jueves, 10 de marzo de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 12 - DE MARZO – SÁBADO – 1ª SEMANA DE CUARESMA – C San Inocencio I, papa

 

 


12 - DE MARZO – SÁBADO –

1ª SEMANA DE CUARESMA – C

San Inocencio I, papa 

    Lectura del libro del Deuteronomio (26,16-19):

 

MOISÉS habló al pueblo, diciendo:

«Hoy el Señor, tu Dios, te manda que cumplas estos mandatos y decretos. Acátalos y cúmplelos con todo tu corazón y con toda tu alma.

Hoy has elegido al Señor para que él sea tu Dios y tú vayas por sus caminos, observes sus mandatos, preceptos y decretos, y escuches su voz. Y el Señor te ha elegido para que seas su propio pueblo, como te prometió, y observes todos sus preceptos.

Él te elevará en gloria, nombre y esplendor, por encima de todas las naciones que ha hecho, y serás el pueblo santo del Señor, tu Dios, como prometió».

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 118,1-2.4-5.7-8

 

    R/. Dichoso el que camina en la voluntad del Señor

 

 Dichoso el que, con vida intachable,

camina en la ley del Señor;

dichoso el que, guardando sus preceptos,

lo busca de todo corazón. R/.

 

   Tú promulgas tus mandatos

para que se observen exactamente.

Ojalá esté firme mi camino,

para cumplir tus decretos. R/.

 

 Te alabaré con sincero corazón

cuando aprenda tus justos mandamientos.

Quiero guardar tus decretos exactamente,

tú no me abandones. R/.

 

    Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,43-48):

 

EN aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.

Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».

 

Palabra del Señor

 

1.  Amar al amigo y odiar al enemigo es lo normal. Porque es lo que da de sí la condición humana, siempre mezclada y fundida con la inhumanidad, tan frecuente entre los seres humanos. Por eso se ha dicho, con razón, que el precepto del amor a los enemigos es uno de los textos cristianos fundamentales. Es "lo propio y nuevo en el cristianismo". Esto es lo que se dijo desde los primeros escritores cristianos (Justino,Tertuliano... Cf. Ulrich Luz).

Un cristiano, que no es capaz de amar y hacer el bien a sus enemigos, no es

cristiano.

 

2.  Amando al enemigo, al que me cae mal, al que me ha hecho daño y del que sé que me odia, así -y solamente así- es como demostramos que "somos hijos de Dios".

Con frecuencia, se suele decir que, por el sacramento del bautismo, empezamos a ser "hijos de Dios". Jesús no pensaba así. Nuestra relación con Dios no depende de un "ritual", ni es asunto de "religión". Es asunto de "conducta".  Los hijos se parecen a los padres.  Un hijo de Dios es el que se parece al Padre del cielo, en su conducta.

 

3.  El amor es una pasión. Así lo explicaron los grandes teólogos (Tomás de Aquino, Suárez...). Una pasión que se apodera del sujeto a partir de dos componentes: la "pasividad" y la "totalidad".

El amor es una atracción que seduce y se apodera de la totalidad de la persona. Por eso no es posible dejarse

dominar por la atracción de Dios (presente en Jesús) y por aquello que Dios rechaza. Eso sería vivir en la contradicción total. Cada "hijo de Dios" tiene que "unificar" su mundo pasional, lo que la atrae y le arrastra. Y lo que rechaza y no soporta. La armonía y coherencia de nuestra vida se consigue cuando se unifica y no se dispersa lo que más nos seduce en nuestra vida.

 


San Inocencio I, papa

 

   

 

En Roma, en el cementerio de Ponciano, junto al “Oso peludo”, sepultura de san Inocencio I, papa, que defendió a san Juan Crisóstomo, consoló a san Jerónimo y aprobó a san Agustín.

 

     Vida de San Inocencio I, papa

   Nació en la segunda mitad del siglo IV y parece ser que en Albano, aunque documentalmente no pueda demostrarse con certeza. Fue elegido papa en el año 401, como sucesor de Anastasio I.

   Consiguió que se reconociese su autoridad papal en Iliria, región montañosa situada en la región nororiental del Adriático que hoy corresponde a Bosnia y Dalmacia.

   Expulsó de la Ciudad Eterna a los perseguidores y detractores de san Juan Crisóstomo, a pesar de la oposición del emperador Arcadio (407). Pero no pudo, a pesar de sus esfuerzos y negociaciones, evitar el saqueo de Roma por Alarico el 24 de agosto del año 410.

   A petición de san Agustín, condenó la herejía pelagiana (417).

   Con respecto al gobierno que debió ejercer en Hispania, hay que mencionar la carta dirigida a Exuperio, obispo de Tolosa, dándole normas para la reconciliación y admisión a la comunión a los que una vez bautizados se entregaran de modo pertinaz a los placeres de la carne. De alguna manera, modera la disciplina, en vigor hasta entonces, contemplada en los concilios de Elvira y de Arlés y propiciada por las iglesias africanas; eran normas un tanto rigoristas -extremadamente extrañas para nuestra época-, que negaban la admisión a la comunión de este tipo de pecadores incluso en el momento de la muerte, aunque se les concediera fácilmente la posibilidad de la penitencia. Reconoce en su escrito que hasta ese momento ´la ley era más duraª, pero que no quiere adoptar la misma aspereza y dureza que el hereje Novaciano. De todos modos no presume de innovaciones, ni se presenta como detentor de un liberalismo laxo; justifica plenamente las normas anteriores, afirmando que esa praxis era la conveniente en aquel tiempo.

   En el 416, cuando quiere recordar a los obispos españoles la autoridad indiscutida del obispo de Roma y la obediencia que le deben desde España, escribe una carta en la que afirma que en toda Italia, Francia, Hispania, África y Sicilia sólo se han instituido iglesias por Pedro o por sus discípulos. Esta carta es empleada como argumento documental muy importante por quienes desautorizan la antiquísima tradición que sostiene la predicación del Apóstol Santiago en España y la conjetura fundada de la visita del apóstol Pablo a este extremo del Imperio.

   Interviene también por los años 404-405 para restaurar la paz entre los obispos de Hispania, después de las resoluciones cristológicas antipriscilianistas del concilio de Toledo del año 400; recomienda el reconocimiento de la autoridad y gobierno episcopal de los que fueron ordenados por partidarios de Prisciliano pero que continúan profesando la fe verdadera al aceptar la consubstancialidad del Hijo con el Padre y la unicidad de Persona en Cristo.

     Ocupó la Sede de Pedro hasta su muerte en el 417.

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