6 - DE MARZO –DOMINGO –
1ª SEMANA DE CUARESMA
SAN PABLO MIKI Y COMPAÑEROS MÁRTIRES
Lectura del libro del Deuteronomio
(26,4-10):
Dijo Moisés al pueblo:
«El sacerdote tomará de tu mano la cesta
con las primicias y la pondrá ante el altar del Señor, tu Dios. Entonces tú
dirás ante el Señor, tu Dios: "Mi padre fue un arameo errante, que bajó a
Egipto, y se estableció allí, con unas pocas personas. Pero luego creció, hasta
convertirse en una raza grande, potente y numerosa. Los egipcios nos
maltrataron y nos oprimieron, y nos impusieron una dura esclavitud. Entonces
clamamos al Señor, Dios de nuestros padres, y el Señor escuchó nuestra voz,
miró nuestra opresión, nuestro trabajo y nuestra angustia.
El Señor nos sacó de Egipto con mano
fuerte y brazo extendido, en medio de gran terror, con signos y portentos. Nos
introdujo en este lugar, y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y
miel. Por eso, ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que tú,
Señor, me has dado."
Lo pondrás ante el Señor, tu Dios, y te
postrarás en presencia del Señor, tu Dios."
Palabra de Dios
Salmo: 90,1-2.10-11.12-13.14-15
R/. Está conmigo, Señor, en la tribulación
Tú que habitas
al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: "Refugio mío, alcázar mío,
Dios mío, confío en ti." R/.
No se te
acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos. R/.
Te llevarán en
sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones. R/.
"Se puso junto
a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.
Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré." R/.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a
los Romanos (10,8-13):
La Escritura
dice:
"La palabra está cerca de ti: la
tienes en los labios y en el corazón."
Se refiere a la palabra de la fe que os
anunciamos. Porque, si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón
cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. Por la fe del
corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la
salvación.
Dice la Escritura:
"Nadie que cree en él quedará
defraudado."
Porque no hay distinción entre judío y
griego; ya que uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo
invocan. Pues "todo el que invoca el nombre del Señor se salvará."
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Lucas
(4,1-13):
En aquel
tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y durante cuarenta
días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el
diablo.
Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al
final sintió hambre.
Entonces el diablo le dijo:
"Si eres Hijo de Dios, dile a esta
piedra que se convierta en pan."
Jesús le contestó:
"Está escrito: No sólo de pan vive
el hombre".
Después, llevándole a lo alto, el diablo
le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo:
"Te daré el poder y la gloria de
todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te
arrodillas delante de mí, todo será tuyo."
Jesús le contestó:
"Está escrito: Al Señor, tu Dios,
adorarás y a él solo darás culto".
Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso
en el alero del templo y le dijo:
Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí
abajo, porque está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de
ti", y también: "Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no
tropiece con las piedras".
Jesús le contestó:
Está mandado: "No tentarás al
Señor, tu Dios".
Completadas las tentaciones, el demonio
se marchó hasta otra ocasión.
Palabra del Señor
LAS TENTACIONES DE JESÚS
El primer domingo de Cuaresma se dedica siempre a recordar el episodio de
las tentaciones de Jesús. También los evangelios sinópticos abren la vida
pública con ese famoso episodio. Es un relato programático, para que el lector
del evangelio sepa desde el primer momento cómo orienta Jesús su actividad y
los peligros que corre en ella. Para eso, lo enfrenta con Satanás, que encarna
las fuerzas de oposición al plan de Dios, y que intentará apartar a Jesús de su
camino.
Marcos habla de ellas de forma escueta y misteriosa: “En seguida el Espíritu lo empujó al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, y Satanás lo ponía a prueba; estaba con las fieras y los ángeles le servían” (Mc 1,12-13).
(Satanás, los ángeles y las
fieras son los elementos que ofrece la pintura de Sandro Boticelli.)
Tenemos los datos básicos que recogerán todos
los evangelios (menos Juan, que no habla de las tentaciones): lugar (desierto),
duración (40 días), la prueba. Pero Mc no habla del ayuno ni concreta en qué
consistían las tentaciones; y el servicio de los ángeles es continuo durante
esos días.
Mateo y Lucas, utilizando una tradición
paralela, han completado el relato de Marcos con las tres famosas tentaciones
que todos conocemos; al mismo tiempo, presentan a Jesús ayunando durante esos
cuarenta días (igual que Moisés en el Sinaí) y relegan el servicio de los
ángeles al último momento.
Las tentaciones empalman
directamente con el episodio del bautismo y explican cómo entiende Jesús lo
que dijo en ese momento la voz del cielo: “Tú eres mi Hijo amado, mi
predilecto”. ¿Significa esto que la vida de Jesús vaya a ser cómoda y
maravillosa como la de un príncipe?
1ª tentación: utilizar el poder en beneficio propio
En aquel tiempo, Jesús, lleno del
Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue
llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo
estuvo sin comer, y al final sintió hambre. Entonces el diablo le dijo:
—Si eres Hijo de
Dios, dile a esta piedra que se convierta en
pan.
Jesús le contestó:
—Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre".
1ª Tentación: "No sólo de pan vive
el hombre".
Partiendo del hecho normal del hambre después de cuarenta días de
ayuno, la primera tentación es la de utilizar el poder en
beneficio propio. Es la tentación de las necesidades imperiosas,
la que sufrió el pueblo de Israel repetidas veces durante los cuarenta años por
el desierto. Al final, cuando Moisés recuerda al pueblo todas las penalidades
sufridas, le explica por qué tomó el Señor esa actitud: “(Dios) te afligió,
haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, para enseñarte que
no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca de Dios” (Dt
8,3). En la experiencia del pueblo se han dado situaciones contrarias de
necesidad (hambre) y superación de la necesidad (maná). De ello debería haber
aprendido dos cosas. La primera, a confiar en la providencia. La segunda, que
vivir es algo mucho más amplio y profundo que el simple hecho de satisfacer las
necesidades primarias. En este concepto más rico de la vida es donde cumple un
papel la palabra de Dios como alimento vivificador. En realidad, el pueblo no
aprendió la lección. Su concepto de la vida siguió siendo estrecho y limitado.
Mientras no estuviesen satisfechas las necesidades primarias, carecía de
sentido la palabra de Dios.
Lo que acabo de decir refleja el gran problema teológico de fondo. En la
práctica, la tentación se deja de sutilezas y va a lo concreto: “Si eres Hijo
de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan”. Jesús, el nuevo Israel, no
necesita quejarse del hambre, ni murmurar como el pueblo, ni acudir a Moisés.
Es el Hijo de Dios. Puede resolver el problema fácilmente, por sí mismo. Pero
Jesús, el nuevo Israel, demuestra que tiene aprendida desde el comienzo esa
lección que el pueblo no asimiló durante años: “Está escrito: No sólo de pan
vive el hombre”.
La enseñanza de Jesús en esta primera tentación es tan rica que resulta
imposible reducirla a una sola idea. Está el aspecto evidente de no utilizar su
poder en beneficio propio. Está la idea de la confianza en Dios. Pero quizá la
idea más importante, expresada de forma casi subliminar, es esa visión amplia y
profunda de la vida como algo que va mucho más allá de la necesidad primaria y
se alimenta de la palabra de Dios.
2ª tentación: Tener, aunque haya que
arrastrarse
Después, llevándole a lo alto, el diablo
le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo:
—Te daré el poder y la gloria de todo
eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas
delante de mí, todo será tuyo.
Jesús le contestó:
—Está escrito: "Al Señor, tu Dios,
adorarás y a él sólo darás culto".
2ª tentación: Tener, aunque haya que
arrastrarse
Cuanto más alto llevase Satanás a Jesús, menos
vería el esplendor de todos los reinos del mundo. El episodio no debemos
interpretarlo en sentido literal e histórico. Lo importante es su sentido.
La segunda tentación no es la tentación provocada por la necesidad urgente,
sino por el deseo de tener todo el poder y la gloria del mundo. ¿Es esto malo,
tratándose del Mesías? Los textos proféticos y algunos Salmos hablaban de su
dominio cada vez mayor, universal, concedido por Dios. Pero Satanás parte de un
punto de vista muy distinto, propio de la mentalidad apocalíptica: el mundo
presente es malo, no está en manos de Dios, sino en las suyas; es él quien lo
domina y entrega su poder a quien quiere. Solo pone como condición que se
postren ante él, que lo reconozcan como dios. Jesús se niega a ello, citando de
nuevo un texto del Deuteronomio: “Está escrito: al Señor tu Dios adorarás, a
él solo darás culto”.
El relato es tan fantástico que cabe el peligro de no advertir su tremenda
realidad. El ansia de poder y de gloria lo percibimos continuamente (mucho más
en España en tiempos de elecciones y de formación de gobierno), y también queda
clara la necesidad de arrastrarse para conseguir ese poder. Pero este peligro
no es solo de políticos, banqueros y grandes empresarios. Todos nos creamos a
menudo pequeños ídolos ante los que nos postramos y damos culto.
3ª tentación: pedir pruebas que corroboren la misión encomendada.
Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso
en el alero del templo y le dijo:
—Si eres Hijo de
Dios, tírate de aquí abajo, porque está
escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de ti", y también:
"Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las
piedras".
Jesús le contestó:
—Está mandado: "No tentarás al
Señor, tu Dios".
Completadas las tentaciones, el demonio
se marchó hasta otra ocasión.
Pináculo del templo de Jerusalén
Desde el pináculo del Templo de Jerusalén, se pueden contemplar la
impresionante vista de las murallas de Herodes prolongándose en la caída del
torrente Cedrón. En ese escenario sitúa Satanás a Jesús para invitarlo a que se
tire, confiando en que los ángeles vendrán a salvarlo.
Esta tentación se presta a interpretaciones muy distintas.
Podríamos considerarla la tentación del sensacionalismo, de recurrir a
procedimientos extravagantes para tener éxito en la actividad apostólica. La
multitud congregada en el templo contempla el milagro y acepta a Jesús como
Hijo de Dios. Pero esta interpretación olvida un detalle importante: el
tentador nunca hace referencia a esa hipotética muchedumbre, lo que propone
ocurre a solas entre Jesús y los ángeles de Dios.
Considero más exacto decir que la tentación consiste en pedir
pruebas que corroboren la misión encomendada. Nosotros no estamos
acostumbrados a esto, pero es algo típico del Antiguo Testamento, como
recuerdan los ejemplos de Moisés (Ex 4,1‑7), Gedeón (Jue 6,36‑40), Saúl (1 Sam
10,2‑5) y Acaz (Is 7,10‑14). Como respuesta al miedo y a la incertidumbre
espontáneos ante una tarea difícil, Dios concede al elegido un signo milagroso
que corrobore su misión. Da lo mismo que se trate de un bastón mágico (Moisés),
de dos portentos con el rocío nocturno (Gedeón), de una serie de señales
diversas (Saúl), o de un gran milagro en lo alto del cielo o en lo profundo de
la tierra (Acaz). Lo importante es el derecho a pedir una señal que tranquilice
y anime a cumplir la tarea.
Jesús, a punto de comenzar su misión,
tiene derecho a un signo parecido. Basándose en la promesa del Salmo 91,11‑12
(“a sus ángeles ha dado órdenes para que te guarden en tus caminos; te llevarán
en volandas para que tu pie no tropiece en la piedra”), el tentador le propone
una prueba espectacular y concreta: tirarse del alero del templo. Así quedará
claro si es o no el Hijo de Dios.
Sin embargo, Jesús no acepta esta postura, y la rechaza citando de nuevo un
texto del Deuteronomio: “No tentarás al Señor tu Dios” (Dt 6,16). La frase del
Deuteronomio es más explícita: “No tentaréis al Señor, vuestro Dios, poniéndolo
a prueba, como lo tentasteis en Masá”. ¿Qué ocurrió en Masá? Lo cuenta el libro
de los Números en el c.17,1-7: el pueblo, durante la marcha por el desierto, se
queja por falta de agua para beber. Y en esta queja se esconde un problema
mucho más grave que el de la sed: la auténtica tentación consiste en dudar de
la presencia y la protección de Dios: "¿Está o no está con nosotros el
Señor?" (v.7). En el fondo, cualquier petición de signos y prodigios
encubre una duda en la protección divina. Jesús confía plenamente en Dios, no
quiere signos ni los pide. Su postura supera con mucho incluso la de
Moisés.
Cuando termina el relato de las tentaciones, Lucas añade que “el tentador
lo dejó hasta otro momento”. Ese momento será al final de la vida de Jesús,
cuando esté crucificado.
Nuestras tentaciones
Las tentaciones tienen también un valor para cada uno de nosotros y para
toda la comunidad cristiana. Sirven para analizar nuestra actitud ante las
necesidades, miedos y apetencias y nuestro grado de interés por Dios.
1) La necesidad primaria: afecto, comprensión.
2) ¿Está Dios en medio de nosotros?
3) La tentación de tener.
4) La tentación del dejarse arrastrar, dejar hacer a los demás, callar.
1ª lectura: recordar nuestra historia con gratitud (Deuteronomio 26, 4-10)
El texto del Deuteronomio recoge la oración que pronuncia el israelita
cuando, después de la cosecha, ofrece a Dios las primicias de los frutos. Va
recordando la historia del pueblo, desde Jacob (“mi padre era un arameo
errante”), la opresión de Egipto, la liberación y el don de la tierra. En el
contexto de la cuaresma, esta lectura nos invita a pensar en los beneficios
recibidos de Dios y a ser generosos con él. El agradecimiento a Dios es más
importante incluso que la mortificación cuaresmal.
Dijo Moisés al pueblo:
—El sacerdote tomará de tu mano la cesta
con las primicias y la pondrá ante el altar del Señor, tu Dios….
2ª lectura: confesar al Señor e invocarlo (Romanos 10, 8-13)
En este breve pasaje Pablo comenta dos frases de la Escritura, aplicándolas
al tema de la salvación personal
- (1ª cita) y de toda la humanidad (2ª cita).
- ¿Cómo se alcanza la salvación?
Confesando que Jesús es el Señor y que Dios lo resucitó de entre los
muertos. Algo que estamos tan acostumbrados a repetir que no valoramos
rectamente. A mediados del siglo I, confesar a Jesús como Señor (Kyrios),
cuando el Emperador romano era considerado el único Kyrios (César), suponía
mucho valor. Y confesar que Dios lo había resucitado podía provocar más
sonrisas y escepticismo del que podemos imaginar.
La segunda cita «Nadie que
cree en él quedará defraudado» la interpreta Pablo de forma revolucionaria.
Para un judío, estas palabras sólo podrían aplicarse a los judíos, al pueblo
elegido. Ellos serían los único en no quedar defraudados. En cambio, Pablo la
aplica a toda la humanidad, judíos y griegos. Cualquiera que invoca el nombre
del Señor alcanzará la salvación.
Hermanos:
La Escritura dice: «La palabra está
cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón»…
Dice la Escritura:
«Nadie que cree en él quedará
defraudado».
Porque no hay distinción entre judío y
griego; ya que uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo
invocan. Pues «todo el que invoca el nombre del Señor se
salvará».
SAN PABLO MIKI Y COMPAÑEROS MÁRTIRES
Mártires de Japón
Pablo nació en Japón
entre los años 1564 y 1566. Ingresó en la Compañía de Jesús y predicó con mucho
fruto el evangelio entre sus conciudadanos.
Al arreciar la
persecución contra los católicos, fue encarcelado junto con otros veinticinco,
entre ellos san Pedro Bautista, franciscano español, con cinco hermanos de
hábito.
Después de soportar
graves ultrajes, fueron crucificados en Nagasaki el 5 de febrero de 1597.
Martirologio Romano: En
Nagasaki, en Japón, pasión de los santos Pablo Miki junto con veinticinco
compañeros, Declarada una persecución contra los cristianos, ocho presbíteros o
religiosos de la Compañía de Jesús o de la Orden de los Hermanos Menores,
procedentes de Europa o nacidos en Japón, junto con diecisiete laicos, fueron
apresados, duramente maltratados y, finalmente, condenados a muerte. Todos,
incluso los adolescentes, por ser cristianos fueron clavados en cruces,
manifestando su alegría por haber merecido morir como murió Cristo (1597).
El primero que llevó el
anuncio de la fe cristiana a Japón fue San Francisco Javier, quien trabajó allí
en de 1549 a 1551. En pocos años los cristianos llegaron a ser unos 300.000.
Humanamente hablando, es doble el “secreto” que hizo posible esta expansión: el
respeto que los misioneros jesuitas tuvieron por los modos de vida y las
creencias japonesas no directamente opuestas a la enseñanza cristiana, y el
empeño de insertar elementos locales en la predicación y en la administración.
Fue catequista jesuita un
joven llamado Pablo Miki, nacido entre los años 1564 y 1566, de una rica
familia de Kyoto. Quería ser sacerdote, pero su ordenación fue postergada “sine
die”, porque la única diócesis todavía no tenía obispo. Además, en 1587 el
emperador Toyotomi Hideyoshi, que se propuso la conquista de Corea, cambió su
actitud benévola para con los cristianos y publicó un decreto de expulsión de
los misioneros extranjeros.
La orden se cumplió en
parte: algunos misioneros permanecieron en el país de incógnito, y en 1593 algunos
franciscanos españoles, dirigidos por Pedro Bautista, llegaron a Japón
procedentes de Filipinas y fueron bien recibidos por Hideyoshi. Pero poco
después vino la ruptura definitiva, incluso por motives políticos
anti-españoles y anti-occidentales. El 9 de diciembre fueron arrestados seis
franciscanos (Pedro Bautista, Martín de la Asunción, Francisco Blanco, Felipe
Las Casas, Francisco de San Miguel y Gonzalo García), tres jesuitas (Pablo
Miki, Juan Soan de Gotó y Santiago Kisai) y quince laicos terciarios
franciscanos, a los que se les añadieron después otros dos, que eran
catequistas.
Después de haberles cortado
el lóbulo izquierdo, los 26 fueron llevados de Meaco a Nagasaki, para
exponerlos a la burla de las muchedumbres, que más bien admiraron la heroica
valentía que manifestaron sobre todo en el momento de la muerte, cuando fueron
crucificados en una colina de Nagasaki el 5 de febrero de 1597. Despertaron
gran conmoción las palabras de perdón y de testimonio evangélico pronunciadas
por Pablo Miki desde la cruz, y la serenidad y valentía que demostraron Luis
Ibaraki (de 11 años), Antonio (de trece) y Tomás Cosaki (de catorce), que
murieron cantando el salmo: “Laudate, pueri, Dominum...”
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