27 DE JULIO – LUNES –
17ª – SEMANA DEL T. O. – A –
SAN PANTALEON
Lectura del libro de Jeremías (13,1-11):
Así
me dijo el Señor:
«Vete y cómprate un cinturón de lino, y
rodéate con él la cintura; pero que no toque el agua.»
Me compré el cinturón, según me lo mandó
el Señor, y me lo ceñí.
Me volvió a hablar el Señor:
«Torna el cinturón que has comprado y
llevas ceñido, levántate y ve al río Éufrates, y escóndelo allí, entre las
hendiduras de las piedras.»
Fui y lo escondí en el Éufrates, según
me había mandado el Señor.
Pasados muchos días, me dijo el Señor:
«Levántate, vete al río Éufrates y
recoge el cinturón que te mandé esconder allí.»
Fui al Éufrates, cavé, y recogí el
cinturón del sitio donde lo había escondido: estaba estropeado, no servía para
nada.
Entonces me vino la siguiente palabra
del Señor:
«Así dice el Señor: De este modo
consumiré la soberbia de Judá, la gran soberbia de Jerusalén. Este pueblo
malvado que se niega a escuchar mis palabras, que se comporta con corazón
obstinado y sigue a dioses extranjeros, para rendirles culto y adoración, será
como ese cinturón, que ya no sirve para nada.
Como se adhiere el cinturón a la cintura
del hombre, así me adherí la casa de Judá y la casa de Israel –oráculo del
Señor–, para que ellas fueran mi pueblo, mi fama, mi alabanza, mi ornamento;
pero no me escucharon.»
Palabra
de Dios
Salmo: Dt 32,18-19.20.21
R/. Despreciaste al Dios que te engendró
Despreciaste
a la Roca que te engendró,
y olvidaste al Dios que te dio a luz.
Lo vio el Señor, e irritado
rechazó a sus hijos e hijas. R/.
Pensando:
«Les esconderé mi rostro
y veré en qué acaban,
porque son una generación depravada,
unos hijos desleales.» R/.
«Ellos
me han dado celos con un dios ilusorio,
me han irritado con ídolos vacíos;
pues yo les daré celos con un pueblo
ilusorio,
los irritaré con una nación
fatua.» R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo
(13,31-35):
En
aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la gente:
«El reino de los cielos se parece
a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de
las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto
más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.»
Les dijo otra parábola:
«El reino de los cielos se parece a la
levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo
fermente.»
Jesús expuso todo esto a la gente en
parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del
profeta:
«Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré
lo secreto desde la fundación del mundo.»
Palabra
del Señor
1. En la parábola del grano de mostaza,
Jesús destaca el contraste entre lo más insignificante, lo que apenas se ve, de
una parte, y de otra, cómo lo más pequeño es lo
que llega a ser grande. Los términos de este contraste son una constante en la
historia, y son "ley de vida".
En cuanto que, a juicio de Jesús, lo pequeño, lo
insignificante, aquello a lo que nadie da importancia, eso es lo que tiene una
fuerza de transformación, que es la grandeza de una persona, de un grupo, de
una institución. El proyecto de vida que presenta Jesús tiene, en la
"pequeñez" y en la "insignificancia", la energía para
modificar la realidad, para cambiar las cosas y para transformar también a las
personas.
2. Lo mismo, en definitiva, viene a decir
la parábola de la levadura. Aquí también se destaca el contraste de lo que se
funde con la masa y se pierde en ella, pero
luego la cambia por completo. Lo que importa es que los valores del
Reino se fundan con la masa social, en el tejido social, entre la gente.
Eso es lo que hace cambiar a la sociedad. La
solemnidad, la grandeza de una imagen pública que impresiona y cualquier forma
de apariencia, todo eso ni corresponde a lo que quiso Jesús, ni socialmente
conduce a nada.
3. Pero ¿por qué esta fuerza de cambio
reside precisamente en los "pequeños" y en "lo que se funde con
la masa"? Aquí tocamos un punto capital para entender y
vivir el Evangelio.
La pequeñez y la grandeza se hallan frente a frente en el
reinado de Dios y en la Iglesia (My 11, 11 par; Lc 7, 28; 9, 48) (S. Légasse,
O. Michel, W. Pesch).
De forma que la expresión "estos pequeños"
designa a los que creen en Jesús (Mc 9, 42 par; Mt 18, 6; Lc 17, 2; Mt 10, 42;
16, 2).
Se ha dicho, con razón, que el origen de
esta denominación se halla en una manera característica de Jesús, que al
hablar de "estos pequeños" no se refería a los niños, sino a los
"marginados", a las personas menospreciadas precisamente por los
grupos religiosos. Es la fuerza evangélica de "lo pequeño"
(mikros) (W. Trilling). Y también de "lo insignificante" (tapeinos)
(Lc 1, 52).
Los que se ven importantes y seguros en su importancia
no modifican la realidad social. "Durante los siglos II y III, el
cristianismo era en gran parte un ejército de desheredados" (E. R. Dodds).
Tales gentes cambiaron el mundo antiguo.
SAN PANTALEON
275-+305
Pantaleón
significa en griego "el que se compadece de todos".
Médico
nacido en Nikomedia (actual Turquía). Fue decapitado por profesar su fe
católica en la persecución del emperador romano Diocleciano, el 27 de julio del
305.
Lo que
se sabe de San Pantaleón procede de un antiguo manuscrito del siglo VI que está
en el Museo Británico. Pantaleón era hijo de un pagano llamado
Eubula y de madre cristiana. Pantaleón era médico. Su maestro fue Euphrosino,
el médico mas notable del imperio. Fue médico del emperador Galerio
Maximiano en Nicomedia.
Conoció
la fe pero se dejó llevar por el mundo pagano en que vivía y sucumbió ante las
tentaciones, que debilitan la voluntad y acaban con las virtudes, cayendo en la
apostasía. Un buen cristiano llamado Hermolaos le abrió los ojos, exhortándole
a que conociera "la curación proveniente de lo más Alto", le llevó al
seno de la Iglesia. A partir de entonces entregó su ciencia al servicio de
Cristo, sirviendo a sus pacientes en nombre del Señor.
En el
año 303, empezó la persecución de Diocleciano en Nikomedia. Pantaleón regaló
todo lo que tenía a los pobres. Algunos médicos por envidia, lo delataron a las
autoridades. Fue arrestado junto con Hermolaos y otros dos cristianos. El
emperador, que quería salvarlo en secreto, le dijo que apostatara, pero
Pantaleón se negó e inmediatamente curó milagrosamente a un paralítico para
demostrar la verdad de la fe. Los cuatro fueron condenados a ser decapitados.
San Pantaleón murió mártir a la edad de 29 años el 27 de julio del 304. Murió
por la fe que un día había negado. Como San Pedro y San Pablo, tuvo la
oportunidad de reparar y manifestarle al Señor su amor.
Las
actas de su martirio nos relatan sobre hechos milagrosos: Trataron de matarle
de seis maneras diferentes; con fuego, con plomo fundido, ahogándole, tirándole
a las fieras, torturándole en la rueda y atravesándole una espada. Con la ayuda
del Señor, Pantaleón salió ileso. Luego permitió libremente que lo decapitaran
y de sus venas salió leche en vez de sangre y el árbol de olivo donde ocurrió
el hecho floreció al instante. Podría ser que estos relatos son una forma
simbólica de exaltar la virtud de los mártires, pero en todo caso, lo
importante es que Pantaleón derramó su sangre por Cristo y los cristianos lo
tomaron como ejemplo de santidad.
En
Oriente le tienen gran veneración como mártir y como médico que atendía
gratuitamente a los pobres. También fue muy famoso en Occidente desde la
antiguedad.
Se
conservan algunas reliquias de su sangre, en Madrid (España), Constantinopla
(Turquía) y Ravello (Italia).
El Milagro de su sangre
Una
porción de su sangre se reserva en una ampolla en el altar mayor del Real
Monasterio de la Encarnación en Madrid de los Austrias, junto a la Plaza de
Oriente, Madrid, España. Fue tomada de otra más grande que se guarda en la
Catedral italiana de Ravello. Fue donada al monasterio junto con un trozo de
hueso del santo por el virrey de Nápoles. En Madrid lo custodian las religiosas
Agustinas Recoletas dedicadas a la oración. Hay constancia de que la reliquia
ya estaba en la Encarnación desde su fundación en el año 1616.
La
sangre, en estado sólido durante todo el año, se licuefacciona [o ocurre el
fenómeno de licuefacción], como la sangre de San Jenaro, sin intervención
humana. Esto ocurre en la víspera del aniversario de su martirio, o sea, cada
26 de julio. Así ha ocurrido cada año hasta la fecha de este escrito, 2005,
cuando se celebran 1700 años de su martirio. En ese año el milagro tuvo lugar
mientras las religiosas oraban en el coro del templo y ante la presencia de
cientos de visitantes. El monasterio abre las puertas al público para que todos
sean testigos. En algunas ocasiones, la sangre ha tardado en solidificarse para
señalar alguna crisis, como ocurrió durante las dos guerras mundiales.
Muchas
veces se ha intentado explicar el fenómeno mediante mecanismos netamente
naturales, como la temperatura o las fases de la luna. Sin embargo, ninguna de
las explicaciones ha resultado satisfactoria para la ciencia. La
iglesia no se ha definido sobre el milagro. Las hermanas dicen sencillamente
que es "un regalo de Dios".
Para
facilitar la vista del público y evitar el deterioro de la reliquia, en el 1995
las monjitas instalaron monitores de televisión que aumentan diez veces la
imagen de la cápsula que contiene la sangre del santo.
La
sangre de un médico mártir se licúa. ¿Qué nos dice Dios con este portento?.
Acaso
no necesitamos este testimonio valiente de quien dio su vida por la
fe. Su sangre nos recuerda nuestra propia responsabilidad de vivir
la fe en un tiempo donde tantos caen en la apostasía o simplemente en la
indiferencia. Cuanto necesitamos el ejemplo de San Pantaleón, quien
supo vivir su profesión al servicio de Jesucristo.
-SCTJM
No hay comentarios:
Publicar un comentario