones. Es una forma de decir que será un rey excepcional, cuasi divino. Pero
la primera parte subraya que, al mismo tiempo, será un rey manso, humilde,
montado en un borrico, como los antiguos patriarcas, no como Alejandro Magno en
su caballo Bucéfalo. (Muchos autores piensan que el profeta se inspiró en el
paso de Alejandro por Palestina, camino de Egipto, para ofrecer una imagen muy
distinta del monarca que esperaba.)
Zacarías 9, 9-10
Así dice el Señor:
Alégrate, hija de Sión; canta, hija de
Jerusalén;
mira a tu rey que viene a ti justo y victorioso;
modesto y cabalgando en un asno, en un
pollino de borrica.
Destruirá los carros de Efraín, los
caballos de Jerusalén,
romperá los arcos guerreros,
dictará la paz a las naciones;
dominará de mar a mar, del Gran Río al
confín de la tierra.
«Te ensalzaré, Dios mío, mi rey» (Sal 144)
El salmo elegido
para este domingo reúne bien las dos lecturas. Recoge la imagen del rey, pero
no destaca su poderío militar ni su dominio universal, sino su clemencia,
misericordia, piedad, bondad. «Es bueno con todos, es cariñoso con todas sus
criaturas». Igual que Jesús, que alivia a cansados y agobiados, el rey
prometido «sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan». Por
eso, la reacción que debemos tener al escuchar las palabras del evangelio es la
de bendecir al Señor Jesús día tras día, por siempre.
San Antonio María Zaccaría
San Antonio María Zaccaria, presbítero, fundador de la Congregación de los
Clérigos Regulares de San Pablo o Barnabitas, para la reforma de las costumbres
de los fieles cristianos, y de las Hermanas Angélicas de San Pablo. Voló al
encuentro del Salvador en Cremona, ciudad de la Lombardía.
Vida de San Antonio María Zaccaría
En este sacerdote que murió muy joven, sí que se cumplió aquella frase del
Libro de la Sabiduría en la S. Biblia "Vivió muy poco tiempo, pero hizo
obras como si hubiera tenido una vida muy larga".
Nació en Cremona, Italia, en 1502. Quedó huérfano de padre cuando tenía muy
pocos años. Su madre, viuda a los 18 años, renunció a nuevos matrimonios que se
le ofrecían con tal de dedicarse totalmente a la educación de su hijita y los
resultados que obtuvo fueron admirables.
Estudió medicina en la Universidad de Padua, y allí supo cuidarse muy bien
para huir de las juergas universitarias y así conservar la santa virtud de la
castidad. Desde joven renunció a los vestidos elegantes y costosos, y vistió
siempre como la gente pobre, y el dinero que ahorraba con esto, lo repartía
entre los más necesitados.
A los 22 años se graduó de médico y su gran deseo era dedicarse totalmente
a atender a las gentes más pobres, la mayor parte de las veces gratuitamente, y
aprovechar su profesión para ayudarles también a sus pacientes a salvar el alma
y ganarse el cielo. Pero unos años después, sus directores espirituales le
aconsejaron que hiciera también los estudios sacerdotales, y así logró
ordenarse de sacerdote. Así fue doblemente médico: de los cuerpos y de las
almas.
Antonio María tuvo siempre desde muy pequeño un inmenso amor por los pobres.
Ya en la escuela, volvía a veces a casa sin saco, porque lo había regalado a
algún pobrecito que había encontrado por ahí tiritando de frío. Durante sus
años de profesional y sacerdote, todo lo que consigue lo reparte entre los más
necesitados.
Se trasladó a Milán (la ciudad de mayor número de habitantes en Italia)
porque en esa gran ciudad tenía más posibilidades de extender su apostolado a
muchas gentes. Y allí, por medio de la hermana Luisa Torelli fundó la comunidad
de las hermanas llamadas "Angelicales" (nombre que les pusieron porque
su convento se llamaba de "Los Santos Ángeles"). El fin de esta
comunidad era preservar a las jovencitas que estaban en peligro de caer en
vicios, y redimir y volver al buen camino a las que ya habían caído. Estas
hermanas le ayudaron muchísimo a nuestro santo en todos sus apostolados.
Luego con otros compañeros fundó la Comunidad llamada "Clérigos de San
Pablo" los cuales, por vivir en un convento llamado de San Bernabé, fueron
llamados por la gente "Los Padres Bernabitas". Esta congregación
tenía por fin predicar para convertir a los pecadores, extender por todas
partes la devoción a la Pasión y muerte de Cristo, y a su santa Cruz. Y
esforzarse lo más posible por tratar de obtener la renovación de la vida
espiritual y piadosa entre el pueblo, que estaba muy decaída y relajada. Estos
religiosos hicieron tanto bien en la ciudad y sus alrededores que unos años más
tarde, San Carlos, gran arzobispo de Milán, dirá de ellos: "Son la ayuda
más formidable que he encontrado en mi arquidiócesis".
San Antonio María sentía un gran cariño por la Sagrada Eucaristía, donde
está Cristo presente en la Santa Hostia, con su Cuerpo, Sangre, alma y
divinidad. Por eso propagó por todas partes la devoción de las Cuarenta Horas,
que consiste en dedicar tres días cada año, en cada templo, a honrar
solemnemente a la Stma. Eucaristía con rezos, cantos y otros actos solemnes de
culto.
Otra de sus grandes devociones era la pasión y muerte de Cristo. Cada
viernes, a las tres de la tarde hacía sonar las campanas, para recordar a la
gente que a esa hora había muerto Nuestro Señor. Siempre llevaba una imagen de
Jesús crucificado, y se esmeraba por hacer que sus oyentes meditaran en los
sufrimientos de Jesús en su Pasión y Muerte, porque esto aumenta mucho el amor
hacia el Redentor. Y una tercera devoción que lo acompaño en sus años de
sacerdocio fue un enorme entusiasmo por las Cartas de San Pablo. Su lectura lo
emocionaba hasta el extremo, y de ellas predicaba, y a sus discípulos les
insistía en que leyeran tan preciosas cartas frecuentemente, y que meditaran en
sus importantísimas enseñanzas. A él le sucedió lo que le ha pasado a miles y
millones de creyentes en el mundo entero, que al leer las Cartas de San Pablo
han descubierto en ellas unos mensajes celestiales tan interesantes que quedan
entusiasmados para siempre por su lectura y meditación.
A nuestro santo le correspondió vivir en los tiempos difíciles en los
que en Alemania el falso reformador Lutero proclamaba una falsa reforma en la
religión, y en Roma y España, San Ignacio y sus jesuitas empezaban a trabajar
por conseguir una verdadera reforma de la Iglesia, y muchísimos católicos
sentían un intenso deseo que empezara una era de mayor fervor y menos frialdad
y maldad. San Antonio María fue uno de los que con su enorme apostolado preparó
la gran Reforma de la Iglesia Católica que iba a traer el Concilio de Trento.
Siendo aún muy joven, sintió que de tanto trabajar por el apostolado, le
faltaban las fuerzas. Se fue a casa de su santa madre, y en sus brazos murió el
5 de julio de 1539. Tenía apenas 37 años, pero había hecho labores apostólicas
como si hubiera trabajado por tres docenas de años más. El Papa León XIII lo
declaró santo en 1897. Y nosotros le pedimos a San Antonio Zaccaría, que pida
mucho al buen Dios para que la Iglesia Católica se renueve día por día y no
vaya a caer nunca en la relajación y que no se enfríe nunca en el santo fervor
que Nuestro Señor quiere de cada uno de los creyentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario