15 - DE MARZO – MARTES –
2ª SEMANA DE CUARESMA – C
San Raimundo
de Fitero
Lectura del libro de Isaías
(1,10.16-20):
OÍD la palabra
del Señor, príncipes de Sodoma, escucha la enseñanza de nuestro Dios, pueblo de
Gomorra.
«Lavaos, purificaos, apartad de mi vista
vuestras malas acciones.
Dejad de hacer el mal, aprended a hacer el bien. Buscad la justicia,
socorred al oprimido, proteged el derecho del huérfano, defended a la
viuda.
Venid entonces, y discutiremos
—dice el Señor—.
Aunque vuestros pecados sean como
escarlata, quedarán blancos como nieve; aunque sean rojos como la púrpura,
quedarán como lana.
Si sabéis obedecer, comeréis de los
frutos de la tierra; si rehusáis y os rebeláis, os devorará la espada —ha
hablado la boca del Señor—».
Palabra de Dios
Salmo: 49,8-9.16bc-17.21.23
R/. Al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios
V/. No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí.
Pero no aceptaré un becerro de tu casa,
ni un cabrito de tus rebaños. R/.
V/. ¿Por qué recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos? R/.
V/. Esto haces, ¿y me voy a callar?
¿Crees que soy como tú?
Te acusaré, te lo echaré en cara.
El que me ofrece acción de gracias,
ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios». R/.
Lectura del santo evangelio según san Mateo
(23,1-12):
EN aquel
tiempo, Jesús habló a la gente y a los discípulos, diciendo:
«En la cátedra de Moisés se han sentado
los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no
hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen.
Lían fardos pesados y se los cargan a la
gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para
empujar.
Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y
agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes
y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las
plazas y que la gente los llame “rabbí”.
Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar
“rabbí”, porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos.
Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro
Padre, el del cielo.
No os dejéis llamar maestros, porque uno
solo es vuestro maestro, el Mesías.
El primero entre vosotros será vuestro
servidor.
El que se enaltece será humillado, y el
que se humilla será enaltecido».
Palabra del Señor
1. Se ha discutido mucho la
autenticidad de este discurso que Mateo pone en boca de Jesús. Sobre todo,
porque se ha visto aquí una manifestación muy dura del antisemitismo que tanto
condicionó al cristianismo naciente. Sin embargo, es importante tener en cuenta
que Jesús aquí no ataca al pueblo judío en general, sino a un grupo muy
concreto de sus dirigentes. Por lo demás, se sabe que este estilo, de ataque
duro y directo, era frecuente en las diatribas literarias de aquel tiempo, por
ejemplo, en Plutarco o Filón de Alejandría (L. Johnson).
2. Aunque el autor del
evangelio de Mateo seguramente retocó algunas de las expresiones o el orden del
discurso, lo que aquí queda claro es que Jesús no tolera, en los dirigentes
religiosos, cuatro cosas que ahora hay gente que las ve con cierta naturalidad
resignada:
1) Las obligaciones pesadas que los
dirigentes pretenden imponer a la gente.
2) Las vestimentas que se ponen para
distinguirse del resto de los mortales.
3) Los puestos de honor que les gusta
ocupar en los actos públicos.
4) Los títulos que ostentan y con los
que desean ser reconocidos.
3. Esta ostentación, esta
imagen recubierta de boato y solemnidad, no es mera cuestión de vanidad
infantil, de pretensión de prestigio y de frivolidad. No. No puede serlo.
Al ser dirigentes de la Iglesia y
representantes de Dios, no parece que eso sea lo más adecuado para cumplir con
su sagrada y solemne misión. Toda esa pompa y ese boato es el gran engaño, la
gran mentira, que solo sirve para ocultar miserias humanas.
Además, así no es posible actuar como
representantes de Jesús, ni del Dios de Jesús. Porque lo sensible tiene más
poder, en nuestras vidas y formas de conducta, que las más sublimes ideas.
Los dirigentes eclesiásticos, que actúan
de esta manera, desobedecen al Evangelio. Y no es justificante que eso es lo
que prescribe el ritual o las rúbricas de la liturgia. Dios no quiere eso.
Jesús lo prohíbe expresamente. Y lo asombroso es que la gran mayoría de los
cristianos vemos todo eso como la cosa más natural del mundo, cuando en
realidad es un auténtico esperpento.
San Raimundo de Fitero
Abad del
monasterio cisterciense de Fitero en Navarra, y fundador de la Orden militar de
Calatrava.
Vida de San Raimundo de Fitero
Se llamaba
Raimundo Sierra o Raymond Serrat. Aunque documentalmente no puede probarse, lo
más probable es que naciera en Saint Gaudens de Garona, en Francia, y que la
época fue a comienzos del siglo XII. Algunos autores sitúan su nacimiento en
Tarazona (Aragón), y otros afirman que fue en Barcelona.
Aparece como
canónigo en Tarazona, atestiguado documentalmente por testimonio de su primer
obispo, Don Miguel, monje benedictino. De aquí pasó a monje del monasterio
cisterciense de Nuestra Señora de Sacala Dei, en Gascuña, y de ahí fue enviado
como prior a la nueva fundación que Don Bernardo determinó hacer en España.
Se asentaron
los nuevos monjes en el monte que llaman Yerga, con consentimiento del rey. En
1140 Alfonso VII les donó la villa de Nienzabas que había quedado asolada por
los moros; aquí fundaron el monasterio de Nienzabas del que fue abad Raimundo a
la muerte de Durando, alrededor del año 1144. Lo eligieron abad por la fama que
tenía de santo y taumaturgo. Con el título y oficio de abad aparece ya en la
escritura del 1146, al donar el rey al monasterio los dominios de Serna de
Cervera y Baños de Tudescón, actuales balnearios de Fitero.
En 1148
asistió al capítulo general de la orden del Císter, en calidad de abad; en ese
concilio estuvo presente el papa Eugenio III, que también era cisterciense.
Raimundo
trasladó ese mismo año el monasterio al mejor sitio de Castejón, recibió la
donación real del castillo de Tulungen y, en la heredad donada por Don Pedro
Tizón y su esposa Doña Toda, fundó en 1150 el de Santa María de Fitero del que
será el primer abad.
Diego de
Velázquez es un monje que en tiempo pasado fue soldado y amigo del rey Sancho.
Raimundo y él se encuentran en Toledo el año 1158. Diego ha escuchado al rey el
gran peligro que corre la plaza de Calatrava confiada años atrás por Alfonso
VII a los Templarios, pero que ahora está casi desguarnecida que es por el momento
la llave estratégica de Toledo. El peligro es grande por la proximidad de los
almohades. Raimundo y Diego piden al rey la defensa de la plaza y con los
monjes traídos de Fitero más un ejército formado por campesinos y artesanos
consiguen defender la plaza y ahuyentar a los moros. En premio, el rey Sancho
III les concede el dominio de Calatrava donde Raimundo funda el mismo año la
Orden mitad monjes obedientes al toque de la campana, mitad soldados obedientes
al toque de la trompeta que fue aprobada posteriormente por el papa Alejandro
III, por bula de 25 de setiembre de 1164, cuando ya había muerto su fundador.
Raimundo murió
en 1163 en Ciruelos y allí se enterró. En 1471 se trasladaron sus restos al
monasterio cisterciense de Monte León de Toledo y, desde el siglo XIX, las
reliquias del santo se encuentran en la catedral de Toledo.
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