13 - DE MARZO – DOMINGO –
2ª SEMANA DE CUARESMA –
SAN RODRIGO Y
SAN SALOMÓN DE CÓRDOBA
Lectura del libro del Génesis
(15,5-12.17-18):
En aquellos
días, Dios sacó afuera a Abrán y le dijo:
«Mira al cielo; cuenta las estrellas, si
puedes.»
Y añadió:
«Así será tu descendencia.» Abrán creyó
al Señor, y se le contó en su haber.
El Señor le dijo:
«Yo soy el Señor, que te sacó de Ur de
los Caldeos, para darte en posesión esta tierra.»
Él replicó:
«Señor Dios, ¿cómo sabré yo que voy a
poseerla?»
Respondió el Señor:
«Tráeme una ternera de tres años, una
cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón.»
Abrán los trajo y los cortó por el
medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los
buitres bajaban a los cadáveres, y Abrán los espantaba. Cuando iba a ponerse el
sol, un sueño profundo invadió a Abrán y un terror intenso y oscuro cayó sobre
él. El sol se puso y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha
ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados.
Aquel día el Señor hizo alianza con
Abran en estos términos:
«A tus descendientes les daré esta
tierra, desde el río de Egipto al Gran Río.»
Palabra de Dios
Salmo: 26,1.7-8a.8b 9abc.13-14
R/. El Señor es mi luz y mi salvación
El Señor es mi
luz y mi salvación,
¿a quién temeré?
El Señor es la defensa de mi vida,
¿quién me hará temblar? R/.
Escúchame,
Señor, que te llamo;
ten piedad, respóndeme.
Oigo en mí corazón:
«Buscad mi rostro.» R/.
Tu rostro
buscaré, Señor,
no me escondas tu rostro.
No rechaces con ira a tu siervo,
que tú eres mi auxilio. R/.
Espero gozar
de la dicha del Señor
en el país de la vida.
Espera en el Señor, sé valiente,
ten ánimo, espera en el Señor. R/.
Lectura de la carta del apóstol
san Pablo a los Filipenses (3,17–4,1):
Seguid mi
ejemplo, hermanos, y fijaos en los que andan según el modelo que tenéis en
nosotros. Porque, como os decía muchas veces, y ahora lo repito con lágrimas en
los ojos, hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su paradero
es la perdición; su Dios, el vientre; su gloria, sus vergüenzas. Sólo aspiran a
cosas terrenas. Nosotros, por el
contrario, somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el
Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su
cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo. Así, pues,
hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el
Señor, queridos.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Lucas
(9,28b-36):
En aquel
tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la
montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus
vestidos brillaban de blancos.
De repente, dos hombres conversaban con
él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte,
que iba a consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros se caían de
sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con
él.
Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús:
«Maestro, qué bien se está aquí. Haremos
tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
No sabía lo que decía.
Todavía estaba hablando, cuando llegó
una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube.
Una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.»
Cuando sonó la voz, se encontró Jesús
solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de
lo que habían visto.
Palabra del Señor
La anticipación del triunfo de Jesús y de nuestro
triunfo.
El
domingo 1º de Cuaresma se dedica siempre a las tentaciones de Jesús, y el 2º a
la transfiguración. El motivo es fácil de entender: la Cuaresma es etapa de
preparación a la Pascua; no sólo a la Semana Santa, entendida como recuerdo de
la muerte de Jesús, sino también a su resurrección. Este episodio, que anticipa
su triunfo final nos ayuda a enfocar adecuadamente estas semanas.
El contexto: la promesa
Jesús ha
anunciado que debe padecer mucho, ser rechazado, morir y resucitar. Y ha
avisado que quienes quieran seguirle deberán negarse a sí mismos y cargar con
la cruz. Pero tendrán su recompensa cuando él vuelva triunfante. Y añade: «Os
aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán antes de ver el reinado de
Dios». ¿Se cumplirá esa extraña promesa?
El cumplimiento: la transfiguración
Ocho días después de estas palabras, Jesús tomó
a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar…
El relato de Lucas, el que leemos este
domingo, podemos dividirlo en dos partes: la subida a la montaña y la visión.
Desde un punto de vista literario es una teofanía, una manifestación
de Dios, y los evangelistas utilizan los mismos elementos que empleaban los
autores del Antiguo Testamento para describirlas. Por eso, antes de analizar
cada una de las partes, conviene recordar algunos datos de la famosa teofanía
del Sinaí, cuando Dios se revela a Moisés.
La teofanía del Sinaí
Dios no se manifiesta en un espacio
cualquiera, sino en un sitio especial, la montaña, a la que no tiene acceso
todo el pueblo, sino sólo Moisés, al que a veces acompaña su hermano Aarón (Ex
19,24), o Aarón, Nadab y Abihú junto con los setenta dirigentes de Israel (Ex
24,1).
La presencia de Dios se
expresa mediante la imagen de una nube espesa, desde la que habla (Ex 19,9). Es
también frecuente que se mencione en este contexto el fuego, el humo y el
temblor de la montaña, como símbolo de la gloria y el poder de Dios que se
acerca a la tierra. Estos elementos demuestran que los evangelistas no
pretenden ofrecer un informe objetivo, “histórico”, de lo ocurrido, sino crear
un clima semejante al de las teofanías del Antiguo Testamento.
La subida a la montaña
Jesús sólo elige a tres discípulos,
Pedro, Santiago y Juan. Este dato no debemos interpretarlo solo como un
privilegio; la idea principal es que va a ocurrir algo tan grande que no puede
ser presenciado por todos.
Lucas introduce aquí un cambio pequeño,
pero importante. Marcos y Mateo dicen que subieron “a una montaña alta y
apartada”; Lucas, que “subieron a la montaña para rezar”.
La altura y aislamiento del monte
no le interesa, lo importante es que Jesús reza en todas las ocasiones
trascendentales de su vida.
La visión
En ella hay cuatro elementos que la
hacen avanzar hasta su plenitud.
- El primero es la transformación del rostro
y las vestiduras de Jesús.
- El segundo, la aparición de Moisés y
Elías.
- El tercero, la aparición de una nube
luminosa que cubre a los presentes.
- El cuarto, la voz que se escucha desde
el cielo.
1. La transformación de Jesús la expresaba Marcos con estas palabras: «En su presencia se transfiguró y sus
vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no es capaz de
blanquearlos ningún batanero del mundo» (Mc 9,3). La fuerza recae en la
blancura del vestido de Jesús. Lucas, sin embargo, destaca que el cambio se
produce mientras Jesús oraba, y se centra en el cambio de su rostro, no en el
de sus vestidos: “Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos.”
Lucas nos invita a contemplar una escena a cámara lenta, centrada en el primer
plano del rostro de Jesús. Es un anticipo de las apariciones de Cristo
resucitado, cuando su rostro es difícil de identificar para María Magdalena,
los dos de Emaús y los discípulos en el lago.
2. La aparición de Moisés y
Elías. Moisés es el gran mediador entre Dios y su pueblo,
el profeta con el que Dios hablaba cara a cara. Según la tradición
bíblica, sin Moisés no habrían existido el pueblo de Israel ni su
religión. Elías es el profeta que salva a esa religión en su
mayor momento de crisis, hacia el siglo IX a.C., cuando está a punto de
sucumbir por el influjo de la religión cananea. Sin Elías habría caído por
tierra toda la obra de Moisés. Por eso los judíos concedían especial
importancia a estos dos personajes. El hecho de que se aparezcan ahora a los
discípulos (no a Jesús) es una manera de garantizarles la importancia del
personaje al que están siguiendo. No es un hereje ni un loco, no está
destruyendo la labor religiosa de siglos, se encuentra en la línea de los
antiguos profetas, llevando su obra a plenitud.
En este contexto, las palabras de Pedro
proponiendo hacer tres chozas suenan a simple despropósito. Pero son consecuencia
de lo que ha dicho antes: «qué bien se está aquí». Es preferible quedarse en lo
alto del monte que cargar con la cruz y seguir a Jesús hasta la
muerte.
3. Como en el Sinaí, el monte queda
cubierto por una nube.
4. Las palabras de Dios reproducen
exactamente las que se escucharon en el momento del bautismo, cuando Dios
presentaba a Jesús como su siervo. Pero aquí se añade un imperativo:
"¡Escuchadle!" La orden se relaciona directamente con las anteriores
palabras de Jesús, sobre su propio destino y sobre el seguimiento y la cruz de
sus discípulos.
Resumen
Este episodio no está contado en beneficio
de Jesús, sino como experiencia positiva para los apóstoles. Después de haber
escuchado a Jesús hablar de su pasión y muerte, de las duras condiciones que
impone a sus seguidores, tienen tres experiencias complementarias:
1) ven a
Jesús transfigurado de forma gloriosa;
2) se les
aparecen Moisés y Elías;
3) escuchan
la voz del cielo.
Esto supone una enseñanza creciente:
1) al ver
transformados su rostro y sus vestidos tienen la experiencia de que su
destino final no es el fracaso, sino la gloria;
2) la
aparición de Moisés y Elías confirma que Jesús es el culmen de la historia
religiosa de Israel y de la revelación de Dios;
3) la voz del cielo les enseña que
seguir a Jesús no es una locura, sino lo más conforme al plan de Dios.
La anticipación de nuestro triunfo
(Filipenses 3,17-4,1)
A la comunidad
de Filipos, igual que a otras fundadas por Pablo, llegaron misioneros
cristianos, pero de la línea radical, judaizante. Estaban convencidos de
salvarse por observar una serie de normas alimentarias (“su Dios es el
vientre”) y por la circuncisión (“se glorían de sus vergüenzas”); en
consecuencia, aunque no lo reconozcan, para salvarse no es preciso que Jesús
muera por nosotros, y “se comportan como enemigos de la cruz de Cristo”.
Frente a esta postura, los filipenses,
seguidores de Pablo, no aspiran a cosas terrenas, sino que aguardan a un
salvador, Jesús, que transformará nuestro cuerpo humilde a semejanza del suyo
glorioso. Esta promesa de la transformación de nuestro cuerpo es la que ha
movido a elegir esta lectura, en paralelo con la del evangelio: la
transfiguración de Jesús no solo anticipa su gloria sino también la nuestra.
La teofanía a Abrahán (Gn 15, 5-12.
17-18)
En el libro del Génesis, Abrahán,
presentado como un pastor seminómada, recibe las dos mayores promesas que puede
desear: una descendencia numerosa y una tierra donde asentarse.
El texto podemos dividirlo en tres
partes:
- La primera promete una descendencia
numerosa como las estrellas.
- La segunda, la tierra (sin concretar
de qué tierra se trata, se supone la de Canaán).
- La tercera une los dos temas: la
descendencia de Abrahán heredará la tierra (en este caso se le atribuye una
extensión fabulosa).
No consigo entender por qué se ha
elegido esta lectura. Probablemente porque la sección central (2) hace
referencia a una teofanía, y se la ha visto en paralelo con la transfiguración
de Jesús. Pero cualquier parecido entre ambos relatos es pura coincidencia.
1) En aquellos días, Dios sacó afuera a
Abrahán y le dijo:
-
Mira al cielo; cuenta las estrellas, si puedes.
Y
añadió:
- Así será tu descendencia.
Abrahán
creyó al Señor, y se le contó en su haber.
2) El Señor le dijo:
-
Yo soy el Señor, que te sacó de Ur de los Caldeos para darte en posesión esta tierra.
El
replicó:
-
Señor Dios, cómo sabré yo que voy a poseerla.
Respondió
el Señor:
-
Tráeme una ternera de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres
años, una tórtola y un pichón.
Abrahán
los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero
no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres, y Abrahán los
espantaba. Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrahán, y
un terror intenso y oscuro cayó sobre él. El sol se puso, y vino la oscuridad;
una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros
descuartizados.
3) Aquel día el Señor hizo alianza con Abrahán en estos términos: A tus descendientes les daré esta tierra, desde el río de Egipto al Gran Río Éufrates.
SAN RODRIGO Y SAN
SALOMÓN DE CÓRDOBA
Sacerdote y
Mártir
Martirologio Romano: En Córdoba, en Andalucía (España), pasión de los santos Rodrigo,
presbítero, y Salomón, mártires. El primero, al negarse a aceptar a Mahoma como
el verdadero profeta enviado por el Omnipotente, fue encarcelado. En el
cautiverio coincidió con Salomón, que algún tiempo antes había pertenecido a la
religión mahometana, y al ser decapitados ambos a la vez, finalizaron
gloriosamente el curso de su combate. († 857)
Breve Biografía
San Rodrigo mártir
vivió bajo el reinado de Mohamed I, hijo de Abderramán II, en el emirato de
Córdoba.
San Eulogio, obispo de esta ciudad, da cuenta del martirio sufrido por
Rodrigo, juntamente con san Salomón, el día tercero de los días de marzo (día
13) del año 895.
Natural de un
pueblo próximo a Egabro (Cabra), cursó en esta ciudad los estudios
eclesiásticos y se ordenó sacerdote.
Uno de sus
hermanos, fanático de Mahoma, arremetió un día contra él y lo dejó malherido; y
habiéndolo instalado en una camilla, lo paseó por la ciudad, explicando que de
esta manera quería demostrar su fe musulmana. Pero habiéndose rehecho Rodrigo
de sus heridas, logró escapar.
Su hermano,
despechado, lo acusó ante el cadí de prevaricador y apóstata. Conducido a
prisión, allí conoció a otro mozárabe, Salomón, acusado como él de haber
renegado de Mahoma.
Después de
numerosos intentos por convertirlos al Islam, el cadí los sentenció a muerte.
Fueron degollados, y sus cuerpos, atados a pesadas piedras, fueron arrojados al
río. Pero fueron hallados milagrosamente, y enterrados solemnemente, durante
una procesión nocturna, precedida por el obispo Saúl.
La fiesta de san
Rodrigo y san Salomón se celebra el 13 de marzo.
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