14 - DE MARZO – LUNES –
2ª SEMANA DE CUARESMA – C
Sta. MATILDE
Lectura de la profecía de Daniel (9,4b-10):
¡AY, mi Señor,
Dios grande y terrible, que guarda la alianza y es leal con los que lo aman y
cumplen sus mandamientos!
Hemos pecado, hemos cometido crímenes y delitos, nos hemos rebelado
apartándonos de tus mandatos y preceptos.
No hicimos caso a tus siervos los
profetas, que hablaban en tu nombre a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a
nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra.
Tú, mi Señor, tienes razón y a nosotros
nos abruma la vergüenza, tal como sucede hoy a los hombres de Judá, a los
habitantes de Jerusalén y a todo Israel, a los de cerca y a los de lejos, en
todos los países por donde los dispersaste a causa de los delitos que
cometieron contra ti.
Señor, nos abruma la vergüenza: a
nuestros reyes, príncipes y padres, porque hemos pecado contra ti.
Pero, mi Señor, nuestro Dios, es
compasivo y perdona, aunque nos hemos rebelado contra él. No obedecimos la voz
del Señor, nuestro Dios, siguiendo las normas que nos daba por medio de sus
siervos, los profetas.
Palabra de Dios
Salmo: 78,8.9.11.13
R/. Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados
No recuerdes contra nosotros las culpas
de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados. R/.
Socórrenos, Dios, Salvador nuestro,
por el honor de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados
a causa de tu nombre. R/.
Llegue a tu presencia el gemido del
cautivo:
con tu brazo poderoso, salva a los condenados a muerte. R/.
Nosotros,
pueblo, ovejas de tu rebaño,
te daremos gracias siempre,
cantaremos tus alabanzas de generación en generación. R/.
Lectura del santo evangelio según
san Lucas (6,36-38):
EN aquel
tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Sed misericordiosos como vuestro Padre
es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis
condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una
medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que
midiereis se os medirá a vosotros».
Palabra del Señor
1. En el sermón de la llanura (Lucas), Jesús habla de la "misericordia", mientras que en el sermón del monte (Mateo), pone en boca de Jesús la "perfección". Son dos expresiones para proponer la "imitación de Dios" (Lev 19, 2) como proyecto de vida para los cristianos. Lucas sigue, sin duda, la traducción de los Setenta, que utiliza el calificativo griego oíktirmon ("compasivo", "misericordioso") trece veces. Es la insistencia divina en la necesidad, que todos tenemos, de ser buenas personas siempre, con todos, en las circunstancias imaginables.
2. En el fondo, la incapacidad para perdonar, comprender, tolerar y tener misericordia, todo eso es la demostración más clara de la propia inseguridad, de la propia debilidad, de la propia miseria, en el peor sentido que puede tener esta palabra que tanto nos horroriza. El que no perdona es, en definitiva, un miserable que da pena y produce repugnancia. La mayor grandeza de una persona es saber estar por debajo de los demás. Y no verse jamás como superior a nadie.
3. Bien podemos (y debemos) soñar con el día en que nuestra religiosidad y nuestras creencias sean tan hondas y tan fuertes, que nos hagan capaces de reaccionar siempre como buenas personas. No se trata de caer en la pantomima del "buenísimo", que solo sirve para entontecer más y más al que lo vive con el convencimiento de que eso es lo mejor que se puede hacer en este mundo.
Jesús -por lo que cuentan los
evangelios- fue tajante y duro, cuando tuvo que serio (cf. Mt 23). Por eso,
siempre me ha dado que pensar la afirmación de la Ética de Spinoza: No deseamos
las cosas porque son buenas, sino que son buenas porque las deseamos. En el
fondo, el problema es: ¿yo qué deseo?, ¿lo que me viene bien a mí o lo que hace
felices a todos? (cf. Victoria Camps).
Matilde
significa: "valiente en la batalla".
Era descendiente
del famoso guerrero Widukind e hija del duque de Westfalia. Desde niña fue
educada por las monjas del convento de Erfurt y adquirió una gran piedad y una
fortísima inclinación hacia la caridad para con los pobres.
Muy joven se casó con Enrique, duque de Sajonia (Alemania). Su matrimonio
fue excepcionalmente feliz. Sus hijos fueron: Otón primero, emperador de
Alemania; Enrique, duque de Baviera; San Bruno, Arzobispo de Baviera; Gernerga,
esposa de un gobernante; y Eduvigis, madre del famoso rey francés, Hugo Capeto.
Su esposo Enrique obtuvo resonantes triunfos en la lucha por defender su
patria, Alemania, de las invasiones de feroces extranjeros. Y él atribuía gran
parte de sus victorias a las oraciones de su santa esposa Matilde.
Enrique fue
nombrado rey, y Matilde al convertirse en reina no dejó sus modos humildes y
piadosos de vivir. En el palacio real más parecía una buena mamá que una reina,
y en su piedad se asemejaba más a una religiosa que a una mujer de mundo. Ninguno
de los que acudían a ella en busca de ayuda se iba sin ser atendido.
Era
extraordinariamente generosa en repartir limosnas a los pobres. Su esposo casi
nunca le pedía cuentas de los gastos que ella hacía, porque estaba convencido
de que todo lo repartía a los más necesitados. Tampoco se disgustaba por las
frecuentes prácticas de piedad a que ella se dedicaba, la veía tan bondadosa y
tan fiel que estaba convencido de que Dios estaba contento de su santo
comportamiento.
Después de 23 años
de matrimonio quedó viuda, al morir su esposo Enrique. Cuando supo la noticia
de que él había muerto repentinamente de un derrame cerebral, ella estaba en el
templo orando. Inmediatamente se arrodilló ante el Santísimo Sacramento y
ofreció a Dios su inmensa pena y mandó llamar a un sacerdote para que celebrara
una misa por el descanso eterno del difunto. Terminada la misa, se quitó todas
sus joyas y las dejó como un obsequio ante el altar, ofreciendo a Dios el
sacrificio de no volver a emplear joyas nunca más.
Su hijo Otón
primero fue elegido emperador, pero el otro hermano Enrique, deseaba también
ser jefe y se declaró en revolución. Otón creyó que Matilde estaba de parte de
Enrique y la expulsó del palacio. Ella se fue a un convento a orar para que sus
dos hijos hicieran las paces. Y lo consiguió. Enrique fue nombrado Duque de
Baviera y firmó la paz con Otón. Pero entonces a los dos se les ocurrió que
todo ese dinero que Matilde afirmaba que había gastado en los pobres, lo tenía
guardado. Y la sometieron a pesquisas humillantes. Pero no lograron encontrar
ningún dinero. Ella decía con humor: "Es verdad que se unieron contra mí,
pero por lo menos se unieron".
Y sucedió que
a Enrique y a Otón empezó a irles muy mal y comenzaron a sucederles cosas muy
desagradables. Entonces se dieron cuenta de que su gran error había sido tratar
tan mal a su santa madre. Y fueron y le pidieron humildemente perdón y la
llevaron otra vez a palacio y le concedieron amplia libertad para que siguiera
repartiendo limosnas a cuantos le pidieran.
Ella los perdonó
gustosamente. Y le avisó a Enrique que se preparara a bien morir porque le
quedaba poco tiempo de vida. Y así le sucedió.
Otón adquirió tan
grande veneración y tan plena confianza con su santa madre, que cuando se fue a
Roma a que el Sumo Pontífice lo coronara emperador, la dejó a ella encargada
del gobierno de Alemania.
Sus últimos años los pasó Matilde dedicada a fundar conventos y a repartir
limosnas a los pobres. Otón, que al principio la criticaba diciendo que era
demasiado repartidora de limosnas, después al darse cuenta de la gran cantidad
de bendiciones que se conseguían con las limosnas, le dio amplia libertad para
dar sin medida. Dios devolvía siempre cien veces más.
Cuando Matilde
cumplió sus 70 años se dispuso a pasar a la eternidad y repartió entre los más
necesitados todo lo que tenía en sus habitaciones, y rodeada de sus hijos y de
sus nietos, murió santamente el 14 de marzo del año 968.
ORACION
Matilde: reina
santa y generosa: haz que todas las mujeres del mundo que tienen altos puestos
o bienes de fortuna sepan compartir sus bienes con los pobres con toda la
generosidad posible, para que así se ganen los premios del cielo con sus
limosnas en la tierra.
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