30 DE JULIO – JUEVES –
17ª – SEMANA DEL T. O. – A –
San Pedro Crisólogo
Lectura del libro de Jeremías (18,1-6):
Palabra
del Señor que recibió Jeremías:
«Levántate y baja al taller del
alfarero, y allí te comunicaré mi palabra.»
Bajé al taller del alfarero, que estaba
trabajando en el torno. A veces, le salía mal una vasija de barro que estaba haciendo,
y volvía a hacer otra vasija, según le parecía al alfarero.
Entonces me vino la palabra del Señor:
«¿Y no podré yo trataros a vosotros,
casa de Israel, como este alfarero? –oráculo del Señor–.
Mirad: como está el barro en manos del
alfarero, así estáis vosotros en mi mano, casa de Israel.»
Palabra
de Dios
Salmo: 145
R/. Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob
Alaba,
alma mía, al Señor:
alabaré al Señor mientras viva,
tañeré para mi Dios mientras
exista. R/.
No
confiéis en los príncipes,
seres de polvo que no pueden salvar;
exhalan el espíritu y vuelven al polvo,
ese día perecen sus planes. R/.
Dichoso
a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo
(13,47-53):
En
aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
«El reino de los cielos se parece
también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está
llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y
los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los
ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido.
Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?»
Ellos les contestaron:
«Sí.»
Él les dijo:
«Ya veis, un escriba que entiende del
reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo
nuevo y lo antiguo.»
Cuando Jesús acabó estas parábolas,
partió de allí.
Palabra
del Señor
1. Con una imagen que
tenía que resultar familiar para gentes que vivían de la pesca en el lago,
Jesús les asegura que en el Reino de Dios cabemos todos sin distinciones de
buenos y malos. Esas distinciones se harán al final de los tiempos. Porque
el juicio
corresponde a Dios, no a los
hombres. Lo cual es tanto como decir que el proyecto de Jesús
es constitutivamente tolerante respetuoso y acepta a todos sin
distinciones ni rechazos. Es el proyecto de la humanidad, el proyecto en el que
coincidimos todos los humanos, sean cuales sean nuestras culturas, creencias e
ideologías. El proyecto de Jesús no es proyecto de religión, es un proyecto de
humanidad.
2. Toda "religión
monoteísta" es, por su misma naturaleza, un "proyecto excluyente".
Porque, como bien se ha dicho,
"ningún dios que verdaderamente se precie tolera otro dios junto a él. Su
pretensión es absoluta: pretensión de verdad, de evidencia y de obediencia.
¿Qué dios sería aquel que consiente. la existencia de otros dioses junto a
él?...
Los ídolos exigen el reconocimiento de
todos, la sumisión a todo precio" (Wolfgang Sofsky).
Es evidente que religión así, no coincide
ni encaja con el Evangelio, que es tolerante y acerca a pecadores, extranjeros,
personas de otras religiones...
3. Jesús habla de la
separación final de buenos y malos. Y de castigo al
"horno encendido" para los malos, con "rechinar de
dientes". Con eso nos indica que Dios hace justicia para gentes que en
este mundo causan tanto sufrimiento.
No podemos acabar todos igual si es que
Dios es Dios de justicia. Pero lo que no sabemos es en qué consistirá la
aplicación de esa justicia para los causantes del sufrimiento humano. En todo
caso, una cosa es el castigo del infierno, tal como se ha enseñado
tradicionalmente como se nos ha dicho.
Ese infierno eterno no existe, ni puede
existir. Porque el castigo nunca puede ser fin, sino que siempre tiene que ser
medio (para corregir, evitar otros males mayores, educar...). Pero un infierno
eterno no puede ser medio para nada. Es el castigo por el
castigo, como fin en sí. Ahora bien, eso es literalmente contradictorio con un
Dios que se define como Amor.
San Pedro Crisólogo
Año
451
Nació alrededor del año
380 en Imola, en la Emilia, y entró a formar parte del clero de aquella
población.
En el año 424 fue
elegido obispo de Rávena, e instruyó a su grey, de la que era pastor
celosísimo, con abundantes sermones y escritos.
Murió hacia el año
450.
Crisólogo
significa: el que habla muy bien.
Este
santo ha sido uno de los oradores más famosos de la Iglesia Católica. Nació en
Imola (Italia) y fue formado por Cornelio obispo de esa ciudad, por el cual
conservó siempre una gran veneración. Este santo prelado lo convenció de que en
el dominio de las propias pasiones y en el rechazar los malos deseos reside la
verdadera grandeza, y que este es un medio seguro para conseguir las
bendiciones de Dios.
Pedro
gozó de la amistad del emperador Valentiniano y de la madre de este, Plácida, y
por recomendación de ellos los dos, fue nombrado Arzobispo de Ravena (la ciudad
donde vivía el emperador). También gozó de la amistad del Papa San León Magno.
Cuando
empezó a ser arzobispo de Ravena, había en esta ciudad un gran número de
paganos. Y trabajó con tanto entusiasmo por convertirlos, que cuando él murió
ya eran poquísimos los paganos o no creyentes en esta capital.
A la
gente le agradaban mucho sus sermones (y por eso le pusieron el sobrenombre de
Crisólogo, o sea: el que habla muy bien). Su modo de hablar era conciso,
sencillo y práctico. Sabía explicar muy claramente las principales verdades de
la fe. A ratos se entusiasmaba tanto mientras predicaba, que la misma emoción
le impedía seguir hablando, y el público se contagiaba de su entusiasmo y
empezaban muchos a llorar. En los dos meses más calurosos del verano dejaba de
predicar y explicaba así jocosamente a sus oyentes el porqué de esta
determinación: "en este tiempo de calores tan bochornosos no les predico,
porque ustedes se apretujan mucho para escucharme y con estas temperaturas tan
altas llegan los ahogos y trastornos, y después le echan toda la culpa de ello
a mis sermones". La gente se admiraba de que en predicaciones bastante
breves, era capaz de resumir las doctrinas más importantes de la fe. Se
conservan de él, 176 sermones, muy bien preparados y cuidadosamente redactados.
Por su gran sabiduría al predicar y escribir, fue nombrado Doctor de la Iglesia,
por el Papa Benedicto XIII.
Recomendaba
mucho la comunión frecuente y exhortaba a sus oyentes a convertir la Sagrada
Eucaristía en su alimento de todas las semanas.
Murió
el 30 de julio del año 451.
Quiera
nuestro buen Dios concedernos que muchos predicadores y catequistas de nuestro
tiempo merezcan también el apelativo de Crisólogos: los que hablan muy bien.
Dichosos
los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica. (Lc, 8, 21)
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