22 - DE MARZO – MARTES –
3ª SEMANA DE CUARESMA – C
San
Bienvenido Scotivoli
Lectura de la profecia de Daniel
(3,25.34-43):
EN aquellos
días, Azarías, puesto en pie, oró de esta forma; alzó la voz en medio del fuego
y dijo:
«Por el honor de tu nombre,
no nos desampares para siempre,
no rompas tu alianza,
no apartes de nosotros tu misericordia.
Por Abrahán, tu amigo; por Isaac, tu
siervo;
por Israel, tu consagrado;
a quienes prometiste multiplicar su descendencia
como las estrellas del cielo,
como la arena de las playas marinas.
Pero ahora, Señor, somos el más pequeño
de todos los pueblos;
hoy estamos humillados por toda la tierra
a causa de nuestros pecados.
En este momento no tenemos príncipes,
ni profetas, ni jefes;
ni holocausto, ni sacrificios,
ni ofrendas, ni incienso;
ni un sitio donde ofrecerte primicias,
para alcanzar misericordia.
Por eso, acepta nuestro corazón contrito
y nuestro espíritu humilde,
como un holocausto de carneros y toros
o una multitud de corderos cebados.
Que este sea hoy nuestro sacrificio,
y que sea agradable en tu presencia:
porque los que en ti confían
no quedan defraudados.
Ahora te seguimos de todo corazón,
te respetamos, y buscamos tu rostro;
no nos defraudes, Señor;
trátanos según tu piedad,
según tu gran misericordia.
Líbranos con tu poder maravilloso
y da gloria a tu nombre, Señor».
Palabra de Dios
Salmo: 24,4-5ab.6.7bc.8-9
R/. Recuerda, Señor, tu ternura
V/. Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/.
V/. Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R/.
V/. El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo
(18,21-35):
EN aquel
tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó:
«Señor, si mi hermano me ofende,
¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?».
Jesús le contesta:
«No te digo hasta siete veces, sino
hasta setenta veces siete.
Por esto, se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las
cuentas con sus criados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía
diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran
a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El
criado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo:
“Ten paciencia conmigo y te lo pagaré
todo”.
Se compadeció el señor de aquel criado y
lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero al salir, el criado aquel encontró
a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo
estrangulaba diciendo:
“Págame lo que me debes”.
El compañero, arrojándose a sus pies, le
rogaba diciendo:
“Ten paciencia conmigo y te lo pagaré”.
Pero él se negó y fue y lo metió en la
cárcel hasta que pagara lo que debía.
Sus compañeros, al ver lo ocurrido,
quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces
el señor lo llamó y le dijo:
“¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te
la perdoné porque me lo rogaste. ¿No debías tú también tener compasión de tu
compañero, como yo tuve compasión de ti?”.
Y el señor, indignado, lo entregó a los
verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Lo mismo hará con vosotros mi Padre
celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».
Palabra del Señor
1. Con frecuencia se confunde
"perdonar" con "olvidar". Pero sabemos que en la vida hay
cosas que no se pueden olvidar. Por la sencilla razón de que el olvido no
depende de nosotros.
Las heridas hondas que nos hacen dejan
cicatriz, una señal que nunca quizá se nos borra.
Sin embargo, el perdón es una decisión
que depende del que ha sido ofendido o lesionado en sus derechos o intereses.
-Perdonar es no hacer nada malo para el
que me ha dañado.
-Perdonar no es suprimir sentimientos.
Es no dañar al enemigo.
-El perdón es el bien que está por
encima del mal. Cuando el bien vence al mal, por más que eso cueste o
resulte desagradable.
2. Con demasiada frecuencia nos
ocurre lo que al protagonista de esta parábola: tenemos una facilidad asombrosa
para borrar del recuerdo el bien que recibimos. Y tenemos también una
inclinación peligrosa (muy peligrosa) para recordar el mal que nos han hecho.
Además, el desequilibrio entre estas dos tendencias es tan sobrecogedor como
repugnante. Y es el origen de casi todos los males que causamos a los demás.
3. Esto ocurre constantemente. Lo
mismo en los individuos, que en los grupos humanos: familias, religiones,
instituciones políticas, estamentos sociales, económicos... En todos los
ámbitos de la vida.
La consecuencia —también aquí y sobre
todo aquí— es la violencia.
Los sentimientos se convierten en resentimientos, en odios inconfesables,
en deseos de venganza, en envidias infantiles.
Es la ruptura del tejido social. Y,
sobre todo, es la descomposición de nuestra propia humanidad.
Lo peor que nos puede ocurrir en la
vida.
San
Bienvenido Scotivoli
En Osimo, en
el Piceno, san Bienvenido Scotivoli, obispo, que, elegido por el papa Urbano IV
para esta sede, promovió la paz entre los ciudadanos y, según el espíritu de
los Hermanos Menores, quiso morir sobre tierra desnuda († 1282).
Breve Biografía
Bienvenido Scotívoli
nació en Ancona en 1188; estudió derecho en Bolonia bajo la guía de San
Silvestre Guzzolini, canónigo de Osimo, después fundador de los monjes
Silvestrinos.
Nombrado
capellán pontificio, luego arcediano de Ancona. El 1 de agosto de 1263 fue
nombrado administrador de la diócesis de Osimo, que había sido unida a la
Numana por Gregorio IX en castigo por su adhesión al partido de Federico II.
Restablecida la sede el 13 de marzo de 1264 Urbano IV le confió su gobierno a
Bienvenido, que en 1267 fue también encargado por Clemente IV del gobierno de
la Marca de Ancona.
En este
período ordenó sacerdote a san Nicolás de Tolentino. Fue devotísimo de San
Francisco, acogió en su diócesis a los Hermanos Menores y pidió pertenecer a la
primera Orden. Vistió con fervor el hábito y se empeñó en vivir el espíritu
seráfico.
Bienvenido fue
un gran reformador. Por una disposición del 15 de enero de 1270 prohibió al
monasterio de San Florencio de Pescivalle, del cual era administrador, enajenar
los bienes.
En un sínodo
habido el 7 de febrero de 1273 prohibió la venta de las propiedades
eclesiásticas y en 1274 puso en marcha las reformas del capítulo de la catedral
y defendió los derechos de la diócesis sobre la ciudad de Cingoli.
En su
ministerio episcopal siempre tuvo como única meta promover la gloria de Dios,
despreciar las riquezas y las cosas del mundo, trabajar intensamente por el
bien de su alma y de las almas confiadas a sus cuidados.
En su
actuación sabía unir la fortaleza y la suavidad de los modales, para el triunfo
de la justicia y de la paz en el vínculo del amor. Fue un verdadero y buen
pastor de su rebaño y vigilante custodio de las leyes de Dios y de la Iglesia.
Celoso en la predicación evangélica y en la instrucción catequística, muchas
veces visitó la diócesis, celebró un sínodo diocesano en el cual dictó sabias
normas para promover la disciplina eclesiástica. Promovió la cultura y la
formación de los nuevos levitas, que preparaba para el sacerdocio, con palabra
inspirada, con el buen ejemplo, y con su vida santa.
Bienvenido
murió el 2 de marzo de 1282, a los 94 años. Fue sepultado en la iglesia
catedral de Osimo en un noble mausoleo, por disposición del clero y el pueblo.
Sobre su sepulcro tuvieron lugar gracias y milagros. Martín IV reconoció el
culto en 1284, sin haber sido canonizado.
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