9 - DE MARZO – MIERCOLES –
1ª SEMANA DE CUARESMA
Santa
Francisca Romana, mártir
Lectura de la profecía de Jonás (3,1-10):
EL Señor
dirigió la palabra a Jonás:
«Ponte en marcha y ve a la gran ciudad
de Nínive; allí les anunciarás el mensaje que yo te comunicaré».
Jonás se puso en marcha hacia Nínive,
siguiendo la orden del Señor. Nínive era una ciudad inmensa; hacían falta tres
días para recorrerla.
Jonás empezó a recorrer la ciudad el
primer día, proclamando:
«Dentro de cuarenta días, Nínive será
arrasada».
Los ninivitas creyeron en Dios,
proclamaron un ayuno y se vistieron con rudo sayal, desde el más importante al
menor.
La noticia llegó a oídos del rey de
Nínive, que se levantó de su trono, se despojó del manto real, se cubrió con
rudo sayal y se sentó sobre el polvo. Después ordenó proclamar en Nínive este
anuncio de parte del rey y de sus ministros:
«Que hombres y animales, ganado mayor y
menor no coman nada; que no pasten ni beban agua.
Que hombres y animales se cubran con
rudo sayal e invoquen a Dios con ardor.
Que cada cual se convierta de su mal
camino y abandone la violencia.
¡Quién sabe si Dios cambiará y se
compadecerá, se arrepentirá de su violenta ira y no nos destruirá!».
Vio Dios su comportamiento, cómo habían
abandonado el mal camino, y se arrepintió de la desgracia que había determinado
enviarles. Así que no la ejecutó.
Palabra de Dios
Salmo: 50,3-4.12-13.18-19
R/. Un corazón quebrantado y humillado,
tú, Dios mío, no lo desprecias
Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.
Oh, Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
El sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh, Dios, tú no lo desprecias. R/.
Lectura del santo evangelio según san
Lucas (11,29-32):
EN aquel
tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús,
y él se puso a decirles:
«Esta generación es una generación
perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás.
Pues como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el
Hijo del hombre para esta generación.
La reina del Sur se levantará en el
juicio contra los hombres de esta generación y hará que los condenen, porque
ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de
Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.
Los hombres de Nínive se alzarán en el
juicio contra esta generación y harán que la condenen; porque ellos se
convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que
Jonás».
Palabra del Señor
1. Bien pudiera ocurrir
que este relato no tenga un valor histórico que deba ser tomado al pie de la
letra; pero queda patente que Jesús se lamenta públicamente de la incredulidad
de sus oyentes.
La expresión ¡esta generación! tiene una connotación negativa, de rechazo y confrontación (G. Baumbach). Jesús tuvo que pasar por esta experiencia amarga, dura y humillante. No pensemos, por tanto, que los evangelios son solamente elogio del éxito de Jesús. Si los humanos tenemos, tantas veces, frustraciones, Jesús también las tuvo que soportar. Como todo ser humano.
2. Los cristianos de las primeras generaciones, en las que se elaboró este relato, probablemente tuvieron no pocas confrontaciones con los judíos de los primeros tiempos. De ahí, la pretensión de dejar clara su adhesión a Jesús, y a la superioridad de Jesús sobre Salomón o sobre Jonás.
3. No son buenas las
confrontaciones o las comparaciones. Cuando la religión divide o enfrenta, de
la manera que sea, eso no puede ser palabra de Dios. Ni nos lleva a Dios, al
Dios de Jesús. No nos deberíamos cansar jamás de ser tolerantes, respetuosos,
sabiendo aceptar las creencias de los demás.
Santa Francisca Romana, mártir
Francisca
nació en Roma en el año 1384. Y en cada año, el 9 de marzo, llegan cantidades
de peregrinos a visitar su tumba en el Templo que a ella se le ha consagrado en
Roma y a visitar el convento que ella fundó allí mismo y que se llama
"Torre de los Espejos".
Sus
padres eran sumamente ricos y muy creyentes (quedarán después en la miseria en
una guerra por defender al Sumo Pontífice) y la niña creció en medio de todas
las comodidades, pero muy bien instruida en la religión. Desde muy pequeñita su
mayor deseo fue ser religiosa, pero los papás no aceptaron esa vocación, sino
que le consiguieron un novio de una familia muy rica y con él la hicieron
casar.
Francisca,
aunque amaba inmensamente a su esposo, sentía la nostalgia de no poder dedicar
su vida a la oración y a la contemplación, en la vida religiosa. Un día su
cuñada, llamada Vannossa, la vio llorando y le preguntó la razón de su
tristeza. Francisca le contó que ella sentía una inmensa inclinación hacia la
vida religiosa pero que sus padres la habían obligado a formar un hogar.
Entonces la cuñada le dijo que a ella le sucedía lo mismo, y le propuso que se
dedicaran a las dos vocaciones: ser unas excelentes madres de familia, y a la
vez, dedicar todos los ratos libres a ayudar a los pobre y enfermos, como si
fueran dos religiosas. Y así lo hicieron. Con el consentimiento de sus esposos,
Francisca y Vannossa se dedicaron a visitar hospitales y a instruir gente
ignorante y a socorrer pobres. La suegra quería oponerse a todo esto, pero los
dos maridos al ver que ellas en el hogar eran tan cuidadosas y tan cariñosas,
les permitieron seguir en esta caritativa acción. Pronto Francisca empezó a
ganarse la simpatía de las gentes de Roma por su gran caridad para con los
enfermos y los pobres. Ella tuvo siempre la cualidad especialísima de hacerse
querer por la gente. Fue un don que le concedió el Espíritu Santo.
En
más de 30 años que Francisca vivió con su esposo, observó una conducta
verdaderamente edificante. Tuvo tres hijos a los cuales se esmeró por educar
muy religiosamente. Dos de ellos murieron muy jóvenes, y al tercero lo guio
siempre, aun después de que él se casó, por el camino de todas las virtudes.
A Francisca
le agradaba mucho dedicarse a la oración, pero le sucedió muchas veces que
estando orando la llamó su marido para que la ayudara en algún oficio, y ella
suspendía inmediatamente su oración y se iba a colaborar en lo que era
necesario. Veces hubo que tuvo que suspender cinco veces seguidas una oración,
y lo hizo prontamente. Ella repetía: "Muy buena es la oración, pero la
mujer casada tiene que concederles enorme importancia a sus deberes
caseros".
Dios
permitió que a esta santa mujer le llegaran las más desesperantes tentaciones.
Y a todas resistió dedicándose a la oración y a la mortificación y a las buenas
lecturas, y a estar siempre muy ocupada. Su familia, que había sido sumamente
rica, se vio despojada sus bienes en una terrible guerra civil. Como su esposo
era partidario y defensor del Sumo Pontífice, y en la guerra ganaron los
enemigos del Papa, su familia fue despojada de sus fincas y palacios. Francisca
tuvo que irse a vivir a una casona vieja, y dedicarse a pedir limosna de puerta
en puerta para ayudar a los enfermos de su hospital. Y además de todo esto le
llegaron muy dolorosas enfermedades que le hicieron padecer por años y años. Ella
sabía muy bien que estaba cosechando premios para el cielo.
Su
hijo se casó con una muchacha muy bonita pero terriblemente malgeniada y
criticona. Esta mujer se dedicó a atormentarle la vida a Francisca y a burlarse
de todo lo que la santa hacía y decía. Ella soportaba todo en silencio y con
gran paciencia. Pero de pronto la nuera cayó gravemente enferma y entonces
Francisca se dedicó a asistirla con una caridad impresionantemente exquisita.
La joven se curó de la enfermedad del cuerpo y quedó curada también de la
antipatía que sentía hacia su suegra. En adelante fue su gran amiga y
admiradora.
Francisca
obtenía admirables milagros de Dios con sus oraciones. Curaba enfermos, alejaba
malos espíritus, pero sobre todo conseguía poner paz entre gentes que estaban
peleadas y lograba que muchos que antes se odiaban, empezaran a amarse como
buenos amigos. Por toda Roma se hablaba de los admirables efectos que esta
santa mujer conseguía con sus palabras y oraciones. Muchísimas veces veía a su
ángel de la guarda y dialogaba con él.
Francisca
fundó una comunidad de religiosas seglares dedicadas a atender a los más
necesitados. Les puso por nombre "Oblatas de María", y su casa
principal, que existe todavía en Roma, fue un edificio que se llamaba
"Torre de los Espejos". Sus religiosas vestían como señoras
respetables. No tenían hábito especial.
Nombró
como superiora a una mujer de toda su confianza, pero cuando Francisca quedó
viuda entró también ella de religiosa, y por unanimidad las religiosas la
eligieron superiora general. En la comunidad tomó por nombre Francisca
Romana".
Había
recibido de Dios la eficacia de la palabra y por eso acudían a ella numerosas
personas para pedirle que les ayudara a solucionar los problemas de sus
familias. El Espíritu Santo le concedió el don de consejo, por el cual sus
palabras guiaban fácilmente a las personas a conseguir la solución de sus
dificultades.
Cuando
llegaban las epidemias, ella misma llevaba a los enfermos al hospital, lo
atendía, les lavaba la ropa y la remendaba, y como en tiempo de contagio era
muy difícil conseguir confesores, ella pagaba un sueldo especial a varios
sacerdotes para que se dedicaran a atender espiritualmente a los enfermos.
Francisca
ayunaba a pan y agua muchos días. Dedicaba horas y horas a la oración y a la
meditación, y Dios empezó a concederle éxtasis y visiones. Consultaba todas las
dudas de su alma con un director espiritual, y llegó a tal grado de amabilidad
en su trato, que bastaba tratar con ella una sola vez para quedar ya amigos
para siempre. A las personas que sabía que hablaban mal de ella, les prodigaba
mayor amabilidad.
Estaba
gravemente enferma, y el 9 de marzo de 1440 su rostro empezó a brillar con una
luz admirable. Entonces pronunció sus últimas palabras: "El ángel del
Señor me manda que lo siga hacia las alturas". Luego quedó muerta, pero
parecía alegremente dormida.
Tan
pronto se supo la noticia de su muerte, corrió hacia el convento una inmensa
multitud. Muchísimos pobres iban a demostrar su agradecimiento por los
innumerables favores que les había hecho. Muchos llevaban enfermos para que les
permitieran acercarlos al cadáver de la santa, y así pedir la curación por su
intercesión. Los historiadores dicen que "toda la ciudad de Roma se
movilizó", para asistir a los funerales de Francisca.
Fue
sepultada en la iglesia parroquial, y al conocerse la noticia de que junto a su
cadáver se estaban obrando milagros, aumentó mucho más la concurrencia a sus
funerales. Luego su tumba se volvió tan famosa que aquel templo empezó a
llamarse y se le llama aún ahora: La Iglesia de Santa Francisca Romana.
Cada
9 de marzo llegan numerosos peregrinos a pedirle a Santa Francisca unas gracias
que nosotros también nos conviene pedir siempre: que nos dediquemos con todas
nuestras fuerzas a cumplir cada día los deberes que tenemos en nuestro hogar, y
que nos consagremos con toda la generosidad posible a ayudar a los pobres y
necesitados y a ser extraordinariamente amables con todos. Santa Francisca:
ruégale al buen Dios que así sea.
He
aquí la descripción de una mujer admirable. "Que las gentes comenten sus
muchas buenas obras" (S. Biblia. Proverbios 31).
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