domingo, 26 de julio de 2020

Párate un momento: El Evangelio del dia 27 DE JULIO – LUNES – 17ª – SEMANA DEL T. O. – A – SAN PANTALEON




27 DE JULIO – LUNES –
17ª – SEMANA DEL T. O. – A –
SAN PANTALEON

Lectura del libro de Jeremías (13,1-11):
Así me dijo el Señor:
«Vete y cómprate un cinturón de lino, y rodéate con él la cintura; pero que no toque el agua.»
Me compré el cinturón, según me lo mandó el Señor, y me lo ceñí.
Me volvió a hablar el Señor:
«Torna el cinturón que has comprado y llevas ceñido, levántate y ve al río Éufrates, y escóndelo allí, entre las hendiduras de las piedras.»
Fui y lo escondí en el Éufrates, según me había mandado el Señor.
Pasados muchos días, me dijo el Señor:
«Levántate, vete al río Éufrates y recoge el cinturón que te mandé esconder allí.»
Fui al Éufrates, cavé, y recogí el cinturón del sitio donde lo había escondido: estaba estropeado, no servía para nada.
Entonces me vino la siguiente palabra del Señor:
«Así dice el Señor: De este modo consumiré la soberbia de Judá, la gran soberbia de Jerusalén. Este pueblo malvado que se niega a escuchar mis palabras, que se comporta con corazón obstinado y sigue a dioses extranjeros, para rendirles culto y adoración, será como ese cinturón, que ya no sirve para nada.
Como se adhiere el cinturón a la cintura del hombre, así me adherí la casa de Judá y la casa de Israel –oráculo del Señor–, para que ellas fueran mi pueblo, mi fama, mi alabanza, mi ornamento; pero no me escucharon.»

Palabra de Dios

Salmo: Dt 32,18-19.20.21

R/. Despreciaste al Dios que te engendró
Despreciaste a la Roca que te engendró,
y olvidaste al Dios que te dio a luz.
Lo vio el Señor, e irritado
rechazó a sus hijos e hijas. R/.
Pensando: «Les esconderé mi rostro
y veré en qué acaban,
porque son una generación depravada,
unos hijos desleales.» R/.
«Ellos me han dado celos con un dios ilusorio,
me han irritado con ídolos vacíos;
pues yo les daré celos con un pueblo ilusorio,
los irritaré con una nación fatua.» R/.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,31-35):
En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la gente:
 «El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.»
Les dijo otra parábola:
«El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente.»
Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta:
«Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo.»

Palabra del Señor

1.  En la parábola del grano de mostaza, Jesús destaca el contraste entre lo más insignificante, lo que apenas se ve, de una parte, y de otra, cómo lo más pequeño es lo que llega a ser grande. Los términos de este contraste son una constante en la historia, y son "ley de vida".
En cuanto que, a juicio de Jesús, lo pequeño, lo insignificante, aquello a lo que nadie da importancia, eso es lo que tiene una fuerza de transformación, que es la grandeza de una persona, de un grupo, de una institución. El proyecto de vida que presenta Jesús tiene, en la "pequeñez" y en la "insignificancia", la energía para modificar la realidad, para cambiar las cosas y para transformar también a las personas.

2.  Lo mismo, en definitiva, viene a decir la parábola de la levadura. Aquí también se destaca el contraste de lo que se funde con la masa y se pierde en ella, pero luego la cambia por completo.  Lo que importa es que los valores del Reino se fundan con la masa social, en el tejido social, entre la gente.
Eso es lo que hace cambiar a la sociedad. La solemnidad, la grandeza de una imagen pública que impresiona y cualquier forma de apariencia, todo eso ni corresponde a lo que quiso Jesús, ni socialmente conduce a nada.

3.  Pero ¿por qué esta fuerza de cambio reside precisamente en los "pequeños" y en "lo que se funde con la masa"?  Aquí tocamos un punto capital para entender y vivir el Evangelio.
La pequeñez y la grandeza se hallan frente a frente en el reinado de Dios y en la Iglesia (My 11, 11 par; Lc 7, 28; 9, 48) (S. Légasse, O. Michel, W. Pesch).
De forma que la expresión "estos pequeños" designa a los que creen en Jesús (Mc 9, 42 par; Mt 18, 6; Lc 17, 2; Mt 10, 42; 16, 2).
Se ha dicho, con razón, que el origen de esta denominación se halla en una manera característica de Jesús, que al hablar de "estos pequeños" no se refería a los niños, sino a los "marginados", a las personas menospreciadas precisamente por los grupos religiosos.  Es la fuerza evangélica de "lo pequeño" (mikros) (W. Trilling). Y también de "lo insignificante" (tapeinos) (Lc 1, 52).
Los que se ven importantes y seguros en su importancia no modifican la realidad social. "Durante los siglos II y III, el cristianismo era en gran parte un ejército de desheredados" (E. R. Dodds). Tales gentes cambiaron el mundo antiguo.

SAN PANTALEON


275-+305
Pantaleón significa en griego "el que se compadece de todos".
Médico nacido en Nikomedia (actual Turquía). Fue decapitado por profesar su fe católica en la persecución del emperador romano Diocleciano, el 27 de julio del 305.
Lo que se sabe de San Pantaleón procede de un antiguo manuscrito del siglo VI que está en el Museo Británico.  Pantaleón era hijo de un pagano llamado Eubula y de madre cristiana. Pantaleón era médico. Su maestro fue Euphrosino, el médico mas notable del imperio.  Fue médico del emperador Galerio Maximiano en Nicomedia.
Conoció la fe pero se dejó llevar por el mundo pagano en que vivía y sucumbió ante las tentaciones, que debilitan la voluntad y acaban con las virtudes, cayendo en la apostasía. Un buen cristiano llamado Hermolaos le abrió los ojos, exhortándole a que conociera "la curación proveniente de lo más Alto", le llevó al seno de la Iglesia. A partir de entonces entregó su ciencia al servicio de Cristo, sirviendo a sus pacientes en nombre del Señor.
En el año 303, empezó la persecución de Diocleciano en Nikomedia. Pantaleón regaló todo lo que tenía a los pobres. Algunos médicos por envidia, lo delataron a las autoridades. Fue arrestado junto con Hermolaos y otros dos cristianos. El emperador, que quería salvarlo en secreto, le dijo que apostatara, pero Pantaleón se negó e inmediatamente curó milagrosamente a un paralítico para demostrar la verdad de la fe. Los cuatro fueron condenados a ser decapitados. San Pantaleón murió mártir a la edad de 29 años el 27 de julio del 304. Murió por la fe que un día había negado. Como San Pedro y San Pablo, tuvo la oportunidad de reparar y manifestarle al Señor su amor.
Las actas de su martirio nos relatan sobre hechos milagrosos: Trataron de matarle de seis maneras diferentes; con fuego, con plomo fundido, ahogándole, tirándole a las fieras, torturándole en la rueda y atravesándole una espada. Con la ayuda del Señor, Pantaleón salió ileso. Luego permitió libremente que lo decapitaran y de sus venas salió leche en vez de sangre y el árbol de olivo donde ocurrió el hecho floreció al instante. Podría ser que estos relatos son una forma simbólica de exaltar la virtud de los mártires, pero en todo caso, lo importante es que Pantaleón derramó su sangre por Cristo y los cristianos lo tomaron como ejemplo de santidad.
En Oriente le tienen gran veneración como mártir y como médico que atendía gratuitamente a los pobres. También fue muy famoso en Occidente desde la antiguedad.
Se conservan algunas reliquias de su sangre, en Madrid (España), Constantinopla (Turquía) y Ravello (Italia).

El Milagro de su sangre
Una porción de su sangre se reserva en una ampolla en el altar mayor del Real Monasterio de la Encarnación en Madrid de los Austrias, junto a la Plaza de Oriente, Madrid, España. Fue tomada de otra más grande que se guarda en la Catedral italiana de Ravello. Fue donada al monasterio junto con un trozo de hueso del santo por el virrey de Nápoles. En Madrid lo custodian las religiosas Agustinas Recoletas dedicadas a la oración. Hay constancia de que la reliquia ya estaba en la Encarnación desde su fundación en el año 1616.
La sangre, en estado sólido durante todo el año, se licuefacciona [o ocurre el fenómeno de licuefacción], como la sangre de San Jenaro, sin intervención humana. Esto ocurre en la víspera del aniversario de su martirio, o sea, cada 26 de julio. Así ha ocurrido cada año hasta la fecha de este escrito, 2005, cuando se celebran 1700 años de su martirio. En ese año el milagro tuvo lugar mientras las religiosas oraban en el coro del templo y ante la presencia de cientos de visitantes. El monasterio abre las puertas al público para que todos sean testigos. En algunas ocasiones, la sangre ha tardado en solidificarse para señalar alguna crisis, como ocurrió durante las dos guerras mundiales.
Muchas veces se ha intentado explicar el fenómeno mediante mecanismos netamente naturales, como la temperatura o las fases de la luna. Sin embargo, ninguna de las explicaciones ha resultado satisfactoria para la ciencia.  La iglesia no se ha definido sobre el milagro. Las hermanas dicen sencillamente que es "un regalo de Dios".
Para facilitar la vista del público y evitar el deterioro de la reliquia, en el 1995 las monjitas instalaron monitores de televisión que aumentan diez veces la imagen de la cápsula que contiene la sangre del santo.
La sangre de un médico mártir se licúa. ¿Qué nos dice Dios con este portento?.
Acaso no necesitamos este testimonio valiente de quien dio su vida por la fe.  Su sangre nos recuerda nuestra propia responsabilidad de vivir la fe en un tiempo donde tantos caen en la apostasía o simplemente en la indiferencia.  Cuanto necesitamos el ejemplo de San Pantaleón, quien supo vivir su profesión al servicio de Jesucristo.   
-SCTJM



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