jueves, 3 de marzo de 2022

Párate un momento: El Evangelio del dia 5 - DE MARZO – SÁBADO DESPUES DE CENIZA San Teófilo, obispo

 


5 - DE MARZO –

SÁBADO DESPUES DE CENIZA

San Teófilo, obispo

 

    Lectura del libro de Isaías (58,9b-14):

 

ESTO dice el Señor:

«Cuando alejes de ti la opresión, el dedo acusador y la calumnia, cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo y sacies al alma afligida, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad como el mediodía.

El Señor te guiará siempre, hartará tu alma en tierra abrasada, dará vigor a tus huesos.

Serás un huerto bien regado, un manantial de aguas que no engañan.

Tu gente reconstruirá las ruinas antiguas, volverás a levantar los cimientos de otros tiempos; te llamarán “reparador de brechas”,

“restaurador de senderos”, para hacer habitable el país.

Si detienes tus pasos el sábado,

para no hacer negocios en mi día santo, y llamas al sábado “mi delicia” y lo consagras a la gloria del Señor; si lo honras, evitando viajes, dejando de hacer tus negocios y de discutir tus asuntos,

entonces encontrarás tu delicia en el Señor.

Te conduciré sobre las alturas del país y gozarás del patrimonio de Jacob, tu padre.

Ha hablado la boca del Señor».

 

Palabra de Dios

 

Salmo: 85,1-2.3-4.5-6

 

R/. Enséñame, Señor, tu camino,

para que siga tu verdad

 Inclina tu oído, Señor, escúchame,

que soy un pobre desamparado;

protege mi vida, que soy un fiel tuyo;

salva, Dios mío, a tu siervo, que confía en ti. R/.

 Piedad de mí, Señor,

que a ti te estoy llamando todo el día;

alegra el alma de tu siervo,

pues levanto mi alma hacia ti, Señor. R/.

     Porque tú, Señor, eres bueno y clemente,

rico en misericordia con los que te invocan.

Señor, escucha mi oración,

atiende a la voz de mi súplica. R/.

 

Lectura del santo evangelio según san Lucas (5,27-32):

 

EN aquel tiempo, vio Jesús a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:

«Sígueme».

Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Y murmuraban los fariseos y sus escribas diciendo a los discípulos de Jesús:

«¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?»

Jesús les respondió:

«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan».

 

Palabra del Señor

 

1.  Jesús se fija, con una mirada cargada de intensidad emocional no en una persona "ejemplar", sino en un "recaudador", un tipo indeseable, ya que, en aquella sociedad, los recaudadores de impuestos vivían de lo que le robaban a la gente (J. Gnilka).

Jesús tenía una inclinación de afecto singular hacia los más odiados y despreciados.  Jesús se fijaba y se interesaba, ante todo, no por los que se veían a sí mismos como los más ejemplares, sino en los que eran vistos como los más odiados y despreciables.

 

2.  Y a este hombre es al que llama: Sígueme.

No le explica para qué le llama, por qué le llama, en qué condiciones.  Solo queda clara una cosa tremenda: inmediatamente lo dejó todo y se fue con Jesús.

Las decisiones más determinantes de la vida no se toman "por miedo", sino "por seducción". A Jesús "le sedujo" la miseria moral y social en que se veía aquel hombre. Y el que fue llamado se sintió "seducido" por Jesús. En la vida somos, y en la vida hacemos, aquello que nos seduce. Y nos seduce tanto, que lo dejamos todo por satisfacer nuestra seducción.

 

3.  Jesús tenía una fuerza de atracción tan poderosa, que por él se deja todo, se reorienta la vida, y en eso encontramos el gran banquete de nuestra existencia.     Dios, en Jesús, se identificó de tal manera con la condición humana, se "humanizó" hasta tal extremo, que cuando nos encontramos en la vida con Jesús, eso se verifica en que nos hacemos plenamente tan "misericordiosos" como "humanos".  

Lo dejamos todo por este ideal o proyecto. Y eso se convierte en el gran banquete de nuestra existencia. Diga lo que diga la gente "notable" o "religiosa".

 

San Teófilo, obispo

 

       Fue discípulo de San Tarasio quien, al darse cuenta de la vocación y dones del muchacho para la vida religiosa, decidió confiárselo a otros de sus discípulos, San Miguel el Confesor, quien se hallaba fundando un monasterio junto al Bósforo. Años más tarde, y luego de soportar ambos las más duras y difíciles pruebas, San Tarasio confirió la dignidad episcopal: Teófilo recibió la sede de Nicomedia y Miguel a la Sínada.

     Cuando el León V emprendió de nuevo su batalla contra las imágenes, San Nicéforo, sucesor de San Tarasio en la sede de Constantinopla, convocó a un Concilio para mantener la doctrina católica contra el emperador. San Teofilo y otros teólogos de gran saber defendieron con elocuencia el punto de vista de la Iglesia, pero el emperador permanecía inconmovible.

     Fue entonces, que el santo, al ver la dureza del corazón del emperador, vaticinó terribles desgracias y pesares que caerían sobre él; el emperador, enfurecido, mandó a encarcelar al santo en un oscura y terrible celda, donde falleció treinta años después.

       San Teófilo tuvo un corazón grande y generoso; su incansable servicio y entrega hacia los más pobres y enfermos conllevó a que más adelante, el santo fundase varios hospitales en la región.

 

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